ISSN: 1139-8736
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1.3.2.1. Enfoques tradicionales de la terminología

Laurén y Picht (1993) realizan un estudio de las distintas corrientes terminológicas tradicionales clasificándolas en torno a tres grandes escuelas: i) la de Viena; ii) la de Praga; iii) la soviética. Además de éstas, se reconocen algunos centros de investigación y otras iniciativas que giran en torno a Canadá, los países nórdicos y el umist (University of Manchester Institute of Science and Technology).

La terminología alcanza el estado de materia autónoma interdisciplinar con Wüster (1979), fundador y máximo representante de la escuela de Viena y de lo que se ha venido a denominar la Teoría General de la Terminología (tgt). Su labor estaba respaldada por organismos internacionales tales como la iso que, en 1947, se reúne para desarrollar normas universales que mejoren la comunicación y cooperación internacionales y reduzcan las barreras de los intercambios comerciales a nivel internacional (Cabré 1998c). Éstos son los propósitos que persiguen las escuelas tradicionales y que se reflejan en unos postulados muy coincidentes acerca de la nocion de concepto, término y la relación existente entre ambos; de los sistemas conceptual y terminológico; y de la relación entre terminología, planificación lingüística y normalización (Laurén y Picht 1993).

En primer lugar, para todas las escuelas tradicionales, el concepto es el punto de partida del análisis terminológico, siguiendo por tanto una estrategia onomasiológica. Wüster (1973, 1979) incluso afirma que el concepto puede existir al margen de la lengua y la mejor forma de describirlo es determinar su posición en el sistema conceptual, que no es más que la formalización de las relaciones lógicas y ontológicas. Desde este punto de vista, la terminología no es sino una representación de un sistema conceptual único y preexistente. Los términos denominan un concepto que es uniforme, ahistórico, atemporal, asocial e ideológicamente neutro; es decir, las materias o la realidad se conceptualizan de manera uniforme y universal.

Siguiendo el enfoque saussuriano, el sistema conceptual y terminológico son las dos caras de una misma moneda, el signo lingüístico. Wüster (1973) hace hincapié en que el sistema conceptual es previo y de mayor importancia que el terminológico, de forma que el término ideal debe asignarse al concepto en cuestión y esta relación ha de ser transparente y tan universal como sea posible. El sistema conceptual se concibe como independiente del terminológico y, como consecuencia, a diferencia de las palabras, los términos son independientes del contexto: el significado del término es el concepto. Por tanto, los términos son meras etiquetas de los distintos elementos de la realidad (Condamines 1994: 31), y como tales, sólo importa su función denominativa que en ningún caso se verá alterada por el contexto. La lingüística aplicada y la pragmática están alejadas; lo que subyace es la relación de referencia.

La unidad terminológica se define en este contexto como una unidad de pensamiento especializado utilizada sólo en situaciones de comunicación profesional en el plano internacional (Cabré 1998c). Se defiende, por tanto, una clara separación entre la lengua natural y el lenguaje especializado; si en el primero se da la polisemia y la sinonimia, en el segundo se da la univocidad y la monorreferencialidad de los términos. Estas unidades pertenecen a una única disciplina y, por tanto, se hablará de homonimia cuando aparezca en dos o más ámbitos de especialidad. El término se presenta como uniforme y estático en el tiempo, espacio y grupo social. De esta forma se obtiene una unidad de comunicación estandarizada con fines económicos y políticos y descontextualizada culturalmente. Desde este punto de vista meramente denominativo, los aspectos sintácticos y gramaticales del término (es decir la fraseología) son irrelevantes. Por otro lado, tampoco se presta ninguna atención a sus aspectos discursivos y comunicativos:

...words and meanings that are protected by the conventions of terminology exclude as far as possible any variation that is specific to the occasion" (Sinclair 1996: 101).

La motivación subyacente en todas estas escuelas terminológicas es la planificación lingüística, con una fuerte orientación hacia la normalización. La terminología no ha de estudiar por tanto el desarrollo y la evolución del lenguaje de especialidad, ya que el énfasis se sitúa sobre el sistema conceptual de naturaleza sincrónica.

Como consecuencia de estos postulados, la complejidad que rodea a las ut es obviada en los trabajos clásicos. Al concebir la terminología como un instrumento de trabajo ideado para desambiguar la comunicación científica y técnica, se diseña un modelo idealizado que "silenciaba la diversidad y la variación, concebía los elementos de la realidad como estáticos y no contempla la circularidad del conocimiento" (Cabré 1999: 105, 6). Por tanto, al considerarlos como elementos meramente denominativos no tiene en cuenta su dimensión social y restringe su dimensión comunicativa a la producida entre especialista y profesionales.

Sin embargo, si se sustituye la existencia de este mundo objetivo por una concepción del mundo y, en última instancia, del lenguaje como herramienta para crear, cambiar y construir, es decir para comunicar, entonces los postulados de la terminología clásica necesitan una profunda revisión. Pretender reducir la realidad para cumplir unos ideales no es posible; pretender defender que la lengua especializada es de naturaleza sincrónica, estática, con unas ul cuyo significado está perfectamente delimitado y donde no existe la multiplicidad y superposición de significados, es negar la realidad. Los principios clásicos han demostrado ser insuficientes para dar cuenta de una realidad terminográfica inmersa en un proceso de comunicación en continuo cambio. Los términos no pueden ser estudiados de forma aislada, como entidades independientes del contexto, ni de forma idealizada, tal y como está prescrito por la autoridad competente para que exista una comunicación unívoca y exacta, sino que han de ser estudiados en los textos, en relación con otros términos y en contextos situacionales reales, donde el uso va más allá de lo normalizado. El análisis de la terminología de un determinado dominio de especialidad se ha de llevar a cabo en el contexto comunicativo-lingüístico donde aparece.


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