ISSN: 1139-8736
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4.1.2 Unidades terminológicas y su dimensión conceptual

En el apartado anterior hacíamos referencia a la norma ISO 704 que regula los Principios y métodos de la terminología, en la que se define a los conceptos como las construcciones mentales que sirven para clasificar los objetos individuales del mundo exterior o interior. La relación entre un concepto y su denominación se establece en una norma de 1987 (ISO/R 1087): Vocabulario de la terminología, en la que se define un concepto como un "elemento del pensamiento, expresado en general por un término, por un símbolo o por otros medios".

Este último aspecto es el más relevante al estudio terminológico: la forma en la que los términos son usados para expresar (o denominar) elementos del pensamiento. Sin embargo, como ya señalamos en el capítulo anterior, el punto de partida de la actividad terminográfica debe ser la sistematización de los conceptos a los que los términos hacen referencia, ya que, en palabras de Wüster (1995) "[...] it is impossible to standardize terms in any useful way without previously or at the same time having systematized all the relevant concepts".

Dado que la práctica terminográfica suele restringir su interés a los términos usados en un área de (o subárea) de especialidad, el interés del terminógrafo se centra en los conceptos que conforman la estructura de conocimiento de ese área particular:

From the point of view of terminology, therefore, the lexicon of a language consists of the many separate subsystems representing the knowledge structure of each subject field or discipline. Each knowledge structure consists of variously interlinked concepts. Approaching the study of terminology from its cognitive dimension requires an understanding of the structure of knowledge in order to obtain as complete and coherent a picture of the nature, behaviour and interaction of concepts and their associated terms as possible.

Sager (1990: 13)

Las estructuras de conocimiento a las que Sager hace referencia no son sino el reflejo del estado en el que se encuentra una disciplina o área de conocimiento. Son, por lo tanto, entidades que se desarrollan y evolucionan con el tiempo, a la vez que se desarrolla la disciplina e incluso se amplían o cambian con cada nuevo descubrimiento. De ahí la gran dificultad que presenta para el terminógrafo fijar tanto los conceptos que la componen como sus interrelaciones, y por ello esta fase del trabajo terminológico (a la que suele denominarse análisis del concepto o estructuración conceptual del campo) se considera fundamental, además de la más compleja y delicada (véase Meyer & Mackintosh 1996a).

El carácter dinámico y cambiante de estas estructuras de conocimiento que el terminógrafo debe sistematizar antes (o a la vez que) estudia sus denominaciones hace que sea necesario tener siempre bien presente la dimensión comunicativa de los términos a la que hacíamos referencia en el apartado anterior; no se trata sólo de que, como apunta Sager (1990: 14), el terminólogo se convierta en un especialista en ese área de conocimiento, sino que deberá mantenerse en constante contacto con ellos y con el discurso especializado que éstos manejan, principalmente a través de su labor documental y el estudio de la misma. Estos dos medios (el contacto con los especialistas y el acceso a la documentación que producen) podrán ayudar al terminógrafo a darse cuenta de posibles cambios, desacuerdos, desarrollos o nuevos descubrimientos en un área, que sin duda tendrán consecuencias no sólo en la estructura del conocimiento de ese área, sino también en la terminología que se use.

La importancia de la dimensión comunicativa de los términos se hace patente si tenemos en cuenta otro aspecto determinante en la relación entre concepto y término al que, hasta hace relativamente poco tiempo, se le ha prestado escasa atención: la concepción del conocimiento especializado como un ente uniforme y universalmente homogéneo, mantenida tradicionalmente por la TGT y su interés en la normalización de las denominaciones. Hemos hecho referencia al hecho de que las estructuras de conocimiento han de ser, forzosamente, dinámicas y cambiantes, ya que esto es a la vez causa y consecuencia del progreso científico. Sin embargo, es también necesario tener en cuenta que, a pesar de los presupuestos homogeneizadores de la TGT, el conocimiento especializado (y con él, los términos que lo comunican) no es necesariamente uniforme. El terminógrafo ha de ser consciente de que, como señala Cabré (1999a: 137), un concepto se percibe desde una perspectiva determinada por un grupo científico determinado, y las denominaciones que se adoptan proceden siempre de la perspectiva de la lengua del especialista y del grupo al que pertenece.

Volveremos sobre este aspecto en el apartado 4.1.4, cuando tratemos la dimensión comunicativa de las unidades terminológicas.

Hemos mencionado que las estructuras conceptuales están constituidas por conceptos (los que, recordemos, a su vez representan por medio de un proceso de abstracción los objetos del mundo exterior o interior) que se interrelacionan de diferentes formas. Analizar las características de estos conceptos y establecer el carácter de estas relaciones es también labor del terminógrafo. Los conceptos son representaciones mentales de los objetos, en virtud de un proceso de selección de las características relevantes que definen una clase de objetos. Las características del concepto son cada una de las propiedades que lo describen y éstas han de ser necesarias y suficientes para diferenciar entre una clase de objetos y otra.

La suma de las características que definen un concepto y lo distinguen de los demás conceptos de la estructura conceptual a la que pertenece constituyen su intensión, mientras que a los objetos del mundo exterior o interior a los que el concepto hace referencia se le denomina su extensión. Además existen diferentes tipos de características que pueden constituir un concepto. Cabré (1993: 198) distingue entre:

Las diferentes características que se usen para describir un concepto determinarán el tipo de concepto con el que estamos tratando, ya sea una entidad, como por ejemplo el concepto de VEHÍCULO o una propiedad, como en el caso del concepto de BELLEZA. Otro aspecto determinante por el cual los conceptos se definen son las relaciones que poseen unos con otros en el seno de la estructura conceptual a la que pertenecen. Ambos aspectos (características y relaciones) serán la base que conformará la manera en la que el concepto será representado, en el caso de la terminografía, normalmente por medio de la definición.

Sin embargo, es necesario puntualizar que tanto los tipos de características que sirven para diferenciar una clase de objetos de otra y que, por tanto, definen el concepto, como las relaciones que se establecen con otros conceptos del sistema al que dicho concepto pertenece pueden variar de un campo de especialidad a otro, ya que el mismo objeto de la realidad puede dar lugar a conceptos diferentes en campos de especialidad diferentes (por ejemplo, la sal en el campo de la química o en el campo de la alimentación).

Como vemos, el estudio de la dimensión conceptual de las unidades terminológicas es uno de los aspectos fundamentales del trabajo terminográfico. Tanto es así que Sager (1990: 21) llega a afirmar:

A theory of terminology is usually considered as having three basic tasks: it has to account for sets of concepts as discrete entities of the knowledge structure; it has to account for sets of interrelated linguistic entities which are somehow associated with concepts grouped and structured according to cognitive principles; it has, lastly, to establish the link between concepts and terms, which is traditionally done by definitions.

El problema es que, omo trataremos más extensamente en el capítulo siguiente, aunque la base fundamental de la teoría terminológica se asienta en la relación que existe entre un área específica de conocimiento y la terminología que se usa para denominar ese conocimiento específico (de forma que el trabajo terminográfico suele describirse como "basado en el conocimiento"), en muy pocas ocasiones el resultado del trabajo terminográfico representa de forma explícita y sistemática este conocimiento (Meyer et al. 1997). En la mayoría de las ocasiones, la estructura de conocimiento que el terminógrafo debe crear antes de (o la vez que) estudia las unidades terminológicas que la representan y comunican supone un trabajo previo que no se hace patente en el resultado final de su trabajo. Esta situación se da principalmente por dos motivos:

  1. en la mayoría de las bases de datos terminológicas existentes se supone una relación biunívoca entre concepto y término;
  2. la riqueza de información que supone los diferentes tipos de relaciones que se establecen entre los conceptos en una estructura de conocimiento no se integra de forma explícita y sistemática en la base de datos terminológica.

Como veremos más adelante, el sistema gestor de base de datos terminológica que hemos usado para nuestro trabajo, OntoTerm® permite representar de forma explícita no sólo los conceptos representados por los términos, sino también la asignación de atributos específicos y la sistematización de todo tipo de relaciones conceptuales.


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