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1.3. Oralidad y planificación del discurso

El concepto de planificación discursiva se hace corresponder, tradicionalmente, con la lengua escrita. La lengua hablada es espontánea e instantánea mientras que la escritura planificada, no espontánea y está sujeta a revisión (Kress, 1979:70). Así también la lengua escrita, a diferencia de la lengua oral, presupone un proceso de elaboración previa. Si colocamos en paralelo dos continuos: lengua escrita y lengua oral y lengua planificada - lengua no planificada, se corresponderían de la manera siguiente (Cuadro 1):



escritura-------------------------------oralidad
planificada---------------------no planificada

Cuadro 1. Oralidad y planificación discursiva

En los extremos de lo escrito y de lo planificado se encontraría, por ejemplo, un artículo científico: se hacen múltiples revisiones, se cuida el contenido pero también el estilo. En el extremo de la oralidad y de lo no planificado tendríamos la conversación informal, por ejemplo una conversación en la cocina de nuestra casa. Pero todo eso es cierto sólo en alguna medida: en lo escrito también se da lo no planificado, o lo menos planificado: una lista de compras, una nota personal, una nota electrónica, podrían encontrarse en este extremo. Asimismo, lo oral puede planificarse hasta tal punto que se puede incluso calcular la entonación: pensemos por ejemplo en un discurso político en el parlamento, o en una oración fúnebre.

Entre las formas más naturales de la oralidad está la conversación, que se tiene también como una forma no elaborada. Sin embargo, si miramos un poco tanto en la tradición de este arte y en los estudios que se han hecho al respecto, la conversación no parece estar libre de normas. Eso nos lo dicen los antiguos léxicos de la conversación, donde se daba información sobre ciertos temas que podían ser tópico de las conversaciones elegantes, con una actualización sobre el conocimiento general de la época2. No todos los temas se tratan libremente en todas las sociedades en todas las conversaciones; existen restricciones en cuanto a los temas relacionados con la familia, el sexo y el dinero, por ejemplo.

Resulta muy complicado para hablantes de culturas diferentes saber conocer el manejo de los turnos conversacionales: saber cuándo deben entrar en la conversación. La impericia en este manejo puede convertirse en un motivo de ruptura de la conversación o de enojo entre los participantes. Es sabido que los judíos neoyorquinos manejan la interrupción como muestra de acuerdo (high involvement style), mientras que otros norte-americanos blancos esperan el término del turno del otro participante para comenzar a hablar (cf. Tannen, 1984). En Venezuela esto sería una marca dialectal: los andinos suelen los turnos conversacionales, mientras que los hablantes centrales interrumpen al interlocutor para manifestar lo que Tannen (1989) ha llamado "rapport": el acuerdo, la comunión, el buen éxito de la conversación.

Casalmiglia y Tusón (1999:28) opinan al respecto: "A pesar de que existe un pensamiento ampliamente difundido que considera que la lengua oral se adquiere de forma 'natural' y que la lengua escrita se aprende de forma 'artificial', hay que tener en cuenta que con ello se puede llegar a una extrapolación que establezca una dicotomía total entre lo que corresponde a la biología y lo que corresponde a la cultura".

No sabemos cuál de las formas del hablar es la más natural a la especie humana. Es interesante la discusión, de corte aristotélico, sobre este tema, porque no podemos perder de vista que el lenguaje es una institución creada por el hombre y es la esencia de su vida en la sociedad. De modo que, dicho esto, podemos discurrir sobre cuál es la forma primaria de comunicación: hay algunos que consideran la narración como la forma más natural, otros, la conversación. Barrera Linares considera la narrativa como una de las formas más naturales de la comunicación, en todo caso como "el más vinculado a la conformación del caudal cognoscitivo inherente al hombre" y la narratividad "el fenómeno lingüístico-cognoscitivo de mayor relevancia para la especie" (Barrera-Linares, 1995:11). Para Halliday (1990:46) la conversación es la "forma paradigmática de la oralidad".

La conversación no parece ser menos elaborada entre las formas de comunicación: el hecho mismo de implicar una alteridad sólo parece hacerla propia de etapas más avanzadas en la evolución del lenguaje infantil: el diálogo parece posterior al monólogo. Además, hay una serie de normas que tomar en cuenta para que una conversación sea exitosa: los turnos, tópicos de conversación, intensidad de la voz, y hasta el ritmo son apenas algunas de ellas. Por todo ello parece la conversación como un género más elaborado que la narración. La argumentación, otro género común al lenguaje cotidiano de los adultos es aún más complicado, pues implica también lo dialógico, sin que necesariamente deban estar dos personas frente a frente.

Una prueba de la elaboración y complejidad que pueden llegar a tener las conversaciones se encuentra en los manuales de cortesía. Carreño trata extensísimamente la conversación en su Manual de urbanidad y buenas maneras. Si bien el autor se centra en el tema de la cortesía toca, al hacerlo, asuntos relacionados con el lenguaje. Se considera por ejemplo la conversación como una forma de comunicación, pero también un instrumento constitutivo de la sociedad:"sin ella careceríamos del medio más pronto y eficaz de transmitir nuestras ideas, y de hacer más agradable y útil el trato con nuestros semejantes" (Carreño, 1999: 174). Su consideración abarca varios niveles del lenguaje - la fonética, el léxico, el estilo y la proxemia:

Nada hay que revele más claramente la educación de una persona, que su conversación: el tono y las inflexiones de la voz, la manera de pronunciar, la elección de los términos, el juego de la fisonomía, los movimientos del cuerpo, y todas las demás circunstancias físicas y morales que acompañan la enunciación de las ideas...(Carreño, 1999 :174).

Carreño comenta sobre la competencia del hablante en la conversación, en varios aspectos: En primer lugar, en la elección del léxico, el dominio de las emociones, la elección de palabras cultas, pero a la vez simples y no rebuscadas.. En segundo lugar, en la dinámica interpersonal, debiendo cuidarse por ejemplo de que ésta sea general cuando el grupo es pequeño, pero permitiéndose los diálogos cuando los grupos son grandes. El tema es uno de los problemas más reglamentados: los tópicos permitidos deben ser generales, pero excluyendo a lo que se refiere a la familia, a la persona, a las enfermedades, los conflictos, los negocios y materias profesionales; haciendo referencia a la coherencia en la conversación. La gesticulación y, lo que es más importante, la coherencia entre ésta y el sentido. También la narración y sus circunstancias le merecen la atención, los turnos y los períodos de habla, así como la atención hacia el hablante por parte de los escuchas.

Para Halliday, la lengua oral no es menos estructurada ni menos organizada que la escrita. Así llega a afirmar: "Contrariamente a lo que piensa mucha gente, la lengua hablada es en su totalidad, más compleja que la lengua escrita en su gramática y la conversación informal y espontánea es, gramaticalmente, la más compleja de todas (Halliday, 1985:47, mi traducción). Sin embargo, las razones de esa complejidad son diferentes. Si la escritura es estática y densa, la oralidad es dinámica e intrincada; el imbricamiento gramatical de la oralidad toma el sitio de la densidad léxica de la escritura (Halliday, 1989: 87)



Notas
2 En Alemania se conoce desde 1808 el Konversationslexikon de la editorial Brockhaus.

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