ISSN: 1139-8736
Depósito Legal: B-39198-99

5.3 Consecuencias fonológicas

El aumento de los casos de anteposición del PA tiene una consecuencia fonológica interesante. Ya en el español antiguo existía un patrón muy claro de acento llano o grave. Afirma Lapesa (1981: 84): «En los romances occidentales el ritmo de lenguaje tiende a concentrar la fuerza espiratoria en la vocal acentuada, detrás de la cual no suelen tolerar más de una sílaba. En consecuencia, ha desaparecido o se ha reducido mucho la acentuación dactílica.» Y más adelante, al referirse específicamente al español, dice (1981: 87): «En él [el español] domina el acento llano o trocaico, intermedio entre los abundantes proparoxítonos del Oriente y el ritmo oxítono del francés; ...» Otros estudiosos, como Meyer-Lübke (1897: 334), Ramsden (1963: 116) y más recientemente de Dardel & de Kok (1996: p.e. 152) hablan de un cambio de ritmo del latín a las lenguas románicas, de descendente en aquél a ascendente en éstas.

Al posponerse el PA, un monosílabo átono, el grupo resultante en la gran mayoría de los casos llevará el acento en la antepenúltima sílaba (díxole, priégovos, etc.), ya que la mayor parte de las formas verbales es llana. Esto implica que la posposición crea muchas palabras esdrújulas, lo que no encaja con la tendencia general de la lengua de acento llano o grave. En cambio, en caso de que el PA se anteponga al verbo, el grupo sí se ajusta al patrón fonológico dominante.

Por lo tanto, con el aumento del porcentaje de anteposición se reducen notablemente las excepciones al patrón llano o grave que ya existía desde hace mucho tiempo en la lengua. A nuestro parecer, esta ventaja fonológica, que resultaba en una mayor coherencia acentual, indudablemente habrá favorecido la propagación del PA antepuesto.

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