ISSN: 1139-8736
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1. Diccionarios e información fónica.

    En este capítulo analizaremos la información fónica contenida en las obras lexicográficas y las cuestiones de interés que suscita. Entendemos por "información fónica" aquella concerniente a la pronunciación de los elementos léxicos; puede consistir en una transcripción de los lemas en caracteres fonéticos, en una noticia que forma parte del contenido de los artículos o en una explicación global sobre la relación entre el sistema ortográfico y la pronunciación de la lengua. Realizaremos primero una descripción general, tomando como modelo, fundamentalmente, las lexicografías inglesa y francesa, en las que existe una arraigada tradición de incluir la información fónica entre los contenidos de los diccionarios; nos centraremos a continuación en la lexicografía española, con un análisis de las pocas obras que contemplan dicha información; para finalizar, contrastaremos la información fónica que encontramos en un diccionario convencional con la que debe constar en un diccionario electrónico. El objetivo de la descripción y del análisis que realizaremos en este capítulo es establecer los aspectos formales y de contenido que deberemos abordar en la construcción del DEFE.

1.1. La información fónica en las obras lexicográficas.

    El objetivo de cada obra lexicográfica condiciona el contenido de sus artículos. La información fónica tiene su protagonismo en los diccionarios ortoépicos, cuyo fin específico es indicar la pronunciación correcta de las palabras desde una concepción normativa (cf. Haensch et al., 1982: 179-180; Quilis, 1982; Walter, 1990); también es pertinente en los diccionarios bilingües, orientados con un fin didáctico a usuarios extranjeros aprendices de una lengua (cf. Haas, 1975; Harrel, 1975; Magay, 1979; Malone, 1975; Quilis, 1982; Tomaszczyck, 1983; Piotrowski, 1987; Marello, 1989). En los diccionarios monolingües generales, la pronunciación de los elementos léxicos constará como una información más, según la complitud de contenidos que se quiera asociar al lema. Otras obras susceptibles de contener información fónica son los diccionarios de dudas y dificultades, en los que se hará referencia a hechos peculiares y a excepciones de la pronunciación, y los diccionarios de extranjerismos (cf. Haensch, 1997: § 3.3.4.4).

    Con todo, el uso de la información fónica en la lexicografía depende del tipo de relación que exista en cada lengua entre la representación ortográfica y la pronunciación. Cuando un sistema ortográfico se aleja notablemente del principio fonémico por el que cada grafema representa un único fonema y cada fonema es representado por un único grafema (cf. Mosterín, 1981: 34 y 1993: 168), las indicaciones sobre la pronunciación son imprescindibles si el elemento léxico no está en la competencia del hablante, sea o no nativo (cf. Alvar Ezquerra, 1981: 195). Así sucede, por ejemplo, en francés y en inglés, lenguas en las que existe una antigua tradición de diccionarios ortoépicos y es frecuente que los diccionarios generales incluyan la pronunciación de los lemas (cf. Quemada, 1968; Rey-Debove, 1971; Bronstein, 1986 y 1990; Landau, 1989)1. En aquellas lenguas con una correspondencia regular entre ortografía y pronunciación bastaría con indicar las excepciones a las normas generales de la interpretación fónica de los grafemas, como ha sido señalado para el italiano (cf. Malone, 1975: 111-112) y el español (cf. Alvar Ezquerra, 1976 y 1981; Haensch et al., 1982; Quilis, 1982; Ahumada, 1989; Haensch, 1997).

    Cuestiones de interés en torno a la información fónica contenida en un diccionario son el modelo de pronunciación reflejado, las fuentes utilizadas para su documentación, el modo en que es consignada, el número de entradas en las que consta y la inclusión de variantes de la pronunciación canónica de la palabra entrada (cf. Quilis, 1982).

1.1.1. Modelo de pronunciación.

    El modelo de pronunciación descrito puede corresponder a una norma considerada prestigiosa, generalmente ligada al habla de una determinada clase social o de una localización geográfica concreta. Así, dos diccionarios de pronunciación clásicos de este siglo en las lexicografías del francés y del inglés, el Dictionnaire de la prononciation française, de Warnant (1962), y el English Pronouncing Dictionary, de Jones (1917, 1ª ed.)2, recogen los modelos de "buena pronunciación" de ambas lenguas: respectivamente, la dicción de los hablantes cultos parisinos3. (cf. Vihanta, 1993) y la denominada Received Pronunciation (RP), la pronunciación cuidada de los hablantes cultos británicos, que tiene su origen en el habla del sur de Inglaterra y es la de uso entre las clases altas, en la educación en las escuelas de prestigio y en la lectura de noticias en la BBC, de ahí que también haya sido denominado BBC pronunciation (cf. Wells, 1982 y 1990: xxi; Kreidler, 1989: cap. 1; Ramsaran, 1990b).

    Otros diccionarios pretenden mostrar un registro de habla más general, contemplando también la variación diatópica. Se trataría de un enfoque descriptivo, frente al prescriptivo que caracteriza a las obras que registran modelos de buena pronunciación. El diccionario de Kenyon y Knott (1944), A Pronouncing Dictionary of American English, refleja lo que los autores consideran la pronunciación coloquial culta de los Estados Unidos, entendida como la de uso cotidiano y familiar en la conversación entre personas cultivadas. Para cumplir este propósito, Kenyon y Knott recogen determinados procesos que no se dan en un registro de habla más formal, propia del discurso (como la relajación de las partículas gramaticales y el efecto fonético del ritmo, del tempo, de la entonación y de unas palabras sobre otras en la cadena hablada), e incluyen variantes regionales pertenecientes a las tres áreas lingüísticas del país (este, norte y sur) cuando para una determinada palabra no existe una pronunciación única en el inglés estadounidense; también recogen variantes de Canadá y de otros dominios de habla inglesa no americana4.

    Quilis (1982: 328) indica que "la tendencia predominante en la actualidad [...] es la de reflejar un modelo de dicción lo más universal posible, no caracterizado diatópicamente y que pertenezca a un estrato culto, preferentemente de nivel medio". En esa línea, el Dictionnaire de la prononciation, de Lerond (1980), pretende ofrecer una pronunciación "neutra", sin un acento particular, que coincidiría con el parisino, pero conservando el rasgo de labialidad en la vocal nasal medio abierta anterior [Ipa104m.gif (868 bytes)] (brun), que se neutraliza en el habla de París con la no labializada [Ipa105m.gif (845 bytes)] (brin), y sin la oposición entre una vocal abierta anterior [a] (patte) y otra posterior [Ipa085a.gif (62 bytes)] (pâte), que es poco productiva y no existe en otras zonas geográficas.

    Esa dicción general y neutra también parece ser la más recomendable para los diccionarios -monolingües o bilingües- concebidos para la consulta de hablantes no nativos. En ellos es de capital importancia el modelo de pronunciación que se elija, ya que incide en el aprendizaje de una lengua. Gimson (1981: 251) señala que el usuario de estas obras espera una pronunciación que sea aceptable por los hablantes nativos, y que sea "correcta". Ésta no tiene por qué coincidir necesariamente con un modelo normativo de "buena pronunciación", lo importante es que sea de uso corriente y actualizada (cf. Gimson, 1981: 255, Piotrowski, 1987: 42-44).

    Una pronunciación con esas características es la que pretende reflejar el diccionario de Windsor Lewis (1972), A Concise Pronouncing Dictionary of British and American English, creado específicamente para estudiantes extranjeros. El autor rechaza los acentos regionales o pertenecientes a una clase social y presenta aquellos que considera más generalizados en el habla fluida, espontánea y de uso cotidiano de los hablantes cultos británicos y norteamericanos: respectivamente, la pronunciación que denomina General British, una actualización de la RP que introduce las innovaciones producidas entre las nuevas generaciones de hablantes ingleses, y la General American pronunciation (GA), que excluye las peculiaridades de las hablas del este y del sur de los Estados Unidos5.  

1.1.2. Fuentes de documentación.

    La información fónica contenida en los diccionarios puede estar basada en descripciones previas de la pronunciación de una lengua, o apoyarse en encuestas realizadas a determinados sectores de la población que sean considerados como representativos del habla que se quiere describir.

    Como ejemplos del primer tipo de documentación tenemos el diccionario de Warnant (1962), que se basó en la norma fonética del francés parisino descrita por Fouché (1956), y el de Jones (1917, 1ª ed.), revisado por Gimson (1967 y 1977), autores también de varias descripciones de la pronunciación y de la fonética inglesas (Jones, 1909 y 1918; Gimson, 1962 y 1975).

    Modelos de pronunciación que se apoyan en encuestas son los mostrados, por ejemplo, en el diccionario de Kenyon y Knott (1944), en el Trésor de la Langue française (1971), en el Dictionnaire de la prononciation du française dans son usage réel, de Martinet y Walter (1973), y en el Longman Pronunciation Dictionary, de Wells (1990). Los hablantes encuestados por Kenyon y Knott pertenecen a las distintas áreas lingüísticas norteamericanas, dado el interés de los autores por reflejar la variación dialectal. Martinet y Walter estudiaron la pronunciación de diecisiete informantes de ambos sexos, cultos, de entre veinte y setenta y un años, residentes en París, pero habituados a una gran movilidad geográfica, y caracterizados por hablar un francés neutro. Las encuestas en las que se basa la pronunciación descrita en el Trésor de la Langue française se reducen a la consulta de un solo sector social, los ingenieros, considerados como "representantes de nuestro tiempo"6. Por su parte, Wells contrasta la pronunciación de un centenar de palabras susceptibles de variación en dos cientos setenta y cinco hablantes ingleses.

    Además, como es práctica habitual en la lexicografía, todo diccionario puede basarse, total o parcialmente, en otros anteriores. Las obras de Jones (1917) y Kenyon y Knott (1944) son fuentes de documentación obligada para las variantes británica y americana del inglés, por ejemplo, en los diccionarios bilingües (cf. Magay, 1979; Gimson, 1981 y Piotrowski, 1987). Una obra monolingüe relativamente reciente que también las cita es el Longman Pronunciation Dictionary: Wells (1990) consultó la última edición de Jones (12ª, 1963) y las revisiones de Gimson (1967 y 1977) y Ramsaran (1988), que actualizan la RP con los cambios producidos en los últimos decenios, y completó la pronunciación del inglés americano del Kenyon y Knott (1944) con la descrita en el American Heritage Dictionary (1981), en el Webster's Ninth New Collegiate Dictionary (1983) y en The Random House Dictionary (1987)7.

    Cuando se incluyen variantes diatópicas otras fuentes documentales son los atlas lingüísticos; Kenyon y Knott (1944) completaron la pronunciación dialectal del inglés americano con la información contenida en el Linguistic Atlas of the United States and Canada.

1.1.3. Modo de consignar la información fónica.

    La información fónica puede aparecer en un diccionario en forma de noticia asociada al lema; son indicaciones del tipo "En esta palabra se aspira la h" (RAE, 1992, sv. harca) o "... se conjuga dejando en todo caso átona la i, que funciona como semiconsonante (constituyendo diptongo con la vocal que sigue)" (Seco, 19868, sv. cambiar)9. No obstante, lo más frecuente es recurrir a un determinado sistema de notación mediante el que se representa la pronunciación de la palabra, bien poniendo entre paréntesis los grafemas que no se pronuncian e introduciendo marcas diacríticas y números en la representación ortográfica del lema para indicar acentos y características de los sonidos (como el timbre y la cantidad de las vocales), bien transcribiendo el lema mediante un código de signos que representen sonidos. En las obras editadas en CD-ROM la pronunciación de la palabra puede estar grabada, pudiéndose reproducir acústicamente (cf. Haensch, 1997: 123).

    El primer sistema de notación es más limitado desde el punto de vista descriptivo: las marcas introducidas en el lema deberán reducirse a unos pocos diacríticos o desfigurarían la representación ortográfica de la palabra, dificultando el uso del diccionario. Si tomamos como ejemplo la lexicografía inglesa, las primeras obras del siglo XVIII con indicaciones de la pronunciación utilizaron este método10, que fue sustituido posteriormente por la reescritura del lema11, de mayor claridad para el usuario (cf. Landau, 1989: 56-59, y Bronstein, 1986: 23-24 y 1990: 137-139). Pese a la limitación señalada, la práctica de introducir diacríticos en el lema ha llegado hasta nuestros días: The Concise Oxford Dictionary of Current English, editado por primera vez en 1911 por H. W. Fowler y F. G. Fowler, usó un sistema de notación mixto (marcas en la representación ortográfica de algunas palabras y reescritura de otras) hasta su séptima edición, a cargo de Sykes (1982); en la octava (Allen, 1990) aparece la transcripción fonética del lema en caracteres del Alfabeto Fonético Internacional (AFI)12.

    Para transcribir el lema se pueden utilizar los siguientes sistemas de codificación:

(1) Una trasposición ortográfica de la palabra entrada, con el mismo tipo de marcas acentuales y diacríticos indicadores de sonidos vocálicos y consonánticos que ya hemos mencionado. Este sistema continúa la tradición lexicográfica de los siglos XVIII y XIX13, y es el más generalizado en los diccionarios monolingües norteamericanos (cf. Barnhart, 1975: 174-175, y Landau, 1989: 92).

    Dos objeciones se pueden hacer al uso de marcas diacríticas en una representación ortográfica de la palabra, ya sea en el lema o en su trasposición. La primera ya ha sido apuntada: el número de signos adicionales no podrá ser muy extenso o la lectura sería confusa; por ello, la transcripción resultante tendrá más un carácter fonémico -representación de la pronunciación mediante una cadena de fonemas- que fonético -representación de la pronunciación mediante una cadena de sonidos- (cf. Landau, 1989: 92). Una transcripción fonémica es una abstracción de la realidad del habla, una forma poco detallada de indicar la pronunciación. La segunda objeción es la incomodidad que deriva de necesitar un conjunto de reglas generales para interpretar fónicamente las marcas diacríticas. Por supuesto, el número de reglas será mayor cuanto mayores sean la complitud con que se quiera dotar a la transcripción (número de alófonos, acentos, silabación) y las irregularidades del sistema ortográfico.

    A propósito de los diccionarios de pronunciación del inglés como lengua extranjera, debemos mencionar la crítica de Gimson (1981: 251) al uso de mecanismos de reeescritura y de convenciones relacionadas con la ortografía: para un hablante nativo, la ortografía del inglés puede ser un sistema apropiado para la representación léxica, una notación común para muchos dialectos; sin embargo, no se espera que el usuario extranjero tenga la misma intuición que el nativo: la información debe estar consignada junto a la entrada lo más claramente que sea posible.

(2) Un alfabeto fonético específico, concebido para representar la pronunciación sin las ambigüedades de la representación ortográfica y de una forma clara y directa.

    Aunque algunas tradiciones lingüísticas nacionales tienen un alfabeto propio, por ejemplo, el alfabeto de la Revista de Filología Española (RFE, 1915), de uso muy extendido en la filología románica hispánica, el alfabeto más comúnmente utilizado en la lingüística es el AFI, propuesto por la International Phonetic Association (IPA). Fue concebido -en 1889- con un carácter científico y universal para poder representar el conjunto de sonidos del lenguaje humano (cf. IPA, 1949, 1989 y 1993), por lo que es un código normalizado que unifica la transcripción en los diccionarios de las distintas lenguas. Es un alfabeto ampliamente usado en la lexicografía. Transcriben la pronunciación en AFI las obras, ya citadas, de Jones (1917), Kenyon y Knott (1944), Windsor Lewis (1972), Warnant (1962), Martinet y Walter (1973) y el Trésor de la Langue française (1971). También, entre otros, el Chambers Universal Learners's Dictionary (Kirkpatrick, 1980); el New Collins Concise Dictionary of English Language (McLeod y Hanks, 1982); el Oxford Advanced Learner's Dictionary of Current English (Hornby y Cowie, 1989); y el Collins Cobuild English Language Dictionary (Sinclair, 1987).

(3) La pronunciación figurada.

    En la lexicografía bilingüe, la pronunciación figurada consiste en una traducción ortográfica de la palabra mediante una combinación de grafemas de la lengua traductora que "figure" la pronunciación original. Quilis (1982: 331) no es partidario del uso de este sistema, al que denomina "espantoso remedo de la transcripción fonética"; de hecho, carece del carácter científico y normalizado del AFI. La pronunciación figurada, usada ya por la lexicografía bilingüe española del siglo XIX14, ha sido un código dominante en este campo hasta hace una década, lo utilizan obras como el Collins Spanish Gem Dictionary Spanish-English English-Spanish (Brown, 1961), y el Gran Diccionario Cuyás Inglés-Español Spanish-English (1955), citadas por Quilis (1982: 325, nota 2). Sin embargo, en los últimos años parece generalizarse el uso del AFI; por ejemplo, en el Collins Spanish Gem Dictionary Spanish-English English-Spanish (González, 1993), el Collins Pocket. Diccionario Español-Inglés English-Spanish (González, 1982), el Larousse Pocket. Diccionario Español-Inglés English-Spanish (1994).

    La pronunciación figurada no es exclusiva de la lexicografía bilingüe; es el sistema de notación utilizado en un reciente diccionario monolingüe del inglés, el Longman Dictionary of the English Language. New Edition (1991). La pronunciación se indica eligiendo aquellas combinaciones de letras que se usan "regularmente" en el inglés escrito para representar un sonido particular (cf. Guide to the Dictionay, 13.2). Este modo de indicar la pronunciación no deja de estar exento de problemas, como se señala en la reseña de Masuda et al. (1994); por ejemplo, con la combinación ortográfica ie se representa el diptongo /aI/, pero dicha combinación no tiene una interpretación fónica "regular": en posición final de palabra sí se pronuncia regularmente como /aI/ (behind, bind, blind, find, grind, hind, kind, mind ...), pero en posición medial preconsonántica se pronuncia /i:/ (niece, piece, belief, chief, thief, priest, believe, grieve, field, fiend ...).

    Cualquiera que sea el sistema de notación utilizado, es necesario incluir en las páginas introductorias del diccionario una guía de pronunciación, con tablas explicativas de los signos y ejemplos de palabras en las que se realizan los sonidos que éstos representan. En algunos diccionarios, estas tablas aparecen sistemáticamente en el cuerpo de la obra, en los márgenes de página; por ejemplo, en el Webster's New International Dictionary. Second Edition (1934).

    También puede incluirse una descripción, más o menos extensa, de la pronunciación de la lengua, como hacen, por ejemplo, Jones (1917), Kenyon y Knott (1944), Warnant (1962) y Wells (1990).

(4) El formato acústico.

    En los diccionarios en CD-ROM la pronunciación de la palabra puede ser reproducida acústicamente. Este novedoso sistema permite conocer la pronunciación "real", pues la transcripción fonética no deja de ser una representación abstracta que se ha de interpretar; Haensch (1997: 53) señala su gran utilidad para el usuario de los diccionarios bilingües: "el poder imitar la pronunciación [...] es más fácil y resulta más ameno"; y cita el diccionario inglés-alemán en CD-ROM editado por la Editorial Langenscheidt, (LexiROM, 1995), donde se puede escuchar la pronunciación de las palabras inglesas en las variantes británica y norteamericana.

1.1.4. Número de entradas con información fónica e inclusión de variantes.

    En los diccionarios generales, la información fónica puede aparecer de forma sistemática en todas las entradas o sólo en aquellos vocablos con peculiaridades de pronunciación. Es un hecho que está condicionado por el mayor o menor acercamiento de cada lengua al principio fonémico de la representación ortográfica que hemos mencionado. El número de entradas de los diccionarios de pronunciación dependerá de la extensión del léxico que se quiera cubrir: léxico general y especializado, extranjerismos, nombres propios...

    La variación diatópica, contextual o estilística del habla no es un tipo de contenido cuya inclusión esté generalizada en la lexicografía. Para Kenyon y Knott (1944) era esencial indicar los acentos regionales del inglés americano. Jones (1917), Warnant (1962), Windsor Lewis (1972) y Lerond (1980), por ejemplo, reconocen la existencia de la variación como una característica fundamental del habla, pero sólo esporádicamente incluyen variantes, lo que es comprensible si tenemos en cuenta que sus obras pretenden reflejar una determinada norma o una pronunciación general y no marcada.

    En cambio, en el Longman Pronunciation Dictionary, Wells (1990) recoge sistemáticamente las pronunciaciones del inglés británico (RP) y del americano (GA), cuando ambas difieren, e incluye casos particulares de la pronunciación que se dan en determinadas palabras: para los estudiantes extranjeros, formas alternativas a las consideradas como generales; pronunciaciones que no pertenecen a la RP, pero que están extendidas entre los hablantes cultos británicos; incorrecciones; modificaciones contextuales del acento; y las formas anglicistas y nativas de los extranjerismos15.

    No es imprescindible incluir variantes en los diccionarios infantiles, ni en los bilingües y monolingües orientados a la enseñanza de una segunda lengua. Por su fin eminentemente didáctico, estas obras tienen un cierto carácter normativo y suelen ofrecer una forma canónica de pronunciación; esto parece ser más útil para el tipo de usuario al que va dirigido (cf. Magay, 1979: 99). Según Gimson (1981: 251), el estudiante de inglés como lengua extranjera, en general, no está interesado en las variantes, sino que espera una única forma.

    No obstante, la decisión de incluir la variantes puede depender de la extensión del diccionario. Refiréndose a la lexicografía bilingüe del inglés, Piotrowski (1987: 42) considera que en las obras con una extensión reducida es mejor que conste una sola pronunciación -la del dialecto que se use y se enseñe en cada país- y Magay (1979: 101) cree conveniente incluir las pronunciaciones más generales de las variedades británica y americana en aquellos diccionarios que tengan una cierta extensión. Un ejemplo de diccionario bilingüe que incluye la pronunciación de ambas variedades es el Collins Spanish Gem Dictionary Spanish-English English-Spanish (González, 1993)16.

    Para indicar las variantes puede utilizarse cualquiera de los sistemas de notación ya mencionados:

(1) Una nota explicativa, como la que utiliza Jones (1917) para señalar la variación alofónica en is: "is (from be) iz (strong form), Ipa033a.gif (61 bytes), Ipa032a.gif (61 bytes), (weak forms) Note.-Ipa032a.gif (61 bytes) is only used when the preceding word ends in a vowel or a voiced consonant other than Ipa033a.gif (61 bytes) or Ipa035b.gif (62 bytes); s is only used when the preceding word ends in a breathed consonant other than Ipa032a.gif (61 bytes) o Ipa034e.gif (64 bytes)".

(2) Una transcripción, adyacente a la de la forma canónica, a veces introducida por indicaciones de frecuencia de uso, del contexto en que se produce la variante, o del dialecto o registro al que pertenece; en el diccionario Lerond (1980) encontramos anotaciones como ou, parfois, veille et rare, très rare y regional. Esta fórmula introductoria también puede consistir en un signo clave, como los usados por Windsor Lewis (1972) para indicar la variación en el inglés británico (£) y americano ($). También puede recurrirse a un código de color si se presentan distintos tipos de variantes: por ejemplo, en Wells (1990), las pronunciaciones preferidas están escritas en azul, mientras que las alternativas lo están en negro.

    Por ahorro de espacio tipográfico, la transcripción de la variante puede ser parcial, sólo de la parte de la palabra cuya pronunciación cambia, como observamos en el ejemplo de Kenyon y Knott (1944):

    "aircraft 'Ipa075a.gif (61 bytes)Ipa022a.gif (61 bytes),Ipa009a.gif (65 bytes)Ipa022a.gif (61 bytes)Ipa081d.gif (70 bytes)Ipa028f.gif (61 bytes)Ipa003a.gif (60 bytes), 'Ipa081d.gif (70 bytes)Ipa022a.gif (61 bytes)-; Ipa110m.gif (844 bytes) 'Ipa075a.gif (61 bytes)Ipa074a.gif (61 bytes)-, -,Ipa009a.gif (65 bytes)Ipa022a.gif (61 bytes)Ipa081d.gif (70 bytes)Ipa028f.gif (61 bytes)Ipa003a.gif (60 bytes), -,Ipa009a.gif (65 bytes)Ipa022a.gif (61 bytes)Ipa085a.gif (62 bytes)Ipa028f.gif (61 bytes)Ipa003a.gif (60 bytes); Ipa111m.gif (846 bytes) 'Ipa081d.gif (70 bytes)Ipa074a.gif (61 bytes),Ipa009a.gif (65 bytes)Ipa022a.gif (61 bytes)Ipa081d.gif (70 bytes)Ipa028f.gif (61 bytes)Ipa003a.gif (60 bytes)"17;

pero se ha de evitar una notación que pueda resultar confusa para el usuario, como la del Webster's Third New International Dictionary of the English Language (1961), criticada por Barnhart (1978: 110)18:

    whir. \R 'wh|Ipa074a.gif (61 bytes)r also 'w|, + vowel Ipa074a.gif (61 bytes)r· :|Ipa074a.gif (61 bytes), + suffixal vowel |Ipa074a.gif (61 bytes)also |Ipa074a.gif (61 bytes)r, + vowel in a following word |Ipa074a.gif (61 bytes)or |Ipa074a.gif (61 bytes) also |Ipa074a.gif (61 bytes)r\.

    Una alternativa a estos sistemas es la creación de signos específicos que modifiquen un código ya establecido para adecuarlo a la representación de las variantes. Por ejemplo, el AFI está diseñado de forma que cada signo, o grupo de signos, representa un único sonido, y no hay medio de indicar las variantes libres de un fonema, es decir, cuándo en un determinado contexto puede haber diversas realizaciones, dependiendo de los hábitos individuales del hablante, sin que se produzcan cambios de significados ni sea indicación de un habla particular. Lerond (1980), en su Dictionnaire de la prononciation, utiliza signos que no forman parte de este alfabeto para señalar las variaciones de timbre de las vocales del francés. Así, en abaisser, los grafemas subrayados representan una vocal anterior átona, que puede realizarse como la medio abierta [Ipa075a.gif (61 bytes)] o la medio cerrada [e], y más frecuentemente con un timbre intermedio entre ambas; el autor la transcribe como [E].

    Otra propuesta que intenta mejorar el AFI es la Brazil (1987) para la transcripción del Collins Cobuild English Language Dictionary (Sinclair, 1987), que también ha sido aplicado en el BBC English Dictionary (Sinclair, 1993).

    Brazil (1987) crea un sistema de índices numéricos y subrayados para indicar dos fenómenos de la pronunciación del inglés que están estrechamente relacionados: las variaciones del timbre vocálico y la posición del acento en la palabra. Por ejemplo, de las cinco vocales que contiene documentary, la primera, abierta posterior labializada [Ipa086a.gif (63 bytes)], y la tercera, medio abierta anterior no labializada [Ipa075a.gif (61 bytes)], no están sujetas a variaciones de timbre y son susceptibles de que en ellas recaiga el acento léxico; en cambio, las tres restantes, átonas, sí están sujetas a variación: la segunda puede ser realizada como medio cerrada labializada centralizada [Ipa067a.gif (63 bytes)] o como neutra [Ipa074a.gif (61 bytes)], la cuarta puede ser neutra o elidirse, la quinta puede realizarse como medio cerrada no labializada centralizada [I] o como cerrada anterior larga [i:]. Brazil propone una notación en la que combina signos fonéticos e índices numéricos para dar cuenta de estos fenómenos: en el ejemplo comentado, los símbolos Ipa074a.gif (61 bytes)4, Ipa074a.gif (61 bytes)0, i1, respectivamente, representarían esas tres vocales átonas según la variación descrita. Un sistema de reglas proporcionaría al lector la clave para interpretar esos símbolos, dieciocho en total: Ipa074a.gif (61 bytes)0 (Ipa074a.gif (61 bytes) <-> Ø) ... Ipa074a.gif (61 bytes)4 (Ipa074a.gif (61 bytes) <-> Ipa067a.gif (63 bytes) ) ... i1 (I <-> i:) ... La misma convención es adoptada para los signos consonánticos: en disrespectful, el símbolo [t0] indica que la oclusiva alveolar con frecuencia apenas es perceptible.

    En cuanto al acento, en inglés puede presentar distinta gradación: las sílabas susceptibles de ser tónicas pueden poseer acento primario o secundario, pero es un hecho difícilmente predecible en la medida en que depende de la posición de la sílaba en el enunciado; el acento léxico se subordina al acento de frase y una misma vocal, como núcleo silábico, puede tener distinta prominencia acentual. De las dos vocales susceptibles de ser tónicas en documentary, la primera posee acento secundario y la segunda está desacentuada en documentary evidence, mientras que en the evidence is mainly documentary la primera está desacentuada y la segunda tiene acento primario; en el primer enunciado, el acento principal recae en la sílaba acentuada de evidence, en el segundo, esa misma sílaba tiene acento secundario. Brazil opta por subrayar las sílabas susceptibles de ser tónicas pero, a diferencia de lo habitual en la lexicografía inglesa, se abstiene de indicar la distinta prominencia acentual.

    El sistema de Brazil tiene el mérito de pretender mejorar el AFI para conseguir una transcripción fonética descriptivamente más rica; pero ya hemos señalado los problemas de introducir marcas en una representación. También debemos mencionar la reticencia de Gimson (1973: 119) ante este tipo de sistemas que utilizan reglas para convertir un símbolo en otro a través de instrucciones:

1.2. La información fónica en los diccionarios del español.

1.2.1. Necesidad de indicar la pronunciación.

    La ortografía española dista de cumplir el principio fonémico de la representación ortográfica enunciado en el apartado precedente, sin embargo, las irregularidades son sistemáticas y, salvo casos muy determinados, la interpretación segmental y prosódica de las grafías puede deducirse del contexto en que se hallan.

    A esta óptima representación ortográfica se ha apelado para justificar la ausencia de diccionarios ortoépicos del español:

El mismo argumento es aducido para defender la no necesidad de un uso sistemático de la información fónica en la lexicografía española. Las palabras de Alvar Ezquerra (1981: 195), en un análisis de los diccionarios bilingües, son representativas de esta opinión:

El carácter de excepcionalidad de la información fónica en los diccionarios del español es admitido por este mismo autor en su propuesta para la elaboración de un Tesoro de la lengua española (Alvar Ezquerra, 1976: 139):

"En las páginas precedentes he hecho referencia a la poca utilidad que representaría la notación fonética junto a cada palabra, debido a la gran estabilidad de nuestra lengua. Bien es cierto que tales informaciones pueden ser de interés en aquellas voces, en especial del español antiguo, que presentan grafías dudosas, en aquellas otras en las que su carácter marcadamente regional o popular lo hacen recomendable...";

por Ahumada (1989: 74), en su trabajo sobre aspectos de lexicografía teórica a partir del análisis del diccionario académico:

"La correspondencia aproximada que la lengua española mantiene entre su sistema fonológico y la realización normativa del mismo no permite un desarrollo de la información de carácter fónico, como ocurre en otras lenguas; sin embargo, suele aparecer en determinadas entradas [...] noticias de su realización más usual [...]";

y por Haensch (1997: § 3.3.4.4):

"Donde puede haber dudas para el hispanohablante, es en la pronunciación de los extranjerismos como jeep, jockey, que se pronuncian de diferentes maneras; por esto sería útil señalar la pronunciación de estas palabras en los diccionarios generales monolingües, los de extranjerismos y, como se hace ya en parte, en los diccionarios de dudas y dificultades".

Con estos autores coinciden dos especialistas en la enseñanza de español como lengua extranjera al referirse a la información fónica que debe constar en los diccionarios monolingües específicos para dicha actividad. Hernández (1990: 165), al describir las características de la microestructura de estas obras para el español a partir de los contenidos generales propuestos por Strevens (1987) para el inglés, señala que se ha de atender, entre otras, a las siguientes consideraciones:

"Se suprimiría la información etimológica y, salvo excepciones, la información sobre la pronunciación dada la proximidad existente entre las grafías y los fonemas del español, aunque convendría, en cualquier caso, que en la parte introductoria se explicase las sencillas equivalencias entre los fonemas y las grafías".

"Por el contrario, aunque nuestras reglas de acentuación son relativamente precisas y fáciles de aplicar, se indicaría el lugar del acento por medio de un subrayado de la sílaba tónica en la misma palabra o marcándola en negrita".

Estas dos consideraciones son suscritas por Garriga (1994: 77):

"Puede aparecer la transcripción fonética de cada lema, siguiendo el AFI, aunque subrayar la sílaba tónica en la entrada, como sugiere Humberto Hernández (1990), puede ser suficiente".

    Frente a la opinión generalizada, la ponencia del académico argentino Alfonso (1956: 218) en el Segundo Congreso de Academias de la Lengua Española constituye un ejemplo aislado al señalar la necesidad de un diccionario ortoépico para el español:

"Convendría, pues, que antes de legislar acerca de la pronunciación y la escritura de las palabras dudosas se hiciera un Diccionario prosódico en el que se estableciera el uso, fehacientemente comprobado, en los diversos países de lengua española, con la indicación del carácter (culto, común, vulgar, etc.) y la extensión de las variantes estudiadas y cuál de ellas es la aconsejable ...".

    Esta propuesta, sumamente atractiva, no ha tenido eco. De hecho, el trabajo previo de descripción exhaustiva del español, diatópica y diastrática, que ese diccionario implicaría está lejos de ser una realidad.

    Pese a que la ortografía española no tiene los defectos que en la relación grafema-fonema tienen las de otras lenguas, no todo el léxico del español puede ser interpretado fónicamente a partir de su representación ortográfica mediante la aplicación de reglas generales en las que no intervenga otra información que la grafemática (cf. Ríos, 1993). Podemos agrupar en dos los fenómenos de esta índole:

(1) La existencia de anomalías en las reglas ortográficas del español.

(2) La inclusión en el español de extranjerismos, que han de ser normalizados en su pronunciación y en su ortografía según los principios establecidos en la lengua. 

1.2.1.1. Las anomalías de los principios ortográficos del español.

    Desde la Real Orden de 25 de abril de 1843, la ortografía dictada por la Real Academia Española es de obligado uso en la enseñanza de la lengua. Con esta disposición la norma académica obtiene un prestigio que la consagra como forma correcta en la expresión escrita (cf. Casares, 1941, y Rosenblat, 1971), como "ortografía oficial", aunque nada impida que existan usos particulares que la contravengan, por citar un ejemplo, el del premio Nobel Juan Ramón Jiménez (cf. Marcos Marín, 1986).

    Las normas ortográficas actuales19, vigentes desde el 1 de enero de 1959, obedecen a tres principios reguladores: la pronunciación (fonetismo), la etimología y el uso de las autoridades de la lengua (RAE, 1974: 7); a los que se puede añadir la diferenciación homofónica, por ejemplo, en asta (lat. hasta) / hasta (ár. hatta) (Martínez de Sousa, 1991: 51). El resultado de esta heterogeneidad de criterios, es un sistema ortográfico irregular, por el que se mantienen grafías etimológicas que se oponen al uso o al fonetismo (cneoráceo, gnomo, mnemotecnia, obscuro, psicología, pterodáctilo), grafías que por el uso se oponen a la etimología y a la pronunciación (hueso, lat. ossum) y grafías fonéticas que se oponen a la etimología (invierno, lat. hibernum).

    Las críticas a la ortografía española -por ejemplo, las obras de Polo (1974), Mosterín (1981 y 1993) y de Martínez de Sousa (1991)- no distinguen claramente entre las irregularidades del sistema ortográfico (grafemas que representan más de un fonema, fonemas representados por más de un grafema, dígrafos, grafemas sin realización fonémica, irregularidades de la acentuación) y lo que podemos denominar "anomalías". La diferencia entre ambos tipos de defectos consiste en que la información sobre la pronunciación de la palabra es perfectamente deducible de la representación grafemática en el primer caso, mientras que en el segundo, no es posible. Estas anomalías afectan a la relación grafía-fonema del español y a la organización silábica de la cadena fónica.

    Como ejemplo del primer tipo de anomalía tenemos la pervivencia en español de grafías arcaizantes que conducen a la ambigüedad en la pronunciación de la palabra. Es el caso de la x: en la ortografía actual representa una combinación de dos fonemas, /k/ y /s/, pero en el español antiguo representó el fonema prepalatal fricativo sordo /Ipa034e.gif (64 bytes)/, que en el paso al español moderno evolucionó como velar fricativo sordo /x/, escrito hoy con j (cf. Alonso, 1955). En algunos elementos léxicos como xico /'me.xi.ko/ y almoradux /al.mo.Ipa024a.gif (61 bytes)a.'dux/, que también pueden ser escritos con j, se mantiene la grafía antigua pero sin su valor fónico primitivo. Una interpretación fónica regular de la grafía, sin la información histórica, transcribiría estas palabras erróneamente como */'mek.si.ko/ y */al.mo.Ipa024a.gif (61 bytes)a.'duks/.

    En cuanto a las normas de división silábica del español, éstas no permiten diferenciar el diptongo del hiato en las agrupaciones de vocales en sucesión creciente cuando el elemento acentuado es la vocal no cerrada o en las agrupaciones de vocales átonas (cf. Carnicer, 1992: cap. 6). Son los casos, por ejemplo, de reidor /re.i.'doIpa024a.gif (61 bytes)/, hiato /i.'a.to/ y aislar /a.is.'laIpa024a.gif (61 bytes)/, y de verbos vocálicos como cambiar /kam.'biaIpa024a.gif (61 bytes)/ y desviar /des.bi.'aIpa024a.gif (61 bytes)/. Por la ortografía, aguapié, hincapié y rodapié son fonológicamente ambiguas: /a.gua.'pie/, /a.gua.pi.'e/; /in.ka.'pie/, /in.ka.pi.'e/; /ro.da.'pie/, /ro.da.pi.'e/. La acentuación ortográfica, por sí sola, no aclara si la pronunciación de la sílaba final ha de realizarse con diptongo o hiato; en español existen las combinaciones pie /'pie/ (sustantivo), pié /pi.'e/ (verbo). Las normas tampoco permiten diferenciar si los grupos consonánticos formados por obstruyente y líquida pertenecen a una misma sílaba o a sílabas distintas, como en sublimar /su.bli.'maIpa024a.gif (61 bytes)/, frente a sublunar /sub.lu.'naIpa024a.gif (61 bytes)/, o en subranquial /su.bIpa024a.gif (61 bytes)an.'kial/, frente a subrayar /sub.ra.'Ipa008f.gif (59 bytes)aIpa024a.gif (61 bytes)/20.

1.2.1.2. La ortografía extranjerizante

    Un sector del léxico del español está formado por extranjerismos, palabras pertenecientes por lo común a campos especializados y con distinto grado de integración en el uso general de la comunidad lingüística. Puestas de moda por la actualidad de un momento histórico determinado, designando nuevos objetos y conceptos, estas palabras pueden cubrir carencias del léxico de la lengua española o sustituir a otras ya existentes, citemos el "alto standing", frecuente desde hace unos años en los anuncios inmobiliarios, en lugar de lo que en español podríamos denominar "de categoría". Se trata de un sector fluctuante del léxico, en el que las palabras están sujetas a diversa fortuna: pueden desaparecer del uso común o pueden integrarse definitivamente en la lengua, con la consiguiente inclusión en los diccionarios generales y la sanción académica que le da un carácter oficial de pertenencia al español21.

    La integración de un elemento léxico proveniente de otro sistema lingüístico ha de conllevar la adaptación ortográfica a las normas de la lengua española, aunque ello no impide que la forma adaptada coexista con la forma extranjera, como en el caso de güisqui / whisky. Esta adaptación ortográfica no hará más que reflejar la adaptación al español de la pronunciación de la lengua de origen. Cuando la norma no está claramente establecida y se mantienen las grafías extranjerizantes, no siempre es posible interpretar a partir de ellas la pronunciación española del elemento léxico. Un ejemplo de este problema es el de la uve doble, grafema que tiene una interpretación fónica ambigua: en algunas palabras representa la vocal /u/, para nosotros la consonante /w/, y en otras la consonante /b/, dependiendo, generalmente, de la lengua de origen: alemán e inglés, respectivamente (cf. Santiago, 1989). Otros ejemplos son las palabras en cuya representación ortográfica intervienen combinaciones de grafemas no admitidos en español, como en angstrom, o que no equivalen a su pronunciación española, como en rousseauniano /ru.so.'nia.no/ y boutique /bu.'tik/.

    Por tanto, si la pronunciación del español no siempre es deducible de la ortografía, la información fónica no ha de ser un aspecto marginal en los diccionarios. Los problemas que hemos señalado afectan a un número relativamente pequeño de palabras, en comparación con el caudal léxico de la lengua española, pero no por ello carecen cualitativamente de importancia. Es lógico que la norma no esté firmemente establecida en los vocablos de origen extranjero de reciente incorporación a la lengua y aún en periodo de adaptación. No es así en el caso de las palabras del léxico propio del español, como los verbos vocálicos. Aunque pueda argumentarse aquí que la realización de las agrupaciones de vocales como diptongo o hiato es vacilante -por ejemplo, en afiliar, mencionado por Seco (1986)- y que existe una tendencia en la lengua española a la reducción de dichas agrupaciones a una sola sílaba, especialmente en el lenguaje rápido o en el habla familiar, como menciona Navarro Tomás (1918: § 135), también es cierto que existe una forma canónica de pronunciación para cada vocablo en la lengua estándar, lo que ha sido denominado por los tratadistas como "pronunciación correcta".

1.2.2. Indicaciones de la pronunciación.

    La pronunciación del léxico del español es una información incompleta y dispersa en los diccionarios. No la encontramos en las obras onomasiológicas, como en el Diccionario ideológico de la lengua española (Casares, 1950), pero tampoco forma parte de sus contenidos, al igual que sucede en los diccionarios técnicos, como en el Diccionario ilustrado de las ciencias (1987) o en el Vocabulario científico y técnico (Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1990); aunque a veces la inclusión de tecnicismos de origen extranjero haría necesaria una clarificación de su pronunciación en español. En los diccionarios de régimen y construcción o de uso gramatical del léxico, como en las obras de Cuervo (1886-1995) y Moliner (1966-1967), también es coherente que no se ponga el énfasis en la información fónica; de hecho, en ambos sólo aparece de modo marginal. En aquellas obras cuyo objetivo es la resolución de problemas concretos de la lengua es lógico que se incluya dicha información en determinados vocablos, como en el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española de Seco (1986), obra peculiarmente rica en información fónica dentro del panorama lexicográfico general de la lengua española22.

    El lugar más apropiado para incluir la pronunciación del lema parece ser el diccionario bilingüe, pero los de uso en España dan prioridad a la pronunciación de la lengua extranjera. Hay, no obstante, algunas obras que indican la pronunciación de las palabras españolas; por ejemplo, la obra de Rubio y Ueda (1992), el Diccionario manual alemán-español español-alemán (Vox. Bibliograf, 1993) y el Langenscheidts Eurowörterbuch Spanisch. Spanish-Deutsch. Deutsch-Spanisch (Langenscheidts, 1992) (citados en Haensch, 1997: 123). En los diccionarios monolingües generales, la información fónica suele ser tratada de una forma precaria, a través de las indicaciones generales del valor fónico de los grafemas, en los prólogos o en las entradas correspondientes a cada letra. En muy pocos diccionarios monolingües del español consta la pronunciación de la palabra-entrada en todos sus artículos a través de una transcripción en caracteres fonéticos; los analizamos en el siguiente apartado.

1.2.2.1. Obras con transcripción en todos los lemas.

    Nos referimos al Diccionario para la enseñanza de la lengua española, editado por Vox y la Universidad de Alcalá de Henares (1995) (en adelante, DELE) y a la serie de diccionarios editados por la Sociedad General Española de Librería, entre los que destaca por su amplitud el Gran diccionario de la lengua española (1995, 7ª ed.) (en adelante, GDLE). Son dos obras cuyo principal destinatario es el estudiante extranjero de español.

    En ambos diccionarios, la pronunciación aparece indicada mediante una transcripción adyacente al lema; en el GDLE se representa entre corchetes y en el DELE entre barras verticales. Aunque reconocen la existencia de la variación dialectal en la lengua española, el modelo de pronunciación que transcriben es el estándar. En palabras textuales del GDLE, se representa una pronunciación "castellana en el sentido más restrictivo, y quizá normativo, del término", y se refieren a "un modo adecuado de pronunciar nuestro idioma", y no a "el modo adecuado", porque esta "expresión [...] encerraría una gama de matizaciones y variantes que se salen de los objetivos eminentemente prácticos de la obra" (p. IX). Según el DELE, su pronunciación "responde a una norma culta, recogida y auspiciada por la Real Academia Española" (p. XII). Desde esas premisas, ambos diccionarios descartan el yeísmo y la neutralización de las fricativas interdental y alveolar, de gran extensión en el mundo hispanohablante.

El GDLE recoge, de modo ocasional, la variación:

- Pronunciaciones facultativas; por ejemplo, la elisión de la segunda de dos vocales idénticas consecutivas: [ko(o)peratíßa].

- Pronunciaciones alternativas que derivan de una distinta representación ortográfica; por ejemplo, la variación acentual: [elefantjásis/-tíasis].

- Pronunciaciones alternativas entre fonemas del mismo grupo (nasales, generalmente); por ejemplo, la consonante final de la palabra álbum se transcribe mediante la alternancia de las nasales bilabial y alveolar, representadas entre llaves23.

El DELE ofrece "una transcripción alofónica simplificada, cercana a la fonología en muchos puntos, pero que tiene en cuenta algunas variantes determinadas por el contexto y que busca siempre un aprovechamiento útil y fácil para el estudiante de español" (p. XIII). De hecho, se transcriben fonemas, y sólo se contemplan las variantes aproximantes de las oclusivas sonoras y la nasal velarizada, sin que se justifique la elección de estos alófonos y no de otros. La transcripción del GDLE es más rica en número de alófonos24:

- Se establece una distinción entre la oclusiva palatal sonora [J] en posición inicial tras pausa, l o n (yunque), y la aproximante palatal sonora en posición intervocálica [J] (aya); mientras que en el DELE se contempla una única realización [y] en todos los contextos.

- Otros sonidos del español que no se representan en el DELE, pero sí en el GDLE, son los alófonos labiodental [Ipa015c.gif (72 bytes)], interdental [Ipa106m.gif (846 bytes)], dental [Ipa094m.gif (944 bytes)], palatal [nj] y velar [Ipa019b.gif (65 bytes)] de /n/, y los alófonos interdental [ Ipa107m.gif (830 bytes) ], dental [Ipa100m.gif (839 bytes) ]  y palatal [lj ] de /l/.

    En ninguno de los diccionarios se contemplan marcas de división silábica en la transcripción, y el acento se indica con una tilde superpuesta al núcleo de la sílaba tónica. El DELE describe la articulación de los sonidos del español y sus equivalencias con los de otras lenguas.

    Estos dos ejemplos aislados en la lexicografía española poseen defectos que invalidan parcialmente el loable propósito de incluir la pronunciación entre sus contenidos (cf. Ríos, 1994). Agrupamos los problemas que presenta la transcripción de ambos diccionarios en tres subapartados: la codificación de los signos fonéticos, la dispersión de la información fónica y la pronunciación transcrita.

(1) La codificación de los signos fonéticos.

No existe un criterio unitario en la elección del repertorio de signos fonéticos: éstos, fundamentalmente, pertenecen al AFI, pero también se usan signos ortográficos y del alfabeto propuesto por la RFE. El DELE declara utilizar el AFI "adaptado a las necesidades de nuestra lengua" (p. XIII); de hecho, ese alfabeto presenta algunos problemas en la representación del repertorio de sonidos del español, como analizaremos en el capítulo tercero de este trabajo, pero no se discuten "las necesidades" de la lengua, ni se justifica la adaptación realizada. La mezcla de signos es incomprensible en el GDLE, ya que afirma seguir "en todo momento la notación del alfabeto de fonética internacional" (p. IX); suponemos que se refiere al AFI.

(1.1) En ambos diccionarios, los siguientes sonidos no siguen la representación estricta del AFI:

- La consonante fricativa interdental sorda, que está codificada como la fricativa dental sorda del AFI, [Ipa030a.gif (66 bytes)], sin el diacrítico con el que se indicaría el adelantamiento de la articulación interdental: « + ».

- Las consonantes aproximantes bilabial, dental y velar sonoras, que están codificadas como las consonantes fricativas con los mismos puntos de articulación y también sonoras, [Ipa027e.gif (68 bytes)], [Ipa031a.gif (67 bytes)], [Ipa041b.gif (64 bytes)], sin el diacrítico del AFI que indicaría la pronunciación relajada:

«Ipa101m.gif (845 bytes)».

- La consonante africada palatal sorda, en cuya codificación no se marca la línea que ha de unir ambos signos para indicar que es un único sonido con una doble articulación, [Ipa103m.gif (854 bytes)].

(1.2) Del alfabeto de la RFE, el GDLE utiliza los que representan la vibrante simple [r] y las semiconsonantes [j] y [w], además del diacrítico de interdentalización « . »; el DELE, los que representan las vibrantes simple y múltiple, [r] y [Ipa108m.gif (836 bytes)], y la consonante palatal [y].

(1.3) Siguen un criterio ortográfico las representaciones de la vibrante múltiple [rr] del GDLE y de la nasal palatal [ñ] del DELE.

(1.4) El GDLE crea un signo propio, [J], para representar la consonante palatal de aya. Además, en ese diccionario se producen ambigüedades: utiliza signos distintos para representar las vocales no silábicas: semiconsonantes: [j] y [w], semivocales: [i] y [u], pero los signos que representan las semivocales coinciden con los que representan las vocales silábicas. El modo de indicar los diptongos y triptongos en el DELE también es particular: se subrayan las vocales que forman la agrupación, por ejemplo: [buei].

(2) La dispersión de la información fónica.

No toda la información fónica está contenida en la transcripción fonética. La silabación se marca en el lema y no siempre refleja la prosodia por tener un enfoque eminentemente ortográfico. Así, por ejemplo, en ambos diccionarios la silabación de in-hu-ma-no, siendo correcta como división silábica para la ruptura de palabras al final de renglón, no puede dejar de sorprender a los hablantes de la lengua española, puesto que contradice la regla general de delimitación por la que toda consonante situada entre dos vocales forma sílaba con la vocal que le sigue. Esta regla, que responde a la tendencia sistemática de la lengua española a mantener la sílaba abierta, ha sido señalada en trabajos descriptivos, como el de Canellada y Madsen (1987: 44), y está recogida en la normativa de la Real Academia Española (1973: 45), que considera grave falta de prosodia su violación.

(3) La pronunciación transcrita.

No siempre se transcribe correctamente la pronunciación de los elementos léxicos. Los problemas son más numerosos en el GDLE que en el DELE.

(3.1) Hernández (1990: 479) expone las siguientes objeciones a la pronunciación del GDLE, basándose en la descripción de Navarro Tomás (1918):

"En la transcripción fonética mantiene la realización oclusiva sorda de los fonemas /p/, /t/, /k/ en posición implosiva, y la x medial siempre la transcribe de la misma manera: [(k)s], sin tener en cuenta que la norma culta más extendida la x suele pronunciarse ante consonante como una simple [s] ([esponér], [esplikaIpa030a.gif (66 bytes)jón]), entre vocales como [gs] ([egsámen], [mágsima]), y que se admite [s] por x intervocálica en exacto [esákto], auxilio [ausíljo] y auxiliar [ausiljár])".

En el DELE, los fonemas /p/, /t/, /k/ en posición implosiva también se transcriben con el signo que representa la realización sorda [p], [t], [k], pero volados, para marcar una pronunciación relajada: [ápto], [átlas], [ákto]; es un modo más adecuado de representar la realización de los fonemas oclusivos en dicha posición.

La pronunciación de la letra x en el DELE, en los ejemplos citados por Hernández, es regular: [ks], con relajación de la velar:

[eksponér], [eksplikaIpa030a.gif (66 bytes)n], [eksámen], [máksima], [ekkto], [auksílio], [auksilr]

Sin embargo, en las tablas de correspondencias entre símbolos fonéticos y grafías (p. XXV) se describe una variación contextual que no se refleja en la transcripción:

"La grafía x: se pronuncia como [k, g + s] cuando va seguida de otra vocal".

"Se pronuncia como [s] cuando va seguida de consonante".

(3.2) Hernández (1990: 479) también señala incorrecciones en la silabación del GDLE: los casos de a-tlas, a-tle-ta, a-tlán-ti-co, en lugar de at-las, at-le-ta, at-lán-ti-co. El grupo [tl] es tautosilábico en el español de América, no en el peninsular (cf. Zamora Munné y Guitart, 1982: 134, y Lope Blanch, 1983: 101-102, citados por Hernández). La distinta silabación se traduce en una distinta interpretación fónica de las grafías.

En el DELE el grupo [tl] está dividido en sílabas correctamente.

(3.3) La silabación marcada en el lema se basa fundamentalmente en las normas ortográficas de ruptura de palabras a final de renglón, por lo que no siempre se separan las agrupaciones de vocales. Por ejemplo, en ninguno de los dos diccionarios se contempla la realización de hiatos en los verbos vocálicos acabados en -iar y -uar, ni en el lema ni en la transcripción: no se diferencia le distinta interpretación fónica de desviar /des.bi.'aIpa024a.gif (61 bytes)/ y cambiar /kam.'biaIpa024a.gif (61 bytes)/, ni de actuar /ak.tu.'aIpa024a.gif (61 bytes)/ y adecuar /a.de.'kuaIpa024a.gif (61 bytes)/. Sistemáticamente, en el GDLE las vocales /i/ y /u/ se trancriben como las semiconsonantes [j] y [w], y en el DELE ambas letras se subrayan para indicar la realización de un diptongo. Los verbos en -uir son tratados de modo distinto: ni el GDLE ni el DELE marcan el hiato en la silabación del lema (la RAE considera este grupo a efectos de la acentuación gráfica como diptongo, aunque se realice como hiato), pero la vocal [u] es transcrita como silábica en el primer diccionario; mientras que en el segundo es considerada no silábica, como en los verbos acabados en -uar.

(3.4) Aunque no se refleje en la transcripción fonética por no haber marca silábica, en la lista de símbolos, el GDLE (p. IX) incluye entre los diptongos todas las secuencias formadas por dos vocales no cerradas adyacentes: [eo], [oe], [ea], [ae], [ao] y [oa]. Se trata de secuencias no normativas en el habla culta y no marcada por una velocidad elocutiva rápida (cf. Navarro Tomás, 1918: 66-69 y 159-161; Canellada y Madsen, 1987: 51-53 y RAE, 1973: 58-60). En el DELE, estas secuencias no están marcadas como diptongos.

(3.5) También en el GDLE, se contempla una doble transcripción, facultativa, del grupo ortográfico inicial hue- : [(g)wéso], con una realización más propia de la "conversación familiar" o del "habla vulgar" que de una dicción cuidada y normativa (cf. Navarro Tomás, 1918: 64). El DELE transcribe este grupo inicial como diptongo, [ue], sin el apoyo de la consonante velar.

(3.6) El GDLE, no así el DELE, utiliza un signo específico, [Ipa109m.gif (862 bytes)], para la nasal en posición implosiva ante las consonantes bilabiales [b], [p] [m], resultante o no de un proceso de asimilación: campo [káIpa109m.gif (862 bytes)po], cambio [káIpa109m.gif (862 bytes)bjo], inmedible [iIpa109m.gif (862 bytes)meIpa031a.gif (67 bytes)íIpa027e.gif (68 bytes)le]. Como observamos en el último ejemplo, se establece una distinción entre dos alófonos distintos, según la posición de la nasal: ataque silábico [m], coda silábica [Ipa109m.gif (862 bytes)], pero en ningún lugar del diccionario se justifica esa diferenciación alofónica, que tampoco consta en la bibliografía fonética del español (cf. Navarro Tomás, 1918; 88-89; Canellada y Madsen, 1987: 19-39; Quilis, 1981: 211-219; Gil, 1988: 93-107; Quilis, 1993: 225-245; D'Introno et al., 1995: 308-313).

(3.7) Hemos mencionado que el GDLE presenta, entre llaves, "pronunciaciones alternativas entre fonemas del mismo grupo (nasales, generalmente)" (p. X). La primera crítica es que los fonemas no se pronuncian, son representaciones abstractas de los sonidos que se realizan en el habla. En segundo lugar, se introduce un criterio fonológico para representar la pronunciación, que en sí no es criticable, de no ser por la asistematicidad con que se aplica; se reserva esencialmente para la transcripción de los fonemas nasales en posición final de palabra: [álIpa027e.gif (68 bytes)u{m/n}], en la que se neutralizan dichos fonemas. Sin embargo, existen otras posiciones de neutralización y otras oposiciones fonológicas que se neutralizan y que no se representan, por ejemplo, las consonantes oclusivas sordas y sonoras en posición implosiva, cuya transcripción ya hemos comentado; además, se transcribe una neutralización no descrita en la bibliografía del español: la de la oposición entre un fonema aproximante bilabial y otro oclusivo bilabial, representada en la transcripción del prefijo sub- : [su{b/Ipa027e.gif (68 bytes)}]. El DELE, que no representa ninguna alternancia fonémica, transcribe el grafema m final de palabra con nasal alveolar [n], correspondiente a la pronunciación de la lengua estándar (cf. Navarro Tomás, 1918: 88).

(3.8) En el GDLE, no siempre es sistemática la forma de transcribir un mismo contexto fónico. Por ejemplo, se transcribe una pronunciación facultativa de los grupos ortográficos cultos formados por consonante y s en posición de coda silábica, con reducción (marcada entre paréntesis) o mantenimiento del grupo: [a(Ipa027e.gif (68 bytes))strákto], [circu(n)stánIpa030a.gif (66 bytes)ia], [ko(n)spíkwo], [o(Ipa027e.gif (68 bytes))struír], [su(Ipa027e.gif (68 bytes))skriIpa027e.gif (68 bytes)ír] [tra(n)sformár], [adskriIpa027e.gif (68 bytes)ír], [perspektíIpa027e.gif (68 bytes)a], [superstiIpa030a.gif (66 bytes)jón], [solstíIpa030a.gif (66 bytes)jo]... La transcripción es asistemática en las palabras que empiezan en cons-, incluso en una misma familia léxica: [ko(n)spirár], [konspiraIpa030a.gif (66 bytes)ión], [konspirador]. La falta de información hace que el usuario no sepa si la irregularidad responde a alguna causa lingüística o se trata de errores. En el DELE, los grupos cultos se transcriben regularmente, sin reducción.

(3.9) Otro ejemplo de asistematicidad del GDLE es el de los extranjerismos con el grupo ortográfico ngs: reducción a [ns] en gángster y gangsterismo, pronunciación con nasal velar + [s] en tungsteno. La transcripción de esta palabra refleja una pronunciación foránea, ya que la nasal velar no se realizaría en español estándar en ese contexto. Al igual sucede con la palabra esmoquin: [esmókin/Ipa019b.gif (65 bytes)] y con los extranjerismos y cultismos que empiezan con s líquida: spot [(e)spót], sprint [(e)spríIpa094m.gif (944 bytes)(t)]; stand [(e)stáIpa094m.gif (944 bytes)(d)]; standar(d), estándar [(e)stáIpa094m.gif (944 bytes)dar(d)]; status [(e)státus]; stock [(e)stók]; stop [(e)stóp]; stress [(e)strés], svástica [(e)sIpa027e.gif (68 bytes)ástika]. En todos los casos mencionados, la cuestión es si es lícito presentar pronunciaciones alternativas de estos términos, extranjerizante y españolizada, o debe primarse la pronunciación española estándar que realizaría un hablante nativo; si se rechazan pronunciaciones dialectales, tampoco debería transcribirse una pronunciación extranjerizante.

El DELE transcribe la palabra esmoquin con nasal alveolar final y, de los ejemplos que hemos citado con el grupo ortográfico ngs, sólo registra gángster, transcrito con [ns]. El único problema que planteamos es la vocal inicial relajada con la que se transcriben los extranjerismos y cultismos que empiezan con [s] líquida; desde nuestro punto de vista, un hablante nativo realizaría una vocal plena. Las palabras que registra son: sport [espórt], spray [esprái], sprint [esprínt], status [estátus], stop [estop]. Además, consideramos forzada la pronunciación de los grupos [-rt], [-nt], aunque la consonante final se transcriba relajada; desde nuestra competencia, una pronunciación española elidiría dicha consonante.

(3.10) Otro problema del GDLE es la transcripción fonética de seis extranjerismos que empiezan con el grupo ortográfico sh- , palabras no incluidas en el DELE:

sha [sá / Ipa034e.gif (64 bytes)á]  sherry [Ipa034e.gif (64 bytes)érry] shorts [sórts / Ipa034e.gif (64 bytes)órts]
sheriff [(t)Ipa034e.gif (64 bytes)érif] shock [sók / Ipa034e.gif (64 bytes)ók] show [Ipa034e.gif (64 bytes)óu / sóu]

Desde nuestra competencia, la pronunciación española de estos términos no se realizaría con una consonante inicial fricativa alveolar sorda [s], ni mucho menos con la fricativa prepalatal sorda [Ipa034e.gif (64 bytes)], que ni siquiera pertenece a la lengua estándar, sino con la africada palatal sorda [Ipa103m.gif (854 bytes)], consonante que en la transcripción se presenta como opcional y sólo en la palabra sheriff. Podemos recurrir a la autoridad académica para sostener nuestra afirmación: la palabra shock ha sido adaptada en el diccionario de la RAE como choque, con el grupo grafemático ch, representación ortográfica de la consonante africada palatal sorda [Ipa103m.gif (854 bytes)]. Además, no existe ningún motivo que justifique una distinta representación de la consonante inicial: una pronunciación alternativa de las fricativas sordas alveolar y prepalatal en sha, shock, shorts y show; una pronunciación única con fricativa prepalatal sorda en sherry; una pronunciación facultativa de sheriff con fricativa prepalatal y africada palatal sordas. Finalmente, debe ser un error tipográfico que en sherry se transcriba la vocal final como [y], ya que, según la lista de símbolos utilizados, este signo no tiene ninguna correspondencia fónica.

(3.11) Ya hemos indicado que el GDLE establece una distinción entre dos consonantes palatales sonoras, oclusiva [J] en posición inicial tras pausa, l o n (yunque), y aproximante en posición intervocálica [J] (aya); sin embargo, encontramos transcripciones con [J] tras n: por ejemplo, en las palabras conyugal, cónyuge, conyugicida, conyugidio, enyesado, enyesadura, enyesar, enyugar, inyección, inyectable, inyectar, inyector.

Por otro lado, la consonante [J] puede corresponder a la interpretación fónica de y en las condiciones que se han señalado, pero también a la del grupo ortográfico hie- (hielo, hierba, hierro) en posición inicial de palabra tras pausa o cuando la palabra precedente acaba en l o n. Todas las palabras del GDLE con y- inicial se transcriben correctamente con [J], pero las que empiezan con hie- , que deberían ser transcritas del mismo modo, se representan con la consonante aproximante [J].

(3.12) Tampoco consideramos correctas las siguientes transcripciones del GDLE:

- esnob [esnob/-Ipa027e.gif (68 bytes)], con una alternancia de las consonantes bilabiales sonoras, oclusiva y aproximante, en posición final de palabra; en este contexto, la realización oclusiva resulta forzada.

- quibutz [kibútz], con una consonante fricativa alveolar sonora en un contexto que no es propio del español.

- TV (sigla de 'televisión') [té Ipa027e.gif (68 bytes)é], debería ser [te úIpa027e.gif (68 bytes)e].

El DELE no registra la palabra quibutz ni la sigla TV. En este diccionario, la consonante final de la palabra esnob se transcribe como una aproximante bilabial sonora relajada [esnóIpa027e.gif (68 bytes)], sin la alternancia con la oclusiva que presenta el GDLE.

1.2.2.2. Obras sin transcripción en todos los lemas.

    Como hemos indicado, en los diccionarios del español el valor regular de los grafemas se suele describir en los prólogos y en las entradas correspondientes a cada letra, y las indicaciones sobre la pronunciación de los lemas se suele limitar a aquellos casos anómalos en los que la interpretación fónica de las palabras no puede realizarse mediante la aplicación de reglas generales. Estas anomalías hacen referencia a la interpretación fónica de las grafías, a la silabación y a la acentuación; lo analizaremos a través del análisis de una obra especializada, el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (en esta descripción, DUDAS), de Seco (1986), del Diccionario de uso del español, de Moliner (1966-1967) (en esta descripción, DUE), y de tres diccionarios monolingües generales que contienen ese tipo de información: el Diccionario de la lengua española (1992), de la Real Academia (RAE, 1992) (en esta descripción, DRAE), el Vox. Diccionario general ilustrado de la lengua española (1986) (en esta descripción, DGILE) y el Larousse diccionario de la lengua española (1987) (en esta descripción, LARD).

    En estos diccionarios la información fónica asociada a la palabra entrada suele consisir en una pronunciación figurada, incluida en una nota explicativa al final del artículo. Generalmente, la pronunciación se representa entre barras (en el DUE, entre comillas angulares) y está introducida por fórmulas como "Se pronuncia gralm.", "Pronúnciese", "Se pronuncia"... Sólo en el LARD aparece adyacente al lema (representada entre corchetes). 

1.2.2.2.1. Interpretación fónica de las grafías.

(I) Valores fónicos de h.

    La letra h no representa sonido alguno en el español estándar actual, aunque conserva su antiguo valor de aspiración en el habla de determinadas zonas de España -Extremadura, Andalucía y Canarias- y de América (cf. Zamora Vicente, 1967). Este doble valor fónico (realización nula y aspiración) es el descrito en la entrada correspondiente a dicha letra en el DRAE y en el DUE; por ser del todo regular, es decir, aplicable a todo el léxico, no es consignado artículo por artículo, siguiendo la tónica general de los diccionarios del español antes comentada. Sólo se indica la pronunciación dialectal de modo explícito en aquellas palabras cuyo significado en el dialecto añade una nueva acepción al significado de la lengua estándar. Es el caso de la familia léxica de hipar. Moliner señala en la sexta acepción de esta voz: "En Andalucía se pronuncia con la «h» aspirada y significa proferir hipidos (pronunc. «jipíos»)"25, y en la segunda de hipido indica su sinonimia con jipío, definido éste como 'Grito, quejido o lamento que en el cante flamenco se intercala en la copla'. La ausencia en este diccionario de una tabla de correspondencias entre grafemas y sonidos nos impide saber si el signo j, que en español tiene el valor fónico de la velar fricativa sorda /x/, ha de ser interpretado como aspiración. La pronunciación [xi.'pi.o], con velar fricativa sorda y no con aspiración, ha de ser la correspondiente a la lengua estándar, aunque no se indique en el artículo del diccionario; de otro modo, la información fónica sería contradictoria. La Academia es mucho menos explícita: en hipar no señala la pronunciación y significado dialectales, la que recoge dichos valores es una de las dos acepciones de la palabra jipiar, no registrada en el DUE; el diccionario académico sólo explicita la aspiración en hipido, aunque sin indicar la variedad de la lengua en la que se produce.

    Además de la aspiración de h dialectal, ambos diccionarios recogen el mismo fenómeno en algunas voces procedentes del árabe y en sus derivados (hamudí, harca, harqueño)26, aunque sólo el primero describe dicha pronunciación en la entrada de esa letra. La aspiración en estas palabras está sujeta a variabilidad: en hachís, de origen marroquí, el DRAE señala que sólo se produce "a veces"; el DUE no incluye información fónica en esta entrada. De hecho, no siempre los diccionarios indican la aspiración en todas las voces de esa procedencia (habús, hacino, hoque). El usuario ha de suponer que sólo se aspira en aquellas palabras en las que así se señala y que en el resto ha habido un proceso de adaptación que ha suprimido el sonido aspirado. Sin embargo, esto es algo que no es posible saber con seguridad cuando el elemento léxico no está en la competencia del hablante, lo que ha de suceder en la mayoría de los casos, puesto que no son términos de uso común. También se pueden aventurar otras explicaciones, como la ausencia de una norma firmemente establecida, como parece indicar la variabilidad en hachís, o un error en la elaboración de los diccionarios. La nota del DUE en harca, "Se pronuncia con la «h» aspirada, por ser palabra árabe", puede ser tomada como un indicio de esta última explicación, pues induce a pensar que se ha de aspirar en todas esas voces.

    La información que encontramos en el diccionario de DUDAS es distinta: en la descripción del valor fónico de la letra h no indica nada sobre su aspiración, ni en la pronunciación dialectal, ni en las palabras procedentes del árabe. De hecho, esta obra no ofrece ninguna noticia sobre las voces que antes hemos comentado, excepto de hachís, donde, contradiciendo a la Academia, da como pronunciación española [a.'Ipa103m.gif (854 bytes)is]27 y condena la forma [xa.'Ipa103m.gif (854 bytes)is]. Además del valor mudo de h, DUDAS señala que en algunas voces extranjeras se suele dar la pronunciación con velar fricativa sorda /x/ (las palabras que recoge en el cuerpo de la obra son hall, hinterland, hippy, holding, Haendel, Hawai). También el DUE transcribe voces como hall y handicap con ese mismo fonema. La aclaración de Seco es más coherente con la fonología del español que la aportada por la Academia y más precisa que la consignada por Moliner: si en la lengua estándar actual no existe la aspiración y las voces con esa característica procedentes de otros sistemas se adaptan con velar fricativa sorda, no es posible que en voces como hachís y hipido se aspire la h.

    No son muy clarificadoras las indicaciones del DGILE sobre los hechos que comentamos. En la entrada de la letra h sólo señala su valor mudo, además de que forma parte del dígrafo ch. Sin embargo, recoge la aspiración en hipido, sin indicar su pertenencia a un determinado registro o variedad de la lengua. En el artículo de esta palabra se incluye, a través de una nota aclaratoria, la voz jipío, definido en los mismos términos que el DUE, sin indicar con claridad la vinculación entre ambas palabras28. Al igual que los diccionarios de la Academia y de Moliner, el DGILE señala la aspiración en algunas de las voces árabes que hemos señalado (harca, harqueño), pero no en todos los arabismos, por ejemplo, en habiz (ar. hafid, 'guarda, conservador'), en hasaní ('moneda marroquí'), y en hachís. En cuanto a otros extranjerismos no procedentes del árabe, este diccionario no ofrece ninguna información sobre su pronunciación.

    El LARD sí indica la aspiración dialectal de h, en la entrada de esta letra y en el "Breve compendio de gramática española" (p. LIII) que prologa el cuerpo del diccionario, pero en ningún lugar se describe la aspiración en los términos extranjeros. En la información fónica contenida en esta obra se observan algunas contradicciones, que en el DUE, por su imprecisión, sólo quedaban apuntadas. Nos referimos al caso de hipido, en cuyo artículo, al tiempo que se señala que "la h es aspirada", se transcribe [jipido], lo que es incoherente con el valor fónico de j descrito en el mismo compendio: "La consonante J representa en la escritura el fonema velar fricativo sordo /x/ exclusivamente" (p. LIII). Por otro lado, en las páginas introductorias en las que se comenta el uso del diccionario, se nos indica que se incluye entre corchetes la pronunciación de los términos extranjeros, lo que no siempre es cierto, por ejemplo, dentro de la letra h, en los términos ingleses hand, handicap, happening, hardware, hippie/hippy, hit, hobby, holding, horse-power, hot dog, hot money y hovercraft. Cuando sí se incluye la pronunciación, en la transcripción de h se adopta el signo usado para representar la consonante velar fricativa sorda, por ejemplo, en harakiri, hall y handball. De los términos procedentes del árabe que venimos comentando, sólo se incluyen harca, transcrito [jarca], y hachís, sobre el que no hay ningún tipo de información fónica.

(II) Valor de x como /x/.

    En palabras como México y sus derivados (mexicano, mexicanismo), el grafema x no tiene su valor habitual de la combinación fonemática /ks/, pronunciado como [s] o [gs], según el contexto, sino el del fonema /x/. Como hemos mencionado, se trata de un arcaísmo gráfico: en el español antiguo, este grafema representó un fonema prepalatal fricativo sordo /Ipa034e.gif (64 bytes)/ -semejante al de la ch francesa y al de la sh inglesa- que en el paso al español moderno evolucionó como velar fricativo sordo /x/, transcrito hoy con j. Esta información fónica, con mayor o menor complitud, es la contenida en la entrada de la letra x del DRAE, DUDAS y LARD.

    También en algunos artículos de estos diccionarios se señala la pronunciación anómala de x. El DRAE en las palabras México, mexicano y mexicanismo, pero no indica nada acerca de una voz emparentada con las anteriores: mexiquense ('Natural del estado de México, en la República Mexicana'). Por analogía, hemos de suponer que también en ella se da el mismo fenómeno; de hecho, no hace más que reflejar la preferencia de los hablantes mejicanos por conservar la grafía antigua de estas palabras y de otras, como Oaxaca.

    DUDAS sólo registra la entrada México; como corresponde a un dicionario normativo, indica la pronunciación correcta y señala que la grafía x conduce al error de una interpretación fónica con /ks/.

    El LARD sólo señala la pronunciación peculiar de x en la voz mejicano. En el artículo de esta palabra se indica también que el fenómeno se extiende a sus derivados, con lo que se omite la información fónica explícita en las entradas correspondientes. En este diccionario no consta la pronunciación de las variantes escritas con x (mexicanismo, mexicanizar, mexicano), también se da de modo indirecto: a través de los envíos a las variantes escritas con j. Este sistema es un medio a través del cual el usuario puede deducir la pronunciación; por ejemplo, en el caso de algunos dobletes con j y x final: carcaj / carcax; almoraduj / almoradux ('mejorana'); gambuj / gambujo / gambux / gambox = cambuj (ar. kambuIpa034e.gif (64 bytes), 'antifaz'); gambax / gambaj ('jubón'); hemos de suponer que en estas voces el grafema x también tiene valor de /x/, aunque no pertenezcan a la familia léxica de Méjico.

    El DGILE no recoge la pronunciación de x como /x/ en la información asociada a la letra; sí en las palabras mexicano y mexicanismo, pero la omite en otras del mismo origen, como mexicalense ('De Mexicali, cap. del territorio de Baja California Norte, México').

    El DUE no registra el valor fónico de x ni las variantes, con esa letra, de Méjico, mejicanismo y mejicano.

(III) Doble valor fónico de w.

    El DRAE señala en la entrada de esta letra que puede pronunciarse como /b/ o como /u/ semiconsonante. El valor concreto que tiene en cada palabra está relacionado con su etimología. La w se emplea en extranjerismos, procedentes, fundamentalemente, del alemán y del inglés, por lo que aquella pronunciación adapta la de estas lenguas: respectivamente, labiodental fricativa sonora /v/ y /u/ semiconsonante. No obstante, la misma Academia, sin grandes precisiones, indica la variabilidad en la adaptación de estas palabras: se pronuncian con /b/ los nombres de los reyes godos, nombres propios y derivados procedentes del alemán y "algunos más"; los vocablos de procedencia inglesa conservan "a veces" la /u/ semiconsonante. La variabilidad queda patente en las palabras con las que se ejemplifica, en el artículo del diccionario académico, la adaptación ortográfica con v simple de las voces totalmente incorporadas al español, pues tanto hay casos de procedencia alemana (vals) como inglesa (vagón).

    DUDAS describe los mismos valores fónicos que la Academia y añade la pronunciación con [gu] en determinadas palabras de origen inglés, pronunciación omitida en el diccionario oficial y que, sin embargo, refleja la adaptación normativa whisky-güisqui (cf. Santiago, 1989: 59).

    La pronunciación que el DGILE asigna al grafema w difiere de las ya comentadas: "En las palabras de origen alemán la w representa la consonante fricativa, labiodental y sonora: Wagner, wagneriano, Westfalia, y en las de origen inglés representa una u o la secuencia gu: twist, windsor, Washington, whisky". La interpretación de w como labiodental fricativa sonora debe estar influida por la adaptación ortográfica con v, pero no deja de ser sorprendente que conste así en un diccionario que comenta la pronunciación de esta letra en los siguientes términos: "representa la consonante oclusiva, bilabial sonora. En español no existe la consonante fricativa, labiodental y sonora con que algunos quieren pronunciar lo representado con la v, por hipercorrección, afectación o moda extranjerizante".

    La variabilidad que hemos señalado hace que la etimología no siempre sea un elemento fiable para interpretar el valor fónico del grafema w y las descripciones de los diccionarios comentados no predicen su pronunciación en los términos pertenecientes a otras lenguas. Estos problemas hacen imprescindible una transcripción fonética de la pronunciación usual o recomendada. El LARD la incluye en casi todas las entradas de la letra w, la omite en washingtoniano, wichita, winch, windsurf, won, wormiano, wurmiense; y en bungalow, firmware, lanawense, maxwell, palawense, palaweño, sandwich, thalweg, zwinglianismo, zwingliano. También da el valor fónico de /v/ en las palabras alemanas, además de /u/ en las inglesas y holandesas.

    En el DUE, el valor fónico de w no consta en la entrada de la letra, pero se indica la pronunciación de whiskey, whisky como «uisqui» o «güsqui».

(IV) Extranjerismos29.

    En los apartados anteriores nos hemos referido a los casos especiales de las palabras que se escriben con w y de los vocablos de origen árabe con aspiración de h, pero todos los extranjerismos recogidos en los diccionarios del español presentan problemas de interpretación fónica cuando son préstamos léxicos (adopción de la forma y del significado de una unidad lingüística perteneciente a otra lengua) cuya ortografía no está adaptada a las normas de la lengua. Dichos problemas no existen en los préstamos semánticos y en los calcos, ya que desde el punto de vista formal las palabras son españolas. En los préstamos semánticos se adopta el significado de una palabra extranjera para una forma ya existente en la lengua receptora; por ejemplo, el término inglés mouse (ratón), con el que se designa el instrumento auxiliar de los ordenadores. En los calcos se adopta el significado de una palabra extranjera traduciendo el significante a la lengua receptora; por ejemplo, el término inglés weekend (fin de semana).

    En un sentido estricto, el diccionario de la Real Academia no contiene extranjerismos; por su carácter "oficial", todos los términos incluidos en él "pertenecen" al español, y si son de origen extranjero, lo más probable es que se trate de palabras asentadas en el uso general de la comunidad y con una adaptación ortográfica que refleja la pronunciación española. Citamos algunos ejemplos:

afer (fr. affaire) 

biter (hol. bitter) 

bufé (fr. buffet) 

bulevar (fr. boulevard)

carné (fr. carnet) 

casete (fr. cassette) 

clíper (ing. clipper) 

escáner (ing. scanner)

espagueti (it. spaghetti) 

esvástica (sánscr. swástika) 

fútbol (ing. football) 

tenis (ing. tennis)

    En general, en el proceso de adaptación fónica y ortográfica se tiende a suprimir aquellas consonantes o grupos consonánticos que no sean articulables o habituales en español y a añadir vocales que restablezcan la estructura silábica (cf. Martínez de Sousa, 1993: 197-198). La adaptación ortográfica de la Academia puede contradecir la pronunciación generalizada -por ejemplo, en elite (fr. élite) *['e.li.te] (cf. Martínez de Sousa, 1996: 207)- o reflejar vacilaciones de la pronunciación a través de un doblete ortográfico, como en el caso de chófer / chofer (fr. chauffeur); también se crean dobletes cuando coexisten la forma adaptada y el término con su grafía original, por ejemplo en las palabras de origen inglés whisky / güisqui, clown / clon.

    No siempre es coherente la adaptación académica de los préstamos léxicos. En el DRAE se incluyen extranjerismos no adaptados, o parcialmente adaptados, con grafemas o secuencias ortográficas que no tienen correspondencia fónica en español, por ejemplo:

brandy (neerl. brandewijn, a través del ing. brandy)

angstromio (de ángstrom, del apellido del físico sueco A. J. Ångström)

tungsteno (sueco tungsten)

rémington (de Remington, nombre de su inventor)

marketing (voz inglesa)

roentgenio (de roentgen, del apellido del físico alemán G. C. von Roenthgen)

lord (ing. lord)

iceberg (ing. iceberg)

bock (al. Bock, cerveza de Einbeck)

agua de Seltz

cemento de Pórtland

    Encontramos palabras en las que un grupo ortográfico extranjero ha sido simplificado y otras en las que se mantiene el mismo grupo:

Ejemplos de simplificación 

tisú (fr. tissu) 

estrés (ing. stress) 

razia (ar. argelino razzia) 

mortadela (it. mortadella) 

micuré (guaraní mbycuré)

Ejemplos de mantenimiento 

dossier (fr. dossier

cross (ing. cross

puzzle (ing. puzzle), pizza (it. pizza), pizzicato (it. pizzicato

ballet (fr. ballet

mbayá ('tribu del Paraguay')

    La asistematicidad académica también se observa en la adaptación de la y final en dandi (ing. dandy) frente su mantenimiento en brandy, o en la escritura española de los japonesismos samuray y bonsái.

    La ortografía extranjerizante puede inducir a confusiones en la pronunciación si ésta no se indica: ballet [ba.'let], *[ba.'Ipa057a.gif (64 bytes)et], *[ba.'jet].

    La información fónica es marginal en el DRAE. No consta en ninguna de las palabras no adaptadas o parcialmente adaptadas que hasta ahora hemos mencionado. Aparecen algunas notas explicativas, por ejemplo:

boutique "Se pronuncia aprox. /butík/"

sub júdice "En esta palabra la j latina debe pronunciarse como i latina o ye"

Sin embargo, es incoherente que se indique la pronunciación de boutique (fr. boutique) y no la de chartreuse (fr. chartreuse), cuando ambas palabras conservan una grafía plenamente extranjera. Además, las notas explicativas no siempre tienen carácter científico y pueden ser poco clarificadoras, como es en el caso de hegeliano : "En esta voz se aspira la h, y la g tiene sonido suave". En la entrada correspondiente a la letra g no se menciona lo que debe entenderse por "sonido suave"; los sonidos que representa están descritos articulatoriamente: velar fricativo sordo, velar oclusivo sonoro, velar fricativo sonoro.

    DUDAS presta especial atención a los extranjerismos de uso en la lengua española actual. Como corresponde al objetivo de este diccionario, se discuten aspectos normativos (equivalencias del español, ortografía, necesidad de adaptación...) y gramaticales (por ejemplo, el plural), además de incluir su pronunciación. En algunos casos, el extranjerismo ya está adaptado ortográficamemte en el DRAE (affaire /afer/); aun así, DUDAS es una obra fundamental en cuanto a la pronunciación de los extranjerismos en español.

    También en el DUE, algunos extranjerismos ya constan en el diccionario académico, aunque aparezcan consignados como no incluidos en el DRAE. Debe tenerse en cuenta que el DUE no ha sido revisado desde la fecha de su publicación, hace ya treinta años. En los siguientes ejemplos, indicamos entre corchetes la forma ortográfica del DRAE:

dandi [dandi]; entrecot [entrecot]; esmoquin, smoking [esmoquin]; nailon, nylon [nailon].

    También se registran extranjerismos adaptados ortográficamente al español que aún no constan en el DRAE: colcrem (cold cream), siux (sioux), vual / vuela (voile).

    Aunque a veces consta explícitamente la pronunciación, en algunos extranjerismos ortográficos ésta se indica indirectamente, a través de envíos a sus dobletes españolizados, por ejemplo:

boomerang / bumerang 

boulevard / bulevar 

bouquet / buqué 

canotier / canotié

cooli / culi 

couplet / cuplé 

croupier / crupier 

foulard / fular

jockey / yoquei 

pudding / pudin, budín 

snob / esnob 

soiré / suaré

    La información fónica de los extranjerismos del DUE es irregular: palabras o locuciones en las que se indica la pronunciación y términos en los que no consta.

Ejemplos con pronunciación:

boîte «buat» 

bouillabaise «bullabés» 

break «brec» 

bridge «brich» 

chaise longe «cheslón»

¿chi lo sa? «quì lo sà» 

comme il faut «comíl-fó» 

cow-boy «caubói» 

croissant «cruasán» 

feny boat «féni-bout»

hall «jol» 

leader «líder» 

liaison «lieson» 

soutache «sutach» 

tournée «turné»

Ejemplos sin pronunciación:

boudoir 

boutade 

boy scout 

chiffon 

copyright

dolce far niente 

groom 

John Bull 

knut 

lock-out

new deal 

passe partout 

play back 

quai 

yidish

La ausencia es casi sistemática en la palabras que empienzan con s- :

scherzo 

scrip-girl 

sketch

slip 

slogan 

sound track

sport 

sprint 

stábat máter

stacatto 

standar 

standarizado

stock 

stop 

strand

Sólo consta en sleeping, sleeping car (pronunc. «sliping» «sliping car») y speacker (pronunc. «spíquer»), con una pronunciación extranjerizante que mantiene el sonido [s] inicial, además del grupo [ng].

    En algunas de las notas explicativas del DUE se discute la pronunciación del extranjerismo, con referencias a la lengua de origen, o se da cuenta de alternancias; ejemplos:

- kéfir: "así figura en el D.R.A.E.; pero en ruso se pronuncia esta palabra aguda"

- Khan: "En el D.R.A.E. se dan las formas de escritura «can» y «kan»; algunos lingüistas defienden la forma de escritura y pronunciación «jan» como la más conforme a la pronunciación de la palabra en la lengua original"

- leitmotiv: "Pronunc. «laitmotif», a la alemana, o como está escrito"

- office: "Se oye pronunciada indistintamente a la francesa («ofís») y a la inglesa («ofis»)"

Pero en ocasiones la nota es poco aclaradora: en la frase a la negligé se indica que se pronuncia a la francesa, pero sin la correspondiente transcripción.

    El DGILE suele indicar la pronunciación de los extranjerismos que incluye. Ejemplos (entre cochetes, consta la pronunciación figurada propuesta en este diccionario):

beige [beis] 

bluff [blof] 

boom [bum] 

bourbon [burbon] 

break [bric] 

camambert [camamber]

footing [futin] 

jack [yac] 

jazz [yas] 

jeep [yip] 

jet [yet], jet set [yet set] 

jóker [yóquer]

lock-out [locaut] 

looping [lupin] 

office [ofis] 

outsider [áutsider] 

overbooking [oberbuquin] 

roulotte [rulot]

En algunas voces se indica la pronunciación del plural: rally, rallys [rali, ralis]; royalty, royalties [royalti, royaltis]; shérif, shérifs [chérif, cheris]. También se consignan casos de vacilaciones en la pronunciación: nylon [nailon / nilón]. En hegelianismo y hegeliano, se reproduce la información fónica del DRAE: "la h es aspirada y la g tiene sonido suave".

    Observamos algunas ausencias, voces extranjeras de las que sería necesario incluir su pronunciación porque no es deducible de la ortografía. Ejemplos:

baby, baby sitter 

bite, byte 

bridge 

cake 

croissant

ginger-ale 

gymkhana 

hardware 

knock-out 

offshore

pizza, pizzería 

pizzicato 

play-back  

play-boy 

rousseauniano

La ausencia de pronunciación es casi sistemática en determinados contextos ortográficos, como en otros diccionarios del español:

(1) ng final de palabra, en el que el grupo consonántico se pronunciaría como [n]: marketing, parking, ranking, ring.

(2) sh inicial, con indicaciones de la pronunciación en shoch [choc], short [chort] y show [chou] y ausencia en shakesperiano y Shylock.

(3) ft inicial, en ftaleínas, ftálico, ftanita, ftiriasis.

(4) s líquida:

skay 

sketch 

slalom 

slip 

smog

snack-bar 

snob 

soufflé 

sparring 

spin

sport 

sportman 

spot 

spray 

sprint

staccato 

staff 

stand 

standing 

starter

status 

stock 

stop 

swing 

switch

En este contexto, la pronunciación se indica indirectamente en pocos casos, a través de los envíos a variantes ortográficas españolizadas: slogan, eslogan; smoking, esmoquin; stádium, estádium.

    Ese tipo de envíos se dan con otros extranjerismos (baffle, bafle; bouquet, buquet; buffet, bufet ; czar, zar; electroshock, electrochoque; jockey, yoquei ...), aunque también en este medio de indicar la pronunciación encontramos ausencias; por ejemplo, el anglicismo clown no remite a su adaptación española clon. También encontramos adaptaciones ortográficas en términos no incluidos en el DRAE, por ejemplo: bugui-bugui (boogie-woogie).

    En algunos casos, diferimos de la pronunciación propuesta en el DGILE; citamos algunos ejemplos. En coulomb [culomb] y round [raund] se proponen grupos consonánticos finales inexistentes en español. En strip-tease se propone una única pronunciación [estriptís], cuando creemos que alternaría con [estriptis]. El galicismo rouge se transcribe como [rush] y la lectura de hablante nativo sería [rus], ya que la hache en esa posición no tiene valor fónico; no sabemos si el grupo ortográfico sh quiere representar una fricativa prepalatal sorda, que correspondería a una pronunciación extranjerizante o si debe ser interpretado como la africada palatal sorda con la que se transcribe en otras palabras.

    En las indicaciones sobre la pronunciación de los extranjerismos que contiene el LARD encontramos la misma asistematicidad observada en los diccionarios que ya hemos analizado.

(1) La pronunciación se indica indirectamente a través del envío a una variante ortográfica adaptada, por ejemplo: allegreto, alegreto; allegro, alegro; boomerang, bumerang; peppermint, pipermín; raccord, racor.

(2) Es frecuente que conste la transcripción. Ejemplos:

background [bacgraun] clearing [klirin] offside [ofsaid]
basket-ball [básketbol] cock-tail [cóctel] out [aut]
beefsteak [biftec] copyright [-rait] output [autput]
bloom [blum] cowboy, cow-boy [kao-] outrigger [autriguer]
bobsleigh [bóbslei] crawl [krol] outsider [autsaider]
boogie-woogie [buguibugui] feedback [fidbac] package [pákech]
bookmaker [bukméiker] ferry boat [ferribout] petit-grain [petigran]
boom [bum] gourmet [gurmé] pick-up [pikap]
bouillabaisse [buillabés] jockey [joki] roulotte [rulot]
bouquet [buqué] knock-down [nocdaon] soirée [suaré]
boutade [butad] knock-out [nokaut] sotto voce [sotovoche]
boutique [butik] know how [noujau] soufflé [suflé]
bow-window [bo-uindo] lady [leidi] souteneur [sutener]
bowling [boulin] looping [lupin] toffee [tofi]
boxcalf [boxcaf] mailing [meilin] trade mark [treidmark]
break [brek] maillechort [maichor] volley-ball [boleibol]

(3) También hay extranjerismos en los que la pronunciación no consta: beatnik, bestseller, cash-flow, disc-jockey, jam-session, jazz, long-play, offshore, pfenning, pidgin-english, round, software, tweed, zoom. La ausencia es frecuente en los grupos consonánticos geminados: affiche, attaché, attorney, attrezzista, attrezzo, basset, bluff, graffito, larghetto, penny.

(4) La inclusión de la información fónica es asistemática en determinados contextos, con palabras transcritas y no transcritas:

(4.1) Grupo ng final: Generalmente no consta la pronunciación (accounting, bang, browning, cracking, dispatching, ilang ilang, planning, ranking); sí en overbooking [overbuking], con mantenimiento del grupo, y en swing [suin], con reducción.

(4.2) s inicial: Tampoco suele incluir la pronunciación:

scanner scoutismo slalom smash spaniel spot
scherzzo scraper slang smog sparring spray
schilling scull slip smoking spin sprint
score skai slogan snack spinnaker sprinter
scotch skateboard sloop snack-bar spiritual squasch
scout sketch slow snob(ismo) splin squatter

En algunos casos se indica una pronunciación extranjerizante: scoop [scup], scooter [scúter], skating [skéting], sliping-car [slipin-], speaker [spíker], spider [spaider], spleen [splín]; sólo en un caso está españolizada: spaghetti [espageti].

(4.3) Grupo sh- inicial, con indicaciones de la pronunciación (shacker [cheika], sheriff [cherif], show [chou], shunt [chunt]) y ausencias (sherry, shetland, shogun, sex-shop, shangtung).

(5) Finalmente, diferimos de:

- La pronunciación propuesta en boudoir [budoar], cottage [cotech], fuel-oil [fiueloi], talkie-walkie [tokiuoqui].

- El mantenimiento de los grupos consonánticos en cold-cream [couldcrim] y shorts [chorts]

- Las acentuaciones de base-ball [beísbol], blue-jean [bluyin], bungalow [búngalo], cartoon [cartun].

Debe ser un error tipográfico la transcripción de thriler [Ipa035b.gif (62 bytes)riler].

1.2.2.2.2. Silabaciones anómalas.

(I) Límite silábico entre consonantes.

    En palabras como subrayar, subrogar y sublunar, las combinaciones grafemáticas br y bl no son la representación ortográfica de un grupo tautosilábico de obstruyente y líquida, como es habitual: ambas consonantes pertenecen a sílabas distintas. No encontramos esta información en el DGILE ni en el DRAE. Sí en el DUE, en LARD y DUDAS; aunque no sistemáticamente. El DUE la incluye en subrayar y subrogar, pero no en subreino, subrepción, subrepticio, subrepticiamente y sublingual; el LARD, en subrayar y subrogar, no en subreino, rubrepción, subrepticio, subrutina, sublingual y sublunar30 ; DUDAS sólo incluye las palabras subrayar y subrogar, ninguna con el grupo bl.

(II) Límite silábico entre vocales.

    Las combinaciones de vocales adyacentes en español pueden formar grupo tautosilábico (diptongo) o heterosilábico (hiato) sin que pueda deducirse siempre de la ortografía. Son los casos de los verbos vocálicos y sus derivados, y de otros verbos con hiato en la raíz (por ejemplo, enraizar), derivados de palabras con la misma propiedad.

    Esta información está ausente en el LARD y en el DRAE (la Academia la incluye en el Esbozo (RAE, 1973); pero consta en DUDAS (en los verbos, a través de los modelos de conjugación) y en el DUE (en los verbos vocálicos, en sus derivados y otras palabras con hiato no marcado ortográficamente), ejemplos:

actuar: "pronunciado también «actu-ar», y siempre «actú-o», etcétera"

adecuar: "los presentes, pronuncs. con diéresis"

aislar: "pronunc. «(ai)slar», «(ai)slado»; pero «a-íslo»; etc."

hiato: "pronunc. «hi-ato»"

huir: "pronunc. generalm. «hu-ir», etc. y, raramente, «h(ui)r»"

reidor: "pronunc. generalm. «re-idor»"

    El DGLI no hace referencia explícita a este aspecto de la pronunciación sino al carácter átono o tónico de las vocales. Ejemplos.

- actuar: "La u es tónica, y lleva tilde, en las personas del singular y la 3ª del pl. del PRES. INDIC., PRES. SUBJ. e IMPER."

- adecuar: "La u es átona en todas las formas del verbo; es incorrecto adecúa, edecúe, etc."

- aguar: "Es INCOR. la forma agúe"

O remite a los modelos de conjugación:

- adiar, aviar : "CONJUG [18] como desviar"

- afiliar, agobiar: "CONJUG [17] como cambiar"

1.2.2.2.3. Peculiaridades de la acentuación.

    La acentuación gráfica del español sigue normas precisas y presenta pocos problemas de interpretación fónica; ya la ortografía recoge casos anómalos de palabras con doble acentuación, como acne/acné. Sin embargo, no es posible diferenciar los monosílabos tónicos de las partículas átonas (no se acentúan gráficamente). En los diccionarios, la información sobre el acento prosódico puede quedar consignada, de modo indirecto, a través de la categoría o de notaciones como "partícula enclítica" (por ejemplo, en el DUE); se necesita una información gramatical para interpretarlo.

    Los diccionarios también pueden recoger aspectos normativos del acento, como casos de acentuaciones incorrectas. De las obras que analizamos, lo hace el DGILE; además de los ejemplos citados en el apartado anterior, podemos citar:

- cártel ("es también legítima la pron. cartel")

- cenit ("incorrecto cénit, zénit")

- elite ("es incorrecto pron. élite")

- mildiu ("la sílaba tónica es mil")

    Por supuesto, el diccionario con más información sobre esos aspectos es DUDAS, por ejemplo, indica casos de variaciones acentuales en función del contexto sintáctico, como en aun / aún.

1.3. El contenido fónico en un diccionario electrónico.

    Un diccionario electrónico es aquél que ha sido concebido para un uso informático, a diferencia de los diccionarios convencionales, concebidos para el uso humano. El término "electrónico" no debe ser tomado como sinónimo de "informatizado". La diferencia entre un diccionario electrónico y uno de uso convencional no radica en una mera diferiencia de formato. Generalmente, los diccionarios electrónicos se presentan en soporte informático y los diccionarios convencionales, impresos en papel; pero también puede ser puede ser impresa la información contenida en un diccionario electrónico e informatizarse un diccionario convencional, por ejemplo, las versiones en CD-Rom del DRAE y del DUE. Por su finalidad, los diccionarios electrónicos tienen unas características formales y de contenidos específicas que los diferencian de los diccionarios convencionales, aunque éstos se presenten informatizados (cf. Gross, 1988; Laporte, 1988; Courtois y Silverztein, 1989 y 1990):

1. Explicitud.

    En los diccionarios convencionales parte de la información está implícita. Por ejemplo, si observamos la lista de abreviaturas utilizadas en el diccionario de la Real Academia, podemos observar que no existe ninguna indicación específica para señalar la categoría verbal; esta información es consignada indirectamente, a través de marcas que expresan determinadas propiedades de dicha categoría: flexivas (como la conjugación defectiva), sintácticas (como la subcategorización transitiva o intransitiva) o semánticas (por ejemplo, el carácter incoativo o frecuentativo). En un diccionario electrónico, por el contrario, toda información ha de estar explícita; aquéllas que no lo están no pueden ser utilizadas por los programas.

2. Sistematicidad.

    Los diccionarios de uso convencional no suelen consignar aquellas informaciones y reglas que tienen una aplicación "regular" o productiva en el léxico; por ejemplo, la creación de adverbios en -mente y las formas flexivas de nombres, adjetivos y verbos. Un diccionario electrónico ha de contener representaciones sistemáticas, tanto de los elementos léxicos, como de las reglas -regulares y particulares- que se apliquen sobre ellos; éstas deben estar definidas sin ambigüedad para todas las entradas. La operatividad de los programas exige que toda información que se decida incluir esté explícita "sistemáticamente" en el conjunto de entradas del diccionario.

3. Flexibilidad.

    Un diccionario convencional es un objeto cerrado. En ellos, una modificación de los aspectos formales o de contenido, por corrección o ampliación, supone el coste de una nueva edición de la obra. Un diccionario electrónico es un objeto abierto, accesible a la modificación de sus contenidos y de la forma en que estén consignados.

4. Autogeneración.

    Un aspecto particular del carácter flexible de un diccionario electrónico es la posibilidad de generar nuevos diccionarios (de ordenación inversa, de categorías gramaticales, de homónimos, de clases flexivas, etc.) a partir de uno previo mediante un tratamiento automático que manipule la información existente.

5. Exhaustividad.

    La explicitud y sistematicidad en la información confieren a los diccionarios electrónicos una exhaustividad en el tratamiento de los datos que no poseen los de uso convencional. Esta exhaustividad también se manifiesta en la amplia cobertura léxica a que todo diccionario electrónico debe aspirar para que su descripción de la lengua y sus aplicaciones informáticas sean más extensas, lo que le es posible alcanzar gracias a su flexibilidad de manipulación.

6. Formalización.

    En un diccionario electrónico las palabras son consideradas en su aspecto formal y todo contenido que se incluya -fonológico, morfológico, sintáctico o semántico- deberá estar formalizado; no tienen cabida los datos de orden cultural o las definiciones de los elementos léxicos al modo de la lexicografía tradicional.

7. Normalización.

    En los diccionarios de uso convencional, los procedimientos de acceso a los elementos léxicos son variables porque en la determinación de los lemas intervienen criterios de diverso tipo: etimológicos, semánticos y formales. Como ejemplo, podemos observarlo en el tratamiento que reciben las formas compuestas y la homonimia. Para el primer caso, una prueba de la heterogeneidad de los criterios de lematización es la consignada por la Real Academia (RAE, 1992: XXVI):

"Las expresiones formadas por varios vocablos, como las frases hechas, las locuciones, modos adverbiales, etc., van colocados en el artículo correspondiente a uno de los vocablos de que constan, por este orden de preferencia: sustantivo o cualquier palabra usada como tal, verbo, adjetivo, pronombre y adverbio [...] Exceptúanse los sustantivos persona y cosa cuando no son parte necesaria e invariable de la expresión, y los verbos usados como auxiliares [...] La frase en la que concurren dos o más voces de la misma categoría gramatical se incluyen en el artículo correspondiente a la primera de estas voces ..."

En el caso de los homónimos, la heterogeneidad de criterios en su ordenación dentro de los diccionarios se pone de manifiesto en los ejemplos citados por Subirats (1989: 180-184). Así, los sustantivos homónimos haz (latín fascis, "porción de leña"), haz (latín acies, "tropa ordenada") y haz (latín facies, "cara o rostro") constan como tres entradas distintas, siguiendo un criterio etimológico, en el DRAE, DUE y DGILE. En cambio, en la ordenación de los homónimos solar (sustantivo; latín solu, 'casa, terreno'), solar (adjetivo; latín solare, 'relativo al sol') y solar (verbo, latín solu, 'pavimentar, hechar suelas al calzado') se sigue una mezcla de criterios: en el DGILE (1987) aparecen agrupados por categorías, a pesar de la idéntica precedencia etimológica del sustantivo y el verbo; en Casares (1950) las dos acepciones del verbo se dividen en dos entradas, siguiendo un criterio semántico; y en Moliner (1966-1967) se agrupan el verbo y el sustantivo en una sola entrada, por la etimología.

    En los diccionarios electrónicos, el acceso ha de estar normalizado y ha de ser el mismo para todos los términos que contenga. La normalización también ha de abarcar al sistema de notación utilizado para codificar los contenidos.

8. Coherencia.

    Como resultado de los contenidos formalizados, de las informaciones explícitas asociadas sistemáticamente a cada palabra y del formato homogéneo de las entradas, éstas tienen, en un diccionario electrónico, una estructura interna coherente, lo que se traduce en la coherencia interna del diccionario como conjunto.

    Los diccionarios del español suelen omitir la información fónica en los artículos lexicográficos o la reducen a determinadas palabras, conflictivas en su pronunciación. En un diccionario convencional, de uso humano, la información no explícita puede ser suplida por el conocimiento del hablante; en lo referente a la pronunciación, puede bastar que se incluya el valor fónico de los grafemas en notas explicativas generales o en la entrada correspondiente a cada letra, y que únicamente se consignen las irregularidades. En cambio, en un diccionario electrónico, si la pronunciación forma parte de los contenidos asociados a cada entrada, ha de constar explícita y sistemáticamente en cada una de ellas.

    En un diccionario electrónico no tienen operatividad las notas explicativas, la información fónica ha de estar formalizada: ha de consistir en una transcripción en un alfabéto fonético de uso informático. Además, esta transcripción ha de estar normalizada, tampoco son operativos los sistemas de notación mixtos, que combinan transcripción y notas. También ha de estar normalizado el contenido fónico transcrito, en el sentido de que deberá pertenecer a una determinada variedad o registro de la lengua, por igual para todos los términos; por ejemplo, en un diccionario de la lengua estándar son superfluos los datos culturales, como las referencias a la pronunciación dialectal.

    La información fónica de los diccionarios electrónicos podrá ser flexible; por ejemplo, se podrá describir con mayor o menor amplitud la pronunciación de la lengua a través de transcripciones más o menos estrechas, que podrán ser generadas mediante la aplicación de programas automáticos. Además, a partir una transcripción inicial, y también de modo automático, se podrán generar diccionarios que den cuenta de la pronunciación en distintos registros y variedades de la lengua.


NOTAS

 


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ISSN: 1139-8736
Depósito Legal: B-39200-99