Estudios de Lingüística del Español (ELiEs) |
Re(d)escritos: prensa, teatro, novelas digitales… / Elena Carpi |
2. Bibliotecas digitales y textos electrónicos
Uno de los mitos nacidos alrededor de Internet es que considera un medio que puede facilitar cualquier tipo de información, una entidad capaz de contestar a las preguntas más difíciles19, aspiración humana que abarca todos los tiempos desde el comienzo de la cultura clasificatoria. La red de las redes se convierte así en una biblioteca de bibliotecas, sobre cuyos amplísimos estantes están colocados, a disposición de todos, textos innumerables.
En las bibliotecas digitales se conservan documentos diferentes: libros que no serán nunca impresos junto con copias en soporte magnético o digital de obras en papel que se pueden leer en la pantalla del ordenador. Como en un scriptoria medieval, textos merecedores de futuro pueden ser reproducidos y conservados: incluso es posible, mediante la tecnología hipertextual, recuperar las huellas que el paso del tiempo ha dejado en sus palimpsestos. La gran novedad es que cualquier usuario puede leerlos, como si la puerta del scriptoria se abriera de repente al mundo externo, sin temor a que la excesiva familiaridad pueda dañar los documentos que contiene.
Junto a las bibliotecas digitales existen las electrónicas —catálogos20cuyos progenitores de papel descansan en las salas de consulta de edificios de ladrillo— que, aprovechando la aniquilación de los límites espacio-temporales, difunden en línea una completa información bibliográfica. Su consulta permite rastrear los datos requeridos incluso en presencia de input fragmentarios, lo que supone un avance respecto a los archivos tradicionales: es suficiente teclear pocas palabras y el programa, controlando su base de datos, proporcionará sugerencias que permitirán afinar la búsqueda.
Al final de este breve apartado acerca de lugares digitales que contienen libros e informaciones sobre libros, no quiero olvidar los motores de búsqueda21, modernos catálogos con temas constantemente incrementados que, utilizando ellos también fragmentos de palabras, se transforman en una fuente inagotable de información bibliográfica: sin que el contenido se desvirtúe, la posibilidad de fruición de la expresión literaria se ve así multiplicada por el cambio de soporte.
Notas
19 Recuérdese la estructura hexagonal de la biblioteca de Borges que, con su disposición en malla, suena como la anticipación de la red: “Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono” (1954, p. 90).Estudios de Lingüística del Español (ELiEs), vol. 24 (2006) | ISSN: 1139-8736 |