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3.3. La cátedra y los estudios de español en King's College de Londres. Primer período: 1831 a 1854.

En esta primera etapa, la enseñanza de la lengua española, además de incluir contenidos gramaticales, traducción y composición, estaba ligada al estudio de la literatura, principalmente, de los períodos, obras y autores considerados relevantes por el romanticismo literario, como el Renacimiento y el Siglo de Oro. Las clases tenían lugar dos veces por semana, los martes y los jueves, por la tarde, después del horario normal, y los alumnos pagaban unas £4 por todo el curso académico o £1 por cada trimestre (KCL, 1837, sin nº de pág.). Se trataba clases de tipo elemental en las que tanto el nivel como el número de alumnos variaba constantemente. A pesar de no ser coincidentes en cuanto al momento en que se desarrollaron, se observa un paralelismo entre éstas y las clases correspondientes en UCL, especialmente en lo que concierne al enfoque práctico que se hacía de la enseñanza elemental del idioma, así como en la flexibilidad, exigida por la variedad de niveles y de asistencia entre el alumnado.

El aspecto más relevante de esta primera etapa lo constituye el profesorado que, en el caso del de español, contó con el mayor número de individuos que, sucesivamente, fueron ocupando el cargo. Quienes desempeñaron la cátedra de español en King's College, en esta primera etapa, fueron, en su mayoría, intelectuales de tendencias liberales, exiliados por su oposición al totalitarismo político y religioso que imperaba en España en los años del gobierno de Fernando VII. Todos gozaron de reconocido prestigio en círculos literarios, periodísticos y académicos, tanto en su país natal como en el de acogida. Defensores del liberalismo y el progreso, no sólo en política sino también en educación y religión, como se desprende de sus obras, su visión crítica de la sociedad española les llevó al exilio, a la incomprensión y a ser tachados de heterodoxos en muchos casos. Formaron parte del grupo de exiliados constitucionales de Sommers Town, correspondiente a las emigraciones de 1814 y 1823, sobre los que Vicente Llorens ha escrito tan acertadamente:

No se conoce con exactitud el número de los que fijaron su residencia en Londres, pero se puede calcular sin gran error que hacia 1824 habría poco más de mil familias. La emigración la componían representantes de todas las clases sociales, aunque predominando con mucho los grupos intermedios y profesionales: militares, abogados, sacerdotes, comerciantes, literatos, médicos; "en suma" dice Alcalá Galiano, "lo que constituye el núcleo del partido llamado liberal en todos los pueblos" (Llorens 1979: 23-24).

Como ya se explicó en el capítulo precedente, una de las actividades a que se dedicó gran número de estos liberales españoles en el exilio fue la enseñanza de su lengua materna, la cual compaginaban con la de otras lenguas. La mayoría desempeñó tal actividad por motivos económicos, como profesores particulares y, acaso, sin estar dotados de grandes cualidades para ello; solo unos pocos ejercieron el magisterio en centros educativos oficiales y obtuvieron reconocimiento por esa labor docente. Este hecho, junto con la demanda de nuevos textos en español para los recientemente independizados países latinoamericanos, favoreció, como señala Llorens (cf. 1979: 170-177), la aparición no solo de revistas y publicaciones periódicas, sino también de gramáticas, antologías y diccionarios de la lengua castellana, muchos de los cuales se debieron a exiliados constitucionales españoles.

Las cuestiones filológicas, referentes a su lengua nativa, así como las literarias, interesaron a gran número de emigrados, quienes se sirvieron de periódicos editados por ellos mismos, como Ocios de Españoles Emigrados, El Español Constitucional, además de otras publicaciones patrocinadas por editores ingleses como Rudolph Ackermann (El Instructor, La Colmena, etc.), para tratar los temas relacionados con la lengua española 55. En otros casos, su formación humanística y su experiencia docente les llevó a escribir obras para el estudio y conocimiento de la lengua castellana 56. Los exiliados españoles en Londres desarrollaron un importante papel en la difusión en los estudios de español en Inglaterra; ellos fueron responsables de una extensa producción tanto periodística como lingüística y literaria que, sin duda, llegó a las capas altas de la sociedad, que eran las que, en aquel tiempo, podían acceder a la universidad.

La cátedra de español en King's, en este período, estuvo ocupada durante tres décadas, aunque contando siempre con un número reducido de alumnos.


Notas

55 Sirva de ejemplo el extenso artículo aparecido en La Colmena, 1843, que trata de "Los artículos gramaticales", de cuyo autor sólo conocemos sus iniciales: A.L.

56 Entre las gramáticas y colecciones antológicas literarias de las cuales da noticia V. Llorens (cf. 1979: 175-176), señalamos algunos nombres cuyas obras pueden considerarse representativas de la producción lingüística de los emigrados. Así, sobre cuestiones filológicas destacan las obras de Antonio Puigblanch, ambas aparecidas en 1828, Prospecto de la obra filológico-filosófica intitulada [sic] Observaciones sobre el origen y genio de la lengua castellana, en las que también se habla de las demás lenguas principales de Europa y Opúsculos gramático-satíricos del Dr. Don Antonio Puigblanch contra el Dr. Don Joaquín Villanueva, escritos en defensa propia, en los que también se tratan materias de interés común. Obras de consulta y referencia son la reimpresión de la Ortografía de la Real Academia, de Marcelino Calero, y la reedición del conocido Dictionary of the Spanish and English languages, de Newman y Baretti, realizada por Mateo Seoane en 1831, de la que se hablará más adelante.
Entre las obras gramaticales debidas a los emigrados y destinadas a la enseñanza del español sobresale la Gramática de la Lengua Castellana según ahora se habla, debida a Vicente Salvá en 1830, obra sobre la que se puede consultar el estudio de M. Lliteras citado en nuestra Bibliografía; así como las obras de Luis Josef Antonio McHenry y Emanuel Del Mar, entre otras publicaciones, de las que trataremos en los capítulo quinto de este trabajo. Asimismo, colecciones de textos literarios como la La Floresta Española o colección de piezas escogidas de los mejores autores de Antonio Garrido (1826), al igual que los libros de lectura (McHenry y Del Mar) y trabajos para nivel elemental como el de G. Galindo (1825), An Introduction to Spanish reading, being easy reading lessons in the Spanish language, servían de material complementario y de apoyo en el aprendizaje del idioma español.



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