ISSN: 1139-8736
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1.3.2.2.2. La Teoría Sociocognitiva de la Terminología

La Teoría Sociocognitiva de la Terminología (tst) surge como otra alternativa a los postulados de la terminología tradicional y ante la constatación de que la realidad terminológica, que nos encontramos al enfrentarnos a un texto especializado, es muy diferente a la que se nos ha presentado en la terminología tradicional. Para llevar a cabo un estudio descriptivo de la misma, en Termmerman (2000) se defienden los pilares de una teoría y una metodología nuevas, basadas en la semántica cognitiva. Según este nuevo enfoque, los principios clásicos no son reales, ya que tan solo se concentran en la estandarización y no en una descripción realista de los significados de los términos que aparecen en los textos; la normalización es tan sólo un apartado de estudio de la terminología y, aunque esta actividad sea necesaria, es un error defender que los principios que regulan este tipo de trabajo terminográfico prescriptivo son los principios de una teoría general de terminología, ya que ésta juega un papel decisivo en muchas otras situaciones comunicativas y sociocognitivas.

Se plantean, de esta forma, dos objetivos principales para la terminología. En primer lugar uno encaminado a la construcción de las bases de una teoría de la terminología y, en segundo lugar, otro destinado a encontrar una metodología que guíe el trabajo terminográfico. En este sentido, Temmerman (2000: 223 y ss.) diferencia entre principio y método, entendiendo por aquél los postulados básicos en los que se basa una teoría, mientras que los métodos son las herramientas y técnicas utilizadas en el análisis y estructuración de los datos, encaminadas a plantear una respuesta a una cuestión teórica.

Los principios tradicionales son reemplazados por unos nuevos postulados sociocognitivos que se pueden clasificar en cinco. El primer postulado sostiene que la palabra clave de la terminología tradicional, el ‘concepto’, definido como "unit of thought constituted through abstraction on the basis of properties of a set of one or more objects" (ISO/CD 1087-1 1995), es demasiado restrictiva, ya que se reduce a un fenómeno constatable en el mundo real y muy pocos conceptos existen de una forma objetiva. El mundo se entiende, más bien, gracias a marcos cognitivos o Modelos Cognitivos Idealizados en los que se relacionan distintas unidades de comprensión estructuradas prototípicamente. Así, a la hora de estudiar la terminología de cualquier ámbito de especialidad, sustituye la noción de concepto por la de unidad de comprensión y mantiene que muchas de estas unidades cuentan con una estructura prototípica y que, por lo tanto, se pueden denominar categorías (Temmerman 2000: 73 y ss.). La cuestión es cómo estudiar y describir dichas categorías, si se considera como punto de partida el término (enfoque semasiológico) o un extracto de conocimiento (enfoque onomasiológico).

En este sentido, según el enfoque sociocognitivo, para una descripción terminológica plausible es necesario combinar tres perspectivas: i) la nominalista, en la que la unidad de comprensión es el sentido del mundo; ii) la mentalista, en la que la unidad de comprensión es una idea que existe en la mente; iii) la realista, cuya unidad de comprensión es una entidad externa que existe en el universo (Temmerman 2000: 224). La terminología debería intentar describir la relación entre estas tres perspectivas frente a la simplicidad del enfoque tradicional. Éste estipulaba que el experto puede describir el concepto antes de prestar atención al término por tanto el concepto existiría de una forma abstracta, sin reconocer el papel que éste juega en la categorización y en la comunicación. Esta postura es muy similar a la de los especialistas en los comités de normalización y es reflejo tan sólo de una visión parcial del comportamiento del lenguaje de especialidad. Se obvia que los términos existen para comunicar el conocimiento experto de un determinado dominio de especialidad y, con el fin de conseguir una comunicación unívoca, se insiste en la funcionalidad de un modelo que delimite claramente la estructura conceptual y, más tarde, proceda a la lexicalización de dicha estructura en aras de la mononimia y monosemia.

Sin embargo, la terminología tan sólo se puede estudiar en el discurso donde aparece y por lo tanto es mejor aceptar que es el término el punto de partida en la descripción terminológica y no lo que tradicionalmente se ha venido a entender por concepto. Se puede demostrar que aquello a lo que se refiere un mismo término en distintos textos tiene diferentes referentes, de la misma forma que es muy difícil que una categoría tenga unos límites muy precisos o definidos. Así, la categoría se perfila como la estructura más idónea para describir la unidad de comprensión. La categoría es como un segmento de conocimiento que tiene un núcleo y una estructura delimitada pero que existe en un proceso de continua reformulación y por lo tanto está en constante cambio.

El segundo principio de la tst parte de que la comprensión lleva ineludiblemente a la categorización. Cada categoría se enmarca en modelos cognitivos, de forma que cada una cuenta con una estructura prototípica que recoge información intercategorial (entre categorías) e intracategorial (dentro de una misma categoría). La existencia de una categoría no se considera independiente de la lengua sino que la estructura intracategorial e intercategorial se puede observar en el propio discurso e implica más módulos de información que las meras características diferenciadoras o la posición en una clasificación lógica u ontológica. Intracategorialmente se tienen en cuenta distintos módulos de información (definición nuclear, información histórica, información procedimental, etc.) e intercategorialmente se estudian tanto el dominio como la perspectiva e intención del modelo cognitivo en uso (Tabla 1.2):

Información intracategorial
Información intercategorial
Is-a-part-of, aplicación, información histórica (...)
perspectiva, dominios de especialidad, intención

[Basado en Temmerman 2000: 122]

Tabla 1.2: Esquema de los tipos de información intracategorial e intercategorial

Según el tercer principio, dependiendo del tipo de unidad de comprensión así como del nivel y tipo de especialización del emisor y receptor en la comunicación, variará la información considerada como más o menos importante para la definición. Debido a que en la terminología tradicional era necesario que los conceptos tuvieran un lugar preciso en la estructura conceptual, la definición se llevaba a cabo, como ya hemos mencionado con anterioridad, en función de las características necesarias y suficientes de los conceptos. Por el contrario, según la tsc se han de dejar a un lado las condiciones necesarias y suficientes de la definición, ya que las descripciones del significado, dependiendo del tipo de unidad de comprensión así como de los participantes en la comunicación, pueden contar con información tildada de más o menos importante (§2.3.3.2). Se propone la existencia de patrones de comprensión que se componen de diferentes módulos de información más o menos esencial, dependiendo de factores como la perspectiva desde la que se concibe dicha unidad de comprensión. Por ejemplo, en el caso de las unidades de comprensión biotecnología, intrón y clonación, en un orden de menor a mayor importancia de 0 a 2, la ‘información histórica’ en la definición de las tres unidades es de 2, 1 y 1 respectivamente. Mientras que en el caso de biotecnología es esencial, en los casos de intrón y clonación es tan sólo relevante. Por otro lado, la información referente al proceso, en el caso de clonación es esencial para la definición (puntuación: 2), mientras que en los casos de biotecnología e intrón, la información procedimental carece por completo de relevancia (puntuación: 0).

El cuarto principio se dedica a la funcionalidad de la sinonimia y de la polisemia en el proceso de la comprensión y en el progreso de la comunicación. En la terminología tradicional, la univocidad ideal consiste en eliminar sinónimos e indicar un término preferido, ya que tener varios términos para el mismo concepto no es deseable en una comunicación que se precie de inequívoca y precisa. Por el contrario, para el enfoque de la tsc, la flexibilidad y la diversidad existentes en el proceso de categorización, patentes ambos en los textos, nos llevan ineludiblemente a la existencia de cuasi-sinónimos que hacen referencia a categorías prototípicamente estructuradas de forma diferente (Temmerman 2000: 113, 150).

Por último, según el quinto principio, los modelos cognitivos están en constante cambio. El continuo desarrollo de las unidades de comprensión se puede explicar como el resultado de varios factores que co-ocurren de forma simultánea: i) la necesidad cada vez más acuciante de una comprensión mayor y de mejor calidad; ii) la interacción entre diferentes usuarios; iii) la estructura prototípica en la comprensión de las categorías, que al mismo tiempo se puede considerar como resultado y como una de las causas de la evolución del significado.

Como se puede deducir de estos cinco principios teóricos que permean el enfoque sociocognitivo, las palabras son, en primer lugar, el combustible de la mente que da pie a su poder creativo; gracias a éstas se puede llevar a cabo la construcción del mundo, vía modelos cognitivos idealizados. En segundo lugar, las palabras tienen el poder de variar a lo largo del tiempo; reconstruir su itinerario significa rehacer los fragmentos de la historia de la experiencia y estudiar el papel que juega la lengua en la creación de esta nueva experiencia. En tercer lugar, las palabras tienen el poder de trasladar la comprensión de un usuario a otro. La comunicación y el intercambio de experiencia por medio de la lengua es parte de un proceso sociológico. En cuarto lugar, las palabras tienen la facultad de moverse sutilmente cuando reflejan diferentes facetas y matices de la experiencia. Al tener las categorías estructura prototípica, las palabras tienen el poder de cambiar en el desarrollo del significado lo que, en parte, explica la polisemia. Por último, tienen la facultad de moverse en estructuras de redes, lo que implica que guían y restringen nuestra forma de pensar. Por tanto, los términos en el discurso especializado, al igual que las palabras en poesía o en literatura, tienen el poder de determinar y modificar nuestra experiencia (Temmerman 2000: 237).

Estos razonamientos implican la necesidad de una metodología alternativa para la descripción terminológica. Temmerman (2000) propone,como el resto de las nuevas corrientes, que se base en el estudio de la ocurrencia de los términos y conceptos en un discurso especializado concreto y nunca como entidades aisladas e independientes. El estudio descriptivo terminográfico se llevará a cabo en función de dos parámetros: i) el contenido de los dominios de especialidad; ii) el perfil del usuario potencial del trabajo terminográfico. Por ejemplo, la estructuración y metodología que requiere el dominio médico varía sensiblemente de la que necesita el dominio de la historia medieval. Igualmente, el hecho de que el usuario final de nuestro trabajo terminográfico sea una aplicación informática o un grupo de oncólogos varía cualitativamente, no sólo la metodología sino también el producto final del trabajo terminográfico. Así, los métodos que guíen un proyecto terminográfico también deberían determinarse en función de estos dos parámetros y no por la tradicional dicotomía semasiológico-onomasiológico que ha diferenciado el trabajo lexicográfico general y el especializado de la terminografía.


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