ISSN: 1139-8736


5. La dimensión sintagmática en los antónimos léxicos

La reflexión sobre el comportamiento combinatorio de las unidades lingüísticas nos conduce al concepto de clasema23, como marca de combinatoria léxica, de amplia tradición en algunos análisis lingüísticos. Si bien la dimensión sintagmática de este concepto ha sido tratada con especial interés en el ámbito de las llamadas solidaridades léxicas, sistematizadas por E. Coseriu (1981b: 148-161), no ocurre lo mismo con el funcionamiento paradigmático del clasema, hasta ahora apenas abordado. En este sentido, M. Casas Gómez (2000: 285) advierte que “contrariamente a la idea expresada por algunos autores que, en el marco de una teoría del núcleo sémico, sostienen que el clasema no forma parte del semantismo de un lexema, hemos comprobado, sin embargo, que en no pocas ocasiones éste se comporta como un tipo de rasgo que permite especificar el contenido lexemático y, en consecuencia, diferenciar y oponer semánticamente unidades entre sí”24.

Así pues, la integración de la perspectiva sintagmática en el paradigmatismo de los signos lingüísticos se contrapone a aquella postura que restringe al eje paradigmático la marcabilidad de las unidades lingüísticas, excluyendo de toda consideración los valores que se desprenden del distinto comportamiento sintagmático de cada signo. El problema de dicho enfoque es la indistinción entre determinación clasemática como aspecto del contexto de lengua y contexto verbal de habla.

La exclusión de la dimensión sintagmática ha llevado a veces a defender la existencia de variación combinatoria o variación determinada por el contexto en aquellos casos en que dos elementos léxicos difieren únicamente en la combinatoria, como esp. joven – nuevo y guapo – bonito relacionados antonímicamente con viejo y feo, indiferentes a la anterior distinción clasemática. No obstante, no es ésta la única interpretación posible. Casos de este tipo han sido objeto de diversas explicaciones, según expone S. Gutiérrez Ordóñez (1981: 215 y 1989: 119): 1) considerarlos variantes combinatorias, como hace R. Trujillo25 (1976: 182-183), 2) o bien sostener que son signos “sinónimos” con diferente valencia semántica, 3) o, por último, hablar de signos distintos, como mantiene S. Gutiérrez Ordóñez (1981: 215 y 1989: 119). La primera alternativa quizás no es la más adecuada, pues no separa la determinación clasemática del contexto verbal de habla, ajeno al sintagmatismo de la lengua. Tampoco la segunda solución es afortunada, y resulta incoherente si manejamos un concepto de sinonimia absoluta, en el que no cabe ningún tipo de diferencia. La tercera solución, que compartimos con S. Gutiérrez Ordóñez, es sin duda la más acertada, al incorporar el sintagmatismo de los signos en el contenido de éstos.

Respecto a los ejemplos mencionados arriba, queremos destacar el cambio que se está produciendo desde el punto de vista del sintagmatismo de algunos de los adjetivos implicados. Efectivamente, a la vista de la creciente frecuencia de la combinatoria del adjetivo guapo, cuya determinación clasemática inicialmente es ‘humano’, con sustantivos de la clase ‘animal’ o ‘inanimado’: “¡Qué guapo es el perro!”, “¡Qué coche más guapo”, podemos concluir que tiende a igualar sus posibilidades combinatorias a su antónimo feo.

Al defender la integración de las dimensiones paradigmática y sintagmática en el significado del signo lingüístico, descartamos la admisión de un único significado, por tanto de un solo signo, representado por dos o más expresiones fonemáticas y preferimos reconocer la existencia de significados distintos, por tanto signos distintos, que difieren en parte de su contenido sintagmático y, como consecuencia, esa diferencia revierte en el plano paradigmático26. Justamente las diferentes marcas semánticas derivadas de la combinatoria de lengua son las que permiten establecer relaciones de oposición entre ambas unidades.

Más allá de estas apreciaciones, que ponen en entredicho la existencia de cierto tipo de “variación” condicionada por el contexto, la desigualdad clasemática entre las unidades léxicas se erige como criterio fundamental en la caracterización tipológica de los antónimos. En virtud de esta observación, podemos distinguir entre antónimos simétricos, o con idéntico comportamiento clasemático, y antónimos asimétricos, o que difieren en éste. En este último caso, como consecuencia de la no equivalencia clasemática entre numerosos pares de antónimos, se generan construcciones sintagmáticas en las que cada uno de los miembros del par aparece asociado a distinto número de valencias semánticas, o bien uno de ellos presenta un clasema más amplio que el otro.





Notas

23 Para una revisión historiográfica de este concepto, así como de sus implicaciones en los análisis del contenido, cf. M. Casas Gómez (2000: 277-291).

24 M. Casas Gómez (2000: 285), a modo de ejemplo, señala que una diferencia clasemática como ‘adlativo’ / ‘ablativo’ es la base de la oposición entre dos verbos como alquilar ‘dar en alquiler’ y alquilar ‘tomar en alquiler’.

25 R. Trujillo (1976: 182-184) realiza una clasificación de la variación combinatoria y de la variación libre, que distingue dos tipos de cada una de ellas según los planos del signo a los que afecten. Mientras que en el plano del contenido sitúa las variaciones contextuales y las connotaciones, en el de la expresión ubica aquellos contenidos que difieren en su determinación clasemática, como el caso de los ejemplos que aducimos, y las variantes de estilo del tipo perro-can.

26 En relación a la estrecha conexión entre el contenido del lexema y sus posibles combinatorias, puesta de manifiesto por diversos autores, Mª D. Muñoz Núñez (1999c: 317) alude a la dificultad a la hora de decidir si es el contenido el que determina la combinatoria u ocurre a la inversa, cuestión que plantea dos problemas fundamentales: el de la configuración del núcleo sémico y el de la determinación del estatuto del clasema.





Volumen 23 (2006)
ISSN: 1139-8736