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1.3.2.1 La teoría clásica (TGT1) frente a la realidad
En los últimos años, desde distintos foros dedicados, con uno u otro enfoque, al trabajo terminológico, se ha venido mostrando cierta preocupación ante el desajuste existente entre los datos empíricos y los inamovibles principios teóricos preconizados hasta ahora por la teoría clásica de la terminología (Cabré 1998: 1). Estos principios fueron fruto de unas circunstancias y necesidades muy concretas y pretender atribuirles una validez universal y atemporal no es algo factible.
Los primeros trabajos terminológicos fueron elaborados en los siglos XVIII-XIX por los científicos cuya preocupación principal fue regular la creación de denominaciones que garantizasen una comunicación unívoca. Posteriormente, en el s. XX y a causa de la revolución tecnológica, los técnicos también han perseguido una finalidad normalizadora a nivel internacional. Así, Wüster, considerado por la mayoría como el padre de la terminología moderna y fundador de la escuela de Viena, expone sus primeras reflexiones sobre el tema en los años 30 y finalmente en 1979, y de forma póstuma, se publica Einführung in die Allgemeine Terminologielehre und terminologische Lexikographie, obra que recoge la TGT (cf. Wüster 1979, trad. Cabré 1998).
Con Wüster la terminología alcanza el estado de materia autónoma interdisciplinar, y su labor fue respaldada por organismos internacionales tales como la ISO que en 1947 se reúne para desarrollar normas universales que mejoren la comunicación y cooperación internacionales y reduzcan las barreras de los intercambios comerciales a nivel internacional (Cabré 1998: 21). En estas palabras se resumiría lo que ha sido la actividad terminológica basada en la TGT.
Siguiendo su estrategia onomasiológica (del concepto al término), la terminología supone una representación de un sistema conceptual único y preexistente; es decir, las materias o la realidad se conceptualizan de forma uniforme y universal. Por tanto, los términos son meras etiquetas (Condamines 1994: 31) de los distintos elementos de la realidad, y como tales, sólo importa su función denominativa que, en ningún caso, se verá alterada por el contexto. La lingüística aplicada y la pragmática están alejadas; lo que subyace es "the relation of reference, whereby language is able to use the stability and permanence of the world outside it to steady its inner waywardness" (Sinclair 1996: 110).
La unidad terminológica (UT) se define en este contexto como una unidad de pensamiento especializado utilizada sólo en situaciones de comunicación profesional en el plano internacional (Cabré 1997: 7). Estas unidades pertenecen a una única disciplina y, por tanto, se hablará de homonimia cuando aparezca en dos o más ámbitos de especialidad. Bajo esta idea subyace una clara separación entre el lenguaje natural y el lenguaje especializado. Si en el primero se da la polisemia y la sinonimia, en el segundo se da la univocidad y la monorreferencialidad de los términos. Este principio de separación entre la terminología y la lexicología conlleva necesariamente una separación entre unidad terminológica (término) y unidad lexicológica (palabra).
El término se presenta2 como uniforme y estático en el tiempo, espacio y grupo social. De esta forma se obtiene una unidad de comunicación estandarizada con fines económicos y políticos y descontextualizada culturalmente. Esta unidad denomina un concepto que es a su vez uniforme, ahistórico, atemporal, asocial e ideológicamente neutro. Desde este punto de vista meramente denominativo, los aspectos sintácticos y gramaticales del término (por ejemplo la fraseología) son irrelevantes. Por otro lado, tampoco se presta ninguna atención a sus aspectos discursivos y comunicativos con lo cual "words and meanings that are protected by the conventions of terminology exclude as far as possible any variation that is specific to the occasion" (Sinclair 1996: 101).
Todos estos aspectos ponen de relieve las insuficiencias de la tgt, el reduccionismo que postula frente a complejidad real:
The recognition that terms occur in various linguistic contexts and that they have variants which are frequently context-conditioned shatters the idealised view that there can or should be only one designation for a concept and viceversa. (Sager 1990: 58)
La terminología sólo tiene sentido en el ámbito de la especialidad y dentro de éste es necesario hacer frente a la complejidad que rodea a las unidades terminológicas; complejidad obviada en los trabajos clásicos ya que Wüster, al concebir la terminología como un instrumento de trabajo, ideado para desambiguar la comunicación científica y técnica, diseñó un modelo idealizado que silenciaba la diversidad y la variación, concebía los elementos de la realidad como estáticos y no contempla la circularidad del conocimiento (Cabré 1999: 105, 6). Por tanto, al considerarlos como elementos meramente denominativos (dimensión representacional) no tiene en cuenta su dimensión social y restringe su dimensión comunicativa a la producida entre especialista y profesionales.
Por el contrario, en la actualidad se pone de manifiesto lo diferente de cada situación comunicacional (sociolingüística) que gracias a los avances en el tratamiento informático de datos lingüísticos se ha constatado empíricamente. La diversificación terminográfica es también resultado de las necesidades comunicativas e informativas surgidas a raíz de los avances de la sociedad. Los principios clásicos son insuficientes para dar una explicación satisfactoria de la terminología que se ha visto inmersa en un mundo que progresa continuamente y requiere de soluciones por parte de ésta. Pretender reducir la realidad para cumplir con unos ideales no es posible.
NOTAS
1 Teoría General de la Termonología.
2 En la práctica terminológica, sin embargo, la variación ligada al espacio, en el caso de distancia geográfica entre dos países de lengua común, se ha aceptado.
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