ISSN: 1139-8736 Depósito Legal: B-41077-2003 Copyright: © Matilde Gallardo Barbarroja |
4.2.1. Los estudios de español en la institución tayloriana. Primer período: de 1858 a 1881
En 1858 se creó la plaza de profesor de lengua y literatura españolas para la cual se habían recaudado fondos durante algunos años. Existía gran entusiasmo por la inclusión de los estudios de español en este centro donde ya había profesores de alemán, francés e italiano. A pesar del reducido número de alumnos se contrató al Reverendo Lorenzo Lucena para ocupar el puesto:
By the end of 1854 the Curators had succeeded in paying off the debt incurred for the building of the Institution [...]. They were able to raise the salary of the Professor of European Languages from £400 to £500 a year, to spend a large sum on the Library, and to appoint a teacher of Italian (April 1856) and a teacher of Spanish (February 1858). They were also able to set aside a fund for the maintenance of scholarships [...].
The teacher of Spanish was Lorenzo Lucena (1806-1881), a Spanish Protestant, who had taken Anglican orders, and is described as an Honorary Canon of Gibraltar (1842-1860) (Firth 1929: 41). 105
El cordobés Lorenzo Lucena ejerció el magisterio durante veintitrés años en la Institución Tayloriana, desde 1858 hasta 1881, año de su fallecimiento. Su permanencia en el puesto equivale a la totalidad de lo que hemos identificado como el primer período de la enseñanza de la lengua española en la mencionada institución, y coincide, asimismo, con la etapa que podríamos considerar más difícil por representar un período de implantación y de lucha a fin de lograr un mejor estatus para las lenguas y literaturas modernas europeas en la Universidad de Oxford.
La biografía de este pensador andaluz sigue una trayectoria106 muy similar a la de tantos otros heterodoxos españoles en Inglaterra . Lucena es ciertamente uno de los nombres más representativos del protestantismo español decimonónico, a quien se han dedicado numerosos estudios107 . Fue un alumno brillante del Seminario de San Pelagio en Córdoba, en el cual llegó a desempeñar, a la temprana edad de 23 años, la cátedra de teología. Ordenado diácono en 1833, y después de solicitar una capellanía que finalmente le fue denegada, abandonó su puesto y huyó a Gibraltar renegando del Catolicismo.
En Gibraltar empezó a trabajar por encargo de la Sociedad Bíblica en la revisión del Antiguo y Nuevo Testamento, traducidos por Torres Amat. Tradujo, además algunos librillos de propaganda extractados de las Contemplaciones de Hall (Nieto Cumplido 1969: 59-60).
En 1836 marchó a Londres, donde fue ordenado en la Iglesia de Inglaterra. Habiendo sido nombrado Canónigo Honorario de la Catedral gibraltareña en 1842, permaneció en este territorio hasta 1849, fecha en la que vuelve de nuevo a Inglaterra y se establece en Liverpool como predicador (Estruch 1969: 16). En 1858 obtuvo el puesto de profesor de español en la Institución Tayloriana, donde permaneció hasta su muerte, acaecida en 1881. El aprecio de la Universidad de Oxford por Lucena quedó demostrado cuando en 1877 aquélla le otorgó el título de Master of Arts (M.A.) como reconocimiento a su prolongada labor docente (Firth 1929: 41).
Carecemos de datos sobre cómo se produjo la elección de Lucena para el puesto en Oxford, pero, en contrapartida, sabemos que, además de sus conexiones con la Sociedad para la Promoción del Conocimiento Cristiano (Society for Promoting the Christian Knowledge (SPCK)), así como del alto grado de estima en que se le tenía en círculos protestantes vinculados a la Universidad108, reunía varias cualidades que le convertían en el candidato adecuado: era miembro de la Iglesia de Inglaterra, había recibido una formación inspirada en la tradición clásica, poseía amplia experiencia docente y era un hablante nativo cuyo conocimiento de la lengua española había demostrado suficientemente en sus trabajos para las Sociedades Bíblicas, como traductor y corrector de ediciones antiguas de la Biblia destinadas al público inglés y español; trabajos que continuó de un modo u otro en Oxford hasta su muerte (Muss-Arnolt 1914: 89-91).
En cuanto a su producción escrita, a excepción de los mencionados trabajos para las Sociedades Bíblicas, no tenemos noticia de ningún estudio teórico realizado por Lucena sobre la lengua o la literatura españolas, aunque es de suponer que, dados sus conocimientos, tendría sus propias opiniones y juicios en materia lingüística y literaria. Tampoco contamos con demasiados datos acerca de la metodología que aplicaba en las clases de español en Oxford; aunque sí sabemos que estas clases se impartían tres veces por semana, por la tarde, en sesiones de dos horas y que entre los libros utilizados se encontraban A Theoretical and Practical Grammar of the Spanish language, adapted to all classes of learners de Emanuel Del Mar y los Modelos de Literatura Española del mismo autor (University of Oxford, Spanish Class Attendance Register 1858-70); obras muy conocidas en ambientes relacionados con la enseñanza del español con fines aplicados, a lo largo del siglo XIX. Por todo lo cual suponemos que se trataba, pues, de un tipo de enseñanza más bien práctico y elemental, basado en una metodología tradicional que consistía en la repetición y memorización de las reglas gramaticales seguido de ejercicios de traducción. Asimismo, imaginamos que, como se venía haciendo en otras universidades inglesas (University of London (UCL) y King´s College London), la enseñanza se llevaba a cabo sobre un soporte literario a través del cual se extraían ejemplos y textos de las obras de la literatura española de diversos períodos.
En cuanto al alumnado de las clases de español, un gran número de ellos procedía de diferentes Colegios (Colleges) de la Universidad y en su mayoría habían completado estudios de grado o, incluso, eran miembros del cuerpo académico (por ejemplo, Max Müller, el Reverendo Gordon, Charles Rew, etc.). La asistencia era irregular; algunos alumnos asistían dos, tres e incluso los cuatro trimestres, en cambio otros sólo asistían uno, por lo que el número de estudiantes y su nivel oscilaban constantemente (University of Oxford, Spanish Class Attendance Register 1858-1870). Se admitía que el nivel de instrucción no era muy alto, debido a los escasos conocimientos de la lengua por parte de los alumnos y a la irregularidad de su asistencia; esto era una consideración que afectaba no sólo a las clases de español. Algunos de los académicos, entre los que figuraba el anteriormente citado Max Müller, una de las personalidades que más empeño puso en la promoción de las lenguas modernas en Oxford109, lo definía como: “grammatical and colloquial: chiefly grammatical” (gramatical y coloquial: fundamentalmente gramatical) (trad. nuestra) (Firth: 1929: 47); “purely elementary; it does not pretend the language scientifically and has no claim to be looked on as a real university teaching” (puramente elemental; no persigue enseñar la lengua científicamente y no se puede considerar como enseñanza universitaria) (trad. nuestra), argumentaba Armitage (Firth 1929: 47). Hay que aclarar que el término gramatical se entendía en su sentido explícito, es decir: el aprendizaje gramatical partía del estudio de las reglas y estructuras gramaticales de la lengua con una finalidad práctica, con vistas a su utilización, en vez de profundizar en la historia y el análisis de la lengua. Sin embargo, tales críticas iban dirigidas principalmente a la misma Universidad, a la que se hacía responsable del abandono en que se tenía a las lenguas modernas, si se la comparaba con las universidades alemanas, donde éstas recibían una gran atención (Aarsleef 1967: 166).
En una investigación encargada por la Comisión de la Universidad en 1877 se observa que las clases de español son las que cuentan con menor número de alumnos entre las lenguas modernas:
The teachers do not have large classes [...]. In the present term, Monsieur Bué, the French teacher, has 19 pupils; Dr. Hamann, the German teacher, 15; Signor Tivoli, the Italian teacher, 11, and Señor Lucena, the Spanish teacher, 4 [...]. The whole number of the members of the University, altogether, being taught by the teachers whom we have appointed and set going in the building amounts to a little under 39 in the term on an average of seven years (Firth 1929: 46-47). 110
Varios eran los factores causantes de esta situación que, como hemos visto, no sólo afectaba a las clases de español. En primer lugar, la propia motivación de los profesores, de lo cual Lucena era un claro ejemplo: exiliado y sin una posición fija durante muchos años, el puesto de Oxford le permite, a sus 52 años, establecerse con cierta seguridad. Pero el bajo salario ofrecido por la Universidad, resultaba insuficiente para vivir, por lo que se ve obligado a complementarlo con horas y clases particulares que, si bien compensaban económicamente, al mismo tiempo, lejos de suponer un incentivo para profesores y alumnos, como alegaban los Directores de la Institución, desequilibraban la enseñanza con el consiguiente detrimento de la calidad del trabajo.
Por otra parte, en el mencionado informe realizado por la Comisión de la Universidad, en 1877, se destacan dos causas de la falta de estímulo en la enseñanza de las lenguas modernas. La primera era la deficiente enseñanza que se hacía en las Escuelas Públicas (Public Schools) de los elementos de estas lenguas, lo cual no motivaba a su estudio y, por consiguiente, disminuía necesariamente el nivel de instrucción en la universidad, haciéndolo, en su mayor parte, elemental. Como incentivo, la Institución Tayloriana creó dos becas en cada una de las lenguas enseñadas, las cuales se financiaron reduciendo a la mitad el presupuesto asignado al profesorado. A éstos, a cambio, se les ofreció la posibilidad de dar conferencias sobre temas afines, fuera del horario de clases, con derecho a percibir el importe de las tasas que los alumnos pagaran por asistir a las mismas. Aun así, las bolsas de estudio no llegaron a cumplir su objetivo y pocos más alumnos se matricularon (Firth 1929: 42-43).
La segunda causa establecida en el informe era el carácter de los exámenes para obtener las becas de la Institución (Taylorian Scholarships). Al exigirse un mínimo de conocimientos se restaba incentivo al esfuerzo y no se recompensaba verdaderamente el nivel de competencia. A menudo dichas becas se otorgaban a personas de origen extranjero o que habían vivido en otros países y quienes, por tanto, tenían ventajas a la hora de pasar las pruebas (Firth 1929: 48). La fórmula a la que se recurrió para mejorar el nivel del alumnado fue implantar la filología y la literatura antigua como componente esencial del examen; de este modo, los exámenes para la obtención de becas incluyeron cuestiones de filología y gramática españolas (Spanish Philology and Grammar) que comprendían, además de traducción y ejercicios de redacción, preguntas de dialectología y de literatura antigua (University of Oxford, Examination papers 1884-1903). A pesar de estas soluciones, se siguió implementando una instrucción de tipo elemental o práctica, ya que el nivel de los alumnos continuó siendo bajo y, por otro lado, la necesidad de cubrir las demandas comunicativas se reconocía como una necesidad en la época.
Tal era la situación de la enseñanza de la lenguas modernas, y del español entre ellas, en la Institución Tayloriana durante este primer período, de 1858 a 1881. Es una etapa caracterizada por la lucha para obtener reconocimiento dentro de una universidad sumida en el conservadurismo. Las clases de lengua impartidas en la Institución, aunque formaban parte de las enseñanzas de la Universidad, no tenían un carácter obligatorio y tampoco estaban incluidas entre los programas de los cursos ofrecidos; se trataba de estudios adicionales y complementarios para aquellos miembros de la Universidad interesados en ellas. Estas clases, que tienen un enfoque práctico y elemental fundamentalmente, no complacían a las autoridades de la Universidad, ni tampoco a los académicos que intentaban elevar el prestigio de las lenguas, ya que, según unos y otros, no iban dirigidas al estudio científico de éstas, sino al conocimiento puramente utilitario de las mismas.
Notas
105 A finales de 1854
los Directores habían conseguido pagar la deuda en la que habían
incurrido con la construcción del edificio de la Institución [...].
Éstos pudieron aumentar el salario del catedrático de lenguas
europeas de cuatrocientas a quinientas libras al año, gastar una gran
cantidad en la biblioteca y contratar a un profesor de italiano (abril 1856)
y a un profesor de español (febrero 1858). Asimismo, pudieron establecer
un fondo para el mantenimiento de unas becas [...].
El profesor de español era Lorenzo Lucena (1806-1881), un protestante
español que se había ordenado en la Iglesia Anglicana y a quien
se describe como Canónigo Honorario de Gibraltar (trad. nuestra).
106 Ya se ha citado a Juan Calderón, con quien Lucena coincide no sólo en cuanto a su ideología religiosa, sino también en sus actividades profesionales, como tendremos ocasión de apreciar a lo largo de este capítulo.
107 Sobre la personalidad de Lucena y su vinculación con la historia del protestantismo en España pueden consultarse los siguientes tratados, de los que aportamos la información bibliográfica completa en el capítulo de Bibliografía General: De Castro, A. (1851), Estruch, J. (1969), Fernández Campos, G. (1986), Menéndez Pelayo, M. (1947), Nieto Cumplido, M. (1969).
108 Lucena hizo la revisión del Nuevo Testamento traducido por el Obispo Torres Amat, en 1837, de la que se enviaron unas 2.500 copias a España y a Sudamérica. También revisó la ortografía y la dicción de la Biblia de Cipriano de Valera que la SPCK publicó en 1862 y de la que se hizo una posterior reedición en 1886. En 1846 la SPCK pidió a Lucena una revisión del Nuevo Testamento en español; desde Gibraltar Lucena rehusó el trabajo y la Sociedad empleó a Juan Calderón. Las colaboraciones de Lucena con la Sociedad para la Promoción del Conocimiento Cristiano (SPCK) llegan hasta 1871. En un informe de la Sociedad se describe a Lucena como sigue:
Theological lecturer in the College of Cordoba [...], a gentleman of considerable acquirements and one who had left behind him, at Gibraltar, a very favourable impression of his character [...]. A person of great reputation for ecclesiastical learning and in every respect a man of worth (The SPCK 1844).
Profesor de Teología en el Colegio de Córdoba [...], un caballero de considerables virtudes, quien ha dejado en Gibraltar una muy favorable impresión de su carácter [...]. Una persona de buena reputación en lo que concierne a las enseñanzas eclesiásticas y un hombre de valía en todos los aspectos (trad. nuestra).
109 Este lingüista alemán, afincado en Oxford desde muy joven, es una de las figuras representativas en el panorama de la lingüística histórica decimonónica (Robins 1974: cap. VII). Traductor e impulsor de traducciones y ediciones en lengua sánscrita, también se le reconoce como un verdadero maestro, cuya obra más significativa fue Science of Language ( Sebeok 1966: 395-399).
110 Los profesores no tienen clases muy grandes [...]. Este trimestre, Monsieur Bué, el profesor de francés, tiene 19 alumnos; el Doctor Hamann, el profesor de alemán, 15; Signor Tivoli, el profesor de italiano, 11 y el Señor Lucena, el profesor de español, 4 [...]. El número total de los miembros de la Universidad que reciben instrucción de los profesores a quienes hemos contratado y establecido en el edificio suma poco menos de 39 por trimestre en una media de siete años (trad. nuestra).
ISSN: 1139-8736 Depósito Legal: B-41077-2003 Copyright: © Matilde Gallardo Barbarroja |