ISSN: 1139-8736 |
1. Introducción
Entre los aspectos que prueban la postura innovadora de Eduardo Benot contra "cuantos gustan de no salir de lo trillado" (1889: II, 5), examinaremos en este artículo el relativo a la estructura global de la cláusula –lo que hoy entendemos por oración– . Para ello situaremos a nuestro gram tico dentro del nuevo paradigma científico que emerge en Europa a comienzos del siglo XIX y que percibe las realidades organizadas como totalidades fuera de las cuales pierden sentido sus constituyentes; un representante de este paradigma es el espíritu romántico –frente al racionalista y empirista– , expresado por Hegel: "lo verdadero es el todo" . Así , para el autor de Arquitectura de las lenguas, lo fundamental en gramática debe ser "el estudio de las masas elocutivas y nó el de sus elementos" :
Las masas elocutivas deben, pues, analizarse sin descomponerlas.
Descomponerlas sería lo análogo de la inútil tarea del loco que majase ó triturase una rueda, un péndulo ó un resorte para analizar el mecanismo de un reloj. Sólo puede conocerse el oficio de cada pieza en la máquina cronométrica misma, esto es, observándolas todas en su perfecta integridad (1889: I, 88).
Esta idea de organización que desde el siglo XIX empieza a instaurarse en la Biología y en la Lingüística histórica implica la prioridad de la función (Foucault 1988: 258-259, 274-276; Hurtado 2002: 58-66). Por ello, para el autor gaditano, los signos no interesan en cuanto a su forma o estructura, sino en cuanto a su función, entendida ésta como "el oficio que en cada cláusula desempeñan las masas elocutivas que la constituyen y componen" (1889: I, 11).
Afirmaba Cassirer que la ciencia moderna se opone a la antigua por haber desbancado el concepto de substancia en favor del de función. Y ello se aprecia en la Lógica moderna, que, superando el esquema substancialista sujeto + predicado del silogismo aristotélico, emprende una teoría formal de las relaciones –lógica de términos o de predicados– , cristalizada en el siglo XIX gracias a Peirce, con el antecedente de De Morgan: un predicado es ahora una función de n argumentos, y el predicado aristotélico sólo es un caso particular, es un predicado de argumento único. Así , conforme a este mismo espíritu, Benot rompe la hegemonía del esquema sujeto + predicado para sustituirlo por otro donde el verbo es el elemento que conecta las funciones principales en la cláusula, representadas por nominativo, acusativo y dativo; sólo en las construcciones atributivas y en las predicativas monoactanciales se mantiene la estructura sujeto + predicado (1910:45). Como consecuencia de ello, acusativo y dativo ya no son constituyentes del predicado, sino de la cláusula u oración, al mismo nivel que el nominativo. Y el verbo enlaza todas las funciones, de manera mediata o inmediata, igual que más tarde ocurrirá en Tesnière.
La función crea el órgano –reza el tópico de la moderna Biología– . Igualmente, para Benot carece de sentido clasificar una palabra fuera de la totalidad donde se integre: no importa la naturaleza o forma de las expresiones, sino su función dentro del todo de que forma parte. Por ello, una oración sustantiva, por ejemplo, no es más que un sustantivo ad hoc formado en un acto de habla ya que el repertorio de la lengua no suministra "sustantivos palabra" suficientes para satisfacer las necesidades elocutivas. El funcionalismo extremo de Benot se conecta, pues, con un concepto instrumental de la lengua –recogido de Whitney– en cuanto mecanismo para formar expresiones nuevas según las necesidades elocutivas (Martínez Linares 1989: 222; 2001: 135-137); una lengua es para nuestro gramático un sistema dinámico de producción que permite engendrar un número infinito de expresiones a partir de un conjunto limitado de signos (1889: I, 32; Sarmiento 1991: xxi).
¿ De qué manera procede este mecanismo de formación de expresiones? Naturalmente, cuando hablamos, lo primero que hacemos es ligar el discurso con referentes o individualidades. Y, para ello, la lengua dispone de palabras que no exigen determinación, por ser ellas mismas capaces de referirse a algo en la cláusula: se trata de los nombres propios, que –según Port-Royal– representan ideas singulares, frente a los nombres generales, que significan ideas universales o comunes (Arnauld y Lancelot 1997[1660]: 26). Pero, como la lengua no dispone de un nombre propio para cada uno de los referentes del mundo, hay que elaborar masas elocutivas que desempeñen tal función, y a esa tarea subviene precisamente la acción determinativa (1910: 28):
[...] toda enunciación ha de referirse necesariamente a algo. De otro modo [expresado], nuestras afirmaciones, negaciones, etc., recaen siempre sobre una o más individualidades. Y para que no quepa duda acerca de cuál puede ser el objeto de nuestra enunciación, esas individualidades están necesitadas de determinación (1910: 415) .
La determinación tiene, por consiguiente, un efecto pragmático ya que las masas elocutivas resultantes sirven para referirse a una entidad (1889: I, 33-34; 1910: 21-37); la determinación crea nombres propios para las cosas de que hablamos (al decir Quiero que vengas o Quiero tu venida el objeto deseado queda señalado mediante un nombre propio creado ad hoc, que es una masa elocutiva con función sustantiva). Por tanto, lo primero que salta a la vista, junto con el verbo, es el nombre sustantivo. Pero, como Benot ha formulado ya una concepción que reemplaza la antigua teoría de las partes de la oración por una definición funcional de tales categorías, resulta que el sustantivo puede presentarse bajo la forma de un sustantivo-palabra, de un sustantivo-frase o de un sustantivo-oración (1889: I, 312-14). Las masas sustantivas –sea cual sea su estructura– que gozan en una cláusula de determinación constituyen, por tanto, los elementos primarios de la misma.
Ahora bien, con ello sólo hemos dado el primer paso. Una vez elaboradas las masas elocutivas de carácter sustantivo, que se refieren a las individualidades, hay que conectarlas entre sí para edificar la cláusula o la oración 1; es decir, hemos de conectarlas para construir expresiones que reflejen un estado de cosas, como diríamos en términos de Dik (1989: 49-50). Los complexos sustantivos –palabras, frases u oraciones– se conexionan entre sí en una red de funciones; y aquí precisamente aparece la función de caso, de la que trataremos en el artículo presente. Mas, antes de entrar en este asunto, dedicaremos un apartado a las masas elocutivas que pueden desempeñar tales funciones.
Notas
1 Los dos tipos de operaciones –determinación y conexión– corresponden a los dos niveles que distinguía la gramática francesa: el de las operaciones de concepción y el de las de juicio o enunciacón (Chevalier 1977: 146).Volumen 23 (2006) ISSN: 1139-8736 |