ISSN: 1139-8736


1. Estado de la cuestión en la descripción y clasificación de la antonimia léxica

A pesar de la voluntad común, al menos teórica, de sistematizar los hechos de antonimia en el lenguaje, hoy por hoy no existe consenso absoluto en el tratamiento de éstos, por lo que no se ha llegado a una descripción y clasificación homogénea, unánimemente aceptada de las diversas manifestaciones de esta relación. Las principales sistematizaciones elaboradas al respecto, especialmente en el marco de la semántica preestructural y estructural varían en función de los criterios seguidos por los autores, además de diferir en muchos casos terminológicamente. Dichos criterios oscilan desde la observación del tipo de formación, léxica o gramatical, de los antónimos, hasta el análisis del comportamiento lógico e incluso cognitivo de los elementos implicados, pasando por la obligada mención del funcionamiento semántico de algunos de estos pares, atendiendo especialmente a su posible ubicación en una escala graduable. Los resultados alcanzados en este sentido conducen a sistematizaciones frecuentemente parciales, que no pasan del umbral teórico, y que por lo general se limitan a la ejemplificación apoyada en casos traídos y llevados de un autor a otro.

Respecto al primer criterio mencionado, con asiduidad en la caracterización tipológica de la antonimia léxica se ha apelado, priorizando el punto de vista del significante frente al significado, a clasificaciones de tipo formal, como la que separa antónimos gramaticales 1 frente a antónimos léxicos, ahondando incluso en distinciones que destacan los diversos mecanismos de formación de palabras que intervienen en tales pares antonímicos. Decididamente, frente a esta opción, nos inclinamos por enfocar las relaciones léxicas de antonimia desde el punto de vista del contenido, sin olvidar que los significantes constituyen la materialización elegida por los hablantes para dichos contenidos.

En cuanto al empleo de criterios lógicos, el mero repaso de las clasificaciones más representativas surgidas en torno a las relaciones antonímicas, nos permite observar el mantenimiento en las actuales propuestas de sistematización de muchos de los postulados clásicos, plasmados fundamentalmente en la doctrina de Aristóteles2. Curiosamente las clasificaciones más elaboradas de la antonimia, como las de J. Lyons (1963, 1968 y 1977) y D. A. Cruse (1976, 1980 y 1986), se han llevado a cabo prescindiendo del análisis en rasgos distintivos.

Reticente ante el método componencial, el primero de ellos en su delimitación de los tipos de “opuestos”, basa su explicación de las denominadas por él relaciones de antonimia y complementariedad en el concepto de implicación lógica: en el caso de los complementarios, no es posible negar simultáneamente ambos términos (A implica no B y no A implica B), mientras que los antónimos cumplen como condición la posibilidad de la negación de ambos elementos a la vez (A implica no B, pero no A no implica B).

Este criterio de orden lógico3 se complementa con el criterio lingüístico de gradación, tomado de E. Sapir (1944: 93-116 y 1968: 207-248). Así, sostiene que “la distinción entre contradictorios y contrarios corresponde a la distinción entre lexemas no graduables y graduables4 (J. Lyons 1980: 255). El comportamiento de los antónimos graduables en sus respectivas escalas será extensamente aprovechado en los estudios sobre el tema, especialmente por parte de D. A. Cruse, que, tomando como base las propiedades semánticas de los comparativos y el funcionamiento de preguntas del tipo "How x is it?", distingue tres subgrupos dentro de los antónimos ingleses: antónimos polares, antónimos solapados y antónimos equipolentes, según se ubiquen en una única escala, dos subescalas solapadas en parte o dos subescalas no solopadas, respectivamente.

En cualquier caso, no se apela nunca en las tipologías de estos autores, a la delimitación del dominio sémico común ni a las marcas diferenciales que permiten establecer la oposición, probablemente por las dificultades que entraña un estudio de este tipo, que precisa el conocimiento del comportamiento paradigmático y sintagmático de cada par de antónimos léxicos

En cambio, se busca el apoyo de la lingüística cognitiva para dar explicación a los diversos tipos de comportamiento de las escalas en las que participan los antónimos léxicos. Por ejemplo, D. A. Cruse y P. Togia (1995) , haciendo uso del concepto de dominio desarrollado por G. Lakoff (1987) y R. W. Langacker (1987), ajustan conclusiones de anteriores trabajos a un modelo cognitivo de la antonimia en el que distingue tres tipos de sistema: monoescalar, biescalar (y dentro de ellos solapados y equipolentes) e híbridos, según la manifestación del dominio esquemático implicado.

Frente a este punto de vista, los partidarios de una semántica componencial, aceptando la concomitancia en la relación antonímica de una base significativa o dimensión semántica común y de ciertos rasgos diferenciales, cuya importancia es mayor, apenas han llegado a detallar hasta qué punto influyen sendas dimensiones, la común y la diferencial (cf. H. Geckeler 1989: 263), así como el tipo de relación entre ambas. Además, en este punto es imprescindible esclarecer determinadas confusiones del concepto de oposición, trasladado a veces desde el nivel de los significados de los lexemas al nivel de los semas. Ello es debido a la coincidencia de ciertos semas con lexemas de la lengua en cuestión. Así, una oposición equipolente basada en semas como ‘masculino’ / ‘femenino’ se ha identificado como antonimia en casos como niño / niña. Igualmente la distinción sémica ‘público’ / ‘privado’, que articula la relación de parasinonimia hospital / clínica, se ha confundido en ocasiones con la antonimia que mantienen las unidades léxicas público y privado. En este punto insistimos en el hecho de que l as oposiciones antonímicas se establecen entre significados de unidades léxicas, nunca entre semas.

Así pues, a partir de examen del panorama en el tratamiento descriptivo de la antonimia léxica, se echa en falta no sólo una mayor uniformidad en la sistematización de estos hechos sino también, sobre todo, una aplicación práctica de los logros obtenidos en los análisis teóricos a un corpus lo suficientemente amplio de antónimos léxicos.





Notas

1 Es éste el caso de O. Ducháček (1964: 55-66), autor que, preocupado por establecer una delimitación lo más precisa posible de los diversos tipos de antonimia, distingue los antónimos gramaticales , formados mediante la ayuda de prefijos de sentido negativo (non-, in-, dis- y sus variantes): conformiste / nonconformiste, juste / injuste, proportion / disproportion, etc, y los antónimos lexicales, para cuya explicación toma como referencia la distinción entre palabras monosémicas y palabras polisémicas, recurriendo en ambas sistematizaciones al punto de vista del significante, en detrimento de los significados.

2 Nos referimos fundamentalmente a la distinción entre contrarios y contradictorios (cf. la edición de las Categorías de F. de P. Samaranch 1962: 74-83), basada, entre otros aspectos, en la posibilidad de que entre ellos exista un término intermedio, que se cumple en los contrarios, pues “no había ninguna necesidad de que uno de los dos estuviera inherente en el sujeto capaz de recibirlos” (bueno / malo, blanco / negro), y no en los contradictorios (afirmación y negación), ya que “uno u otro deben estar presentes en el sujeto en que se hallan naturalmente, o de quien ellos se predican” (enfermedad / salud, par / impar).

3 Lo mismo cabe decir de los llamados converse terms (inversos), incorporados en ulteriores desarollos teóricos (1968 y 1977), en los que igualmente es posible una fundamentación lógica: A implica B, B implica A, no A implica no B y no B implica no A, si bien la admisión de gradación no funciona como criterio lingüístico para caracterizarlos.

4 Ahora bien, de nuevo la admisión de formas comparativas ya figuraba en la teoría aristotélica como criterio para delimitar unas relaciones frente a otras. Explícitamente se establece que “lo respecto a es capaz de admitir el más y el menos” (op. cit. 1962: 51).





Volumen 23 (2006)
ISSN: 1139-8736