2.1 Introducción
En la primera mitad del siglo XVI la meseta andina oriental, que formaba parte del Reino de Nueva Granada (y de la Colombia actual), estaba densamente poblada por varios grupos etnolingüísticos con rasgos culturales similares. Estos grupos gozaban de una agricultura bastante avanzada, fundada entre otras cosas en el cultivo de la papa y del algodón. Antes de la llegada de los conquistadores españoles en 1538, su sociedad y modo de existencia, altamente ritualizados, conocieron un desarrollo cultural y espiritual importante, pero se encontraban amenazados por las incursiones de naciones enemigas, sobre todo las tribus originarias del valle del río Magdalena.
En lo que concierne las lenguas utilizadas en esta región disponemos de una amplia documentación relacionada con una de ellas, el chibcha o muisca, y una documentación sumamente escasa de otra, el duit (Uricoechea 1871:XXXIV-XLII). La primera lengua se hablaba en la provincia de Cundinamarca, en la vecindad de Santa Fé de Bogotá, la actual capital de Colombia; la segunda se ubicaba en la región de Duitama (Boyacá). El muisca y el duit muestran un parentesco lingüístico cercano y pertenecen a un subgrupo de la familia lingüística chibcha. Esta familia, cuyo descubrimiento se debe al investigador alemán Max Uhle (1890), se extiende por partes de Colombia y América Central, siendo el muisca su representante conocido más meridional.
Pese a la supuesta predominancia del muisca, la mayoría de las fuentes coinciden en subrayar la diversidad de lenguas que reinaba en la meseta colombiana. Contrario a la situación del Perú, donde la utilización del quechua como lengua de comunicación y evangelización, se imponía por su difusión general ya existente, la selección de una lengua de utilidad al nivel de la Nueva Granada no era cosa sencilla. Varias décadas transcurrieron antes de que finalmente se decidiera por el muisca de los alrededores de Bogotá como lengua general de comunicación y evangelización. La primera cátedra de la lengua muisca fue establecida en la ciudad de Santafé en 1582 y en las décadas siguientes se realizó una producción importante de estudios sobre esta lengua.
El reconocimiento oficial y el esfuerzo de documentación relativamente amplio del que fue objeto el muisca durante la época colonial no pudieron evitar la temprana desaparición de esta lengua. Cuando en el siglo XVII todavía se observaba una población densa de indígenas hablantes de la lengua vernácula, el muisca ya fue considerado una lengua muerta en 1765 (Uricoechea 1871). En la actualidad solamente un pequeño sector de pobladores hispanohablantes de Bogotá (Distrito Capital) y Cundinamarca se identifica como descendientes de los muiscas, 1.859 personas según el censo gubernamental de 1997 (Arango y Sánchez 1998). Sin embargo, según el autocenso de las organizaciones muiscas el número de personas que se definen como indígenas muiscas es superior a 12.000 (véase http://www.etniasdecolombia.org/indigenas/muisca.asp).
Nuestro conocimiento de la gramática muisca se basa principalmente en tres trabajos, que han sido preservados desde la época colonial: la gramática de Bernardo de Lugo (1619) y dos gramáticas anónimas. Estas últimas además contienen vocabularios. Los trabajos relacionados con la lengua muisca representan por lo menos dos tradiciones distintas, dado que la gramática de Lugo se diferencia de las otras dos tanto en el contenido, como en la presentación y en los símbolos ortográficos utilizados. Las dos gramáticas anónimas muestran coincidencias, pero no son idénticas. Desde el punto de vista analítico representan un adelanto en comparación con el trabajo de Lugo, aún vacilante en sus interpretaciones gramaticales.
Para un panorama histórico de los distintos trabajos coloniales relacionados con la lengua muisca podemos referir a los trabajos de González de Pérez (1980, 1987). Esta autora preparó una edición accesible de la gramática anónima cuyo manuscrito (no. 158) se encuentra en la Biblioteca Nacional de Colombia (González de Pérez 1987). La otra gramática anónima, originalmente ubicada en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid (no. 2922), fue publicada en parte por Lucena Salmoral (1967, 1970). Es posible que la autoría o la inspiración de las dos obras anónimas mencionadas se deban al jesuita italiano P. Joseph Dadey (1576-1660), considerado en su tiempo como el mejor conocedor no nativo de la lengua muisca.
Los estudios coloniales de la lengua chibcha constituyen un material rico y variado, aunque se debe lamentar la extrema escasez de textos seculares. Casi la totalidad de los fragmentos de discurso preservados en la lengua muisca es de carácter religioso. Por esta razón no conducen a un entendimiento mayor de la cultura original auténtica de los chibchas. Sin embargo, la totalidad del material conservado (explicaciones gramaticales con ejemplos, vocabularios, textos religiosos) permite apreciar la riqueza, así como la complejidad de la lengua muisca. Es posible que su naturaleza exótica e inusitada haya constituido un obstáculo para el papel de lengua de comunicación al que fue destinada por el poder colonial.
El hecho de que las principales fuentes relacionadas con el muisca se encuentren publicadas en alguna forma no
significa que el estudio científico de esta lengua se haya culminado. El material está disponible, pero necesita ser reorganizado
para facilitar su utilización en trabajos de carácter histórico-comparativo o lingüístico en general. Existen varios vocabularios
español-muisca, pero el único vocabulario muisca-español de alguna importancia, compilado por Acosta Ortegón (1938), es poco
confiable debido a las ideas preconcebidas en cuanto a la fonología y la estructura de la lengua que le subyacen. La lengua muisca
difiere profundamente de lenguas amerindias tan regulares como el aimara, el mapuche y el quechua. El muisca tiene muchísimas
irregularidades que nunca han sido presentadas en forma sistemática. Para la mayoría de los verbos es necesario memorizar varias
formas básicas para poder derivar las demás formas de la conjugación. Por eso, las posibilidades de reconstrucción interna del
muisca son considerables, facilitando a la vez la comparación histórica con otras lenguas chibchas, especialmente las del norte de
Colombia, como el ica, el cogui, el damana, el chimila y el cuna. Entre los trabajos de lingüistas que han contribuido a la
reconstrucción y la historia comparada del muisca podemos mencionar los de Constenla Umaña (1981, 1984), López García (1995),
Adelaar (1995, 2004) y, sobre todo, Ostler (1993, 1994, 2000).
Volumen 22 (2005) ISSN: 1139-8736 |