Estudios de Lingüística del Español (ELiEs) |
Cortesía y descortesía: teoría y praxis de un sistema de significación / Alexandra Álvarez Muro |
1. Hacia un modelo de cortesía
Il me semble que l'esprit de politesse
est une certaine attention à faire que
par nos paroles les autres soient
contents de nous et d'eux mêmes.
(La Bruyère)
Hablar de cortesía es hablar de comunicación; pensar en cortesía es pensar que los participantes de una comunicación comparten la misma perspectiva y saben que están jugando al mismo juego: el de ser cortés. Si ellos no lo comprenden, entonces la comunicación no se ha logrado y la cortesía no se da.
El lenguaje pone en comunicación tres planos: el plano referencial, el plano del mundo exterior, tal y como es percibido y reproducido por los hablantes; el plano interpersonal o de las relaciones humanas –que exterioriza el mundo interior y al cual podríamos considerar como el mundo subjetivo y que tiende, a la vez, redes hacia los otros–; asimismo, el lenguaje crea una relación consigo mismo y es lo que se ha llamado el plano textual (Halliday 1978. Según Habermas, la comprensión (Verständigung) se produce solamente cuando los participantes se sirven al mismo tiempo del nivel objetivo y del nivel intersubjetivo. Por lo tanto, la comunicación existe solamente bajo la condición de idénticas condiciones de metacomunicación (Habermas 1988).
Pongamos un ejemplo sencillo. Supongamos que entro a un restaurante y un amigo me ayuda a librarme del abrigo y me acerca una silla para que me siente. Sonrío y le doy las gracias; él dice: “de nada”, y se sienta a su vez. Si esto ocurre es porque hemos logrado una complicidad por el entendimiento mutuo: ambos fuimos corteses, tanto él por su gentileza, como yo, por habérsela agradecido. Pero la misma situación podría haberse visto de otra manera: mi amigo pudiera haber pensado que mi actual estado de decrepitud ameritaba una ayuda humanitaria; entonces quizás yo ni siquiera hubiera estado en capacidad para agradecerle. En este caso, mi amigo hubiera sido simplemente un buen ciudadano y yo, una viejita desvalida.
Cuando decimos entonces que la cortesía es una comunicación lograda, nos referimos a que se produce no solamente por una acción del emisor, sino que se trata de un proceso recíproco en el que el receptor de la comunicación participa activamente. En este proceso, las personas están inmersas en las redes que tiende el lenguaje hacia el mundo, hacia ellos mismos y hacia el texto.
De este mismo modo puede decirse, en cuanto a la cortesía, que hay comunicación cuando: a) Los participantes comprenden el texto y decodifican ciertas marcas de la locución como señales de cortesía: saben, por ejemplo, que el diminutivo es marca de tamaño, pero que también sirve para atenuar; saben que, cuando alguien les alaba su camisa, no necesariamente están obligados a quitársela y regalarla; b) Por otra parte, ponderan las relaciones interpersonales y, sobre todo, las relaciones de poder existentes entre ellos; esto es, reconocen el respeto que se le debe a un superior; c) Comprenden, asimismo, el mundo en que se encuentran: en este caso, saben que juegan el juego de la cortesía y, por lo tanto, son concientes de las expectativas de sus oyentes de que les sea respetada su territorialidad, su tiempo y su espacio, pero también de que se exalte su imagen personal.
Ahora bien, ¿qué significa que jugamos un juego? Cuando los niños dicen: “Yo era el policía y tú eras el ladrón”, se produce un acuerdo mutuo que los convierte en sujetos de un mundo diferente de la realidad. Tanto el acto verbal de la designación como el tiempo pretérito del enunciado son las claves que determinan esta transformación. De la misma forma, cuando le regalamos un ramo de rosas a la dueña de la casa que nos ha invitado, o esperamos su indicación para pasar adelante, entramos en el juego de la cortesía.
Jugar a la cortesía es algo más que comunicarse en el nivel referencial u objetivo. De lo que se trata es de las relaciones entre los participantes en una comunicación, porque el juego se da exclusivamente en el nivel intersubjetivo. Decimos que la cortesía es un juego porque en ella nos movemos en un mundo al revés y participamos de un ritual; un mundo al revés porque es un mundo que tiene sus propias reglas: un lugar donde, cuando decimos ¿me puede usted pasar la sal? no preguntamos, sino que manipulamos al otro para que haga algo por nosotros. Pero no solamente eso, sino que por alguna razón estamos en capacidad para requerir algo de alguien mientras disimulamos nuestro poder. Sabemos mismo tiempo que, al jugar el juego de la cortesía, ganamos indulgencias.
La cortesía parece manejarse como un topos, un lugar en la retórica, un marco referencial que impone sus propias normas y sus propias formas de entender las cosas1. Ya lo dice así Lange (1984), cuando afirma el paralelismo que tiene la cortesía con los lugares, o depósitos de pensamientos, de argumentos, en la antigua retórica. Según el autor, los topos coinciden con los factores más importantes señalados por los manuales: persona (edad, sexo, carácter, humor, estado social), relación entre las personas (diferencias sociales, cercanía o distancia), marco social (público-privado), tiempo, tipo de actividad, modo y manera de llevarla a cabo. (p.13)2.
Un topos es, para Aristóteles, "el sitio donde opera la sustitución de un cuerpo por otro". […] El lugar sería entonces la realidad primaria ya que éste no se destruye cuando perecen las cosas que hay en él” (Aristóteles 1995: 221-222).
El lugar parece algo importante y difícil de captar, porque se nos presenta bajo la apariencia de la materia y de la forma, y también porque el cambio de lugar de lo desplazado se produce en un cuerpo continente en reposo; pues parece posible que haya un intervalo extenso que sea distinto de las magnitudes en movimiento. El aire, que parece incorpóreo, contribuye también a esta creencia. Pues no sólo los límites del recipiente parecen ser el lugar, sino también lo que está entre ellos, que es considerado como un vacío […] Además, el lugar está junto con la cosa, pues los límites están junto con lo limitado. (Aristóteles 1995: 234-241)
En el ejemplo anterior, el lugar que permitió que se entendiera que mi amigo quería halagarme y, a la vez, mostrarse como una persona cultivada fue, precisamente, la cortesía. Para Cicerón (De Inventione), los topos son lugares en los que residen los argumentos y argumento es todo aquello que convierte en creíble un asunto dudoso. Lausberg define los topos como "fórmulas de investigación, depósitos de ideas de los que se pueden tomar los pensamientos que convenga" (1966: 313). Perelmann (1988), por su parte, afirma que el topos es "el tener recurso a premisas de orden más general", con el objeto de "fundar valores y jerarquías, o de reforzar la intensidad de las adhesiones que ellas suscitan". Podemos decir que una palabra, antes de remitir a un concepto, remite a un topos, o hacia un conjunto de topos (Ducrot 1980). Existe una enumeración de esos topos, en una época determinada de una sociedad, en una única descripción exacta de aquello que esa palabra significa, dentro de una sociedad y una época particular.
En la clasificación de los lugares que hacen Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989) en lugares de la cantidad, la cualidad, el orden, lo existente, la esencia y la persona, la cortesía se puede situar en el topos de la esencia. Este topos refiere a quien encarna mejor un tipo de individuo, a aquel que representa al grupo. Es notoria la importancia que tiene, para la cortesía, la construcción de una auto imagen favorable y la distinción que esta confiere. Pero como también lo señalan estos autores, el cambio de valores en las sociedades que evolucionan también abren la posibilidad para la creación de nuevos topos (Paredes 2004).
El juego de la cortesía puede verse, igualmente, como un marco (frame), en el sentido goffmaniano: ese conjunto de principios de organización de la experiencia que gobiernan los eventos sociales y marcan nuestra participación subjetiva en ellos (Goffman: 1974:19). Estos marcos le indican a los interlocutores en qué tipo de situación se encuentran: una conferencia de prensa, o una reunión informal; o bien les señalan si el hablante bromea o no. Dicho de una manera muy simplista, sitúan al participante de un encuentro comunicativo sobre dónde está y qué está pasando; el recibir un cumplido nos sitúa en el marco de la cortesía.
Notas
1 Agradezco a César Paredes sus comentarios sobre este particular.Estudios de Lingüística del Español (ELiEs), vol. 25 (2007) | ISSN: 1139-8736 |