ISSN: 1139-8736
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5.5.1. Características del Análisis lógica y gramatical

Como acabamos de afirmar, no podemos considerar esta obra inserta en la misma línea que las demás estudiadas. En primer lugar, hay que explicar que no se trata de una gramática para el aprendizaje de la lengua española por parte de alumnos extranjeros sino de un estudio gramatical sobre la lengua castellana realizado desde una perspectiva a veces muy 'sui generis', que va dirigida a quienes ya poseen el dominio de la misma y desean introducirse en la comprensión de sus mecanismos en un nivel más teórico. Por lo tanto, se nos presenta como un trabajo realizado en lengua castellana en el cual no se consideran algunos de los rasgos característicos de obras analizadas anteriormente, como, por ejemplo, el aspecto comparativo.

El Análisis es pues una gramática de la lengua escrita, teórica y no práctica en cuanto que no muestra el uso lingüístico contemporáneo, sino que explica muy detalladamente los componentes gramaticales de la lengua y su funcionamiento por medio de ejemplos documentados, exclusivamente, según el buen uso de los autores considerados clásicos.

Por tratarse de uno de los trabajos gramaticales de lengua española más interesantes y personales en el panorama de la lingüística española decimonónica, ya ha sido examinado por investigadores más expertos que nosotros en este campo 208; por ello nos limitaremos a señalar aquellos aspectos de la obra que pudieran ser de trascendencia para la enseñanza aplicada de la lengua.

En el título se destaca la utilización de un método analítico que es a su vez lógico, en cuanto que lleva a cabo un análisis funcional y semántico-sintáctico del discurso y de la proposición (Gómez Asencio 1981: 289 nota 440), y gramatical, en cuanto que pretende la última descomposición que es posible llevar a cabo en cada uno de los elementos de la oración. Es decir, además de la función que las palabras desempeñan en la frase verbal o en la propia oración, el gramático debe explicar qué es en sí cada una de las palabras (cf. ídem 1981: 101-102). Este enfoque analítico es propio de una gramática lógico-filosófica dentro de las tendencias lingüísticas introducidas en España a principios del XIX por algunas gramáticas francesas, especialmente por la de Condillac, de cuyas ideas Calderón, al igual que Jovellanos, es uno de sus representantes en la lingüística española (cf. ídem 1981: 104). Sin embargo, Calderón no copia el modelo francés literalmente, porque reconoce que la lengua española no puede acomodarse exactamente a la francesa:

No hemos hecho en consecuencia más que adoptar la nomenclatura de la análisis (sic), en lo que no vemos el menor inconveniente, puesto que nuestras voces equivalentes no son menos significativas en la materia que las de aquella lengua; pero por lo que respecta a la formación del presente tratado hemos procedido, como si no hubiésemos visto esa obra, ni otra alguna de las que existen en francés, sobre ese punto (Calderón 1843: prefacio, sin nº de pág.).

Pero sí adopta el método analítico porque le parece el más apropiado para interpretar el sistema de la lengua castellana. Este método analítico, utilizado por el traductor e introductor de Condillac en España, Louis Destutt de Tracy en su Grammaire, en 1803, conlleva la elaboración de un plan razonado que es explicado del siguiente modo por Calderón:

Nuestro plan es muy sencillo, y enteramente analítico: empezamos a descomponer lo más compuesto para llegar a los más simples elementos del lenguaje. Analizamos el razonamiento en períodos; descomponemos el período en proposiciones y descomponemos la proposición en sus partes o elementos inmediatos. A este trabajo damos el nombre de análisis lógica. Analizamos finalmente cada una de las partes de la proposición en las palabras de que se compone. A esto llamamos análisis gramatical. Damos de todas estas análisis numerosos ejemplos, sacados casi en su totalidad de nuestros más célebres y clásicos escritores (Calderón 1843: prefacio, sin nº de pág.).

Calderón está apuntando al “método geométrico”, difundido en las obras de L. Chiffet (1598-1658) y C. Buffier (1661-1737) y adoptado por la gramática académica; procedimiento que partía de los principios más generales y sencillos hasta llegar a los más difíciles y concretos (Sarmiento 1984: 27-28). La obra está claramente dividida en dos secciones, cada una de las cuales se corresponde con una de "las análisis" (sic) indicadas en el título. La primera de las secciones trata del análisis lógico e incluye el análisis del período: de la proposición, sujeto de la proposición, atributo de la proposición, complemento, proposiciones complementos, proposiciones incidentes. Es decir, trata del aspecto funcional del discurso y de sus elementos. Los contenidos están explicados según un criterio semántico-funcional y teleológico (Gómez Asencio 1981: 102). Calderón no parte de la palabra como unidad básica gramatical sino del “período”, al cual define de este modo:

La expresión de cada uno de estos pensamientos de segundo orden constituye lo que llamamos un período [...]. El período se compone inmediatamente de proposiciones: a veces no está formado sino de una proposición sola. Entendemos por proposición un pensamiento expresado con los signos del lenguaje, sin dar en esto a la palabra pensamiento otra significación que la de un juicio, esto es, un acto de nuestro espíritu con que se pronuncia que tal objeto que contempla existe en él bajo tal cualidad o modificación (Calderón 1843: 7 y 9).

En el apartado de la Construcción, que este autor identifica con sintaxis, coincidiendo así en gran parte con la GRAE de 1771, con Jovellanos, Díaz, Calleja y Pelegrín (Gómez Asencio 1981: 72), así como con Bello (Isaza Calderón 1967: 63), no desvirtúa la idea tradicional de que concordancia y régimen son relaciones de dependencia que tienen cabida en la sintaxis, pero parece ser que presenta algunas inconsistencias en su tesis, como ha explicado el profesor Gómez Asencio:

[...] (i) deja sin aclarar cuántas son las palabras relacionadas, cuáles son las palabras dominantes y cuáles las dominadas; (ii) hay una inconsistencia con la definición de sintaxis o construcción (ésta sólo trata de la colocación y orden de las palabras); y (iii) según ella (y según la definición de régimen) podría pensarse que la relación entre, por ejemplo, la preposición latina ab y el ablativo que debe seguir es una relación de concordancia, y lo mismo entre un verbo transitivo y su acusativo objeto directo (cf. 1981: 70, nota 128).

También se incluyen dos apartados de "ejercicios" relacionados con la teoría inmediata anterior mediante los cuales se intenta demostrar la validez de la misma. En realidad, tales ejercicios no son sino comentarios gramaticales de textos literarios realizados por el autor, quien demuestra la aplicación de los conceptos y teoría a que ha hecho mención con anterioridad.

La segunda sección se corresponde con el análisis gramatical y es una parte comparativamente mucho menos extensa que la anterior (veintiséis páginas frente a sesenta y ocho, respectivamente). Este apartado que trata de las partes de la oración, fundamentalmente, de su aspecto morfológico y sintáctico, contiene una explicación de análisis gramatical típicamente logicista:

Análisis lógica no es más que análisis del pensamiento; análisis gramatical no podrá ser más que análisis de la palabra: mas como la palabra no es sino un sonido vano, cuando no es el signo de una idea, de un pensamiento, la análisis gramatical no será nada, si no es al mismo tiempo análisis lógica, análisis de pensamiento, de idea. Sin embargo, hemos adoptado la división de la análisis, en análisis lógica y análisis gramatical, y necesitamos hacer ver qué es lo que entendemos por esta última parte que nos queda que tratar. Entendemos pues por análisis gramatical, como ya hemos indicado en el principio de este tratado, el proceder que da los últimos resultados de la análisis lógica: el que descompone las partes de la proposición en simples palabras o vocablos (Calderón 1843: 69).

En esta misma línea filosófica encontramos la concepción de gramática:

[...] La palabra pues es el intérprete de nuestro pensamiento, que declara a nuestros semejantes lo que para nosotros es el universo, y cada uno de los objetos que en él contemplamos. El arte de hablar no es más que el arte de interpretar nuestro pensamiento; y no podemos interpretarle sino suscitando en los otros las mismas ideas que en nosotros produjo la acción del universo, o lo que es lo mismo, haciendo que su pensamiento les interprete el universo del mismo modo que nos le interpretó a nosotros. No podemos pues hablar bien, si no conocemos bien nuestro pensamiento; y así es como el arte de hablar supone el arte de pensar, esto es, la gramática supone la lógica. Esta no deberá de ser para nosotros más que el arte de disponer en tal forma nuestras ideas que, si no son expresadas, nos pinten bien, nos retraten fielmente el mundo, los objetos; y si son expresadas, esto es, revestidas del signo exterior que las hace sensibles para nuestros semejantes, puedan ser para ellos el intérprete fiel de nuestro pensamiento, es decir, de lo que para nosotros es el mundo, las cosas. Así es como la gramática es la lógica o no es nada (Calderón 1843: 68-69).

Calderón presupone la definición de gramática conforme a la tradición, “arte de hablar”, como hicieran gran parte de los gramáticos españoles, especialmente entre 1847 y 1920 209; no obstante, es evidente que la influencia de los gramáticos universalistas y su concepto del discurso como imagen del pensamiento 210 supera, en este caso, a la preponderancia de los juicios tradicionalistas.

En cuanto a las clases de palabras, Calderón establece un sistema de siete, cuyas definiciones (“signos representativos de las ideas”) (cf. 1843: 71) se elaboran mezclando el criterio funcional con el lógico-objetivo. Este apartado ha sido suficientemente estudiado por Gómez Asencio quien, después de analizar cada una de las definiciones, ha desentrañado el verdadero criterio del gramático al caracterizar las partes de la oración. Así, con respecto al sustantivo, que en el Análisis aparece definido como “aquellas palabras que están destinadas para significar una sustancia” (Calderón 1843: 71), percibe, una vez más, la influencia de Condillac y añade que al igual que Jovellanos, Pelegrín, González y Salvá, Calderón caracteriza el sustantivo no sólo por lo que significa, sino también por la manera de significar (Gómez Asencio 1981: 137). El predominio de esta clase de palabras sobre las demás en la obra de Calderón, se debe a razones sintácticas y no semánticas, como asegura Gómez Asencio (cf. 1981: 140). Para este autor, Calderón, junto con Hermosilla, son los únicos gramáticos españoles que presentan una teoría original en cuanto al verbo se refiere; en este caso, separándose de la gramática filosófica, aunque de modo distinto en cada uno de ellos (cf. 1981: 217-218). Sobre esta parte del discurso Calderón afirma lo siguiente:

Un gran número de sustantivos que expresan de un modo abstracto modificaciones de las sustancias han sido sujetados a diferentes transformaciones, llamadas modos personales, en las cuales la modificación es presentada, no como en el adjetivo, como solamente aplicable al objeto expresado por el sustantivo, sino como realmente aplicada o atribuida a él, por cuanto los sustantivos de que hablamos, en esta transformación, además de la modificación expresan la afirmación, es decir, el acto con que el espíritu pronuncia que la modificación conviene de un modo cualquiera a la sustancia. Estos sustantivos, que expresan el estado o la acción de los objetos que contemplamos, y que son acabados en -ar, en -er, o en -ir, han sido llamados verbos en cuanto son susceptibles de aquella transformación: andar, vivir, sentir, ver, etc., son verbos (Calderón 1843: 72).

En el apartado del pronombre, Calderón no adopta la teoría del pronombre como sustituto del nombre propio:

Hemos considerado hasta aquí al sustantivo como expresando una sustancia, un ser susceptible de ser modificado; pero la necesidad o la utilidad de la expresión ha exigido también que consideremos esta sustancia con relación sola a su individualidad. De aquí el origen de estas voces: yo, que es un verdadero sustantivo, puesto que representa una sustancia, pues no obsta el que sólo sea considerada en razón de su individualidad (...). Yo, tú, él y todas las transformaciones que experimentan estas voces por otras consideraciones han sido llamados pronombres (Calderón 1843: 73).

Y al igual que Saqueniza, Salvá, Lacueva, Hermosilla y Noboa, y al igual que Bello años después, aplica un criterio semántico en la definición pronominal. Todos, excepto Calderón y Bello, defienden la idea de que los únicos pronombres son los personales (Gómez Asencio 1981: 179). Así, los demostrativos están incluidos dentro de la clase pronominal, junto con los relativos y los personales; aunque, al mismo tiempo, también aparecen considerados como adjetivos, coincidiendo con los autores antes citados:

Hay todavía otras voces que representan puras individualidades de un modo más o menos vago o indeterminado, como alguien, nadie, se, ello, lo, que por alguna razón análoga pueden ser contados entre los pronombres, en razón de lo vago de las individualidades que significan, designados con el nombre de indeterminados o indefinidos. El mismo servicio hacen la mayor parte de los adjetivos determinativos, los cuales se emplean solos, siendo frecuentísimo el suprimir por la elipsis el sustantivo a que se refieren: uno, alguno, ninguno, tal, pocos, muchos, todos, varios, etc. representan como pronombres las sustancias que expresan los sustantivos tácitos a que se refieren.
Algunos de estos adjetivos como que, cual, quien, cuyo, que sirven de conjuntivos en la proposición que determina o explica la significación del sustantivo a que se refieren, toman el nombre de relativos. Cuando los adjetivos determinantes este, ese, aquel, mio, tuyo, suyo, nuestro, vuestro se emplean como representantes del sustantivo tácito a que se refieren, son también llamados pronombres los tres primeros demostrativos, y los restantes posesivos (Calderón, 1843: 74).

El artículo, asimismo, está incluido en la categoría pronominal:

A causa pues de esta diferencia que hay entre él y los otros pronombres cuando sin haber nombrado antes la sustancia se ha querido emplear aquel en el discurso, ha habido necesidad de que siga después el nombre de la sustancia, esto es, el sustantivo, por una especie de aposición, y se ha dicho por necesidad él, hombre.....él, sol....él, árbol.....; mas en este caso él ha tomado el nombre de artículo, y ha servido para determinar el nombre de la sustancia, el sustantivo con que se junta, individualizándose o especificándole (Calderón 1843: 74).

Sustantivos y pronombres en Calderón están caracterizados por su referencia o no a sustancias determinadas (definidas) o indeterminadas (indefinidas); esta hipótesis presenta problemas y fallos que han sido analizados exhaustivamente por Gómez Asencio (cf. 1981: 181-186). La conclusión a la que llegamos, junto con este crítico, respecto al pensamiento gramatical de Calderón, es que los suyos son conceptos confusos y difíciles de entender a veces, a causa de la concisión con que aparecen expresados, pero no es menos cierto que la mezcla de influencias produce una visión de la gramática española diferente e innovadora en muchos aspectos (cf. 1981: 332).

Al igual que en la sección precedente, en el análisis gramatical se incluyen dos apartados de ejercicios complementarios y relativos a la teoría:

EJERCICIO TERCERO: y general de análisis lógica y gramatical
EJERCICIO CUARTO: varios ejemplos en que la análisis descubre defectos de construcción
(Calderón 1843: índice).

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Esta obra no se conforma al modelo gramatical tradicional, precisamente por tratarse no tanto de un estudio práctico destinado al aprendizaje del uso de la lengua, como de un estudio filosófico del sistema de la misma. Se analiza cómo es y cómo funciona la lengua pero sin explicar las normas y posibilidades de su utilización en los determinados y diversos contextos.

Sin embargo, Calderón no es ajeno del todo a la orientación práctica y a la necesidad de hacer del análisis algo útil y no sólo una pura especulación teórica y filosófica. El principio de utilidad, a juicio de este autor, ha de prevalecer, tanto para identificar lo correcto como lo erróneo en la utilización del lenguaje. Este interés didáctico del Análisis le llevó a ser adoptado como libro de texto en las Escuelas Normales en España, en años posteriores. El uso que Calderón propone no es el cotidiano y propio de la época, sino el de nuestros más célebres y clásicos escritores, porque como él mismo explica:

Por fin para hacer ver prácticamente la utilidad de la análisis propondremos varios ejemplos, cuyos defectos de construcción no aparecen, o aparecen poco a primera vista, pero que la análisis desmenuzando la expresión sabe hacer patentes. También tomamos los ejemplos de estas análisis de los mismos escritores modelos, para que, ya que con tanta razón lo son en lo que hemos de seguir, lo sean también en lo que hemos de evitar (Calderón 1843: prefacio, sin nº de pág.).


Notas

208 Hemos consultado, fundamentalmente, las obras de José J. Gómez Asencio: (1981) Gramática y categorías verbales en la tradición española 1771-1847, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca y (1985) Subclases de palabras en la tradición española,1771-1847, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca.

209 Sobre este aspecto puede consultarse Calero Vaquera 1986, cap. II.

210 El punto de vista de los gramáticos universalistas de Port-Royal se resumía en la popular metáfora: “la lengua es una copia de la mente” (Aarsleeff 1967: 14). La relación lenguaje y pensamiento volverá a plantearse en metodologías para la enseñanza de idiomas como la de Nicholas Gouin Dufief.



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