ISSN: 1139-8736 |
8. Funciones y formas
Según veíamos, la gramática racionalista desarrolló una sintaxis sustentada primariamente, no en los accidentes morfológicos, sino en las relaciones entre ideas. Más tarde, Beauzée (1767: II, 2; III, 509) completará el proyecto de Port-Royal encomendando a la sintaxis la tarea de fijar los índices formales de las palabras en el seno de la proposición para marcar las relaciones entre las ideas elementales que la componen. Ahora bien, Benot se interesa, ante todo, por las operaciones que el psiquismo hablante desarrolla para construir masas elocutivas más complejas; los mecanismos –determinar, conexionar, enunciar– son generales, y por ello las formas resultan accidentales no sólo en la comparación entre distintas lenguas, sino también en cada idioma estudiado74 .
Fiel a su funcionalismo, Benot renuncia a cualquier correspondencia rígida entre funciones y formas: la forma es accidental, sólo la función importa75 . Así, por ejemplo, la función nominativo puede ser desempeñada por una masa elocutiva subsistente, como El hombre, pero también por un índice de relación, como las desinencias de primera y segunda persona en los verbos, donde el nominativo parece como embebido en la terminación; en escribes, por ejemplo, la desinencia -s expresa un nominativo, de suerte que escribes resulta ser verbo y nominativo a la vez (1888[1852]: 20; 1889: II, 31)76 . El índice de relación para expresar un caso puede ser incluso un elemento que ni es palabra ni desinencia, como ocurre con la posición (1889: III, 546)77 .
Generalizando, nuestro autor advierte el peso de los formantes gracias a una anatomía puramente lingüística, como la que Bopp llevó a cabo frente al mero análisis del pensamiento practicado por racionalistas e ideólogos (Schmitter 2000: 68); la unidad esencial de análisis ya no es la palabra, sino cualesquiera elementos que desempeñen una función en la masa elocutiva. Por eso, en cuanto a su forma, los respectos elocutivos o casos pueden venir representados lo mismo por masas sueltas que por elementos desinenciales, por la posición o por la concordancia.
Naturalmente, cuando los casos se expresan mediante masas sueltas, éstas se presentan en formas diferentes. Así, por ejemplo, los nominativos sueltos pueden aparecer como sustantivos y pronombres (nominativos nominales y pronominales), como frases (nominativos frase) y como oraciones (nominativos oración). Tras consideraciones como éstas entendemos por qué para Benot carece de sentido una teoría de las partes de la oración incluso desde un criterio funcional: en la vida elocutiva, cualquier función puede presentarse bajo las más diversas formas. Por eso también una oración puede aparecer ejerciendo cualesquiera funciones de caso, y así resulta el nominativo-oración, el genitivo-oración, etc. (1889: I, 31); nadie como Benot había propuesto hasta ahora un fundamento tan firme para entender lo que hoy se denomina oración compleja.
En cuanto a los nominativos desinenciales, representados por las desinencias personales de los verbos, serían determinados en las primeras y segundas personas, e indeterminados en las terceras. Y esto permite advertir la función de refuerzo desempeñada en español por los pronombres personales en el papel de sujeto: cuando aparecen tales pronombres, el nominativo se encuentra expresado "dos veces" –observa Benot (1889: II, 32; 1910: 122-124). Algo semejante defenderá más tarde Alarcos (1994: 257) al decir que con un verbo en forma personal basta para la oración ya que, aun careciendo de sujeto léxico, el verbo incluye un sujeto gramatical, expresado por el morfema de persona y número. Sin duda, nuestro gramático se inspira una vez más en Bopp, para quien la estructura sujeto + predicado se encuentra condensada en la forma verbal (Rousseau 2000: 144).
También descubrimos en el gramático andaluz un esbozo de la oposición estructural que define la tercera persona frente a la primera y segunda, donde la tercera sería el término neutro en el sistema de oposición (Alarcos (1969[1951]: 70). En efecto, la desinencia de tercera persona –expone Benot– es un nominativo indeterminado ya que no individualiza y sólo informa de que el nominativo no es de primera ni de segunda (1910: 125). Precisamente por esto corresponde al plural de tercera persona indicar que no se conoce el sujeto o que está sin determinar; así sucede en las cláusulas impersonales impropias (como Llaman a la puerta), donde la desinencia de persona y número es un nominativo desinencial ajeno a toda determinación (1889: II, 31, 35, 42). Es la ausencia de primera y segunda persona –nominativos desinenciales determinados– lo que hace que la tercera represente un nominativo indeterminado.
Ahora bien, no creamos que el morfema de tercera persona siempre expresa un nominativo, aunque indeterminado; ni siquiera aquí puede caer Benot preso del poder de las formas. Hay construcciones con verbo en forma personal sin un sujeto que exprese el agente o el substrato de los procesos. Entonces, la desinencia de tercera persona del singular carece de valor de nominativo, como ocurre en las cláusulas con verbos impersonales de fenómenos naturales, donde hasta las desinencias de tercera persona deberían desaparecer (1889: II, 531). La tradición española, desde Nebrija, había partido de un criterio morfológico para definir el verbo impersonal por su carácter defectivo, y así procedió también Bello al hablar de verbos unipersonales; pero el autor gaditano parte de las funciones semánticas y observa que esos verbos representan una situación límite donde el evento aparece sin alusión al agente, fuerza o substrato. Estas consideraciones nos permiten pensar que, para nuestro gramático, el nominativo goza siempre de valor referencial –igual que los elementos argumentales– cualquiera que sea el modo como se exprese (Demonte 1994: 63); por ello, si toda forma debería corresponder a una función, en todos los tiempos de los verbos impersonales debería haber una forma sin desinencia personal para que la ausencia de nominativo exprese la ausencia de agente y de substrato (Benot 1889: I, 176).
Notas
74 Con respecto a la diferencia entre morfología y sintaxis, Benot aplica de manera drástica la navaja de Ockham: no utiliza esas denominaciones ni recurre a cuadro alguno de términos que correspondan a aquéllas. Pero es evidente que, para nuestro gramático, todo cuanto se diga en gramática ha de hacerse mirando la función. Recuérdese que, por aquella misma época, Reis borraba la diferencia entre morfología y sintaxis al proponer que la segunda se ocupa también de las formas (Llorente 1967: 263 y ss.).Volumen 23 (2006) ISSN: 1139-8736 |