ISSN: 1139-8736


2. La campaña contra el portugués

La dictadura militar coincidió con la puesta en marcha de una serie de acciones en materia de política lingüística, que evidenciaron una exacerbación del espíritu nacionalista y un recrudecimiento de los discursos prescriptivos:

“Importa el habla correcta de un país como uno de los mayores atributos de su cultura, vale como un patrimonio esencial de la nacionalidad” (“El País”, 28/6/1983)2

El discurso oficial en defensa de la lengua española se dirigió, durante todo este período, a atacar la presencia del portugués en territorio uruguayo:

“El Gobierno de la República consideró necesario limitar esa penetración en defensa de nuestra soberanía, idioma y estilo de vida” (“El País”, 23/8/1978).

Este discurso es congruente con el discurso nacionalista que ha guiado desde sus inicios la política lingüística de este país:

“Estamos interesados en mantener nuestra nacionalidad a toda costa y por eso seguiremos trabajando incansablemente” (“El País”, 23/6/1980).

El discurso xenófobo atacó de un modo general cualquier forma extranjera, pero se centró particularmente en la cuestión del portugués:

“confiemos en que el Uruguay mantendrá su identidad nacional a pesar de la incidencia de factores contra los cuales no es fácil luchar. Tenemos raíces demasiado profundas, vigorosas y singulares como para alimentar nuestra seguridad de que preservaremos en ser como felizmente somos” (“El País”, 27/9/1978).

[El portugués] es sin duda, una realidad, contra la cual estamos luchando para mantener lo que debe ser nuestro idioma. La afirmación nacional es una preocupación a todos los niveles, tanto en los centros de enseñanza como en los órganos de centros de gobierno” (“El Día”, 17/9/1978).

“la falta de pureza del idioma español (¿o castellano?) en los puntos linderos con el Brasil, alimentada por el vasto material disponible en las mencionadas zonas que incluyen televisión, radio, revistas y periódicos, han determinado una reacción de nuestra parte a favor de la lengua que hablamos y que es la oficialmente nuestra” (“El País”, 3/7/1978).

Las recomendaciones para enfrentar la influencia y el uso del portugués se centraron en dos aspectos: una propuesta que involucraba el ámbito educativo (aumentar las horas dedicadas a la enseñanza de español), y una propuesta que involucraba los medios de comunicación (limitar la influencia de la radio y televisión brasileñas en nuestro país)3.

Las acciones político-lingüísticas que se instrumentan desde el sistema educativo son, sin lugar a dudas, las más efectivas y las de mayor alcance. En primer lugar, porque se puede instruir y hasta obligar a los docentes a cumplir con determinadas directivas de las Inspecciones Docentes:

“Se recomienda preparar y entrenar en servicio periódicamente a los maestros de la zona de influencia extranjera en forma meticulosa, reforzándose su alocución, gramática y fonología del idioma nacional y los procedimientos y recursos didácticos” (“El País”, 13/8/1978).

En segundo lugar, porque a través del sistema educativo se puede llegar a un número importante de la población (alumnos y padres de alumnos), que queda así expuesta a las acciones prácticas de la planificación y resulta permeable al discurso prescriptivo que impone la escuela, en tanto institución prestigiosa en el seno de la comunidad.

La ideología imperante en el ámbito educativo se traduce en un discurso que difícilmente puede ser contrarrestado de un modo eficaz por quienes no lo comparten. Si tenemos en cuenta, además, el período político en que nos situamos, podemos entender que las acciones en contra del portugués hayan acentuado dramáticamente las actitudes negativas en relación con esta lengua4.

Las autoridades de la época confiaban en el compromiso y el apoyo de los distintos actores sociales para llevar adelante su misión:

“Esta acción mancomunada contra el predominio de formas idiomáticas dialectales [...] se materializará a través de la coordinación de los esfuerzos públicos y privados para la producción de programas nacionales, que reflejen los intereses y exalten los valores y forma de vida propia de la nacionalidad oriental, tanto en radio como en televisión, teatro para niños, programas formativos para ellos” (“El País”, 13/8/1978).

En agosto de 1978 el gobierno de facto convocó a un Congreso Nacional Departamental de Educación Primaria que tuvo como tema fundamental fortalecer la enseñanza del español, con especial atención a las localidades fronterizas. El encuentro se llevó a cabo en la ciudad de Durazno y reunió a todo el cuerpo inspectivo de Educación Primaria. Por esa misma época, el Poder Ejecutivo formó una comisión para estudiar la influencia de los medios de comunicación brasileños en las localidades de frontera. En la ceremonia final de este Congreso se manifestó que

“el mantenimiento de nuestra lengua es uno de los pilares de la soberanía y la unidad nacional siendo necesario un uso intensivo del español a todos los niveles, a efectos de luchar con éxito ante la penetración de idiomas foráneos, poniendo a tal efecto la tecnología educativa al servicio de este propósito” (“El País”, 13/8/1978).

En diciembre de 1979 culminó un curso de perfeccionamiento docente para profesores de Idioma Español en los departamentos limítrofes con el Brasil. Esta actividad fue patrocinada por la OEA, el Ministerio de Educación y Cultura y el Consejo de Educación Secundaria Básica y Superior. El Inspector Adolfo Rodríguez Mallarini, en un editorial del diario “El País”, confiaba en que

“la labor de los cursillitas continuará afianzando cada vez más la salud y la pujanza de nuestro idioma, alto patrimonio de la nacionalidad” (“El País”, 16/12/1979).

La idea de que el portugués penetra en territorio uruguayo a través de los medios de comunicación y propaganda brasileños5 ha sido recurrente tanto en el discurso de las autoridades como en los usuarios comunes de la lengua:

“Quiere decir que a cambio de dineros por pago de publicidad [en portugués] se realiza el atropello contra el idioma y las buenas costumbres. Habría que poner coto a eso simplemente prohibiendo la difusión de propaganda escrita en un idioma no nacional” (“El País”, carta de un lector, 27/11/78).

El 23/8/1978 el diario “El País” informó (en un artículo titulado “Preocupa la penetración de TV y radios de países limítrofes”) que el Poder Ejecutivo había integrado una comisión para solucionar el problema de radio y televisión de los países limítrofes, y así defender “nuestra soberanía, idioma y estilo de vida”.

Las acciones de lucha contra el portugués por un lado (inhibiendo su aparición en los medios de comunicación) y de fortalecimiento del español por otro (proponiendo más horas dedicadas a su enseñanza), pueden interpretarse en términos de funciones separatista en el primer caso, y unificadora en el segundo (Garvin & Mathiot 1974). Gallardo (1978) llama la atención sobre el hecho de que la función separatista (que diferencia una comunidad hablante de otras creando una autoidentificación por contraste) se manifiesta de modo negativo, al contrario de la unificadora, que funciona positivamente.

Efectivamente, el discurso contra el portugués está plagado de términos beligerantes, como “lucha”, “amenaza”, “combate”, “defensa”, etc. Algunos titulares del diario “El País” son contundentes al respecto: “Guerra sin cuartel contra el ´portuñol” (13/8/1978), “Contra el portuñol” (16/8/1978), “Defensa del idioma” (27/11/1978)6.

Por el contrario, el discurso de la campaña purista que veremos a continuación acentúa la función unificadora del idioma con términos y conceptos positivos: “Nuestra lengua es uno de los pilares de la soberanía y la unidad nacional” (“El País”, 13/8/1978), “Nuestra lengua es la lengua de la libertad, del heroísmo y del amor” (“El País”, 22/6/1975).





Notas

2 Para el período 1973-1985 se relevaron los siguientes diarios: “El País, “El Día”, “El Diario”, “La Mañana”, “Mundocolor”, “Ahora” y “Acción”.

3 No faltaron, sin embargo, propuestas más drásticas: “en más de una oportunidad nos referimos a la necesidad -y hasta diríamos la urgente necesidad- de formar en nuestra frontera una barrera defensiva lingüística, cultural y étnica. Para llevar tal cosa a la práctica, sólo habría un medio: recurrir a una especie de colonización intensiva en toda la región fronteriza, subdividiendo campos y poblándolos al máximo con elementos puramente uruguayos” (“El País”, 3/7/1980).

4 El Consejo Nacional de Educación tenía un ciclo de programas en televisión, en los que la referencia al “problema” del portugués era una constante. En uno de esos programas, como ejemplo de los esfuerzos realizados para erradicar el portugués, se enfocaba el pizarrón de una escuela de frontera con la siguiente inscripción: “Sr. Padre, habla español. Tu hijo te quiere y te imita”.

5 Idea errónea, ya que la presencia del portugués en territorio uruguayo es tan antigua como el poblamiento mismo de la región fronteriza.

6 El espíritu beligerante alcanza también al corpus de la lengua, como queda manifiesto en este titular de la prensa escrita: “Guerra a las faltas de ortografía” (“El País”, 5/9/1975).





Volumen 23 (2006)
ISSN: 1139-8736