ISSN: 1139-8736
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4.1.4 Unidades terminológicas y su dimensión comunicativa: la documentación especializada

Ya hemos mencionado que la TGT centra su atención en la relación entre denominación y concepto, por lo que el valor comunicativo de los términos no se considera de interés (ni determinante para su visión de lo constituye una unidad terminológica). Sin embargo, como ya mencionamos en la introducción de estas secciones, nuestro entendimiento de lo que constituye una unidad terminológica ha de integrar forzosamente, junto con la dimensión conceptual y la lingüística, una dimensión comunicativa, ya que los términos no pueden aislarse del lenguaje de especialidad en el que se utilizan, ni del contexto situacional y social en el que se usan:

In order to be considered a term, the designation of an object must belong to a subject field. No term exists without reference to a particular field of activity that is described by a specialized language.

Dubuc & Lauriston (1997: 81)

Cabré (1993: 220 y ss.) y Sager (1990: 99 y ss.) hacen también referencia a la dimensión comunicativa de las unidades terminológicas. La primera autora postula una serie de factores pragmáticos que, a diferencia de las características vistas en el apartado 3.4.2, sí que diferencian de forma más clara las unidades terminológicas de las unidades de la lengua general. Estas características hacen referencia a la función básica que se proponen, la temática que tratan, los usuarios, las situaciones comunicativas y los diferentes tipos de discursos en los que aparecen.

Tomando como punto de partida estas características, las unidades terminológicas son unidades que desempeñan una función eminentemente referencial (denominar la realidad especializada), con una temática específica (delimitada por el campo de especialidad al que pertenecen). Además, son unidades que suelen ser utilizadas por un grupo restringido de usuarios (los especialistas de un determinado campo de especialidad), en unas situaciones comunicativas específicas (que suelen ser mucho más formales que las del lenguaje general), por lo que el tipo de textos (tanto orales como escritos) creados en este tipo de situaciones comunicativas pueden considerarse de carácter especializado. Es decir, las unidades terminológicas representan y comunican conocimiento especializado.

Por muy relevantes que puedan parecernos estas características para el estudio de las unidades terminológicas, lo cierto es que el interés por su estudio no se ha visto desarrollado hasta hace relativamente poco tiempo. Quizá el interés en el estudio del uso de la terminología se ha desarrollado siguiendo las corrientes lingüísticas y lexicográficas que hemos detallado en el capítulo 2, dando lugar a un entendimiento más pragmático y comunicativo de lo que debe constituir el estudio terminológico y terminográfico.

Este giro ha supuesto también un mayor interés en el desarrollo de modelos de comunicación que den cuenta del proceso de intercambio de información especializada (por ejemplo, véase Sager 1990: 99 y ss.), propuestas para tipificar la documentación especializada (véase por ejemplo, Cabré 1993: 225 y ss.; Rondeau 1983 y Felber 1984) y clasificaciones de las diferentes situaciones comunicativas en las que se producen estos documentos y en las que se usan unidades terminológicas con diferente grado de especificidad (Pearson 1998: 35).

El modelo de comunicación especializada propuesto por Sager (1990) supone la existencia de al menos dos especialistas de la misma disciplina, ambos involucrados en una situación particular en la que el emisor (escritor u orador) posee la motivación de transmitir a su receptor (lector o interlocutor) un mensaje lingüístico, con una temática de su elección. La motivación del emisor surge de la necesidad o el deseo de modificar de algún modo el conocimiento del receptor por medio de la transmisión de información. Las modificaciones que el emisor espera causar en el conocimiento del receptor pueden estar orientadas a causar una respuesta particular por parte de este último (aprobación, rechazo, cambio de opinión, etc.). Ambas características (el efecto que el emisor desea causar en su receptor y las expectativas que posee sobre su respuesta) son las que, en gran medida, dan forma a la información contenida en el mensaje que se intercambia, ya que de ellas dependerá la elección del tipo de texto producido y la forma en que se codifica (descriptivo, argumentativo, directivo, evaluativo, divulgativo, etc.).

En este sentido, una tipología, tanto de las situaciones comunicativas, como de la documentación especializada que se produce en esas situaciones, nos parece de vital importancia para el entendimiento de la dimensión comunicativa de la terminología y, por supuesto, para la correcta realización de la labor terminográfica, ya que es en esos documentos en donde los términos se "activan" como tales (usando las palabras de Cabré 1998c:123) en virtud del uso que de ellos hacen los especialistas.

El concepto de especialidad referido a los textos debe entenderse al menos en un triple sentido (Cabré 1993: 226):

Según estos tres criterios, el grado de especialización de los textos depende de la materia que tratan (física, química, biología, etc.), de la situación comunicativa en la que (y para la que) se crean (entrevistas periodísticas, emisión de noticias, conferencias científicas, actas de presentación, etc.) y en tercer lugar, depende también de la función comunicativa (ya sea narrativa, descriptiva, argumentativa, etc.).

El grado de especialización de los textos (y por ende, de las situaciones comunicativas en las que estos textos se producen) está en relación directa con el tipo y la cantidad de unidades terminológicas que en ellos aparecen. Tanto es así que, como indica Pearson (1998: 36), los términos serán usados con un mayor o menor grado de especificidad dependiendo del grado de especialización del texto y los autores ofrecerán más o menos información sobre los términos y su significado dependiendo del conocimiento especializado que suponen a sus lectores -y, por supuesto, del suyo propio:

  1. comunicación entre especialistas (expert-expert communication), en la que se suele usar un vocabulario altamente especializado y en la que los términos se usan de forma precisa y de acuerdo con un significado muy concreto, conocido y compartido por los participantes. No es frecuente encontrar explicaciones sobre el significado de los términos en este tipo de textos, a no ser que el especialista esté redefiniendo un concepto existente o acuñando un término nuevo.
  2. comunicación especialista-iniciado (expert to initiates): en ocasiones, los expertos dirigen su mensaje a personas que poseen un conocimiento inferior al suyo sobre el área de especialidad. En el lenguaje bio-médico, por ejemplo, puede ser el caso de los estudiantes de tercer ciclo o un medico especialista dirigiéndose a otro de medicina general o un ayudante técnico sanitario. Es probable que en este caso, el especialista use los mismos términos que usaría para dirigirse a otro especialista (el caso anterior), aunque también es probable que explique el significado de algunos de los términos que considere problemáticos o desconocidos para sus interlocutores.
  3. comunicación entre (semi-)especialista y lego (relative-expert to the uninitiated): es el caso de, por ejemplo, algunas revistas de divulgación científica o las secciones de temática especializada de algunas publicaciones (secciones dedicadas a la medicina general, psicología, sexología o consultoría jurídica). En este tipo de textos no se presupone ningún conocimiento especializado por parte de los lectores, por lo que la densidad de términos especializados suele ser bastante baja y, cuando se usan, suele explicarse su significado de forma accesible y, en ocasiones, imprecisa.
  4. comunicación profesor-alumno: en este caso, al igual que en el primer y segundo caso, la terminología se usa de forma precisa y rigurosa. Lo que diferencia a este tipo de comunicación de los otros dos es el carácter eminentemente pedagógico que poseen este tipo de textos. A la audiencia a la que se dirige el especialista se le supone muy poco (o ningún) conocimiento del área de especialidad. Se espera, sin embargo, que a través de la lectura de los textos adquieran éste conocimiento y, para ello, es necesario que aprendan de forma precisa lo que los términos significan en su área de especialidad y las circunstancias en las que son usados. Aparecerán, por tanto, muchas más definiciones y explicaciones sobre el significado de los términos que en las otras tres situaciones comunicativas.

Estas cuatro situaciones comunicativas (que, por supuesto, no pretenden ser exhaustivas) pueden ser de gran utilidad para guiar al terminógrafo en el proceso de selección de los textos que conformarán los materiales específicos de trabajo (en el sentido de Cabré 1993: 277). La situación comunicativa en la que un texto ha sido creado determinará no sólo la densidad de términos que aparecen en el texto, sino la información conceptual que el terminógrafo podrá obtener sobre dichos términos y la exactitud y fiabilidad que puede suponerse en el uso de los términos y en las definiciones o explicaciones que de ellos se den.

Sin embargo, la documentación especializada no sólo ha de servir en la labor terminográfica como fuente de información sobre la estructura conceptual que subyace al dominio de especialidad en el que se insertan los términos; también es una valiosa fuente de información lingüística. Una correcta explotación de la documentación permitirá al terminógrafo resolver dudas sobre la existencia de un término en una lengua, su uso gramatical, grafia y significado, los posibles sinónimos en una misma lengua y los equivalentes de traducción en otra lengua, los hábitos colocacionales de una unidad terminológica o los términos compuestos que pueden formase a partir de un núcleo terminológico determinado.

La dimensión comunicativa de las unidades terminológicas, que es la que las inserta en el contexto real de su uso en los textos especializados (ya sean éstos orales o escritos), es la que mejor conecta la labor terminográfica con la labor lingüística y lexicográfica expuesta en el capítulo segundo. Al igual que hablábamos de una bien instaurada Lingüística de Corpus y de una Lexicografía de Corpus, el término "terminología de corpus" o "terminología basada en corpus" ha aparecido en varias publicaciones relevantes dedicadas a la compilación y la manipulación de recursos terminológicos.

Hemos de decir, sin embargo que, salvo notables excepciones,46 el uso de un corpus documental es un hecho que se da por sentado,47 sin dar indicaciones más precisas sobre la forma en la que el corpus ha de ser examinado para que sea de utilidad terminográfica, ni cuál debe ser su composición (tipo de textos a incluir y porcentaje de cada tipo) o las características de la información que de él se puede obtener.

Como hemos adelantado en los capítulos anteriores, en el presente trabajo de investigación hemos usado un corpus de textos en formato electrónico para realizar una labor terminográfica. Éste ha resultado ser una herramienta fundamental para poder dar cuenta de la triple dimensión que conforma las unidades terminológicas, ya que de él se puede extraer la información conceptual, lingüística y contextual necesaria para compilar una base de datos terminológica completa.

Hasta la fecha, son todavía muy pocos (aunque muy relevantes) los investigadores que en el ámbito de la terminología han mostrado un interés, tanto teórico como práctico, en la aplicación de las metodologías de la lingüística y lexicografía de corpus a la terminografía. De entre ellos cabe destacar el trabajo de la Profesora Ingrid Meyer y su grupo de investigación en la Universidad de Ottawa, el Profesor K. Ahmad en la Universidad de Surrey, la tesis doctoral de la Profesora Jennifer Pearson de la Dublin City University y, dentro de nuestras fronteras, el trabajo realizado por los miembros del Institut Universitari de Lingüística Aplicada de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Es importante destacar que todos ellos ponen de manifiesto la necesidad de dar cuenta, de una forma sistemática, de la dimensión comunicativa de las unidades terminológicas. También nos parece revelador que el ya mencionado informe del proyecto POINTER afirme:

While it is now commonplace for lexicographers -especially in English-language publishing- to be supported by computer tools integrated into a "workstation", the acquisition of terms semi-automatically remains largely in the area of research. So-called terminology management systems which are commercially available on the market do not contain programs for the acquisition of terms, which is still mainly carried out manually –by "scanning" text, whilst simultaneously seeking other linguistic and conceptual data. However, the solution is not to adopt wholesale the tools (and techniques) which have been developed for lexicography, since general-language and special-language texts exhibit different characteristics in a number or respects.

POINTER Report (sección 4: 89)

El informe POINTER hace referencia a la ya mencionada diferencia que existe entre la labor terminográfica y la lexicográfica (véase capítulo 3) y a la falta de programas informáticos específicos para el uso terminográfico de los córpora textuales informatizados. Hace también especial mención al hecho de que los lexicógrafos no tengan la necesidad de identificar lo que constituye una palabra (ya que, en principio, han de estar interesados en todas las palabras de un texto).48 Para los terminógrafos, sin embargo, la identificación de lo que constituye una unidad terminológica es de vital importancia, aunque también consideran importante prestar atención a la información lingüística y conceptual que se pueda extraer de un texto. Esta divergencia en las prioridades entre terminógrafos y lexicógrafos se ve reflejada en el interés que en los últimos años ha suscitado la extracción de términos de un corpus de forma (semi-)automática.

Sin embargo, el potencial que los córpora textuales informatizados poseen para la labor terminográfica no se limita a la extracción de un listado de unidades léxicas candidatas a ser consideradas términos, aunque los avances que, sin duda, se realizarán en un futuro inmediato serán determinantes para crear mejores y más completos repositorios terminológicos. En nuestra opinión, la necesidad de estudiar el uso lingüístico a la que hacíamos amplia referencia en el capítulo dedicado a los estudios basados en corpus (véase sección 2.1.2) ha de hacerse extensiva a la labor terminográfica. Esta opinión se halla recogida en una afirmación programática del informe POINTER:

Indeed, it can be argued that the use of corpora, particularly electronic corpora, is even better motivated in terminology than in general-purpose lexicography as a source of "evidence" for the compilation of terminologies. Our reasons relate mainly to the notion that special-language texts deal with semantically-restricted domains and that these texts are produced largely by members of closely-defined discourse communities in order to disseminate their knowledge of these domains. Such restrictions can be said to reduce the degree of lexical and syntactic variation in text (Lehrberger 1982) and therefore lead to what might be described as a more objective kind of evidence for the terminologist than the much more variable texts of general language. It is not the case that there is no variation in special-language texts, simply that there is less of it than in general-language texts.

POINTER Report (sección 4: 90)

En el trabajo que aquí presentamos, el uso de los córpora informatizados nos ha ayudado a dar cuenta de la variación léxica y gramatical que existe en las denominaciones de un grupo de conceptos del dominio de la oncología. Sin embargo, pensamos que su utilidad puede llevarse más allá, y pueden ser empleados para el estudio de otros aspectos conceptuales, lingüísticos y comunicativos de las unidades terminológicas.


Notas

46 Véase, por ejemplo, Tercedor (1998) y Kavanagh (1995) y las referencias que mencionamos más adelante.

47 De hecho, Sager (1990: 130) afirma: "Systematic terminology compilation is now firmly corpus-based, i.e. terminology is no longer extracted from previous lists or by individual searches but from a corpus of material...". Sin embargo, la sección del manual dedicada al uso del corpus en el proceso de compilación se limita a una página y media de (muy acertadas) indicaciones generales.

48 Aunque, como ya mencionamos en el capítulo segundo, los estudios basados en corpus han llevado a algunos lingüistas a replantearse el concepto tradicional de palabra, sobre todo en lo que se refiere a la no distinción (sintáctica o semántica) entre las diferentes formas de un lema, que tradicionalmente aparecen subsumidas en una sola entrada en los diccionarios (véase, por ejemplo Sinclair 1991: 8 y ss.).


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