ISSN: 1139-8736


2. Nuestro punto de partida

Una de las explicaciones para la ausencia de una descripción tipológica exhaustiva de la antonimia léxica es quizás la propia vaguedad del concepto de antonimia, que ha dado lugar a tan diversas interpretaciones del fenómeno (cf. C. Varo Varo 2004), unas veces demasiado estrechas, otras excesivamente abarcadoras. Sus ineludibles conexiones con disciplinas de rica tradición como la lógica, la antropología y la psicología, posiblemente han impedido llegar a un enfoque estrictamente lingüístico de los hechos de antonimia, exento de consideraciones lógicas, psicológicas y antropológicas. Es más, puede que incluso no sea posible entender la antonimia, en cuanto instrumento de estructuración del léxico, sin partir de consideraciones externas a los propios hechos lingüísticos.

Tal vez por esta razón nos parece adecuado optar, como punto de partida, por una concepción que se ajusta a lo que podemos llamar “instinto del antónimo”, aunque para ello sea necesario hacer intervenir pautas de interpretación alejadas de los presupuestos funcionalistas, sin dejar de marcar siempre la frontera entre hechos sistemáticos y hechos no sistemáticos. Se trata, pues, de una interpretación más amplia, en la que encontramos distintos subtipos de posibilidades, en lugar de la postura más estricta del fenómeno, restringida a un único tipo constituido por la antonimia graduable.

Así que, de entrada, constatamos una conexión con un fenómeno conceptual de base neuropsicológica y de carácter universal. Desde esta perspectiva, hemos concebido la antonimia, en un sentido amplio, como la lexicalización del denominado principio de bipolaridad, que caracteriza al sistema cognitivo humano.

Los estudios de lingüística moderna, partiendo de una vieja idea formulada por W. von Humboldt, coinciden en la concepción de la lengua como expresión de la forma en la que el individuo ve el mundo. Así pues, el sistema lingüístico no sólo sirve de mecanismo de expresión para un conjunto de hablantes, sino también de instrumento mental que representa la realidad mediante cierto tipo de esquema. Entre las formas más comunes de estructurar nuestra percepción del mundo o experiencia extralingüística destaca el esquema de representación bipolar, es decir, aquél basado en el enfrentamiento de dos polos en torno a una zona neutra. Asumimos, por tanto, el postulado de que la infinitud de la realidad es dominada por una finitud de conceptos frecuentemente vinculados de forma dual. No obstante, no se ha de confundir la bipolaridad, en tanto mecanismo conceptual, con la relación de antonimia, como manifestación del lenguaje, que afecta a todo sistema de comunicación. Es preciso, pues, delimitar los planos conceptual y lingüístico en que se ubica cada uno de estos fenómenos. De este modo, es conveniente trazar una frontera nítida entre hechos lingüísticos antonímicos y ordenaciones (o mejor, interpretaciones) culturales polares de los datos de la experiencia, derivadas de los particulares sistemas de creencias propios de las distintas comunidades sociales. En este sentido, subrayamos que la interpretación del mundo en términos de “contrarios”5, que da lugar a una peculiar forma de conceptualización dual, producto de una estructura neurofisiológica bidimensional, corroborada por el desarrollo ontogenético y la investigación antropológica, no ha de coincidir con la estructuración lingüística en la que participan los antónimos léxicos, si bien podría considerarse a estos últimos como manifestación lingüística de ciertos hechos de experiencia o de la conceptualización de dichos hechos.

Una vez ubicados en el ámbito del lenguaje, consideramos la posibilidad de abordar la antonimia desde dos perspectivas generales o dos tipos de lingüística. Es decir, hemos de optar por la perspectiva de la lingüística de la lengua, o bien por la perspectiva de la lingüística del hablar, cada una de ellas con sus correspondientes implicaciones.

Respecto a la primera, que nos remite al concepto de significado o contenido lingüístico formalizado intralingüísticamente en las lenguas particulares y base semántica del análisis estructural y funcional de estas lenguas, hemos de concentrar nuestro interés en aquellos pares de elementos léxicos entre cuyos significados podemos establecer una oposición en términos estrictamente sistemáticos o relación basada en la existencia de una base semántica común, junto a determinados rasgos o marcas diferenciales.

En cambio, desde la perspectiva del hablar encontramos relaciones de contraste de sentidos generadas a partir de determinadas inferencias condicionadas por el contexto en que aparecen insertos los elementos léxicos implicados, y cuya funcionalidad se constata en los textos, en los que producen efectos estilísticos, además de contribuir a su coherencia y cohesión. De ahí que en tales casos, en los que se ponen en relación sentidos y no significados antonímicos, sea posible contraponer unidades que no comparten ningún rasgo sémico, con lo cual, las posibilidades de organizar esquemas bipolares se multiplican infinitamente, de acuerdo con las múltiples circunstancias pragmáticas del contexto de emisión.

Podría considerarse como tipo mixto de antonimia, en el que se manifiesta la conexión entre lengua y estructura conceptual, el formado por un numeroso grupo de unidades léxicas que, a raíz de ciertos factores sociales o culturales, se asocian de forma polar en la mente de los hablantes. En este caso la base sobre la que se apoya la relación entre las unidades léxicas la proporcionan los conocimientos sobre la realidad circundante comunes a los miembros de la comunidad lingüística, independientemente del contexto lingüístico. Sirvan de ejemplos los pares verano / invierno, luna / sol, príncipe / mendigo, casarse / divorciarse, por citar algunos.

Por razones de espacio, nos centraremos aquí principalmente en la descripción y clasificación de la antonimia léxica como fenómeno de la lengua6. En adelante exponemos algunas pautas y principios básicos, a nuestro juicio, para una sistematización de la antonimia en el conjunto de las relaciones léxicas.

Los criterios de los que partimos en esta propuesta son de variada naturaleza y, por necesidad de precisión, van más allá de lo estrictamente lingüístico. Ámbitos como la Sociolingüística y la Psicolingüística nos ayudarán decididamente a perfilar la explicación de numerosos pares de unidades léxicas identificadas como antónimos por los hablantes y que escapan a las pautas de caracterización ofrecidas por los análisis de semántica al uso. Con esto, renunciamos a una más fácil solución consistente en sólo acometer la caracterización de aquellos pares de unidades cuya relación puede justificarse desde presupuestos funcionalistas y rechazar la explicación de los casos cuyo análisis es algo más complejo por implicar otros ámbitos de estudio. Somos conscientes de que el proceder por el que optamos amplía indefinidamente nuestro campo de investigación, si bien también lo enriquece al compatibilizar distintas perspectivas.





Notas

5 De este modo, al margen de su carácter único o múltiple, entidades reales (como el tiempo, el espacio, etc.) son conceptualizadas de forma dual y siempre en relación con el hablante (antes / después, arriba / abajo, cerca / lejos, etc.). Se trata de conceptos relativos relacionados con el yo o con objetos sobre los que el individuo proyecta su interés.

6 Una revisión de las diversas ramificaciones de la antonimia en el hablar, así como sus repercusiones en el ámbito etsilístico y como vehículo de la cohesión y la coherencia textual puede verse en nuestro reciente trabajo (2004).





Volumen 23 (2006)
ISSN: 1139-8736