ISSN: 1139-8736 Depósito Legal: B-39120-2002 Copyright: © Chantal Pérez |
Terminamos la sección anterior con una cita extraída del informe POINTER en la que se señalaba que, a pesar de estar aún poco difundido, el uso de los córpora textuales informatizados está tan justificado (si no más) en la práctica terminográfica como en la lexicográfica.
Ya hemos discutido abundantemente la necesidad de que los estudio lingüísticos se basen en el estudio detallado de la lengua, usada por sus productores naturales y quienes hacen uso de ella para comunicarse, es decir, los hablantes. Hemos discutido también el hecho de que las descripciones lingüísticas no pueden estar basadas sólo en la intuición o introspección del lingüista o lexicógrafo (aunque sean productores naturales de la lengua que estudian), ya que sus intuiciones pueden no corresponderse con el uso más extendido de una palabra o estructura. En el caso de los terminógrafos, esta motivación se hace todavía más patente, ya que éstos no suelen ser productores naturales de la lengua de especialidad que estudian,49 ni desarrollan su actividad profesional en el ámbito de especialidad del que deben estudiar su terminología.
Por tanto, en la terminología, en tanto que ciencia interdisciplinar con un componente conceptual, lingüístico y comunicativo, el uso de los córpora textuales se ve motivado (y, en nuestra opinión, se hace imprescindible) por dos motivos fundamentales:
La primera de las opciones, la consulta directa con los especialistas, es insustituible y muy valiosa, pero puede presentar problemas prácticos, por dos motivos: primero, no siempre es posible tenerlos a la disposición del terminógrafo50 y segundo, los especialistas pueden tener dificultades en explicar el significado y el uso de la lengua que usan, al fin y al cabo, de forma intuitiva. En palabras de Ahmad (1995c: 51), "The major bottleneck in acquiring terminology is the dependence of the terminologist on the availability of articulate specialists". Estas dos razones hacen que sea determinante el uso de la documentación especializada y, tal y como nosotros la entendemos, el uso de un corpus textual informatizado.
Estos dos motivos son, en sí, suficientes para dar fe de la importancia que el uso de los córpora poseen en el trabajo terminográfico sistemático. Además, existen otros dos aspectos que lo hacen imprescindible: el estudio de la variación denominativa y conceptual (en el sentido expresado por Cabré 1998c y 1999a) y el estudio de la formación de nuevos términos.
Aunque casi todos los manuales coinciden en resaltar la importancia del uso de la documentación especializada en el trabajo terminológico, en muchos casos este uso suele referirse al análisis manual de los textos. El análisis manual de los textos especializados, al igual que en el caso de la lexicografía, es quizá una de las tareas más tediosas y exigentes del trabajo terminográfico. Además, presenta serias dificultades ya que, como hemos visto, el terminógrafo debe buscar varios tipos de información a la vez (conceptual, lingüística y pragmática). En el caso de que quiera buscar regularidades (o variaciones) en el uso de los términos o en la denominación de los conceptos, las dificultades de localización y ordenación de los usos son también obvias.
Por estas razones hemos señalado en varias ocasiones que, en nuestro entendimiento, el uso de la documentación especializada debe entenderse hoy día como el uso de un corpus informatizado de textos especializados. Como ya vimos en el capítulo segundo, los avances en la capacidad de proceso y almacenamiento de los ordenadores ha hecho posible que puedan almacenarse y procesarse diferentes maneras cantidades ingentes de texto para su estudio lingüístico y lexicográfico. También hemos señalado que existen varios proyectos y centros de investigación que están impulsando el uso de córpora para el estudio terminológico, aunque es necesario que se extienda su uso a sectores más amplios para poder delinear con claridad las necesidades específicas de los terminógrafos (que pueden o no coincidir con las de los lingüistas o lexicógrafos), como por ejemplo el tipo (o los tipos) de corpus que requieren y las herramientas más apropiadas para que puedan ser de utilidad en la extracción, no sólo de unidades terminológicas sino también de información sobre las dimensiones (lingüística, conceptual o de uso) que las conforman. Pasamos a considerar estas cuestiones a continuación.
Notas
49 A no ser, claro está, que sea un especialista en la materia la persona encargada de realizar el trabajo terminológico.
50Como señalan Meyer & Mackintosh (1996: 265), pocos proyectos terminológicos pueden permitirse contar con los servicios continuados de más de un especialista y, en el caso de que se cuente con sólo uno se corre el riesgo de hacer una representación parcial o sesgada de la conceptualización del área de especialidad.
51 Cabré (1999a: 144) denomina competencia cognitiva al proceso por el cual el terminólogo no especialista adquiere los conocimientos suficientes para estructurar el conocimiento de una materia de forma polivalente.
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