ISSN: 1139-8736


5. Condiciones sociohistóricas para el éxito de una campaña idiomática de corte purista

Planificación lingüística y planificación de identidad son dos conceptos íntimamente relacionados; actuando sobre una se puede incidir sobre la otra, y viceversa (Pool 1979). La exaltación del nacionalismo es un instrumento poderoso para gobiernos que apuntan a una unificación de la comunidad en torno a acciones y comportamientos por ellos propuestos. No es de extrañar que, no sólo campañas puristas en torno a lenguas nacionales, sino incluso campañas de estandarización de lenguas minoritarias, sean llevadas adelante muchas veces por gobiernos de corte autoritario.

Para terminar este artículo, quisiéramos referirnos a otro intento de campaña purista que ocurrió en Uruguay en 1999, en un contexto político de democracia (Asencio 2001). La comparación puede resultar interesante porque demuestra cómo la situación política de un país puede determinar la viabilidad misma de una campaña idiomática de corte purista que, por definición, implica una ideología de carácter represivo.

En 1999 hubo, efectivamente, un nuevo intento de campaña de defensa idiomática. Las acciones fueron promovidas por el entonces ministro de Educación y Cultura, Yamandú Fau, como resultado de las “malas palabras” empleadas en un programa de televisión.

El hecho concitó la inmediata reacción de autoridades y público en general. Las autoridades realizaron profusas declaraciones en la prensa y la teleaudiencia saturó las líneas telefónicas del canal para manifestar su descontento. Como no podía ser de otra manera, no faltó a lo largo de todo este debate la explicitación de un espíritu nacionalista (exacerbado porque el emisor de las “malas palabras” era argentino) y un llamamiento a las “buenas costumbres” que caracterizan el modo de ser de los uruguayos.

El ministro Fau señaló que

“la chabacanería, la vulgaridad y la grosería están invadiendo de manera hostil y agraviante los medios de comunicación” (“El País”, 20/5/1999),

y el presidente Julio Sanguinetti

“se mostró preocupado por el léxico que se utiliza en algunos programas de consumo masivo y coincidió con el ministro en la necesidad de iniciar una ofensiva para defender y cuidar el idioma” (“El País”, 20/5/1999).

Tanto la prensa escrita como los miembros de la Academia Nacional de Letras adhirieron en principio al discurso purista y apoyaron las iniciativas del ministro.

Sin embargo, y pese al revuelo inicial, la propuesta de realizar una campaña de defensa del idioma no prosperó. El ministro, que inicialmente se explayó en comentarios de corte correctivo y pidió el apoyo de la Academia Nacional de Letras para concretar su iniciativa, fue atenuando sus declaraciones y, frente a una actitud crecientemente cautelosa de la Academia, manifestó que no había encontrado en esta entidad “ambiente o espíritu para implementarla” (“El País”, 21/5/1999).

Sus impetuosas iniciativas se desdibujaron en confusas explicaciones que intentaron justificar su desistimiento; señaló que una campaña “debe ser espontánea” , que “no es el gobierno el que debe llevar adelante esta campaña” , y que “este Ministerio lo que hizo fue vincular a la sociedad con la temática” (“El País”, 21/5/1999); declaraciones que demostraron un desconocimiento y una contradicción absolutos de lo que implica una campaña idiomática, que no es otra cosa que un acto de planificación lingüística, y que como todo acto de planificación no puede ser espontáneo ni soslayar la intervención más o menos directa del aparato estatal.

La ausencia de un contexto político propicio para instrumentar una propuesta que, se temía, podía calificarse como represiva, queda manifiesta en esta declaración del mismo ministro:

Cuidado con los gobiernos que buscan reglamentar el idioma, porque esto podría ser riesgoso y puede conducir a fines no queridos” (“El País” 21/5/99).

Todavía estaba presente, en el imaginario de los uruguayos, la triste experiencia de la dictadura. Una vez más los comportamientos lingüísticos reflejan los comportamientos y acontecimientos culturales, sociales y políticos. Y en materia político-lingüística, una afirmación como la anterior resulta particularmente pertinente





Volumen 23 (2006)
ISSN: 1139-8736