Estudios de Lingüística del Español (ELiEs)
Cortesía y descortesía: teoría y praxis de un sistema de significación / Alexandra Álvarez Muro


3.3 La defensa del territorio

Al lado de la valoración de la imagen –cortesía positiva– existe tambien la confrontación con la alteridad, que se traduce en la defensa del territorio personal y el respeto por el otro. Este, según Brown y Levinson (1987) suele ser el tipo de cortesía del que se habla en los manuales. Los hablantes del corpus estudiado corrigen a sus interlocutores cuando éstos pretenden hacer afirmaciones que implican una invasión del espacio propio.

Goffman ha sido el gran estudioso del territorio y lo concibe tanto en lo espacial como en lo temporal. Para Goffman (1979), hay muchos territorios del yo que resumimos aquí para una mejor comprensión. Veamos algunos de estos espacios:

i) el espacio personal que varía en función del contexto, del poder y del rango de una persona; sus límites se hacen evidentes cuando el individuo se siente víctima de una intrusión. A este espacio van unidas las formas de proximidad corporal, cuando alguien le toca indebidamente o le habla demasiado de cerca; ii) el envoltorio, relacionado con lo anterior, no es otra cosa que el vestido en contacto con el cuerpo al que Goffman considera como el tipo más puro de territorialidad egocéntrica; iii) el territorio de posesión, conformado por todo conjunto de objetos que se pueda identificar con el yo y organizar en torno al cuerpo: los "objetos personales"; iv) El recinto, un espacio definido que los individuos pueden reivindicar temporalmente, como por ejemplo el dormitorio y el espacio de uso inmediato a una persona, como puede ser la oficina; iii) el turno, relacionado con el tiempo, que supone cualquier norma de decisión conforme a la cual se ordena a los participantes por categorías; iv) la reserva de información, la serie de datos acerca de uno mismo y cuyo acceso una persona espera controlar mientras se halla en presencia de otras; v) la reserva de conversación, el círculo de protección contra la entrada y la escucha de otros. Todas estas formas de reivindicación territorial se asocian a las posiciones de rango y estatus de un individuo. A mayor estatus, mayor será el tamaño de todos los territorios del yo y mayor será el control de sus fronteras. (véase López Lara 2003)

Lo territorial puede verse claramente en la diplomacia, donde la jerarquía se manifiesta en la simbología de los lugares, como es el caso de los sitios de la mesa. González (1987) explica en su Manual de protocolo social, en este sentido, que

Al invitado con jerarquía hay que darle la importancia debida, de modo que éste siempre ocupe el lugar que le corresponde en banquetes, recepciones cenas, almuerzos, etc., bien sean oficiales, diplomáticos, eclesiásticas, militares, y sociales en general, donde sea indispensable cumplir el Protocolo (González 1987: 139)

La autora señala lo delicado de este asunto, que puede causar errores desagradables "que a veces degeneran en protestas pacíficas" (González 1987: 139). Otro ejemplo, también del protocolo, se refiere al lugar que ocupa la persona en los automóviles. Transcribimos las instrucciones que da la autora:

En todo automóvil subirá de primero por la puerta trasera derecha la persona de mayor jerarquía y ocupará el lugar número uno […]. Entrarán por la puerta izquierda trasera, aquel o aquellos que en jerarquía les corresponda acompañar al personaje […]. Junto al conductor y por la puerta delantera derecha, entrará aquel o aquellos que siguen en jerarquía […].
Para salir del vehículo, saldrá la persona sentada en el asiento delantero derecho […] A estas personas les corresponde abrir la perta derecha trasera para que salga del vehículo el marcado con el No. 1 […] o sea el personaje de mayor jerarquía. En el caso del Presidente de la República, altas autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la Nación, así como con aquellos personajes huéspedes de honor de visita en el país, es de rigor cumplir con esta norma protocolar de cortesía (González 1987: 37)

Es interesante ver cómo la simbología en el orden exigido para abordar los vehículos se da en lo espacial, porque cada asiento del vehículo está numerado (en los gráficos del libro) según la jerarquía que tiene. Pero se cumple también en lo temporal, porque hay un orden para que los personajes entren en el vehículo; primero el de más jerarquía y de último el de menos. El único revés se presenta cuando hay más de tres personas en el vehículo (lo cual no parece nada elegante) porque los asientos del medio, tanto adelante como atrás, son los que deben ocupar las personas de menor jerarquía, evidentemente porque son los más incómodos. Este detalle altera el orden temporal de las entradas y salidas. El orden temporal se respeta en el abordaje de los aviones, en la invitación a pasar a la mesa, y en otras ocasiones del protocolo.

Según Goffman, existe una contrapartida a las reglas de orden y la reivindicación territorial en las infracciones territoriales producidas por invasión física del espacio de otra persona, al tocar lo que uno no tiene derecho a tocar, mirar, hacer ruidos inoportunos, observaciones inoportunas. Otras formas de intrusión son los olores corporales y el calor producido por el cuerpo, así como las secreciones, son señales dejadas por el cuerpo que reivindican una territorialidad (López Lara 2003).

Cada sociedad tiene un modelo “correcto” para colocarse cuando las personas van a hablar, y cada subgrupo dentro de estos grupos mayores lo tiene también. Chaika (1982) estima que la distancia de los latinos al hablar puede ser mucho menor que la distancia que requieren los hablantes estadounidenses; se ha observado también que los venezolanos se alejan más que los italianos. Esta variación es también de género: los hombres extienden sus piernas y brazos al sentarse ocupando un espacio mayor que las mujeres, quienes suelen encogerlas (Chaika, 1982). La distancia física se “acorta” a través del contacto: darse la mano y palmaditas en la espalda cuando se saluda, acercar las mejillas simulando un beso, realizar actos rituales como hacer visitas –en las que el visitante se traslada hacia el espacio de dominio del visitado y lo ocupa– son otras tantas transacciones de la cortesía (Álvarez y Villamizar, en prensa). El contacto visual también acorta el espacio y por ello está también regulado culturalmente: no se mira, por ejemplo, ininterrumpidamente a los ojos del interlocutor, y puede haber diferencias en los modos de mirar; el hombre acata una serie de restricciones que se corresponden con otras que debe respetar la mujer (Chaika, 1989).

Vemos en (34) cómo la investigadora describe al hijo de la hablante como terrible. Pero para la encuestada este calificativo desfavorable sobre su hijo es inadmisible; ella modera la afirmación diciendo que el niño es un poco tremendo. Lo mismo sucede en (35) donde para no admitir que ha sido suspendido en un examen, el hablante divaga, sin encontrar la expresión exacta, y termina diciendo se me había perdido ya, lo cual es impreciso, porque las materias no se ‘pierden’ en el español hablado en Mérida.

(34) Inv: Es terrible como su papá, habíamos dicho anteriormente (hablando del hijo de la encuestada)
Hab.: No... bueno, sí es un poco tremendo... (MDA5MA)
(35) Inv.: Estabas...ya pelado, ya te habían raspado.
Hab.: Se me había perdido ya. (MDA5MA)

La forma como la investigadora formula la pregunta en (36) es inadmisible, porque dañaría el rostro del marido de la hablante entender que es violento. Ella puede permitirse hablar de los celos de su marido, pero no debería hacerlo su interlocutora y menos en esos términos, porque invade su espacio personal.

(36) Inv.: ¿Lo muele a palos?
Hab.: ¿Ah?
Inv.: ¿Le cae a palos al tipo?
Hab.: No, no le cae a palos sino que...por lo menos Ch. es una persona que es muy celosa, demasiado celosa... (MDA1FA)

El ejemplo (37) refiere a los gustos del entrevistado y, evidentemente, la manera de hacer la pregunta ¿pero te gusta eso? es directa e invasora, por lo que genera la réplica del hablante: No bueno, me gusta curar los perros porque sencillamente... me gusta ver... verlos mejor ¿no? que podría parafrasearse como, ‘lo hago porque es necesario, porque soy una buena persona y me gusta ver saludables a mis animales’. También en (38) la investigadora insiste en atribuirle cualidades al niño de la entrevistada que evidentemente no tiene, lo cual hace que la hablante introduzca una pausa de atenuación, para poder seguir insistiendo: no es travieso sino muy tímido.

(37) Inv: ¿pero te gusta eso? (hacer el papel de veterinario en la casa)
Hab.: No bueno, me gusta curar los perros porque sencillamente... me gusta ver... verlos mejor ¿no? (MDA1MB)
(38) Hab.: Pues...muy tremendo pues, como todos los niños.
Inv. Y habla bastante ¿verdad?
Hab.: No, él casi no habla, es muy tímido.
Inv.: ¿Sí? ¿y travieso?Hab.: Travieso sí, … pero… muy tímido...(MDA5FA)

El ejemplo (39) muestra una imprudencia de la investigadora cuando contradice abiertamente con su ay, qué ridículas, la manera de pensar de la hablante sobre algo tan delicado como la moral y las buenas costumbres. La informante no se deja intimidar y procede diciendo: Que qué ridículas, vas a ver que la van a cerrar.

(39) Hab:...que ese es un centro de perdición, ahí lo que tú vas y ves... es puras niñas con los pelos... pegados, alborotados... y se ve... droga como nada en la ciudad... a mi hermanito le encanta ese sitio, yo en estos días le dije por lo menos “tú sabes que van a cerrar Tops, ¿no?”, porque las mamás de (...) están reuniendo firmas para que lo cierren...
Inv.: Ay, qué ridículas...
Hab.: Que qué ridículas, vas a ver que la van a cerrar... a esa discoteca le tiran muchos allanamientos, casi todas las noches, porque lo que van es puros menores de edad. Es horrible, es horrible, tú entras y desde que entras...es como si...mira yo he ido como tres veces y las tres veces que hemos ido hemos tenido un problema...(MDA1FA)

En (40) la diseñadora, refiriéndose a lo que ella hace en su negocio con la gente que no tiene buen gusto, busca un término más leve que el usado por la investigadora, que ha dicho desecharlas. Ella sabe que las personas no se desechan, porque eso sería ir contra la moral; sabe también que puede evitar el contacto con gente que no tiene su nivel de distinción pero que, como persona cortés, debe hacerlo sutilmente; entonces sustituye el término propuesto por la investigadora por la expresión romper ese contacto:

(40) Hab:...a mí no me interesa ese tipo de personas, entonces, por lo general, trato de decepcio...de no..
Inv: desecharlas
Hab.: ... de romper ese contacto con esas personas...(MDB1FB)

Resulta agresiva la serie de preguntas del ejemplo (41) cuyo tema, el castigo, es desagradable aún más para quien lo ha recibido: el castigo quiebra la imagen favorable de la persona. Es comprensible que la hablante no quiera recordar los castigos que recibía cuando niña, y al decirlo, cambia el tema de la entrevista hacia recuerdos más gratos, como los bordados que hacía en su juventud.

(41) Inv.: ¿Y los castigos cómo eran? ¿cómo eran los castigos?
Hab.: Ay yo no recuerdo los castigos, por casualidad nos estábamos recordando anoche, allá con la hermana mía, que sacó mamá...unas cositas de bordados, y tejidos y eso...entonces sacó un tapetico que bordé yo en punto de cruz.. que lo enseñaban a uno a bordar y todo, que ahora no, nada de eso, yo aprendí a bordar punto de cruz en el colegio, tantas manualidades, a tejer, todo eso (MDC1FA).

Hemos observado en el corpus una defensa muy firme de la propia imagen, por parte de los entrevistados, ante descortesías evidentes por parte de los entrevistadores. La entrevista parece conferir al entrevistador un cierto poder, el poder que tiene quien pregunta y requiere información del otro que, sin embargo y en esta situación particular, los entrevistados no aceptan; es por ello que encontramos una decidida defensa del espacio personal, con los correspondientes ocultamientos.

Las reparaciones revisadas hasta ahora llevan a postular, en algunos de sus hablantes, el cuido a veces soslayado y atenuado de la imagen del otro. Los hablantes muestran su conciencia del espacio social y su conocimiento de las normas de acatamiento o de contención que se hacen por cortesía; como decíamos al principio: de moderación; cuidan, sobre todo, su propia imagen.





Estudios de Lingüística del Español (ELiEs), vol. 25 (2007)   
 ISSN: 1139-8736