ISSN: 1139-8736
Depósito Legal: B-27863-2001

LOS 'HEDGES' Y EL USO DEL 'YO' EN LA INTERACCIÓN CARA-A-CARA*

Miranda Stewart
Strathclyde University (Reino Unido)

Introducción**

La presencia o ausencia del pronombre personal sujeto (PPS) en español ha sido, en las últimas décadas, objeto de estudio de lingüistas de muy diversas tradiciones (ver, por ejemplo, Fernández, 1951, Barrenechea and Alonso, 1973, Rosengren, 1974, Silva-Corvalán, 1982, Haverkate, 1984, Enríquez, 1984, Bentivoglio, 1980 [1987], Cameron, 1993, Davidson, 1996). De estos estudios quizás el más completo ha sido el de Enríquez (1984) que a partir de un corpus de datos de la lengua hablada (PILEI), y desde un enfoque variacionista, propone correlacionar el uso del pronombre con variables tales como el sexo, la edad y la clase social por una parte, y por otra, factores lingüísticos tales como el valor semántico del verbo y la posición del pronombre dentro de la frase hablada. Al igual que otros estudiosos de la lengua (p.ej. Fernández, 1951 y Rosengren, 1974), ha indentificado una alta frecuencia de uso del pronombre de primera persona yo con verbos que suponen una actividad psíquica por parte del sujeto y sobre todo los verbos estimativos. En este artículo se propone investigar los factores interaccionales susceptibles de motivar la presencia o ausencia del yo en tal contexto lingüístico dentro del marco de la teoría interaccional de 'cortesía' de Brown y Levinson (1978, 1987). Es posible que lo que motiva tanto la presencia como la ausencia del yo, y de una forma más general la referencia a uno mismo, se encuentre en la necesidad que siente el hablante de negociar y mantener las relaciones interpersonales. Lo que es más, es también posible que la 'cara' ('face', Goffman, 1967) del individuo, producto de la comunidad en la que vive, esté a la raíz de las diferentes frecuencias registradas de presencia del yo tales como las que ha observado Cameron (1993) en las variedades del español de Madrid (España) y San Juan (Puerto Rico) y las que ha notado Carbonero (1982) en el español de Sevilla (España)1.

Planteamos nuestro análisis de la forma siguiente; después de esbozar el marco teórico y metodológico en los que se fundamenta este estudio, propondremos que son factores interaccionales, principalmente el deseo de matizar (to 'hedge') la opinión de uno y de 'protegerse la cara', los que motivan o no el uso del PPS de primera persona, yo.

2. Presencia o ausencia de pronombre

Tradicionalmente se ha explicado la presencia del PPS por pleonasmo, énfasis y ambigüedad (ver, por ejemplo Alarcos Llorach, 1994). Sin embargo, no parece que sea la ambigüedad2 la que motiva la expresión del pronombre en el caso del yo dado que la desinencia del verbo suele indicar claramente el referente y cuando no lo hace, lo hace el contexto de uso como se puede ver en el ejemplo (1) donde el hablante, un periodista de radio (F), informa a su jefe (J) de cómo va a mantenerse al día de una huelga industrial:

(1) (J) ¿Te llaman o los llamas tú?
(F) Yo (1) he quedado en llamarles pero en el caso de que no llame (2), ellos me llamarán también

El morfema -e de llame puede referirse tanto a la tercera como a la primera persona. Sin embargo, en el caso de que no exista ninguna referencia a una tercera persona, el oyente dará por sentado que el referente de llame también lo es de yo(1).

La presencia del pronombre yo (1) también se puede explicar por el contraste en la medida en que el yo se yuxtapone con el referente específico ellos y también con un referente no especificado ('alguien' implicado por el uso por parte de (J) del para saber si va a ser (F) más bien que otro periodista el que va a hacer la llamada).

Sin embargo, en los datos analizados para esta ponencia (Stewart et al, 1987), el contraste con otro(s) individuo(s) especificado(s) motiva una muy baja ocurrencia del yo.

Gili y Gaya (1961: 228) observan que la ocurrencia de los pronombres personales de primera y segunda persona se ve determinada en una mayoría de casos por el énfasis declarando que '(e)n primera y segunda persona el pronombre del sujeto es enfático y significa insistencia particular en resaltar el sujeto'. También puede decirse que el énfasis resulta ser también un contraste pero menos marcado: que el referente del yo, a diferencia de otros no especificados, es el protagonista de una determinada actividad o de un determinado estado y que el contraste queda implícito en la oración. De esta forma el yo sería equivalente al pronombre disyuntivo moi en francés (ver, por ejemplo, Grevisse 1986: 1012 y Byrne y Churchill 1987: 144), que, al igual que yo pero a diferencia de je no tiene que conformarse a una posición determinada dentro de la oración. Davidson (1996: 547) observa que, en ciertos casos, puede considerarse el yo como un adjunto sintáctico más bien que un pronombre personal. Por razones de esta índole quizá sea necesario revisar la conceptualización tradicional de la sintaxis española. Sin embargo, para la presente ponencia, vamos a valernos de la etiqueta tradicional 'pronombre personal' para referirnos al yo. En cuanto a lo que motiva su presencia, la noción de énfasis sí es pertinente pero carece en sí de suficiente poder explicativo.

Silva-Corvalán (1982) ha examinado la presencia de adverbios pre-verbales que afectan la ocurrencia del pronombre y la posición que ocupa éste cuando sí está presente. Fernández (en Rosengren, 1974: 24), aunque se trata de datos escritos, propone que es más probable la presencia del yo al principio de un grupo fónico y que cuando ocurre el adverbio inicial ya seguido del tiempo presente, no suele aparecer el yo. Esta categoría también la ha examinado Enríquez (1984: 157-8) que observa que, junto con si y que (cuando funcionan como 'partículas anunciativas'), hay cierto número de adverbios que suelen ocurrir en posición inicial y que expresan una continuación con una oración anterior.

Efectivamente, partículas como entonces, también, igualmente, en fin, en realidad, así, así que, es decir (que), es que, es más, además, luego (sin matiz temporal ni consecutivo), desde luego, efectivamente, se presentan a menudo en el enunciado expresando meramente una continuación con una oración anterior, y pueden incluso presentarse al comienzo de una réplica sin que exista una referencia directa a lo dicho anteriormente pero estableciéndose con ello ese claro efecto de continuidad aludido.

Ejemplos sacados de nuestros datos incluyen los siguientes:

(2) entonces creo que es una información interesante...
(3) es que no creo que haya nada como para meterlo...
(4) entonces yo creo que hoy...

Davidson (1996: 561) reconceptualiza esta función dentro del análisis conversacional donde el yo (o en su caso el adverbio) desempeña la función de permitir el cambio de turno conversacional señalando el deseo del hablante de tomar la palabra. Poco convencido por las nociones tradicionales de contraste y énfasis, las subsume bajo la etiqueta teórica de 'peso pragmático' que incluye una variedad de funciones del pronombre personal, tales como la función conversacional que acabamos de describir que no aparecen en la sintaxis tradicional más bien adaptada a la lengua escrita.

Rodríguez Izquierdo (1982) también atribuye a las funciones no-referenciales del lenguaje una explicación pragmática al hablar del 'protagonismo del hablante'. Además propone que es posible que una alta ocurrencia de este pronombre co-ocurra con otros rasgos tales como el uso del tiempo presente, el uso del indicativo más que el subjuntivo y la personalización hasta personalizar construcciones impersonales (aquí hay mucha gente expresándolo como aquí habemos mucha gente). El uso de la deixis social, espacial y temporal para el establecimiento y mantenimiento de las relaciones sociales constituye un factor determinante de la teoría de cortesía de Brown y Levinson.

La ocurrencia desproporcionadamente alta del yo en el discurso hablado observado por muchos estudiosos (por ejemplo, Rodríguez Izquierdo, 1982, Haverkate 1984) lo confirma Enríquez que demuestra que de un total de 4.324 referencias pronominales al hablante/oyente (yo, nosotros/as, vosotros/as, usted, ustedes), un 81% se refieren al hablante (yo y nosotros/as) de las cuales un 93% se refieren a un solo hablante3. El ya mencionado estudio de Enríquez enfoca sobre todo factores lingüísticos y sociales (aunque le parece necesario que se efectúen estudios pragmáticos de este tema). Al igual que otros investigadores (p.ej. Fernández, 1951 y Rosengren, 1974), observa una frecuencia más alta del yo con verbos de actividad mental de los cuales distingue un sub-grupo importante de verbos estimativos (p.ej. opinar, pensar) donde observa mayores frecuencias de presencia del pronombre. Explica este fenómeno de la siguiente manera (1984: 245):

si aceptamos que el deseo de contraposición de personas puede ser el factor determinante de la presencia pronominal, podemos explicar, mediante este rasgo, el hecho de que sean los verbos estimativos los que más favorecen la presencia del pronombre, especialmente del yo, puesto que la expresión de una opinión lleva siempre implícita una toma de postura que favorece el que surja en el hablante la necesidad (o el deseo) de realizar lingüísticamente dicha contraposición, en especial cuando la referencia es el propio hablante.

Aquí tenemos tanto una explicación lingüística como pragmática. Por una parte tenemos el valor semántico del verbo y, por otra, lo que estos verbos permiten al hablante que 'haga con las palabras' (Austin, 1962) en la interacción verbal, en este caso expresar una opinión sobre una proposición.

En esta ponencia, sostendremos que no es la categoría del verbo en sí la que motiva una frecuencia más alta del pronombre sino que es mas bien el tipo de actividad verbal el que motiva a un hablante que explote el uso del pronombre y que la explicación global de este fenómeno se encuentra en la 'cortesía'.

3. La teoría de la cortesía y la referencia pronominal

El objetivo de la obra importantísima de sociolingüística interaccional de Brown y Levinson (1978, 1987) ha sido proveer un modelo explicativo de lo que motiva al hablante a apartarse de la 'eficacia maximal conversacional' griceana (Grice, 1975)4. Según la máxima griceana de la cantidad, la contribución del hablante no debe ser ni más ni menos informativo de lo requerido. De esta forma, el uso pleonástico del yo, es decir el que acompaña una forma del verbo que no sea morfológicamente ambigua, equivaldría de manera formal, a una contravención de las normas conversacionales de Grice lo cual invitaría al oyente a deducir lo inexpresado.

La explicación que nos proporcionan Brown y Levinson de tales contravenciones está arraigada en la noción goffmaniana de 'cara' es decir 'the public self-image that every member wants to claim for himself' (1987: 61). Observan que el hablante tiene dos 'deseos de cara'; el deseo de disponer de libertad de acción y de estar exento de imposiciones externas, el cual denominan 'la cara negativa', y el deseo de que se apruebe y se aprecie la imagen que el hablante tiene de sí el cual denominan 'la cara positiva'. Además existen lo que denominan 'face-threatening acts' o FTAs (actos que amenazan a la cara) que clasifican según la cara del hablante (positiva o negativa) y según el papel interactivo del individuo (hablante (H) o oyente (O))5.

En función de este modelo, Brown y Levinson han identificado toda una serie de estrategias lingüísticas que permiten al hablante, si lo desea, de minimizar la amenaza a la cara6. Si un hablante desea cometer un FTA, puede hacerlo 'off-record' (indirectamente) y, por ejemplo, insinuar algo. Al contrario, puede hacerlo 'on-record' (directamente) y, si lo desea, mitigar cualquier amenaza por una acción compensatoria. Así puede adoptar la cortesía positiva (lo cual permite a H de prestar atención a la cara positiva de O por, por ejemplo, el uso de marcadores de identidad exclusiva tales como el uso del o del nosotros inclusivo) o la cortesía negativa (marcando, por ejemplo, la deferencia por el uso de Vd. o, por ejemplo, la eliminación completa de referencia tanto a H como a O por el uso de se).

Los pronombres personales y los tratamientos que se relacionan con ellos son fundamentales al análisis de Brown y Levinson. Estos no sólo ubican la referencia personal dentro de las estrategias que aducen ser universales (por ejemplo, sub-estrategia de cortesía7 - impersonalizar a H y a O: evitar los pronombres yo y ) pero también sostienen que es la cortesía la que motiva ciertas formas pronominales que se encuentran en determinados idiomas (por ejemplo, el uso de la pluralización en, por ejemplo, el vous francés y el uso de formas de tercera persona para referirse al interlocutor tales como Vd. (ver Brown y Levinson, 1987: 198-204). Sin embargo, gran parte de su análisis se centra en las formas pronominales que permiten a los hablantes y a los oyentes servirse de la indirección por el hecho de que sean inherentemente in- o poco determinados (por ejemplo, impersonales, plurales); al contrario, esta ponencia se centra en la forma pronominal más determinada y por lo tanto más directa, yo.

4. Los datos y la metodología

En cuanto a la recolección de datos hablados, lo esencial fue conseguir datos donde existiera una amenaza clara a la cara de los hablantes y de los oyentes. A pesar de las múltiples ventajas que ofrecen los datos mediáticos - disponibilidad, calidad de sonido e imagen, una amplia gama de hablantes entre otras - se decidió no usar material de este tipo debido a la distorsión a los papeles de hablante y oyente (ver Bell, 1984) que acarrea el hecho de que el oyente (el público) no esté presente en el contexto de enunciación, lo cual afecta al uso de la lengua.

Los datos provienen de una serie de grabaciones de vídeo efectuadas en Valladolid en 1987 tanto para fines de investigación sociolingüística como de confección de un curso de español avanzado, Camino a Castilla (Stewart et al, 1991). Los participantes son todos profesionales de entre 20 y 40 años. Se conocen bien (hay poca distancia entre ellos); sin embargo desempeñan papeles diferentes dentro de las instituciones en las que trabajan (así que hay diferencias entre el poder y el estatus de los que gozan). Dado que el objetivo principal de este proyecto consistía en grabar a personas que 'hicieran algo con las palabras (Austin, 1962), nos propusimos grabar a profesionales que se servían de la lengua en un contexto de trabajo para negociar resultados e influenciar el comportamiento de otros. Es altamente probable que tales situaciones contengan FTAs debido a que tal actividad implica que las acciones y deseos de ciertos participantes afecten forzosamente el espacio personal de otros. Otra ventaja de tal situación es que permite minimizar los problemas eventuales que resultan de 'la paradoja del observador' (Labov, 1972) en la medida en que los participantes rápidamente se ven inmersos en sus propios objetivos comunicativos y como consecuencia son poco conscientes de que se les observa. Se seleccionó como situación de comunicación unas reuniones de redacción del periódico y de la radio locales donde los participantes (normalmente dos o tres para minimizar problemas de superposición de voces overlap) tuvieron que decidir qué temas se iba a tratar al día siguiente y qué tareas les correspondían a cada uno para cumplir con este cometido.

El enfoque cuantitativo frente a la variación gramatical (p.ej. Laberge y Sankoff, 1979 y Enríquez, 1984) se basa en el concepto de variables gramaticales y sus variantes, es decir diferentes formas que se supone que tienen una equivalencia funcional dentro de determinados contextos, en este caso la presencia o ausencia PPS. Sin embargo, se ha escrito mucho sobre las dificultades inherentes en aplicar el enfoque cuantitativo a los datos sintácticos (ver, por ejemplo, García, 1983 y 1985). El enfoque variacionista/ cuantitativa raramente toma en cuenta los papeles del hablante y del oyente en construir o descifrar el sentido de una interacción o en participar en el 'trabajo interactivo' en sí. Por ejemplo, en nuestros datos (Stewart et al, 1987), se observa el uso repetido del uso del yo al principio de la oración para intentar tomar el turno. Un estudio cuantitativo que no tome en cuenta las revelaciones que nos arroja el análisis conversacional (ver, por ejemplo, Sacks, Schegloff y Jefferson, 1974) es susceptible de registrar una frecuencia inflada de ocurrencias del pronombre en determinados contextos.

De hecho, tal como lo plantea Lavandera (1982), un defecto primordial del enfoque cuantitativo es que trata cada ocurrencia de una variable determinada de la misma manera y hace caso omiso de la dimensión pragmática del uso natural de la lengua. Observa:

...that a single expressively effective use of a linguistic form which finds its place in a meaningful configuration of the text in which it occurs, can show more about the semantic contribution that such a form is potentially able to make to discourse and about the system to which it belongs, than the description of the contexts in which it is more frequent and therefore less marked. (1982: 8)

Lo que es más, si la teoría de la cortesía nos proporciona en cierta medida una explicación de la presencia y ausencia del pronombre personal, de los verbos de actividad mental o incluso de la referencia a la persona, es muy probable que la naturaleza de los datos obtenidos (en cuanto a situación comunicativa) afecte a las oraciones que se obtienen. Muchos de los datos que se han examinado hasta la fecha provienen de una entrevista estándar donde el papel del entrevistado consiste en proveer información o comentar (o ambas cosas) y donde existe poca amenaza a la cara ya que el entrevistado coopera con los objetivos del entrevistador. Además, en cuanto al trabajo interaccional, el entrevistador controla el evento comunicativo al atribuir los turnos, así que rara vez el entrevistado tiene que competir para tomar el turno. Por ejemplo, en el extracto 5 que viene a continuación (Stewart et al, 1987), el entrevistador (E) entrevista a un viejo alfarero (R) sobre el tema de su trabajo. El objetivo de la entrevista es suscitar información personal y más adelante una descripción de cómo hacer un tiesto:

(5) (E) ¿Cuántos años has estado haciendo esto tú Roberto?
(R) Pues, empecé de diez, hice ayer setenta, así que total, sesenta.

De esta manera el derecho de R de hablar de sí mismo se ve sancionado por el entrevistador (desde la perspectiva de Davidson (1996: 564) puede que el uso del PPS y del nombre sirva como un recurso de toma de turno que señale que el hablante esté dispuesto a ceder la palabra) y la temática queda circunscrita. Se le invita al entrevistado a que proporcione información y no comentarios. En tales circunstancias es muy probable que el entrevistado hable de sí sirviéndose de verbos de actividad externa y no estimativos. La referencia a la persona carece de ambigüedad y por esta razón no hay por qué apartarse de las normas griceanas al incluir el pronombre yo. Además ya que el entrevistador asigna el turno al entrevistado es poco probable que éste se sirva del yo repetido para ganárselo.

En circunstancias donde existe una eventual amenaza a la cara, como en el extracto (6) que viene a continuación donde un reportero principal explica a su subordinado lo que tiene que hacer, es posible que sea de utilidad estratégica registrar explícitamente la identidad de los participantes, en este caso para permitir al hablante de hacer hincapié en el hecho de que él también va a participar en una tarea compartida y que lo importante es establecer quién se encarga de qué (más que dar un directivo susceptible de amenazar a cara). Igualmente, en el extracto (7) donde un profesor universitario se está preparando para expresar una divergencia de opinión entre él y otro profesor, es posible que también sea importante marcar, por implicación, que cada uno tiene derecho a su propia opinión, una estrategia que salva la cara del hablante a la hora de cometer un FTA al expresar su desacuerdo con otro. Está claro que las explicaciones de contraste y énfasis contribuyen al entendimiento de tales usos del pronombre; sin embargo, dentro de un marco comunicativo nos parece más interesante examinar cómo el uso del pronombre opcional permite al hablante lograr sus objetivos comunicativos a la vez que negocia cuestiones de cara.

(6) te marchas tú a cubrir la información ... me quedo yo...
(7) yo no sé si tú habrás apreciado, yo al menos sí lo... lo he visto

En este análisis, la negociación de la cara es lo que más nos interesa. Dada la multi-funcionalidad obvia del PPS en la interacción cara a cara, no vamos a emprender un análisis cuantitativo sino más bien someter los datos que acabamos de describir a un análisis meramente cualitativo.

5. Análisis de los datos

Como ya hemos visto, Fernández, Rosengren y Enríquez han coincidido en identificar el tipo de verbo que motiva una mayor presencia del pronombre yo es decir, los verbos de actividad mental. Lo que no han sido capaces de hacer es proporcionar una explicación convincente del porqué de este fenómeno. Haverkate (1984) sugiere que la motivación principal es de índole pragmática refiriéndose a la máxima de cualidad de Grice y razonando que ésta es la única máxima que se centre en el hablante. Cita a Moliner (1967: 640) que observa que el yo 'se emplea frecuentemente para atenuar un juicio, una censura o un reproche' y añade que (1984: 63) 'egocentric reference is inherent in the development of certain persuasive strategies in verbal interaction. It is used by speakers to bring into prominence their role in a state of affairs. In not a few cases, this prominence reflects a superior social position of the speaker with respect to the hearer'. De esta manera se aleja de intereses meramente lingüísticos para examinar actas de palabra, situaciones de comunicación y los papeles y el estatus del hablante y del oyente.

Aunque los estudios de los verbos de actividad mental se han centrado principalmente en su significación léxica (por ejemplo, Enríquez (1984: 151-155) distingue dos categorías de verbos de actividad mental, los 'objetivos' , p.ej. saber, querer, pensar, desear; y los 'subjetivos', p.ej. creer, encontrar (= considerar), suponer; Weber y Bentivoglio (1991: 202) establecen una serie de significados interpretables para creer y pensar), resulta posible reclasificar estos verbos en función de su función prágmatica dentro de la oración. Por ejemplo, en los extractos 8-10 que vienen a continuación, verbos tales como saber, creer y pensar (que, para los investigadores que acabamos de mencionar, ocupan categorías léxicas diferentes) pueden funcionar como 'hedges' a (es decir modificar) la máxima de cualidad:

(8) (M) ...porque pienso que estamos organizando muchos finales...
(9) (M) yo creo que lo podemos dejar lo podemos dejar en un segundo plano
(10) (M) no pero ya sabemos cuál es el contenido de la primera de...
(F) sí pero no sé no lo he leído

De hecho, lo notable de los verbos de actividad mental empleados en primera persona singular no sólo es que son lo que Palmer (1965 en Weber y Bentivoglio, 1991: 194) denomina 'verbos privados' porque se refieren a actividades perceptibles sólo por el propio hablante sino que típicamente se utilizan como 'hedges'. Brown y Levinson definen un 'hedge' como 'a particle, word or phrase that modifies the degree of membership of a predicate or noun phrase in a set; it says of that membership that it is partial, or true only in certain respects, or that it is more true and complete than might be expected'. En los extractos 8, 9 y 10 arriba, se puede clasificar como 'hedging' la función de los verbos pensar, creer y saber. En los extractos 8 y 9 pienso que y yo creo que modifican el compromiso por parte del hablante a las proposiciones respectivas estamos organizando muchos finales y lo podemos dejar en segundo plano. En el extracto 10, no sé modifica (por negación) una proposición que queda implícita en la afirmación de M sabemos cuál es el contenido de... es decir que el hablante y el oyente interaccionan en función de conocimientos compartidos7.

¿Por qué motivan los 'hedges' verbales una frecuencia particularmente alta de presencia pronominal y bajo qué circunstancias es posible que la presencia pronominal sea menor? Como ya se ha visto, yo no tiene en sí ningún valor proposicional en la medida en que meramente duplica la información contenida en la desinencia verbal (contraviniendo de esta manera la máxima griceana de cantidad). Su presencia tiene, por lo tanto, que atribuirse al contraste o al énfasis. Vista de esta manera, la presencia del pronombre 'redundante' yo (por ejemplo en el extracto 9 arriba) encaja bien con la descripción de un 'hedge' que ya hemos dado. Por una parte, puede implicar que el compromiso por parte del hablante hacia la fuerza ilocutiva expresada por el verbo de actividad mental es 'parcial', es decir que el hablante expresa una opinión que le es propia y no presupone que el oyente ni cualquier otro comparta esta opinión. Por otra parte, puede implicar que el compromiso por parte del hablante hacia la fuerza ilocutiva expresada por el verbo de actividad mental tiene un mayor valor de verdad del que hubiera tenido en otras circunstancias dado que el hablante invierte en el su propia autoridad (yo, a partir de mi experiencia, autoridad, etc. pienso que...). El hecho de que el yo redundante sea capaz de singularizar al hablante y de contrastarlo con otro individuo o individuos es lo que lo convierte en un recurso de gran utilidad para la cortesía.

La cortesía negativa se basa en la necesidad de no incidir en el espacio personal de los demás ni de asumir que sus acciones y opiniones sean idénticas a las del hablante. La cortesía positiva se centra en los intereses comunes del hablante y del oyente. Brown and Levinson incluyen los 'hedges'8 dentro de las estrategias disponibles para la cortesía positiva 'intensifying modifiers fulfil the substrategy of exaggerating (interest, approval, sympathy with H)' (1987: 104) y sobre todo dentro de las de la cortesía negativa donde modifican la expresión de intenciones comunicativas (1987: 145). Así que puede que el hecho de incluir la partícula yo con el 'hedge' creo simplemente sirva para resaltar el hecho de que éste es la opinión sólo del hablante y que no se supone que la comparta el oyente. Claro que existe la interpretación alternativa de que el hablante destaca el interés de lo que dice con la intención de emplear la cortesía positiva. También cabe suponer que el hablante no modifica de ninguna manera la amenaza inherente en la expresión de su opinón; se vale del yo para hacer hincapié en su propia autoridad.

La definición de los 'hedges' es problemática. Brown y Levinson (1987: 146) los dividen en dos categorías:

strengtheners (those that act mainly as emphatic 'hedges' (...)) and weakeners (those that soften or tentativise what they modify); no clear meaning exists for most of these, but in one way or another they all indicate something about the speaker's commitment towards what he is saying, and in so doing modify the illocutionary force.

Stewart (1992: 382), en base a datos de lengua francesa y española, ha propuesto que 'the function of a given pronominal reference as a strengthener or a weakener is not located in the linguistic form but rather in the role and status of the speaker and the use to which it is put'. Por ejemplo, en el extracto 11 que viene a continuación el reportero principal (J) decide si es conveniente o no incluir un artículo sobre una huelga en la FASA en la página cinco del periódico del día siguiente. El autor del artículo (F) intenta convencerle para que lo incluya:

(11)
-
(J)
-
... Yo no si el tema tuyo de FASA puede... podemos meterlo en la cinco, yo no la importancia que tiene y lo que ha pasado ahí
(F) yo creo que sería importante porque...

El saber que J, como reportero principal, goza del poder de imponer su voluntad nos permite categorizar su uso del yo como un intensificador que tiene la fuerza ilocutiva de expresar una duda (es decir que no me convence el que el artículo sea lo suficientemente importante para que se incluya). A la vez, también es posible que funcione como tentativizador; el reportero principal acepta que su subordinado sabe más que él y le invita a que le convenza de las razones para incluirlo. En el caso de F, factores extra-lingüísticos (el hecho de no gozar del poder de imponer su voluntad) junto con factores lingüísticos (el valor tentativizador del condicional sería) permiten que se catagorice esta ocurrencia del yo como tentativizidor. Sin embargo, en ambos casos no es la partícula en sí sino el estatus del hablante y los derechos de los que goza en el evento comunicativo los que llevan a una u otra definición. Planteamos pues, en lo que sigue que son los factores pragmáticos (tales como el conocimiento de los roles y el estatus de los participantes) más que los relacionados con recursos lingüísticos en sí (en este caso el uso del yo como 'hedge' y de los verbos de actividad mental como otra categoría de 'hedge'), los que llevan al hablante a explotar estos recursos y al oyente a interpretarlos tal como lo hacen en la vida real.

Examinemos pues otro extracto sacado de una reunión entre un reportero principal (M) y un subordinado (F) en la que F resalta la dimisión de los jueces militares en Argentina como contenido eventual para el periódico del día siguiente:

(12)
-
(F)
-
hay otra cosa que es de la Argentina que han dimitido los jueces militares es una oposición clara al gobierno vamos es...
(M)
-
bueno puede puede puede ser un contenido muy importante en la página latinoamérica pero yo creo que tampoco es para mucho más...
(F) no sé ya pues no sé están en constante desafío con el gobierno no?
(M) yo creo que lo podemos dejar lo podemos dejar en un segundo plano...
(F) entonces abrimos con Gorbachov?

F introduce el tema de la dimisión de los jueces militares en Argentina como una mera afirmación y no se sirve de ningún 'hedge'. M interpreta la fuerza ilocutiva de esta afirmación como la de una propuesta y da una respuesta despreferida y mitigada, bueno (un recurso de cortesía en sí), antes de justificar su rechazo implícito con yo creo que tampoco es... donde se sirve del PPS. Si aceptamos que la función del 'hedge' pronominal depende de factores extra-lingüísticos, se puede decir que un yo enunciado por un hablante que goza del estatus como para imponer su voluntad funciona como un intensificador que permite al hablante apelar a su propia autoridad. Este recurso se observa de nuevo cuando el reportero principal comete el FTA de rechazar el poner en primer plano el artículo propuesto por su subordinado (yo creo que lo podemos dejar...).

El desacuerdo de F se dirige al valor de verdad de la opinión previa de M y repite la forma no marcada (no sé ya pues no sé), sirviéndose del seudo-acuerdo implicado por ya pues para mitigar la repetición de su desacuerdo y de la implicación no condicional a la verdad ('non-truth-conditional') de no sé como 'parentético epistémico' (ver nota 8). Se sirve del verbo saber que le permite proteger tanto la cara de él como la de ella ya que el desacuerdo parece centrarse en una falta de conocimiento más que en una opinión contraria. Sin embargo, su desacuerdo se ve claramente implicado cuando proporciona la razón por la que el artículo de ella merece incluirse más que el de M (sobre Gorbachev). Aquí también se puede explicar la ausencia del pronombre por el estatus aparente del hablante. Si F hubiera dicho yo no sé o todavía más yo no creo es posible que se vean cuestionados sus conocimientos (debería de saber que el tema de Gorbachev merece incluirse) o la validez de su opinión (no goza del estatus para saber cuál de los dos temas más merece incluirse).

La utilidad de los 'hedges' dirigidos a la máxima de la cualidad estriba en su multi-funcionalidad que facilita la indirección; le corresponde al oyente, basándose en sus conocimientos del contexto extra-lingüístico, asignar, si le parece necesario, un valor al yo. Si un oyente, por ejemplo, asumiera que un uso del yo implicara la autoridad del hablante y lo cuestionara (¿Con qué derecho...?) el hablante siempre puede aludir a la fuerza tentativizadora del yo y mantener que la implicación era una de 'fe parcial'. De esta manera, el uso del yo puede servir a la vez para proteger la cara del hablante y para permitir la construcción del yo.

Además de los 'hedges' dirigidos a la máxima de la cualidad y relacionados con los verbos de actividad mental existe otra categoría de 'hedges' que parece funcionar de una forma similar, es decir los 'hedges' performativos que se crean de verbos tales como tener, decir y plantear9. Por ejemplo,

(13) no te digo que sea el único
(14) y te la planteo
(15) Mira yo te voy a decir que para la cinco tengo previsto un reportaje de...

Austin (1962) define un performativo como una clase especial de oraciones que se sirven no para hacer afirmaciones de la verdad o falsedad de una proposición sino para 'hacer algo', para ejemplo, el afirmar 'Me opongo' equivale a oponerse a algo. De esta manera, además de consagrar ciertas acciones, se puede decir que los performativos sirven la función metalingüística de volver explícita la fuerza ilocutiva de una acta determinada. Puede ser que funcionen como un 'hedge' a la máxima griceana de manera al hacer explíticas las intenciones comunicativas del hablante.

Aquí se va a mantener que, a diferencia del los 'hedges' a la cualidad, los 'hedges' performativos funcionan casi exclusivamente como intensificadores. Dentro de la definición de Austin, un performativo sólo funciona cuando el hablante cumple con una serie de condiciones de felicidad (en el caso del ejemplo que se ha dado arriba que el hablante tiene el derecho de expresar su oposición como puede ser el caso de un diputado en las cortes pero no de un ciudadano cualquiera). Como consecuencia, el uso del performativo resalta estas mismas condiciones. Cuando un redactor dice yo te voy a decir que... tengo previsto, lo implicado es que el redactor es el que goza de la autoridad como para decidir las noticias del día siguiente. De esta manera el uso del 'hedge' performativo apela a la autoridad del hablante. El uso de los performativos puede considerarse como una estrategia a alto riesgo en cuanto a la protección de la cara del hablante; si se consigue poner en duda las opiniones o acciones del hablante, éste se ve obligado a perder cara. Sin embargo, el uso de un performativo, sobre todo con el uso, en este caso, del 'hedge' yo como intensificador, puede beneficiar al hablante que puede servirse de estos recursos lingüísticos par construir y mantener su autoridad.

A pesar de lo difícil que resulta ser tanto para el oyente como para el analista10 interpretar lo que motiva el uso de una forma lingüística determinada, la multi-funcionalidad de los 'hedges' queda patente. Sostenemos pues que esta misma multi-funcionalidad, y la ambivalencia que acarrea es lo que permite al hablante servirse de estas formas para protegerse la cara. El hecho de que estos 'hedges' atraigan una frecuencia más alta de ocurrencia del 'hedge' pronominal yo quizás se deba a lo dificil que resulta cuestionarlos en la medida que traducen opiniones personales y actividades mentales cuya verdad o falsedad sólo lo conoce el hablante. De esta forma, los marcadores de esta índole pueden servir para evitar que se cuestionen ciertas proposiciones (y de la misma forma la cara del hablante), ya que la autenticidad de los sentimientos o creencias interiores de una persona son inaccesibles a los demás.

6. Conclusiones

Después de pasar revista a la investigación sintáctica y variacionista existente en cuanto a la presencia o ausencia del PPS en español, enfocándo estudios que observan una alta frecuencia de presencia pronominal con verbos de actividad mental, nos hemos centrado en un análisis pragmático basado en un marco griceano y en la teoría interaccional de Brown y Levinson para examinar la presencia o ausencia del PPS yo en español. A partir de la hipótesis de que la cortesía puede tener un poder explicativo en cuanto al uso pronominal, hemos constituido un corpus donde la naturaleza del evento comunicativo implica la existencia de una 'amenaza a la cara' de los participantes. El subsiguiente análisis de los datos, que ubica el uso del yo dentro del contexto de la contravención de las máximas griceanas de cantidad y de cualidad, sostiene que el yo 'redundante' sirve para singularizar al hablante y para contrastarlo con otro individuo o grupo, convirtiéndolo en un recurso de cortesía de gran utilidad. Hemos sostenido que son factores pragmáticos más que lingüísticos los que hacen que el yo sirva como un recurso lingüístico multi-funcional; la ambivalencia que le es inherente es lo que permite que el hablante lo utilice y que el oyente lo interprete en las formas en las que lo hacen.

Referencias

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Notas

* Este artículo ya ha sido publicado anteriormente en inglés en la Web Journal of Modern Language Linguistics [WJMLL; ISSN: 1461-4499]; véase http://wjmll.ncl.ac.uk/issue04-05/stewart.htm
**He de agradecer al Carnegie Fund el haberme permitido llevar a cabo investigaciones bibliográficas en España. Tambíen quisiera manifestar mi agradecimiento a Ian Mason por haber leído este artículo y por los comentarios y sugerencias que me ha hecho y a Lesley Milroy y Anthony Stanforth por haber supervisado la tesis de la que se deriva. Naturalmente los defectos que tenga corren a cargo del autor.
1 Se relaciona con esto la construcción de la persona y la distinción antropológica entre las nociones de uno mismo ('self') y de la persona ('person'). Ver, por ejemplo, Mühlh‰usler and Harré (1990) en Foley 1997: 263. Aunque es posible que la presencia o ausencia del yo sea un factor fundamental en cuanto a la construcción de uno mismo, la investigación de tal cuestión sobrepasa los límites de la presente ponencia.
2 Barrenechea y Alonso (1973), en su estudio de la lengua hablada de Buenos Aires, no aceptan que la ambigüedad motive la inclusión del PPS ya que en la mayoría de los casos la resuelve el contexto. En sus datos observan que sólo un 4,04% de las referencias ambiguas no podían resolverse. Además, mientras resultaba más probable la presencia del PPS cuando no denotaba la desinencia del verbo la persona, la presencia no resultaba más probable que la ausencia. Estos resultados han sido confirmados, en el caso del español peninsular, por el estudio extensivo de Enríquez (1984: 215). Sin embargo, Silva-Corvalán (1982) también observa que, en el caso de desinencias verbales ambiguas tanto lingüística como contextualmente, existe una mayor presencia del PPS. No obstante tales estudios cuantifican los PPS de primera, segunda y tercera persona juntos sin tomar en cuenta su función dentro de la oración. Los PPS de primera y segunda persona sirven una función deíctica ahora que los de tercera persona (que tienen más posibilidades de ser ambiguos) suelen emplearse para la referencia anafórica. Por estas razones, los resultados de estos estudios son poco pertinentes a los fines del presente.
3 Ha habido varios estudios cuantitativos sobre la presencia y ausencia del PPS (Barrenechea and Alonso, 1973, Cifuentes, 1981, Ejarque, 1977, Rosengren, 1974). Existe cierta variación en cuanto a los resultados lo cual es de esperar dado que la recolección de datos no sigue un mismo modelo.
4 La teoría de conversación de H. P. Grice (1975) se basa en lo que él denomina el 'principio de cooperación' del cual distingue cuatro máximas generales: la de cantidad, según la cual la contribución del hablante no tiene que ser ni más ni menos informativo de lo que se requiere; la de cualidad según la cual el hablante no debe decir algo que en su opinión sea falso o para el que no dispone de suficientes pruebas; la de relación según la cual la contribución del hablante tiene que ser pertinente a los objetivos de la conversación; y la de manera según la cual la contribución del hablante tiene que ser organizado y conciso evitando toda ambigüedad y oscuridad.
5 Brown y Levinson nos proporcionan el siguiente esquema de las estrategias de las que dispone el hablante para evitar cometer FTAs.

Brown y Levinson (1987: 69)
6 El grado de amenaza que contiene un FTA depende de tres factores principales: la distancia o solidaridad entre H y O (por ejemplo, uno no se dirige a un desconocido de la misma manera que a un amigo íntimo), la relación de poder entre H y O (por ejemplo, puede que un adulto no se dirija a su hijo pequeño de la misma manera que a un colega), y el ranking de una determinada imposición dentro de una cultura determinada (por ejemplo, en una cultura como la de España donde un cigarrillo es 'un bien gratis' no hace falta pedirlo y el hecho de prestar atención a la cara por estrategias de cortesía sería superfluo; en los países anglo-sajones es muy posible que tal petición amenace a la cara y exija que se minimice).
7 Davidson (1996: 557) distingue entre 'parentéticos epistémicos' tales como no sé que son colocaciones congeladas que, en ciertos casos, se están lexicalizando, y (yo) no sé que es truth functional y cuyo sentido depende del mundo de las creencias del hablante. Existen casos en los que se puede distinguir entre estos dos valores y otros donde puede que ambos valores estén presentes.
8 Brown y Levinson (1987: 145) no sostienen que la única función de los 'hedges' sea la de cortesía; de hecho señalan el 'formidable array of hedges designed to limit criminal culpability' de las transcripciones de Watergate.
9 Enríquez (1984) clasifica estos verbos como los de actividad externa; su estudio demuestra que éstos atraen una menor frecuencia de ocurrencia del PPS que los de actividad mental. Es posible que valga la pena sostraer de aquéllos los verbos que funcionan como 'hedges' performativos y volver a calcular las frecuencias. Sin embargo, queda el problema de la multi-funcionalidad. Davidson (1996: 551) observa que, por ejemplo, la frecuencia de ocurrencia de decir resulta ser muy baja en los datos que tiene analizados; también observa que este verbo, al igual que saber, puede funcionar com un parentético epistémico (digo).
10 Nuestro estudio adopta un principio fundamental del análisis del discurso y de la conversaión, es decir que el analista, tanto como el oyente, no tiene acceso a las intenciones del hablante (ni que éstas sean unitarias ni que el hablante esté consciente de ellas). Además, que la interacción es 'context-renewing' (Heritage 1987) y que el hablante y el oyente pueden modificar el valor que asignan a un dato lingüístico a medida que evoluciona la conversación.

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