ISSN: 1139-8736


4.1 Oposiciones sustanciales antonímicas

El enfoque cualitativo de la antonimia nos depara una relación asimétrica entre un elemento “lleno” de sustancia y otro “vacío” de ella. Encontramos esta forma de caracterizar pares de unidades léxicas en la praxis lexicográfica, concretamente en ciertas definiciones antonímicas que incluyen un componente negativo que representa conceptos como “carencia”, “ausencia” o “defecto”. Observemos los casos siguientes:

Feo (DRAE: 677) adj. Que carece de belleza y hermosura.
Estúpido (DRAE: 651)
1. adj. Necio, falto de inteligencia.
Oscuro (DRAE: 1057)
1. adj. Que carece de luz o claridad.
Duro (DRAE: 553)
fig. Áspero, falto de suavidad (...)

En todos ellos se alude a la ausencia (feo, estúpido, oscuro, duro) de una cualidad (la contraria). A este respecto, reconocemos que, si nos limitamos a un concepto estructural de antonimia en cuanto oposición polar entre los significados de dos elementos léxicos, la definición mediante negación de una cualidad es inadecuada, desde el momento en que el miembro de la oposición definido negativamente desde otra perspectiva es positivo. Además, aunque estas definiciones pueden tener cierto interés pedagógico, al vincular cada palabra con su antónimo, sin embargo, se apoyan en un tipo de antonimia negativa que parece pasar por alto la necesidad de la existencia de rasgos comunes para el establecimiento de una oposición antonímica.

No es casualidad que los denominados términos positivos desde el punto de vista de la sustancia actúen como los elementos funcionalmente no marcados, pues frecuentemente aluden a la dimensión normalmente asumida por los hablantes, a partir de la cual se pueden introducir restricciones. Así ocurre, por ejemplo, en el par alto /bajo, en el que el segundo miembro (negativo desde el punto de vista sustancial) parece indicar una dimensión más específica que el miembro positivo:  

Alto (DRAE: 82) 1. adj. Levantado, elevado sobre la tierra. De gran estatura. Un hombre ALTO.
Bajo (DRAE: 177)
adj. De poca altura.

La oposición cualitativa, articulada en los ejes positivo y negativo, debe su importancia a su operatividad en un extenso número de parejas de antónimos de muy diversa índole. Se suelen ubicar en el polo positivo adjetivos como divertido, alegre, alto, bonito, bueno, claro, fácil, grande, etc., mientras que en el extremo negativo se sitúan aburrido, triste, bajo, malo, oscuro, difícil, pequeño, etc. Pero también se asigna semejante distinción a pares de verbos y sustantivos como: amor / odio, verdad / mentira, reír / llorar, hombre / mujer, etc. Las razones que justifican esta suerte de asociación las encontramos fuera de la lengua, en la realidad y en la interacción del sujeto con ella. En este sentido, el examen detenido del comportamiento de estas parejas nos permite observar la proyección sobre ellas de una serie de valores y actitudes sociales propios de un determinado sistema cultural19, que les transfieren diferentes connotaciones. No cabe duda duda de que estas consideraciones extralimitan el marco de la lingüística, al incurrir en ámbitos como la antropología, la sociología y la psicología. Sin embargo, son de gran interés a la hora de explicar determinadas asociaciones antonímicas efectuadas por los hablantes, sustentadas en sus conocimientos enciclopédicos. De este modo, la denominada marcabilidad pragmática justifica no sólo la asignación de distinta connotación positiva o negativa a ciertos pares de unidades, sino que además sirve de instrumento explicativo de aquellos pares de unidades léxicas que sin ser antónimos de lengua se tornan en antónimos de habla a partir de la polarización de ciertas marcas:

          cielo / tierra <--------------- arriba / abajo ---------------> Dios / hombre

Como ejemplo ilustrativo de este enfoque, destacamos el caso del par masculino / femenino20. En él comprobamos que, como resultado de la actividad asociativa desarrollada por las estructuras cognitivas del hombre, masculino y femenino no son conceptualizados siempre a través de sus principales notas de su significado, sino mediante determinados contenidos derivados de dichos procesos asociativos. La asociación, en el caso de femenino, a connotaciones de carácter negativo, que pueden llegar a relegar a un segundo plano el contenido semántico base de la unidad, alcanza tal grado de generalidad, que se va a proyectar sobre otros binomios léxicos cuyo género gramatical coincide con la adscripción a distinto grupo sexual.

En el uso de estas unidades lingüísticas la posición menos privilegiada del polo femenino se plasma fundamentalmente de dos formas. Unas veces, lo hace como relación de subordinación del femenino respecto al masculino, muestra de la “situación de sumisión de la mujer al varón” a lo largo de la historia (cf. Mª Á. Calero Fernández 1999: 56). Es lo que ha sucedido hasta no hace mucho con vocablos para designar nombres de oficios, que en femenino aludían a la esposa del varón que desempeñaba tal cargo: Juez / Jueza, Presidente / Presidenta, Veterinario / Veterinaria. Otras veces, se apoya en la exhibición de connotaciones e incluso significados muy distintos según se asocien a lo masculino o a lo femenino (cf. A. García Meseguer 1994: 30). Es lo que ocurre en duales aparentes como gobernante / gobernanta, verdulero / verdulera, celestino / celestina, sargento / sargenta, en los que la forma femenina adquiere un significado ofensivo.

De notable interés desde el punto de vista de su marcabilidad pragmática es también la relación antonímica bueno / malo en las distintas lenguas, abordada de manera especial, desde los postulados de la semántica cognitiva, por diversos autores (cf. H. Greenberg 1966: 52, D. Brown 1991: 131 y A. Wierzbicka 1996: 52-54), que señalan el primero de los elementos del par como más general en las lenguas, de manera que el segundo puede definirse como negación21 de éste. La oposición entre bueno / no bueno, que sustituye en ciertas culturas a la oposición bueno / malo, sirve para corroborar la priorización del elemento “positivo” sobre el “negativo”. Es evidente que un análisis de este tipo se sustenta en cuestiones culturales y psicológicas, más que en razones estrictamente semánticas, si bien no podemos obviar las repercusiones de tales comportamientos en el terreno lingüístico, manifiesta en las preferencias de los hablantes.





Notas

19 Para una revisión de los aspectos antropológicos y sociológicos que fundamentan la correlación entre pares de antónimos, cf. V. V. Ivanov (1979).

20
Para un examen detallado de esta controvertida oposición en cuanto eje organizador de nuestro sistema conceptual, cf. Varo Varo (2002:171-184).

21 De acuerdo con esta idea, A. Wierzbicka (1996: 52-54) ha insistido en que “in many languages the word for BAD looks, from a morphological point of view, like a combination of negation and the word for GOOD, whereas the word for GOOD never looks like a combination of negatives and the word for BAD”.





Volumen 23 (2006)
ISSN: 1139-8736