ISSN: 1139-8736


9. La escala de agencia en la construcción con se

Consciente, sin duda, del carácter predominantemente agentivo del verbo español, el autor gaditano establece una verdadera escala de agencia cuyos extremos serían el nominativo agente y el paciente. Y para ello, en un alarde de finura, analiza cómo va debilitándose esa idea de acción en las construcciones con el elemento se, las que él llama reflejas atendiendo exclusivamente a la forma (Pottier 1977: 419). Este análisis, desarrollado en Arquitectura de las lenguas y, sobre todo, en Arte de hablar, se concreta en los siguientes grados de agencia:

A) El nominativo agente y causante aparece en las construcciones propiamente reflexivas y recíprocas, que expresan el esquema agente-paciente con la estructura sintáctica nominativo–acusativo (1910: 143-147).

B) El nominativo deponente corresponde a quien obtiene del verdadero agente un resultado igual al que obtendría en caso de realizar él mismo el acto sobre sí. Benot lo explica psicológicamente como efecto del punto de vista elegido por el hablante, que prefiere subrayar el resultado de un acto antes que el agente de aquél (Juan se afeita en casa de un barbero sevillano (1889: I, 93-95; 1910: 147-148)78 . He aquí de nuevo una dimensión psicológica que rebasa el mero análisis ideológico de la conciencia.

C) El nominativo excipiente o de lo adventicio expresa el substrato de un fenómeno, como ocurre en La fruta se pudre o en La tabla se tuerce. Para elaborar tal noción recurre nuestro gramático a la Física, que denomina excipiente a la sustancia donde el calor reside y donde se efectúan los fenómenos de dilatación y almacenamiento o gasto de energía (1889: II, 98; 1910: 148-151). A propósito de esto, Benot reconoce la llamada después "función intransitivadora del morfema se", que suprime en algunos verbos, como romper, su contenido de acción (Cartagena 1972: 92-93; Narbona 1989: 98); a partir de aquí no cuesta ningún trabajo explicar los casos en que verbos de significado excipiente adoptan dicho morfema innecesariamente para subrayar su carácter (caer/caerse, morir/morirse), hasta llegar a los verbos pronominales (ausentarse, arrepentirse) en un proceso que hoy llamaríamos de gramaticalización (1889: I, 105-106)79 .

En la línea de Wundt y Steinthal, el gramático recurre a la psicología histórica para explicar este desplazamiento del elemento se desde lo agente a lo pseudoagente, por analogía antropomórfica: los antiguos imaginaban que los seres inanimados ejecutan sobre sí actos reflejos al cambiar o modificarse, y por ello en estos verbos parece como si los entes designados por el nominativo hicieran algo sobre sí (1889: II, 98, 584; 1910: 149-150). De cualquier manera, para Benot los papeles aparecen delimitados en la lengua actual, y basta con una prueba lingüística, como el refuerzo reflexivo pleonástico, para diferenciar cuándo la función sintáctica de nominativo expresa la función semántica de agente y cuándo de substrato o excipiente: sólo si el verbo encierra significado activo, admite refuerzo pleonástico, tal como ocurre en El albañil se mató a sí mismo frente a El albañil se mató (1889: II, 102-103).

Finalmente, en Arte de hablar (1910: 147-153), Benot lleva su análisis al máximo de precisión distinguiendo en la escala de agencia cuatro grados de nominativo excipiente o de lo adventicio. Mediante un análisis sémico que anticipa el concepto de clasema, distingue y combina los rasgos ±animado, ±interior y ±psíquico para definir los cuatro grados que siguen, en orden creciente: nominativos de lo adventicio en las cosas (El río se hiela) donde el cambio se produce en virtud de energías exteriores a los cuerpos; nominativos de lo adventicio de las cosas (La locomotora se puso en marcha), donde el cambio es causado por agentes que se dan en el interior del objeto designado por el nominativo; nominativos de lo adventicio físico en los seres animados (Juan se muere), donde el cambio es causado por elementos físicos que se dan en el sujeto; nominativos de lo adventicio psíquico en los seres animados (Juan se arrepiente), donde el cambio expresado por el verbo pronominal es causado por elementos psíquicos ajenos a la voluntad80 .

D) El nominativo paciente se da en la construcción con se de valor pasivo, que –según advierte Benot– es la forma típica de construcción pasiva en español. Esto para él no es más que la consecuencia de un hecho que atañe al mecanismo de nuestro idioma, donde el vocablo se ha acabado convirtiéndose en signo especial para quitar a un verbo su significado activo, como veíamos en el nominativo excipiente al hablar de intransitivización. Por ello –como ya había observado Bello– la construcción refleja conoce una escala donde el significado activo va debilitándose paulatinamente desde el activo-reflexivo, pasando por el sentido deponente y por los diferentes grados del sentido excipiente, hasta llegar al pasivo (1910: 168-169)81 .

La propuesta de Benot encontraría una importante ilustración diacrónica más tarde gracias a los trabajos de Américo Castro (1922: 43-61) y Félix Monge (1955), quienes demostraron que, en su evolución desde el latín, la forma pronominal con valor medio e intransitivo se explica a partir de la debilitación del significado reflexivo cuando el sujeto es animado, y por la analogía de personificación cuando el sujeto es inanimado, hasta llegar al significado pasivo a medida que se pierde tal valor medio: precisamente el mismo proceso que el gaditano propone. Que la diferencia entre nominativo excipiente y nominativo paciente –en las construcciones con se– es sólo de grado se advierte en ciertas ocasiones de anfibología, como en Se anuncian tempestades. Por ello la presencia de los acusativos pronominales suprime en muchos casos la significación activa hasta llegar al extremo de que el pronombre reflejo de tercera persona, se, acaba convirtiéndose en signo especial de la pasiva (1889: II, 111-112; 1910: 190). La configuración actual del idioma guarda, pues, el sello de su evolución histórica.

Del fenómeno considerado, Benot propone también una explicación estructural, apoyada en la psicología, al decir que este cambio de significación del signo se no puede sorprendernos puesto que la tercera persona es la más frecuente y, además, ese signo sufre una indeterminación debido a su falta de accidentes gramaticales (1889: II, 112). Por otra parte, recurre a un ejercicio de gramática comparada cuando nos recuerda que la evolución hacia el sentido pasivo del signo se en español se parece a la sufrida por el sufijo -ur en latín; tal sufijo era al principio un elemento pronominal de valor reflejo, y acabó sirviendo para arrebatar a las desinencias de la conjugación activa su normal sentido (de amat y amabat, surgieron las formas pasivas amat-ur y amabat-ur). Tal descubrimiento de su admirado Bopp ha permitido a nuestro gramático afinar el método, y ello nos confirma, una vez más, que la idea de organización lingüística posibilitó, desde comienzos del siglo XIX, una lingüística histórica y una nueva gramática (1910: 169)

E) La falta de nominativo en la construcción refleja encarna el caso extremo en el debilitamiento del significado de agencia: de la forma refleja con nominativo paciente se pasa insensiblemente a la pasiva con se y sin nominativo, lo cual ocurre cuando sólo importa saber lo que se ejecuta prescindiendo del ejecutante (1889: I, 119). Combinando la visión pancrónica con la atención a la función semántica al margen de las formas, Benot pasa por alto la distinción entre el se de la construcción pasiva refleja y el de la construcción impersonal. En su opúsculo Los duendes del lenguaje (ca. 1908: 53, 59) advierte que el elemento se ha llegado a convertirse en signo privilegiado para privar a las formas verbales de su significación activa, hasta desembocar en lo pasivo, y propone tres especies de pasiva con se: pasiva con se y nominativo paciente (Se alquilan pianos), pasiva con se y sin nominativo (Allí se fuma poco) y pasiva con se sin nominativo y con acusativo (Así no se gobierna a los pueblos). Nuestro gramático parece apreciar que la distinción entre pasiva con se y construcción con se impersonal resulta difícil de sustentarse en cuanto al sentido, según ya advertía Bello y según apuntan algunos en la gramática descriptiva actual (Iglesias 1991: 144 y 148; Mendikoetxea 2000b: 1638-1639); pero no explica el extraño acusativo presente a veces en la construcción impersonal, al contrario del caraqueño, que lo considera dativo gracias a una argumentación admirable (Bello 1988[1847-60]: II, 505-506).





Notas

78 Es la función observada en las hoy llamadas construcciones causativas (Moreno Cabrera 1987: 52).

79 Según Gómez Asencio (1985: 162-165), Noboa parece ser de los primeros que distinguen con claridad entre pronominales fijos (arrepentirse) y pronominales variables (temer-temerse).

80 Benot distingue entre los verbos de causa externa y los de causa interna en las construcciones inacusativas. Véase Mendikoetxea 2000a: 1595, 1597.

81 Bello (1988[1847-60]: I, 497) escribe: "De la reflexividad significada por los elementos gramaticales, la idea de acción se desvanece, y queda solamente la idea de pasión, o de modificación recibida".





Volumen 23 (2006)
ISSN: 1139-8736