Estudios de Lingüística del Español (ELiEs)
Cortesía y descortesía: teoría y praxis de un sistema de significación / Alexandra Álvarez Muro


1.2 Cortesía y competencia social

Los autores parecen estar de acuerdo en que la cortesía no es un elemento natural dentro de las sociedades, sino que se ha desarrollado históricamente. Recordemos que el origen de la cortesía hay que buscarlo a fines de la Edad Media en la vida de la corte cuando los cortesanos tratan de distinguirse del común al crear un sistema de modales que sirva de pauta social distintiva, de modo que para ese momento la falta de buenos modales es característica del estilo de vida de gente de extracción humilde (Haverkate 1994). De ahí que la cortesía no se mantenga homogénea a través del tiempo, ni en sus prácticas, ni en los contextos en los que se requiere; de ahí también la discusión sobre la universalidad de la cortesía. En efecto, según Ehlich (1992), no existe cortesía en las formas gramaticales de tratamiento en latín y griego, donde el sentido de asociación (togetherness) es neutral con respecto a las formas sociales y, sólo cuando se juntan hombres del mismo rango, surgen formas de tratamiento que pueden relacionarse con la idea de cortesía. Se encuentran en la era bizantina las raíces del pluralis reverentiae como reacción contra el plural mayestático; a medida que corre el tiempo y se conforma el sistema de la cortesía, el uso del término courtoisie disminuye, mientras se hace más frecuente el de civilité que se impone en Francia en el siglo XVII.

La cortesía cambia de sujeto, extendiéndose desde la corte hacia los espacios sociales aledaños. Es entonces cuando la cortesía pasa a significar no solamente el cultivo, las maneras y el tacto, sino también la consideración que una persona le debe a otra, de modo que la sociedad civilizada encuentra, en este refuerzo, justificación de su posición especial, de su existencia social. La burguesía, que ha logrado una prosperidad económica creciente, busca, con la cortesía, formular un cambio general en las reglas sociales; la meta final de este proceso ideológico sería asegurar que las formas de relación de la cortesía fueran las hegemónicas en todo el espacio social (Ehlich 1992:99). En lo lingüístico, por ejemplo, el cumplido se convierte en el centro del discurso cortés y los siglos XVII y XVIII se convierten en la era dorada de los cumplidos; así, en 1598, se encuentra por primera vez la palabra cumplido en un texto alemán (Beetz 1990:97). Pero ya el protagonista no es el hombre de la corte, sino la persona corriente y, según el autor, esta actividad social del universo burgués está descrita en obras como la del Barón von Knigge8.

Kerbrat Orecchioni (2004) sostiene que, por un lado, la cortesía es universal, ya que en todas las sociedades humanas hay comportamientos que permiten mantener un mínimo de armonía entre los interactuantes, pero que, al mismo tiempo, la cortesía no es universal en lo que respecta a sus formas y sus condiciones de aplicación, pues estas varían de un grupo a otro (Kerbrat-Orecchioni 2004:39.

También Ehlich (1992:73) da a entender que los diferentes conceptos que existen sobre la cortesía serían, por esta razón, parte integral de la cortesía misma, como mencionamos anteriormente, y formarían parte de su historia, su evolución, su desarrollo y su implementación histórica. Esta es quizás una de las dificultades que se encuentran en la definición de la cortesía, que tanto el concepto y los sujetos corteses, como las normas y las prácticas han ido variando a lo largo de los siglos y en todas las culturas. Esto nos pone en la situación, también, de buscar una definición operativa para poder hablar de la cortesía como sistema de significación, como conjunto normativo y como práctica social.

En cuanto a la competencia social, Eelen (2001) hace un paralelo entre el conocimiento que tienen los miembros de un grupo sobre la forma apropiada de comportarse, de saber cómo se usa el lenguaje, de la manera de ser adecuado en su comunidad, lo emic, que es el punto de vista del miembro del grupo –o cultural insider–, frente a lo etic, que abarca el conocimiento del sistema desde el punto de vista del extraño. Lo etic9 se ha considerado como consciente, frente a lo inconsciente que comprende lo emic. En todo caso, cabe discutir si podemos hablar de conciencia o inconsciencia en relación con estos conceptos.

Emic puede referirse entonces tanto a la forma como un informante nativo conceptualiza su propio comportamiento, como a lo que realmente ocurre en la cabeza del informante nativo, mientras actúa el comportamiento en cuestión. (Eelen 2001: 77)

En este sentido se expresa también Zimmermann, quien vislumbra la diferencia entre lo usual y lo marcado:

La cortesía significa no solamente el debilitamiento o modificación de la función básica de la interacción. La cortesía significa, antes bien, un trabajo en un nivel paralelo, el de la relación interpersonal, con el que se trata de lograr realizar de la mejor manera las funciones interactivas básicas (como quiera que éstas se llamen en lo concreto). Este trabajo consiste en que los interactuantes, al llevar a cabo sus producciones comunicativas recíprocas, se involucren recíprocamente y se den, entre otras cosas, señales de respeto y de consideración, para evitar atacar el rostro (face) del otro al minimizar sus errores, al concederle el paso, etc. Se trata, en este trabajo, de una serie de actividades diversas que pueden tener, o bien el formato del turno, o solo el valor de una señal. (Zimmermann 1985 67-81).

Para Watts (1989; 1992), las realizaciones varias de la cortesía verbal que se discuten en la literatura constituyen una forma más general de comportamiento lingüístico dirigido hacia el mantenimiento del equilibrio de las relaciones interpersonales dentro del grupo social, que él llama politic verbal behaviour. Así, considerando la relación de la cortesía con la clase social y el poder sociopolítico (el incumplimiento de sus reglas sujetos a estigmatización social y persecución política), discrimina aquellos fenómenos de cortesía que constituyen formas socialmente marcadas del comportamiento verbal político. La cortesía abarca, actividad lingüística y no lingüística, y viene a resultar una capacidad que, una vez adquirida, puede usarse de manera racional premeditada para lograr metas muy específicas. La primera de estas metas es el enaltecimiento (enhancement) de la autoestima de ego así como de su estatus público en los ojos de alter, con la meta suplementaria de enaltecer también la autoestima de alter, sabiendo posiblemente que esto indirectamente va a ser de utilidad para ego (Watts 1992: 45). En esto se desvía Watts de las definiciones tradicionales de cortesía, como la de Lakoff (1975), que centran su meta en reducir la fricción en la interacción personal; se pierden los fines egocéntricos, la aplicación premeditada y la idea de que cortesía es el guante de seda que esconde el puño de hierro. De ser la cortesía un universal del uso lingüístico, habría que concluir que las comunidades de habla tienen medios a su disposición para enmascarar fines menos altruistas, como por ejemplo el de evitar el conflicto y mantener la fábrica de relaciones interpersonales en un estado de equilibrio (Watts 1992: 47).

Watts (1992) sostiene que, habiendo actividades que promueven el conflicto, como son por ejemplo los debates políticos, los duelos verbales de diferente tipo, etc., la naturaleza de las relaciones generadas por la actividad social puede ser antagónica, en vez de la cooperación y la colaboración. Por lo tanto, el uso del lenguaje socialmente apropiado podría oponerse al de la cortesía lingüística. Se necesita un término que cubra el rango completo del comportamiento lingüístico que sea social y culturalmente apropiado en cualquier actividad social dada, que no es el de cortesía.

Siguiendo esta línea de pensamiento, Watts propone el concepto de comportamiento político para la forma no marcada de la interacción, donde no hay rupturas aparentes y cuyo balance se mantiene en la estructura de las relaciones sociales independientes. El mismo concepto ya había sido definido por este autor como "un comportamiento determinado socio culturalmente y dirigido hacia la meta de establecer y/o mantener en estado de equilibrio las relaciones interpersonales entre los individuos de un grupo social, sea este abierto o cerrado, durante el proceso de la interacción” (1992:50).

Por otra parte, el tipo de comportamiento no-marcado se relaciona, según Schiffrin (1987), con el tipo de actividad social, los actos de habla propios de esa actividad, la existencia de expectativas comunes, los presupuestos con respecto al estado de la información, así como con la distancia social y las relaciones de dominación existentes antes de la interacción.

En el modelo de cortesía, habría entonces dos tipos de comportamiento marcado. El primero llevaría a rupturas de comunicación y, el otro, al enaltecimiento del ego con respecto al alter. El primero es no político, el segundo es cortés. Porque, para el autor, lo que cuenta como comportamiento cortés depende enteramente de aquellos rasgos de la interacción que están marcados socioculturalmente por la comunidad lingüística por ser algo más que meramente políticos. Sería entonces, para Watts, parte de la tarea del etnógrafo el definir, en cada comunidad, lo que cuenta como comportamiento político, o comportamiento socialmente apropiado y por otra parte, identificar los trechos de la interacción que incluyen rupturas (breakdowns) o enaltecimientos (enhancements) (Watts 1992:51)10. En su concepción, cuando lo voluntario y conciente supera lo automático e inconsciente –la volición supera al discernimiento, en términos de Ide (1987)– en la elección de formas lingüísticas específicas tales como honoríficos, formas de tratamiento, expresiones rituales. etc., se trata de fenómenos de cortesía. Podríamos visualizarlas de la siguiente forma:



Cuadro 1.
Cortesía y comportamiento político

El tema está relacionado con la universalidad de los principios de cortesía discutida también por Blum Kulka (1992), cuando explica que en hebreo hay dos nociones que traducen el concepto de cortesía: nimus, que proviene de la palabra griega nomos y la palabra adivut proveniente del árabe, ambas sinónimas pero con connotaciones diferentes. La primera, que significa 'orden' o 'hábito' no es necesariamente bien vista y sólo la segunda se usa, en las carreteras por ejemplo, para pedir a la gente que sea amable. Ello se debe a que la cortesía se asocia en lo negativo con lo externo, lo hipócrita, lo no natural, pero en lo positivo se relaciona con la tolerancia, el ser comedido (restraint), las buenas maneras, el mostrar deferencia (p. 257). La autora hace, de este modo, una distinción entre el comportamiento en la esfera pública y la privada cuando explica que los israelíes tienen fama de no ser corteses en la vida pública –hablan fuerte, dicen malas palabras y no tienen consideración (por ejemplo: se empujan)–. Se dice que los israelíes carecen de guiones para el comportamiento cortés pero esto sucede porque, en la esfera privada, hay que mostrar consideración y cuidado hacia los amigos, mientras que se considera que ser cortés es ser hipócrita. Nótese, por ejemplo, que los actos no-corteses no generan rupturas en todas las culturas, sobre todo no en los adolescentes11.

Ambos conceptos parecen separarse también por las funciones que cumplen cortesía y competencia comunicativa en el lenguaje; nos referimos a la distinción existente entre acción comunicativa y acción estratégica, en el sentido de aquella comunicación que busca el entendimiento frente a la que busca influir sobre el otro. La competencia social parece situarse más dentro de la acción comunicativa, mientras que, como veremos más adelante, la cortesía podría llegar a situarse mejor dentro de la acción estratégica, porque presupone una mayor conciencia de sus acciones y de las expectativas del otro, y una focalización en cuanto a aquello que se quiere lograr.

Held asigna las formas de cortesía clásicas al sistema lingüístico; sin embargo, cree que juegan un papel en la relación interpersonal; ellas tienen, sin embargo, un rol subordinado en el habla cotidiana (1995: 101). En lo heterogéneo de estas formas observa que la cortesía no es un concepto semántico absoluto en el que los indicadores de base actúen independientemente del contexto. Para la autora, la cortesía es una función pragmática que solamente puede generalizarse en ciertas situaciones contextuales.

Resumiendo, puede decirse que la competencia social tiende más hacia la mutua comprensión de los participantes, mientras que la cortesía busca algo más; tanto en lo que respecta al enaltecimiento de la propia imagen y la del otro, como en el beneficio que acarrea para el emisor. Es por ello que podríamos considerar que la competencia social forma parte de las acciones comunicativas, mientras que la cortesía pudiera ser más bien un componente de las acciones estratégicas.

Estratégicamente designamos una acción como orientada hacia el éxito, cuando la vemos bajo el aspecto del seguimiento de reglas de elección racional y cuando ponderamos el resultado de su influencia sobre la decisión de una contraparte racional. Hablamos por el contrario de acciones comunicativas, cuando los planes de los actores participantes no se coordinan por sobre el cálculo egoísta del éxito, sino sobre actos de comprensión. (Habermas 1981: 385, en Siever 2001:108).

Held sostiene que el trabajo de relación omnipresente y audible se da en tres planos: en primer lugar, en forma de máximas, sobre el plano de la competencia comunicativa de los miembros racionales de la sociedad, la cual se orienta a través de normas; luego como actuaciones hacia una meta con el fin de garantizar el éxito, como estrategias de contenido y, finalmente, sobre el plano de la lengua, como señales modalizadoras que apoyan, solas o en conjunto, aquellas funciones mitigadoras del conflicto, ya sea individualmente, o en una relación dirigida12 (1995: 102). Así también lo ve Bally cuando afirma sobre la cortesía,

No es solamente un vocabulario […], una fraseología […] una titulatura simbólica de la jerarquía social […] sino que la cortesía imprime su marca sobre las partes profundas de la gramática […]: el plural de cortesía, el empleo de la tercera persona por la segunda, toda una gama de matices modales …" (Bally 1955, en Held 1995: 104).




Notas

8 Über den Umgang mit Menschen.
9 No traduzco estos conceptos porque si bien émico no causa problemas en español, sí los podría causar la denominación ético, porque es homónima de "ético" 'moral'. Por ello prefiero dejarlos en el original inglés.
10 También usa los términos propuestos por Hill et al. (1986) wakimae 'discernimiento', "la casi automática observación de las normas sociales" (the almost automatic observation of socially-agreed-upon rules), como comportamiento político y, por otra parte, la estrategia de volition propuesta por Hill et al.
11 La misma distinción la hace Albelda (2004:129) cuando habla de diferentes tipos de cortesía en los ámbitos público y privado, pero la autora se muestra en desacuerdo en que el empleo de estrategias corteses sea menor en los casos de mayor familiaridad y que en relaciones sociales más distantes se realicen un mayor número de actos corteses; según la autora la diferencia se daría en el tipo de cortesía empleado en cada uno de los ámbitos.
12 Der Beziehungsaspekt bzw. Die omnipräsente hörliche Beziehungsarbeit wird auf drei Ebenen linguistisch faβbar gemacht: einmal auf der Ebene der normorientierten, kommunikativen Verhaltenskompetenz rational handelnder Gesellschaftsmitglieder in Form von Maximen; dann auf der Ebene zweckentsprechender bzw. Erfolgsmaximierender Handlungsweisen in Form von inhaltlichen Strategien; und schlieβlich auf der Ebene der Sprache in Form von modalisierenden Signalen, die einzeln oder in gezielter Verbindung bestimmte konfliktentschärfende Funtionen der Sprechhandlung unterstützen.





Estudios de Lingüística del Español (ELiEs), vol. 25 (2007)   
 ISSN: 1139-8736