ISSN: 1139-8736 Depósito Legal: B-39120-2002 Copyright: © Chantal Pérez |
A la hora de crear un diccionario bilingüe los lexicógrafos (independientemente de la editorial a la que pertenezcan) tienen una meta común, la de ofrecer al usuario una representación lo más acertada posible de las correspondencias que existen entre dos sistemas lingüísticos diferentes (el de la lengua de origen (LO) y el de la lengua meta (LM)). Además, han de conseguirlo con un diseño y presentación que combinen la claridad y la exhaustividad y que sean atractivos para los usuarios potenciales. Para ello, los lexicógrafos bilingües siguen normalmente un proceso que conlleva tres fases (Atkins 1990; Clari 1994):
Los dos sistemas lingüísticos con los que los lexicógrafos están trabajando (LO y LM) no pueden ser comparados si no se tiene en cuenta una serie de parámetros gramaticales, sintagmáticos, semánticos y estilísticos. Es por tanto de vital importancia para el lexicógrafo detallar la categoría gramatical de la palabra, su comportamiento sintáctico y morfológico, el registro en el que se usa y por supuesto, su significado o significados.
En este proceso de tres fases los compiladores, independientemente de la lengua meta, deciden la lista de entradas que han de incluirse en el diccionario y después analizan cada una de las palabras de la LO, de acuerdo con los parámetros que antes mencionábamos, asegurándose de que su análisis refleja los usos más comunes que tiene en esa lengua. De este análisis se obtiene un framework o marco de trabajo, que se da a los traductores (que normalmente son nativos de la LM). Su misión es encontrar la mejor correspondencia, el mejor equivalente de traducción en la lengua meta, de acuerdo con cada uno de los rasgos sintácticos, semánticos y estilísticos especificados por el equipo de compiladores. En algunos casos, también deben dar ejemplos y contextos de uso para las traducciones propuestas.
Después de varias comprobaciones y revisiones por parte de los dos grupos de lexicógrafos (LO y LM), esa masa de información debe ser reorganizada en un formato que sea claro y fácil de manejar para el usuario. El mismo proceso se sigue en las dos partes del diccionario para asegurar que se cubren satisfactoriamente las necesidades de los usuarios de ambas lenguas.
Estas tres fases son cruciales, pero quizá la más importante es la del establecimiento del marco de trabajo en la lengua origen. Las entradas del marco de trabajo de un diccionario bilingüe son similares a las de uno monolingüe pero, en este caso, las observaciones en cuanto al contexto y co-texto de la palabra en la lengua de origen deben llevarse hasta límites mucho mayores de especificación que en un diccionario monolingüe. La tarea del compilador es estudiar cada palabra en su co-texto para dar cuenta de los patrones observables. Este estudio de la lengua de origen se hace independiente de la lengua meta y la descripción de la lengua de origen debe permanecer, en este estadio inicial, aislado de las influencias de las diferenciaciones de significado de la lengua meta.
En aquellos proyectos lexicográficos que ya han introducido el uso de los córpora, los lexicógrafos tienen durante la fase de compilación mucha más facilidad para analizar y estudiar (con las herramientas a las que hacíamos referencia antes) el comportamiento de las palabras y los significados que están asociados a estos comportamientos. Pueden también ver cuáles son las colocaciones más frecuentes, las preferencias de selección con respecto a los sujetos o los objetos de los verbos, los adjetivos que típicamente acompañan a determinados sustantivos, las preposiciones que se usan más frecuentemente en determinadas estructuras, usos diferentes de palabras con significados similares, etc. Todos estos tipos de información son fundamentales para el hablante no nativo de una lengua y constituyen uno de los aspectos que presenta mayor dificultad a la hora de dominar una lengua extranjera: el ser capaz de usar estructuras que sean no sólo gramaticalmente correctas, sino que además sean idiomáticas.
En la segunda fase, la traducción a la lengua meta, comienza el establecimiento de las equivalencias. Los traductores, que son los primeros clientes del marco de trabajo monolingüe, tienen acceso hoy día a mucha más información sobre la lengua de origen que antes, sobre todo en aquellos casos en los que se han compilado las entradas a través del estudio de córpora. Si el corpus se pone a disposición del equipo de traductores, éstos pueden comprobar y verificar los equivalentes de traducción propuestos traduciendo la palabra de la lengua de origen en muchos contextos diferentes, ya que en muchas ocasiones, patrones sintácticos o contextos que no se habían considerado significativos en el marco de trabajo monolingüe pueden ser determinantes para la asignación de un equivalente de traducción (Sinclair, Payne & Pérez 1996). De igual importancia es la utilización de un corpus en la lengua meta, ya que el comportamiento del equivalente de traducción en su propio co-texto y contexto merece una atención que hasta ahora no se le ha prestado en prácticamente ningún diccionario bilingüe.
La mayoría de los problemas que se presentan a la hora de compilar (y a la hora de usar) un diccionario bilingüe provienen de la noción de equivalencia de traducción. Como subraya Hartmann (1994), el concepto tradicional de equivalencia de traducción se limitaba a relacionar palabras de una lengua con sus equivalentes, considerándolas unidades formales en sistemas lingüísticos paralelos. Esta visión se hacía aun más patente con la aparente facilidad con la que los diccionarios bilingües nos ofrecen "ecuaciones" léxicas para ser insertadas en una porción de texto. Snell-Hornby (1984: 274), por su parte, también resalta el hecho de que los diccionarios operan con palabras aisladas aunque en la realidad esas palabras deben usarse en textos particulares y en una gran variedad de contextos diferentes.
Todos los que hemos usado alguna vez un diccionario bilingüe hemos tenido la experiencia de ir a buscar una palabra determinada y que la traducción o traducciones propuestas no nos satisfagan, no porque sean incorrectas, sino porque no estamos seguros de que puedan reproducir en la lengua meta no sólo el significado léxico y que, además, se ajusten a las restricciones y a las preferencias colocacionales del contexto y sean capaces de aportar un alto grado de idiomaticidad al texto meta y suenen naturales. Tal y como señala Snell-Hornby (1984: 279), los diccionarios bilingües no serán capaces de cumplir la función para la que han sido creados si son sólo repositorios de lexemas aislados y equivalentes estáticos. Es necesario que estén preparados para "reveal the dynamic system of relationships within and between languages, the function of words in their contexts and the interdependence of language, culture and social interaction".
Sin lugar a dudas, al igual que en el caso de la lexicografía monolingüe, el uso de un corpus en ambas lenguas puede ofrecer al lexicógrafo bilingüe una riqueza de información mucho mayor, de forma que le permita explicitar en las entradas del diccionario, no sólo cuáles son los equivalentes de traducción de una palabra, sino cuáles son las restricciones o las limitaciones de la equivalencia y en qué contextos será un equivalente apropiado.
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