Estudios de Lingüística del Español (ELiEs)
Cortesía y descortesía: teoría y praxis de un sistema de significación / Alexandra Álvarez Muro


4.4 Variación y modales

L'on peut définir l'esprit de la politesse, l'on ne
peut en fixer la pratique : elle suit l'usage et
les coutumes reçues; elle est attachée aux
temps, aux lieux, aux personnes, et n'est point
la même dans les deux sexes, ni dans les
différentes conditions […]
La Bruyère. Les caractères.

Como se ha visto a lo largo de este trabajo, el tema de la variación en la cortesía es problemático para el modelo de Brown y Levinson (1987), quienes postulan la universalidad de su teoría. Para no entrar en una polémica infructuosa puede decirse que si bien la cortesía es universal, no se da por igual en todas las culturas porque ella se corresponde con los sistemas de creencias grupales, es decir con las ideologías. Schrader-Kniffki (2003) estudia dos rituales de la cortesía, las peticiones y los agradecimientos en la comunidad zapoteca. Analiza sus bases sociales e ideológicas y encuentra que la cortesía tiene aspectos ritualizados, pero también formas individuales creadas en el proceso mismo: precisamente estas últimas son representativas de la identidad indígena. La cortesía zapoteca se caracterizaría, por ejemplo, más por sus aspectos positivos de creación de nexos que por sus aspectos negativos, de defensa del territorio individual (p. 98). La autora se apoya para su trabajo comparativo en la concepción mexicana de la cortesía, que se entiende como comportamiento socialmente apropiado o políticamente correcto más que como cortesía propiamente dicha (Janney y Arndt 1992). Esto lleva a distinguir el concepto de cortesía en zapoteca del criterio occidental representado en la cortesía hispánica. Así, en zapoteca, el criterio para el comportamiento cortés se centra en el comportamiento ejemplar, que en su etimología contiene la palabra riböza (lo que se espera) 'como es el comportamiento ejemplar, lo que se espera, de nuestro pueblo' (p 108). Los sentidos de respeto y de don individual presentes en la cultura mexicana (Lara 1996) no se encuentran en el zapoteca, donde se habla solamente de respeto.

La incursión de Schrader-Kniffki (2003) en la ideología zapoteca le permite explicar sus rituales con una mirada no-etnocéntrica. Una de las grandes discusiones en torno al modelo de Brown y Levinson ha sido la explicación de muchos actos de habla como actos amenazadores de la imagen. Pero las peticiones y los agradecimientos en zapoteca no amenazan la imagen individual de la persona, sino que más bien construyen la relación interpersonal e intragrupal, por el hecho de que con estas acciones el individuo se declara en deuda permanente con los demás. Las peticiones zapotecas refieren al don en el sentido grupal, porque se entienden no solamente como rituales de acceso sino también como promesas implícitas de futuros dones. Esto explica también la ausencia casi total de estrategias como la atenuación y las largas introducciones a la petición entre los indígenas, porque se trata de rituales positivos que más bien construyen favorablemente la imagen grupal frente a los que se observan, por ejemplo, en la comunidad mexicana no indígena, donde se trata de defender la imagen negativa de los hablantes. También elabora discursivamente la preferencia de estrategias como la repetición en vez de, precisamente, la atenuación tan difundida en el mundo occidental. Asimismo, encuentra que a la argumentación propia de cualquier evento del tipo suplicatorio se suman acciones sostenedoras que se entienden como claves de contextualización hacia las normas y valores zapotecas, para conferirle obligatoriedad al otorgamiento de la petición.

Tampoco son iguales las costumbres protocolares de los distintos países. González (1987) refiere la llegada de un Presidente venezolano a Arabia Saudita, cuando el Presidente fue recibido por el Rey en el aeropuerto, mientras que la Primera Dama debió permanecer en el avión hasta que terminó la ceremonia de los hombres. Luego, la reina fue al encuentro de la esposa del Presidente para darle la bienvenida. La autora explica:

La realización de las dos ceremonias se cumplió de esta manera por estar el Protocolo Saudita fuertemente vinculado a sus costumbres y tradiciones, que no permiten a la mujer saudita ser vista por otros hombres fuera de su esposo o miembros de su familia muy allegados a la misma (González 1987: 41).

En El Habla de Mérida (Domínguez y Mora 1998), se observa que no todos los hablantes usan las mismas estrategias de cortesía y que probablemente tampoco tienen el mismo concepto sobre lo que ella. Encontramos por ejemplo que los tipos de atenuación, empleados por seis mujeres merideñas de los extremos alto y bajo del espacio social, difieren. Puede observarse que el mayor porcentaje de uso de atenuación está en los grupos alto (38%) y medio (50%) mientras que el grupo bajo sólo se dio en menor escala (12%). Asimismo se ve que los jóvenes prefieren la atenuación de la locución (80%) por sobre los mayores (20%); entre los jóvenes, en mayor medida, los del grupo medio (41%), seguido por el bajo (27%) y el alto (13%). La atenuación de la ilocución se da entre los jóvenes (100%) y entre ellos en los grupos medio (76%) y alto (24%). La atenuación en el origen del enunciado, en cambio, fue preferida en un porcentaje levemente mayor por los hablantes de mayor edad (58%, frente a un 18% en los jóvenes) y esto en el grupo alto, mientras que se da entre los jóvenes en todos los grupos (alto: 18%, medio 18%, y bajo 6%).

Lo que nos dicen estos porcentajes es, en primer lugar, que las estrategias discursivas no son iguales en todos los grupos, lo que lleva a que cada grupo humano se distinga por su manera de hablar, algo que sabíamos desde antes pero que no se ha estudiado suficientemente en el nivel discursivo. En segundo lugar, nos confirma que las estrategias de la cortesía tampoco se dan por igual en todos los hablantes y que, como se ve, hay algunas que son preferidas por unos y otras por otros. Llama la atención, por ejemplo, la atención que la atenuación se use sobre todo en los sectores medio y alto. También se observa que la preferencia por ciertas estrategias parecen variar en el tiempo. Así la mitigación del origen del enunciado es favorecida por los mayores, mientras que los más jóvenes usan la mitigación de la locución y, sobre todo, la mitigación de la ilocución. Estos resultados son, por supuesto, muy limitados y deberían ampliarse las muestras de este tipo; nos interesa sobre todo hacer ver que el uso de la cortesía es tan variable como sus normas.

Es interesante señalar que las formas de atenuación como el diminutivo, por ejemplo, se dan con frecuencia en el grupo bajo, sin embargo, no como una estrategia de cortesía. Los breves cómputos presentados no pretenden entregar resultados definitivos, sino más bien la de esbozar interrogantes sobre el uso diferenciado de las estrategias de atenuación entre los hablantes de diferentes grupos sociales, por una parte, y por la otra, del hecho de que quizás el comportamiento no se maneje por igual entre los distintos sectores del espacio social. Esto podría contribuir a validar análisis teóricos como el de Watts (1992), quien diferencia las estrategias de comportamiento socialmente adecuado –o políticamente correcto– según su propia denominación, de las estrategias de cortesía. La cortesía exige no solamente el respeto del espacio ajeno, sino también la construcción de una imagen apetecible de sí mismo, más que del otro.

La falta de cortesía puede entenderse como un problema general de ethos, como el comportamiento total del participante, del cual estilo y tono muestran el tipo de persona que es y señalan su identidad social (Fairclough 1992:143). Para este autor, los modelos de lo apropiado derivan de una confusión entre las realidades sociolingüísticas (que son el terreno de la lucha hegemónica) y los proyectos políticos en el dominio del lenguaje: el orden social, es decir, un orden sociolingüístico regulado, corresponde con la noción de lo apropiado y es el objetivo político de las secciones hegemónicas de una sociedad, pero no ha sido nunca la realidad sociolingüística (p.247).

De ahí también la función de los manuales de cortesía en la formación de la nación. Para González Stephan (1995) el Manual de Carreño obedece a la domesticación de los individuos para proyectos nacionales del modernismo tales como el de Guzmán Blanco, en Venezuela, a finales del siglo XIX, pero se conoce en todo el mundo hispanohablante. González Stephan relaciona la función de este texto con la formación de una identidad apropiada para la vida ciudadana:

La cuestión era ser un hombre o mujer de apariencia –civilizada–; que sus modales no dejaran traslucir ningún rasgo o gesto que recordara viejos usos rurales, probablemente tildados de –inciviles– o –bárbaros– por esta nueva sociedad cada vez más estirada como moderna.

El Manual tiene, además, la función de delimitar y demarcar la sociedad en el sentido de "construir" a quienes debían moldear sus hábitos siguiendo el nuevo ideal, para eso, el libro estaba dirigido obviamente a quienes dominaban la lectura, pero también a aquellos que pertenecían a las capas altas de la población, habitantes de la ciudad. Según González Stephan (1995: 442)

El Manual de Carreño está impregnado por el discurso de la diferencia; su escritura va dibujando fronteras que delimitan los que se van a encontrar afuera y adentro del espacio legitimado por la regla; así también distribuye a los sujetos de acuerdo a ciertas cuotas de poder en superiores e inferiores.

En esa delimitación también se distinguen los espacios públicos y privados y se protege a la familia en el segundo de ellos. Lo que significa también una extensión del control del Estado del espacio público, al privado. La mujer queda "encerrada" en este último, la casa y, dentro de ella, se le asignan territorios a cada uno de los habitantes de la casa, los sirvientes relegados al patio, por ejemplo.

La importancia que esto conlleva para nuestro análisis es el que confirma también nuestra idea de la estrecha vinculación existente entre la cortesía y el poder. Hemos considerado la cortesía como un topos, en el cual se simula la carencia de poder entre quienes lo detentan. Ello permite comprender por qué la cortesía, una forma de manipulación por seducción, emplee, como una estrategia discursiva básica la atenuación, a través de la cual los hablantes mitigan la proposición, o bien reducen la fuerza ilocutiva de sus actos de habla o cubren con un velo el origen del enunciado, el ego, para eludir la responsabilidad de la enunciación. ¿Qué pasa cuando no hay poder? A nuestro modo de ver no hay tampoco cortesía, puesto que no hay poder alguno que ceder. Así pensamos que, en los casos de asimetría, lo que se da es simplemente el respeto que el inferior le debe al superior en el mundo real. La cortesía es una simulación y, por lo tanto, el espejo de un mundo al revés.





Estudios de Lingüística del Español (ELiEs), vol. 25 (2007)   
 ISSN: 1139-8736