ISSN: 1139-8736


9. El enfoque cognitivo en la antonimia léxica

Contemplando los resultados alcanzados por la semántica actual, no parece fácil acometer un estudio de la antonimia independientemente de otras perspectivas de análisis (cf. M. V. van Overbeke 1975: 136). Por ello, teniendo en cuenta el estrecho vínculo entre desarrollo cognoscitivo y desarrollo semántico, nos parece adecuado optar por la adopción de una perspectiva psicolingüística de esta relación.

En este sentido, la lingüística cognitiva ofrece un enfoque teórico distinto de la relación polar, que permitiría la explicación no sólo de la complementariedad y de la antonimia graduable, sino también de todas aquellas relaciones que escapan a una sistematización semántica en un sentido estricto. Según el nuevo modelo lingüístico cognitivo, gestado desde fines de los 70 y principios de los 8044, y que, como paradigma diferenciado, defiende la dependencia de las categorías lingüísticas respecto a la organización conceptual y los mecanismos de procesamiento, los diversos valores y actitudes sociales propios de un determinado marco o sistema cultural configuran una “base experiencial” común que se manifiesta en forma de binomios compuestos por dos polos (que, a su vez, se proyectan sobre otros polos según el principio de “transitividad metafórica”), cuyo valor es variable dependiendo de que nos situemos en un plano emotivo o intelectual.

En este marco, el lenguaje forma parte de un complejo sistema cognitivo en el que actúan diversos mecanismos de conceptualización basados fundamentalmente en la separación entre el individuo y el entorno que le rodea, el conocimiento en relación con la manipulación de objetos, y la experiencia espacial y control de los movimientos. Por tanto, desde esta corriente el individuo constituye un punto de referencia conceptual, de tal manera que un gran número de elementos de nuestro sistema conceptual están orientados con respecto a su semejanza o falta de semejanza con la persona prototípica (cf. W. E. Cooper y J. R. Ross 1975: 174-175), es decir, las distintas orientaciones conceptualizadas por el individuo partirán de sí mismo hacia fuera.

Entre las propuestas derivadas de los desarrollos teóricos cognitivistas destaca la recurrencia a un tipo de estructura abstracta denominada por algunos “esquema de imágenes” o “esquema topológico”45, que actúa como eje de articulación de las propiedades que organizan nuestra experiencia y que coinciden en ciertas pautas de manifestación, vinculadas a nuestros movimientos en el espacio y la manipulación de objetos (cf. M. Johnson 1987). La apelación a dichos esquemas permite la conceptualización de una variedad de dominios, cuyas manifestaciones formales se ven sujetas a la variación contextual, social e individual, si bien sin transgredir determinados límites marcados por el denominado “principio de invariancia”. Además la utilidad del concepto de esquema reside, en parte, en su carácter universal, aunque con diversas manifestaciones según las lenguas concretas46. En él se engloban dos fuerzas dispuestas simétricamente47 que actúan respecto a un punto medio. En esta línea, el análisis cognitivo se erige en instrumento de diagnóstico cultural desde el lenguaje, y se hace necesaria la búsqueda de las principales bases sobre las que se sustenta nuestro sistema conceptual.

No cabe duda de que nuestras percepciones de la realidad que nos envuelve ejercen una notable influencia en la tendencia a la estructuración polar. Efectivamente, por ejemplo, la cuantificación y la medida constituyen herramientas cognitivas con una extensa aplicación en diferentes dominios de conocimientos (cf. J. H. Flavell 1993: 174). De hecho, el desarrollo del pensamiento cuantitativo supone una de las tendencias evolutivas más importantes del individuo, manifiesta en las polaridades grande / pequeño, largo / corto, ancho / estrecho, alto / bajo. También la sensibilidad al contraste o capacidad para discriminar diferencias en la intensidad de la luz (J. H. Flavell 1993: 260-261) explica las estructuras del tipo claro / oscuro, luz / oscuridad. De forma similar podemos señalar otros ejes de estructuración en conexión con nuestras percepciones sensoriales que tienen reflejo en el léxico: oído (silencioso / ruidoso), tacto (duro / blando, suave / rugoso), gusto (dulce / amargo, salado / soso), olfato (inodoro / oloroso). Sensaciones derivadas de nuestra interacción con el medio como la temperatura da lugar al binomio frío / caliente, que no serían sino grados de una escala cuyos valores oscilan.

A partir de sus movimientos y su efecto sobre el mundo, el individuo construye los primeros conocimientos acerca del mundo, de modo que gran parte de nuestro conocimiento probablemente se halla codificado en imágenes sensoriales e imágenes del control motor (cf. P. H. Lindsay y D. A. Norman 1986: 445). Este hecho puede corroborarse en la fase ontogenética en la que se produce la diferenciación entre el objeto como entidad independiente y sus propias acciones sobre él. Entre los cuatro y ocho meses el niño empieza a anticipar posiciones futuras del objeto (cf. K. E. Nelson 1971: 182-196). De ahí que aprenda, por ejemplo, después de observar repetidamente entrar y salir un objeto, a anticipar la salida de éste después de entrar. Para explicar el proceso nos apoyamos en la metáfora del individuo como recipiente con la orientación dentro / fuera que se proyecta sobre otros objetos físicos: salir / entrar. Así pues, las relaciones polares vinculadas a la orientación espacial, entre las que destacamos arriba / abajo, dentro / fuera, detrás / delante, central / periférico, son de naturaleza física y participan en nuestra experiencia de distintas maneras. La orientación arriba / abajo interviene constantemente en nuestros programas motores cotidianos (subir / bajar, levantar / bajar, etc.). La base experiencial de proximidad es nuestra orientación egocéntrica en nuestros cálculos de posiciones relativas y movimientos de aproximación y alejamiento: cerca / lejos, cercano / lejano. Por consiguiente, la forma de estructurar nuestros conceptos es resultado de la experiencia espacial o interacción con el medio (G. Lakoff y M. Johnson 1995: 97) y tiene una importante repercusión en la lengua.

Desde dominios objetivos la estructuración polar se extiende a otros dominios como nuestras experiencias emocionales48. Éstas, frente a las experiencias espaciales y perceptivas, no representan una estructura conceptual tan claramente definida, si bien existe una tendencia a estructurarlas proyectando sobre ellas nuestras vivencias sensorio-motoras. En cualquier caso, hemos de insistir en la complejidad de nuestro sistema de valoraciones cualitativas, por lo que, dependiendo de la riqueza léxica de las lenguas, es normal encontrar un gran número de matizaciones que se corresponden con diferentes grados de contraposición. Aunque convencionalmente la lengua fija los antónimos perfectos o absolutos (como bonito / feo), encontramos múltiples términos que pueden considerarse como antónimos relativos o periféricos (detestable, horrible, repugnante / bonito) (cf. apartado anterior).

Sin duda, la indagación de los ejes esenciales de estructuración polar, organizadores de la pluralidad de dominios que conforman la realidad, constituye un procedimiento imprescindible para la caracterización de los hechos de antonimia. Sugerimos a continuación algunas de las orientaciones básicas que, fundamentadas en la experiencia, determinan la estructuración polar de nuestros conceptos y se reflejan en el léxico:

  1. la ubicación por parte del individuo de los objetos en el espacio, fundamentalmente en las dimensiones horizontal y vertical (deixis espacial): cerca / lejos , arriba / abajo , delante / detrás, encima / debajo;
  2. la ubicación por parte del individuo de los objetos en el tiempo (deixis temporal): pasado / futuro, antes / después, pronto / tarde,
  3. la observación del movimiento de los objetos e individuos en relación con el hablante o con un punto de referencia (deixis de movimiento): entrar / salir, subir / bajar, llegar / partir;
  4. las acciones del individuo que modifican el estado de los objetos o los devuelven a su estado inicial (deixis de manipulación de objetos): abrir / cerrar, apagar / encender, poner / quitar;
  5. la observación de sucesos como procesos que parten de un punto para culminar en otro (deixis espacio-temporal): empezar / terminar, nacer / morir;
  6. la observación de sucesos como procesos que mantienen relaciones de consecuencia (deixis de consecuencia): buscar / encontrar;
  7. la observación de sucesos como procesos que se producen simultáneamente (deixis de simultaneidad): comprar / vender, dar / recibir, hablar / escuchar;
  8. la emisión de juicios de valoración cuantitativa (tamaño, volumen, peso, etc.) (deixis de valoración objetiva): grande / pequeño, alto / bajo, largo / corto, ancho / estrecho, frío / caliente, pesado / ligero;
  9. la emisión de juicios de valoración cualitativa (deixis de valoración subjetiva): bueno / malo, inteligente / tonto, valiente / cobarde;
  10. la clasificación de los objetos dentro de una categoría frente a otra (deixis categorial): hombre / mujer, día / noche, concreto / abstracto.

La aproximación a criterios externos a lo estrictamente lingüístico, procedentes de un ámbito como la psicolingüística, refuerza nuestra certeza sobre el estrecho vínculo entre estructura mental y lenguaje. Ahora bien, la admisión de la cercanía entre ambos enfoques no impide que se deban establecer límites suficientemente nítidos entre ellos, en aras de evitar confusiones.

Es evidente que la investigación psicolingüística sobre la antonimia, aún poco desarrollada, nos proporciona interesantes datos que hacen factible la clasificación de los antónimos atendiendo a su complejidad cognitiva. Pero, sobre todo, nos brinda un marco de análisis suficientemente amplio, en el que caben múltiples ejes de estructuración polar sobre los que se apoyan las diversas modalidades de la antonimia.





Notas

44 El año clave en el desarrollo de la lingüística cognitiva será 1987, coincidiendo con la publicación de Women, Fire and Dangerous Things. What Categories Reveal about the Mind, de G. Lakoff, y el primer volumen de Foundations of Cognitive Grammar: Theoretical Prerequisites, de R. W. Langacker, obras donde encontramos muchas de las cuestiones aquí tratadas.

45 Se han utilizado otras denominaciones para este concepto como guiones (scripts) y marcos y configuraciones (frames) (cf. R. Schank y R. Abelson 1977).

46 De este modo se ha concebido el análisis esquemático como herramienta lexicográfica de gran utilidad frente a conceptos más problemáticos como los de homonimia y polisemia (cf. E. Rivano Fischer 1996: cap. 6).

47 No coincidimos con M. Turner (1991: 79) en la idea de que los polos antonímicos ocupan posiciones extremas de un segmento lineal. Frente a su postura, pensamos que éstos representan los dos lados de una escala, en la que caben múltiples valores situados en distintos puntos, incluidos los extremos.

48 Algunas observaciones sobre el uso figurado de adjetivos que denotan dimensiones físicas en distintas lenguas y su importancia en la comunicación cotidiana son apuntadas por I. Bosque (1985: 63-80).





Volumen 23 (2006)
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