ISSN: 1139-8736
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1. INTRODUCCIÓN

El estudio de las lenguas modernas en Inglaterra, según las investigaciones históricas, data de los siglos XVI y XVII. La influencia y el prestigio de que la lengua francesa gozaba en este país hasta entonces dio paso, a partir de las últimas décadas del siglo XVI, a la consideración del italiano, español y alemán como lenguas habladas en la Corte inglesa. La causa hay que buscarla, fundamentalmente, tanto en las alianzas y proyectos reales como en la presencia de numerosos intelectuales, exiliados por razones políticas y religiosas, a los cuales corresponde, indudablemente, un importante papel en el desarrollo del interés por el estudio de las lenguas modernas entre los eruditos, aristócratas, filósofos y, en general, en los ambientes educativos ingleses. A estos disidentes, gran número de los cuales se dedicó al desempeño de funciones eclesiásticas al mismo tiempo que docentes, se debe la publicación de los primeros materiales para la enseñanza de lenguas modernas (libros de texto y manuales de conversación, etc.) publicados en el país al que hacemos referencia 1. En realidad, se podría afirmar que la enseñanza de idiomas modernos en Inglaterra, hasta bien entrado el siglo XIX, fue responsabilidad casi exclusiva de los emigrados, como tendremos ocasión de comprobar a lo largo de este trabajo.

En el siglo XVIII el gobierno británico intentó introducir las lenguas modernas en las universidades de Oxford y Cambridge con el propósito de provocar cambios, no tanto de índole educacional como política. La selección de especialistas y alumnos se hacía cuidadosamente y se subrayaba el valor de la capacidad de hablar y de escribir la lengua extranjera. No sólo el francés era importante desde el punto de vista político; las luchas por el poder y el control de otros territorios hacían también valiosos los conocimientos de italiano y alemán así como de español. Sin embargo, el francés siguió ocupando la primera posición, dejando relegadas las demás lenguas modernas a un segundo plano (Firth 1929: 40). En cualquier caso, esta introducción de las lenguas modernas no se produjo de forma efectiva y regularizada sino que más bien se ofertaron las clases de lenguas extranjeras como estudios optativos, complementarios y hasta cierto punto con cierto carácter "exótico", en oposición al estudio de las lenguas clásicas, que tenía un carácter superior ya que a través de ellas se accedía a los modelos literarios y filosóficos.

En esta época el español se estudiaba por motivos comerciales, y autores tanto españoles como ingleses (Félix Antonio de Alvarado y el capitán John Stevens) se embarcaron en producir métodos, diálogos conversacionales, así como en impartir clases privadas. La popularidad y validez que tuvieron los métodos pedagógicos de estos profesores exiliados, basados fundamentalmente en los diálogos o conversaciones, queda demostrada en las innumerables imitaciones de que fueron objeto durante siglos y en el hecho de que, incluso en nuestros días, todavía siga éste siendo el sistema más efectivo y válido en la adquisición de segundas lenguas.

No sería hasta el siglo XIX cuando el estudio de las lenguas vivas y, entre ellas, el español, entró a formar parte del programa oficial de estudios universitarios y no fueron precisamente las prestigiosas y tradicionales universidades de Oxford y Cambridge, caídas ya a fines del siglo XVIII en un jacobinismo y conservadurismo extremos, las que lo llevaron a cabo, sino las universidades jóvenes, fundadas al abrigo del liberalismo y el principio de educación universalista. El gran movimiento librepensador que caracterizó el siglo XIX y que motivó el desarrollo de las universidades en Europa y en Estados Unidos, así como la ruptura entre las esferas de la enseñanza, el Estado y la Iglesia, fue el motor que promovió la extensión de la educación superior a un mayor ámbito social.

Sin duda alguna, como señala Rowlinson (1994: 7), la sociedad determina el contexto de la educación a la luz de la filosofía dominante y de los conceptos científicos. En este sentido, la influencia ejercida por filósofos como Jeremy Bentham y James Stuart Mill sobre el establecimiento de enseñanzas prácticas e integrales (de acuerdo con las necesidades de la sociedad decimonónica en la cual las relaciones sociales, políticas y comerciales cobraron un inusitado auge) fue, sin duda alguna, enorme.

A todo esto también habría que añadir que el aumento de la población y el hecho de que Londres se convirtiera en un vigoroso centro económico y cultural propiciaron el nacimiento de una nueva clase social, relacionada con las finanzas y el comercio, así como con los avances tecnológicos y científicos, cuyas demandas exigían el replanteamiento de la educación tal y como se venía haciendo en las universidades tradicionales, y la inclusión, asimismo, de materias y estudios, como las lenguas modernas, no previstos hasta entonces en los planes de estudio de dichos centros. Surgió así, en Inglaterra, la Universidad de Londres, inspirada en el modelo de la Universidad alemana de Bonn, cuyo ejemplo fue imitado en poco tiempo por King´s College de Londres. El impulso dado al estudio de las lenguas modernas por esta institución, en la que sin duda habían penetrado las corrientes de pensamiento características del momento, queda corroborado por el hecho de que la Sociedad Filológica (Philological Society) fundada en 1842, estaba formada en parte por miembros de la Sociedad del mismo nombre establecida en 1830 en dicha Universidad y cuyo objetivo había sido, y seguía manteniéndose en esa línea, investigar y promocionar el estudio y el conocimiento de la estructura, las afinidades y la historia de las lenguas.

Por otra parte, como afirma Howatt (1984: 133), el desarrollo más significativo en la educación de la clase media que elevó las lenguas vivas al currículum escolar fue el establecimiento, allá por los años de 1850, de un sistema de exámenes públicos controlados por las universidades. El efecto de estos exámenes resultó inevitablemente en determinar el contenido de los programas para la enseñanza de lenguas y las bases metodológicas de los profesores que preparaban a los alumnos para los mismos.

Este proceso educativo, que afectó en gran medida a la enseñanza de idiomas, inevitablemente trajo consigo el aumento de la demanda de libros para el estudio de tales materias, favoreciendo de este modo el desarrollo de una industria editorial que se volcaría en la publicación de gramáticas, métodos, diccionarios y todo tipo de libros de texto para el aprendizaje de las lenguas modernas, entre ellas el español.

En este contexto, el desarrollo del estudio de la lengua española corre paralelo al de las otras lenguas modernas, pero hay que destacar algunos rasgos distintivos. El español no fue nunca masivamente estudiado en las universidades inglesas en el período decimonónico; a diferencia del francés, los estudios de lengua y literatura españolas, así como los de italiano, aparecen siempre en un plano más bien secundario, con escaso número de alumnos y, a veces, a cargo de profesorado no especializado. En realidad, el estudio del idioma español mantuvo durante el siglo XIX la finalidad práctica que le caracterizó en centurias precedentes y que, en esta ocasión, estaba estrechamente vinculada a las empresas comerciales establecidas con las repúblicas latinoamericanas, las cuales hicieron florecer la inversión británica en esta región, motivando de este modo que la mayor parte de la actividad económica de Latinoamérica en el siglo XIX estuviera concentrada en la “city” de Londres.

En esta investigación hemos intentado ofrecer una visión panorámica de la introducción y desarrollo de los estudios de español en el sistema educativo superior inglés, estableciendo para ello unos límites espaciales que excluyen otras partes del territorio del Reino Unido, ante la imposibilidad de incorporar en un mismo trabajo otras zonas del país donde las circunstancias educativas, sociales y económicas se presentan bien definidas y por lo cual podrían constituir objeto de investigaciones y estudios independientes.

Es conveniente aclarar que con la denominación de “estudios de español” cubrimos un espectro más amplio que el mero estudio de la lengua con fines prácticos o aplicados porque, si bien éste ha sido el objetivo inmediato de las clases y materiales estudiados aquí, no es menos cierto que, al mismo tiempo, los distintos autores, profesores e instituciones han establecido oportunas conexiones con la literatura, principalmente, la historia, el comercio y la sociedad española contemporánea.

Dada la diversidad de matices y aspectos que presenta el tema, hemos optado por ofrecer una visión in extenso del mismo en la que combinamos el análisis de los materiales, programas de estudio y circunstancias histórico-sociales que rodearon la implantación de la asignatura de español, con el de la aportación de los profesionales que la llevaron a cabo, desde una perspectiva lingüística y pedagógica. Así pues, el trabajo aparece organizado en ocho capítulos, incluida esta introducción, las conclusiones generales y la bibliografía. Los tres primeros capítulos después de esta sección introductoria, se corresponden con las tres universidades seleccionadas: Universidad de Londres (UCL), King´s College de Londres y Universidad de Oxford, por ser éstas representativas del desarrollo de los estudios de español dentro del contexto de la enseñanza de las lenguas modernas en esta época, desde diferentes perspectivas, ya sea según su filosofía tradicional y excesivamente conservadora (Oxford), su tendencia más aperturista dentro de la tradición (King´s), o su carácter innovador y liberal (UCL). El criterio cronológico, correspondiente a la fecha en que los distintos centros incorporaron el estudio de la lengua española, ha determinado el orden en que figuran en el trabajo, siendo de este modo que a UCL le corresponde el primer capítulo dado que obtiene la primera cátedra de español creada en una universidad inglesa, seguida por King´s College y posteriormente por Oxford. Aunque hemos intentado presentar una configuración paralela en cada uno de estos tres capítulos (presentación y características de la institución, introducción del estudio de las lenguas modernas y del español, características y evolución de las clases de español, libros de texto y el papel del profesorado), las particularidades típicas de cada una de las instituciones a que se refieren han requerido la concepción de esquemas si no diferentes, al menos ajustados a las peculiaridades de cada una de ellas.

Los capítulos 5 y 6, por su parte, están dedicados a los materiales utilizados en la enseñanza del español, fundamentalmente en las universidades estudiadas previamente, analizándose por separado las gramáticas (capítulo 5) de los métodos (capítulo 6). No obstante, hay que señalar que ambos apartados comprenden numerosas obras más. En primer lugar, hemos incorporado toda una serie de manuales (libros de lectura, ejercicios, correspondencia comercial, etc.), complementarios de las gramáticas o los métodos seleccionados; consideramos que de este modo se obtiene una visión mucho más descriptiva e íntegra de cada uno de ellos. En segundo lugar, hemos incluido obras debidas a autores que ejercieron el magisterio en alguno de los centros estudiados por considerar que, a pesar de que estos trabajos no figuren en la bibliografía del curso, es natural que los autores se sirvieran de las ideas expuestas en sus propias publicaciones y las incorporaran a sus enseñanzas. Por último, hemos incluido obras que nos han parecido importantes por representar una metodología o tendencia en particular que juzgamos apropiada dentro de la visión de conjunto que queremos ofrecer.

Una vez más, el criterio que hemos seguido para su ordenación en el trabajo es puramente cronológico, es decir, en relación con la fecha de publicación de las primeras ediciones de cada obra. Por supuesto, tanto las gramáticas como los métodos que figuran en ambos capítulos fueron ampliamente conocidos y divulgados pero, al mismo tiempo, no fueron los únicos. Ni que decir tiene que éstos representan sólo una pequeña muestra del ingente número de publicaciones surgidas durante el siglo XIX en Inglaterra para el estudio del español.

Hemos intentado apoyar y corroborar nuestras deducciones y resultados con referencias y citas extraídas de los propios documentos; lo cual ha implicado tener que presentar los textos o pasajes originales en inglés, acompañados de nuestra correspondiente versión al castellano. Al mismo tiempo, tenemos que mencionar que la ortografía de las citas y textos reproducidos se ha adaptado a nuestros días, si bien hemos respetado en todo momento la sintaxis así como el léxico de los mismos. Todo esto nos lleva a aclarar otro aspecto que se repite como una constante en diferentes obras e incluso períodos y que hemos mantenido inalterado; nos referimos al uso de la tercera persona del singular que hacen los diferentes autores en los prólogos y notas de las diferentes ediciones de sus trabajos para referirse a sí mismos, al explicar sus puntos de vista o hablar directamente de su producción.

Indudablemente, un componente esencial de esta investigación ha consistido en la recogida de datos y documentación, así como en el estudio y análisis de una gran variedad y número de lo que denominamos fuentes primarias: manuales, libros de texto, diccionarios y, en general, obras y publicaciones periódicas relacionadas con los autores tratados, así como con otros relevantes, a las cuales hemos tenido acceso en la Biblioteca del Museo Británico en Londres. Sin embargo, esta labor hubiera quedado incompleta sin la información obtenida en los archivos de las diferentes universidades objeto de nuestro estudio: la Universidad de Londres, University College, King´s College de Londres, la Institución Tayloriana de la Universidad de Oxford, y la Biblioteca Bodleiana de esta misma Universidad. En ellos hemos podido consultar actas, calendarios, documentos privados así como correspondencia que, en conjunto, nos han servido para desentrañar el entramado que rodeó al establecimiento de los estudios de español en dichos centros.

No han sido éstas, sin embargo, las únicas universidades investigadas; otras dos prestigiosas instituciones de raigambre, la Universidad de Cambridge y la de Durham, también fueron objeto de nuestro interés. No obstante, la consulta de sus respectivos archivos fue concluyente en lo que se refiere a los estudios de español: la Universidad de Durham, fundada en 1831 sobre una base fuertemente eclesiástica (lo cual la hacía bastante próxima a los principios educativos de Oxford y Cambridge), se caracterizó por su carácter extremadamente conservador. En 1833 existía un profesor de lenguas modernas en esta universidad, el cual impartía clases de lengua francesa y alemana, y dictaba conferencias sobre la historia de las literaturas respectivas de estas naciones (Fowler 1904: 234-245). No hay mención de clases de español durante todo el siglo XIX.

En el caso de Cambridge, como afirma el Dr. Mark Nicholls (Department of Manuscripts & University Archives, carta 18-3-1994), la inexistencia de datos sobre el profesorado y las clases de español, si las hubo, es total. Existían clases de lenguas modernas que estaban consideradas como complementarias y optativas, figurando dentro del Departamento de Historia Moderna. Al catedrático de dicho departamento, que regentaba el título de “Regius Professor”, se le encomendaba su organización, así como la contratación del profesorado adecuado, por lo que en la mayoría de los casos estos contratos se hacían de manera extra-oficial, no guardándose documentación alguna al respecto. De todos modos se ha constatado la existencia de clases de francés, italiano y alemán, pero no de español, cuya primera cátedra, establecida en 1933 en esta universidad, fue ocupada por John B. Trend 2.

Asimismo, la consulta de los expedientes del censo en la Oficina del Registro Público (Public Record Office) en Londres, así como de los archivos de las Sociedades Bíblicas en esta misma ciudad nos ha proporcionado valiosa información sobre la personalidad y la erudición de algunos de los emigrados constitucionales relacionados con la enseñanza de la lengua española en Inglaterra, los cuales mantuvieron estrecha colaboración con las diferentes ramas de esta última organización.

Aunque nuestro objetivo ha sido presentar el panorama de los estudios de español en el siglo pasado, no podíamos dejar de analizar las conexiones, paralelismos y establecer puntos de referencia con respecto a la actualidad. En este sentido, el uso de fuentes de referencia, así como de manuales de español actuales, de los que damos debida cuenta en la sección bibliográfica, era obligado para fijar las oportunas comparaciones y análisis al mismo tiempo que para establecer una correlación histórica que nos ayude a comprender mejor el origen de las teorías contemporáneas a la luz de lo que trabajos precedentes hayan podido tener de influencia en las mismas. Esperamos, así pues, que se comprenda mejor la evolución del pensamiento metodológico en el campo que nos ocupa, al mismo tiempo que se perciba el desarrollo de esa evolución, cómo a lo largo de los años no hemos descubierto caminos completamente nuevos, sino afianzado, recorrido y mejorado los ya establecidos por los profesionales que nos precedieron. Dejo así por sentada la deuda que todos los profesionales de la enseñanza del español como lengua extranjera tenemos contraída con el esfuerzo de aquellos profesores, pensadores, maestros y filólogos decimonónicos, aunque por desgracia muchos de ellos hayan quedado olvidados.


Notas

1 En el caso del español, como afirma Watson (1911: 84), aquellos heterodoxos españoles, escapados de las condenas inquisitoriales que recibieron acogida en Inglaterra se establecieron principalmente en Oxford y ocuparon con prontitud puestos honorables y cátedras de griego y latín en esta Universidad, así como en Cambridge. El español, sin embargo, sólo tenía un interés práctico y cotidiano en las relaciones entre las Cortes española e inglesa. Aun así, algunos de estos exiliados, como Antonio del Corro*, produjeron gramáticas de la lengua española que fueron traducidas y utilizadas por ingleses como Richard Perceval, que la utilizó de base para su Biblioteca Hispánica.
*Véase Lidio Nieto: Antonio del Corro, Reglas Gramaticales para aprender la lengua española y francesa, Arco/Libros, Madrid, 1988.

2 Mª del Carmen Heredia Campos recoge en su excelente artículo sobre Alcalá Galiano, citado en nuestra bibliografía, una breve información sobre los estudios de español en la Universidad de Cambridge (cf. pág. 215, nota 66).



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