ISSN: 1139-8736


6. Diccionarios contrastivos vs. diccionarios integrales: su aporte al conocimiento de -ismos

La pregunta es si al renunciar a los conceptos de argentinismo y de cubanismo y de llamarlos "diccionarios del español de Argentina y de Cuba“ respectivamente quedan resueltos todos los problemas. Creo que los directores y autores se enfrentan ahora a otro problema, el de evitar que se confundan con los diccionarios integrales, es decir concepciones lexicográficos como el del Diccionario del español usual en México (DEUM) de Luis Fernando Lara. Este tipo de diccionario lleva el mismo nombre pero tiene otros objetivos, sobre todo el de describir el léxico de un país tal como se usa en el país, sin contrastarlo con el léxico del español en otros países. Son diccionarios autosuficientes, no dependientes de otros diccionarios, para el uso privilegiado, pero no restringido, de la población de los países respectivos. Compartiendo el título esencial con los diccionarios integrales, cabe aclarar que los del proyecto de Augsburgo no constituyen diccionarios integrales, lo que se explicita claramente, sin embargo, sólo en el título de la serie, no en el título de cada volumen.

Luis Fernando Lara al inicio de los años setenta (antes del comienzo del "Proyecto Augsburgo“) empezó el proyecto de elaborar un diccionario integral, el Diccionario del español de México, el único intento de esta índole hasta hoy en día en Hispanoamérica. Este proyecto reúne características que le otorgan un estatus privilegiado en la lexicografía hispanoamericana. Esta basado en un corpus representativo del español hablado y escrito en México. Es por eso el primer diccionario cuyos datos tienen una base empírica que reúne textos auténticos de todos los tipos. La razón de este procedimiento científico es por un lado un postulado epistemológico general, por el otro la situación especial de la política científica (lingüística) dentro del mundo hispánico en la cual rige la pretensión de hegemonia científica de España antes descrita, aceptada también por muchos lingüistas hispanoamericanos (y alógenos).

La concepción de Luis Fernando Lara era otra. Sin negar la unidad del español en ciertos niveles12 que hoy en día permite al nivel lexical del habla culta un entendimiento entre los hablantes de varios paises hispanohablantes, admite que las variedades nacionales ya tienen una historia propia y sobre todo un léxico parcialmente propio y la parte que parece común muestra matizaciones semánticas muchas veces específicas. Por ello las variedades nacionales deben documentarse en su totalidad. La meta es la elaboración de un diccionario para usuarios mexicanos que quieren saber algo de su forma del castellano, no un diccionario para lingüistas españoles y otros que quieren conocer las diferencias de las dos variedades. Esto es importantísimo, porque así se entiende el producto de un diccionario único. El mexicano que quiere saber algo sobre su variedad la encuentra en su totalidad en un sólo volúmen. Los diccionarios diferenciales-contrastivos como diccionarios dependientes siempre crearon la necesidad de consultar dos libros: uno de pretensión general (panhispánica) nunca cumplida, y otro regional o nacional.

Después de haber publicado dos obras de pretensión reducida anteriormente, en 1982 el Diccionario fundamental del español de México (DFEM) (con 2500 entradas), obra publicada precipitadamente bajo la tutela de la entonces existente Comisión Nacional para la Defensa del Idioma Español, y en 1986 un diccionario ya mucho más pretencioso, el Diccionario básico del español de México (DBEM)13 (con 6000 entradas), destinado primordialmente a un público escolar, se publicó en 1996 el Diccionario del español usual en México (DEUM). Este diccionario contiene 14.0000 entradas, que equivalen a 60.000 lexemas y a las que se suman 40.000 locuciones derivadas de las lexemas. Su criterio de documentación es descriptivo y se orientan en la frecuencia de ocurrencia de las palabras en el corpus (con algunas ampliaciones que se deben a criterios pedagógicos (porque el diccionario pretende ser utilizado como instrumento de la enseñanza de lengua materna en México). Como diccionario no normativo documenta el uso de los hablantes, es decir recoge todas las acepciones de todas las variedades mexicanas: diastráticas, diafásicas y diatópicas y marca su clase de variedad. La teoría de variedades en la que se apoya no se describe explicitamente; las categorias para marcar la variedad sigue las pautas tradicionales (para -supongo- ser entendido de un público no especializado). Aparte de las marcas de tecnolectos se encuentran las siguientes categorías: caló, coloquial, lenguaje grosero, literario, ofensivo, popular y rural.14 El hecho de la base de un corpus representativo deja suponer que los marcadores sociolingüísticos y estilísticos estén bien fundamentados empíricamente y por ello válidos por primera vez en la lexicografía hispánica. Ofreciendo clasificaciones similares, otros lexicógrafos se orientaban muchas veces en su intención lingüística. Como el DEAr y el DECu también el DEUM sigue una concepción descriptiva y niega toda eliminación de palabras por consideraciones normativistas. Por ello se encuentran en el DEUM disfemismos como mamar, mentar la madre, coger, chingar, chichi, culo, cabrón, joder, pendejo, nel, pinche y moco15 y las transferencias de clases de palabras, antes perteneciendo al subestándar, como los adjetivos calificativos padre 'bueno' y madre 'malo' con sus locuciones fraseológicas respectivas; aféresis como ñero y entradas atribuídas a la lengua coloquial como mordida, chilango, chamba, chamaco, cuate und coyote. Igualmente figuran las interjecciones pertenecientes a los mismos registros híjole, jijo, chale, güey y chin. Logicamente no se excluyeron los anglicismos clóset y clutch que se usan en México (y otros paises hispanoamericanos).

La concepción fundamental de un diccionario integral y no uno de mexicanismos no impediría, sin embargo, de indicar cuales son las palabras privativas del uso del español en México, es decir de marcar los mexicanismos. Lara se opone explícitamente a esta posibilidad por dos razones, que me parecen importantes en el marco de la discusión del concepto de –ismos. Primero, la clasificación de una palabra o de una acepción como mexicanismo (en el sentido de un elemento privativo al castellano de México) requerería de un cotejo de la entidad en cuestión con todas las variedades en todos los paises hispanohablantes, no sólo con la variedad peninsular (como lo hace el DCEA) ni siquiera con la variedad representada por el DRAE. Además, requerería de un trabajo similar al del equipo del DEUM en todos estos países para que el cotejo tenga una base teórica y empírica equivalentes. A no tener esta base de comparación es un imperativo de sinceridad científica (sobre todo pensando en el hecho de que son ante todo los diccionarios los resultados del trabajo lingüístico que tienen un público general y no sólo de expertos que podrían tomar las indicaciones con la prudencia requerida) de no presentar información insegura y en parte falsa como es el caso en tantos diccionarios de -ismos. El segundo argumento que Lara expone en la introducción del DEUM en contra de la indicación de los mexicanismos es que quiere evitar una lectura normativa en contra de su posición descriptiva. Para él, todas las palabras documentadas son patrimonio del español en México y reflejo del trabajo espiritual y de la vida mexicana que da a su variedad de la lengua una matiz propia de la cual sus hablantes tienen que gozar orgullo y no vergüenza. Una mente normativista podría clasificar los mexicanismos como elementos de menos valor o despreciables del español, apoyándose en las marcas del DEUM, lo que sería una lectura totalmente opuesta a la concepción de sus autores.

Para la empresa de identificar americanismos, mexicanismos, chilenismos, bolivianismos etc. –del punto de vista lingüístico totalmente justificada pero peligrosa todavía a nivel ideológico- el mérito del DEUM es entonces de índole mucho más fundamental: haber elaborado un corpus representativo y sobre esta base documentado y descrito el léxico del español que se habla en México. Ahora, como segundo paso del procedimiento lógico de investigación, sí se pueden hacer comparaciones fundamentadas con otras variedades nacionales siempre y cuando tengan la misma orientación teórica y empírica como el trabajo realizado en México. Ahí cabe señalar otro mérito del DEUM. En él no sólo se encuentran lexemas sólo usuales en México (y parte de América Central) como mole, mixiote, piñata, pibil, zopilote, tlapalería), sino la cantidad, la frecuencia y las acepciones de lexemas existentes también en otras partes del mundo hispánico se revelan diferentes a los de México y reflejan la especificidad del léxico del español en México en un nivel de análisis más profundo. Quienes quieren comparar ya ahora con el léxico documentado en diccionarios de otros países hispanoamericanos y de España lo pueden hacer sin problemas. Sólo hay que advertirles que así hoy en día no lograrán con validez identificar los mexicanismos, ya que como tales sólo pueden tomarse los lexemas que sólo se usan en México. Sin embargo, sabemos que existe una identidad bastante extensiva en el léxico del español del suroeste de EE.UU., Guatemala y México, por razones históricos. Este caso, como el caso similar de Argentina y Uruguay así como Colombia y Venezuela, demuestra la casi inviabilidad de diccionarios de mexicanismos, venezolanismos o colombianismos etc. si aplicamos criterios rígidos, como hemos visto ya en el análisis del DCEA. En Hispanoamérica hay áreas lingüísticos que no van conforme con las fronteras nacionales. En el Mundo Hispánico, por razones históricas, tenemos entonces por lo menos seis tipos diatópicos de elementos léxicos: 1° elementos idénticos en cada unidad regional (panhispánicos), 2° elementos de alcance nacional, 3° elementos de alcance supranacional pero no panhispánico, 4° elementos provinciales (sólo en un radio limitado dentro de un Estado), 5° elementos provinciales-supranacionales (en dos provincias de dos Estados sin alcance nacional) y 6° podrían darse también mezclas como un elemento nacional en un Estado y provincial en otro. Considerando esta situación –repitimos- sigue válida la pretensión de clasificar el léxico del Mundo Hispánico según criterios areales. Cabe preguntarse si presentaciones del alcance diatópico del léxico en forma de diccionarios de mexicanismos, argentinismos, cubanismos etc. constituyen una solución adecuada para representar estos hechos. Por lo menos desde el punto de vista técnico parecen más prometedores banco de datos electrónicos.






Notas

12 Indicio de esto es la utilización del adjetivo usual y de la preposición en en vez de de en el título: Diccionario del español usual en México.

13 Cf. mi reseña (Zimmermann 1987)

14 Confieso que me hubiera esperado a categorías más detalladas y fundamentadas en la introducción.

15 El hecho de que no aparecen verga y vale verga (sólo dentro del artículo sobre mamar) no es indicio de orientación normativa sino un fallo empírico.





Volumen 23 (2006)
ISSN: 1139-8736