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3.4 La barrera entre lo general y lo especializado

En el apartado anterior vimos que una de las características básicas que separa el enfoque terminológico del enfoque lexicográfico es el objeto de estudio de ambas disciplinas. La terminología se ocupa del estudio de los términos, mientras que la lexicografía se ocupa de las palabras. Hacer una distinción entre palabras y términos presupone otra distinción previa entre lengua general y lenguaje de especialidad. Sin embargo, la línea divisoria que separa la lengua general de los lenguajes de especialidad es en ocasiones muy difusa.

Por otra parte, en la mayoría de las ocasiones se considera el uso de terminología como el elemento más importante que diferencia no sólo los lenguajes de especialidad de la lengua general, sino también los distintos lenguajes de especialidad entre sí (Cabré 1993: 103). Paradójicamente, establecer clara distinción entre términos y palabras tampoco parece tarea fácil y suele hacerse en función de la distinción entre lengua general y lenguaje de especialidad, con la circularidad que esto conlleva.

A esta doble distinción entre lengua general y lenguajes de especialidad por un lado, y palabras (o léxico general) y términos por otro, hemos de añadir una tercera distinción, la que suele establecerse entre diccionarios generales y diccionarios especializados, ya que cabe esperar que los primeros den cuenta de la lengua general, y por tanto se ocupen del léxico general, mientras que los diccionarios especializados habrán de ocuparse de los términos y por tanto su campo de acción se restringe a los lenguajes de especialidad.

Sin embargo, una vez más, esta dicotomía no es tan precisa como puede parecer a primera vista. Cada día se hace más frecuente la inclusión de términos especializados en los diccionarios generales, quizá en un intento de adaptarse a la creciente tecnificación de la sociedad actual, que ha puesto al hablante medio en contacto con un número creciente de términos y expresiones de la lengua especializada. Sin embargo, la idea de incluir términos en diccionarios generales no puede considerarse en absoluto nueva. El Dr. Johnson, por ejemplo, ya expresó su intención de incluir "the peculiar words of every profession" en su famoso diccionario publicado en 1755, prestando especial atención a los términos referidos a las ciencias y a las artes, pero sin olvidar los términos legales, los referidos al comercio o a las profesiones "mecánicas", por supuesto a condición de que "they can be supposed useful in the occurrences of common life" (Johnson, 1747: 3).

La dicotomía planteada entre lengua general y lenguaje de especialidad por un lado y entre términos y palabras por otro, parece lógica si volvemos a lo que Cabré (1999: 111) denomina "planteamientos wüsterianos", es decir, los fundamentos de la teoría terminológica tradicional reproducidos en el apartado 3.2.1. Recordemos que en el seno de la TGT, los términos se consideran como unidades específicas de un ámbito de especialidad y su uso queda circunscrito a ese ámbito, por tanto sólo es de interés para la terminología la comunicación entre especialistas. Algunas de las críticas hechas a la TGT, recogidas en Cabré (ibid.: 115) y articuladas en su propuesta de la TCT destacan la irrealidad de dichos planteamientos: el conocimiento especializado no puede guardarse en compartimentos estancos, cada uno con su terminología propia -el saber es un continuo y su segmentación en materias es puramente funcional. Un elemento reaparece en materias distintas y un objeto científico puede verse desde diferentes perspectivas (y materias distintas).


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