ISSN: 1139-8736
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UNA POÉTICA DEL HABLA COTIDIANA

Vino, primero, pura
vestida de inocencia
y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes
y la fui odiando, sin saberlo.
Juan Ramón Jiménez




¿Por qué un estudio del habla cotidiana desde la Poética y por qué, en todo caso, un estudio lingüístico? La Lingüística abarca la Poética aún desde antes del famosísimo trabajo de Jakobson (1988), Lingüística y Poética: la poesía es lenguaje y el lenguaje es estudiado por la Lingüística. Pero no sólo es poética la poesía, lo es también el lenguaje en uso, el hablar es poético y el lenguaje sólamente puede concretarse a partir del hacer, de la poiesis, del hacer poético (del griego poesis, de poiein, hacer).

Para Kloepfer (1975), Poética y Lingüística son dos aspec-tos de la realización de la capacidad semiósica, es decir, de la dispo-sición del hombre para convertir algo en signo, que está en la base de todos los sistemas lingüísticos. Mientras que la Lingüística se interesaría por los resultados de esta capacidad, la Poética se ocuparía entonces de los procesos y posibilidades de la construcción de nuevos signos y de nuevos sistemas de signos; este interés por la "hechura" le ha dado su nombre a la poesía. La Poética y la Linguística comparten su objeto de investigación; de ahí también que podamos estudiar, entonces, la función poética en el habla cotidiana.

Halliday y Hasan (1990) distinguen, en relación con las funciones del lenguaje, los usos informativos, en los cuales hay una orientación hacia el contenido, que abarcan las funciones narrativas transaccionales o informativas, así como la función representacio-nal. Entre los usos interactivos, es decir, donde hay una orientación hacia el efecto y el control de los demás, el soporte mutuo o la expresión de sí mismo, se abarcan funciones conativas y expresivas. Entre los usos imaginativos, que comprenden funciones rituales y poéticas, se integran funciones mágicas. Por ello, la función poética sería, entonces, un aspecto de la función textual, a la que habría que agregar otros (Halliday y Hasan 1990:17).

Los usos imaginativos son semi-simólicos porque en ellos se recrea cada vez la relación de expresión y contenido; ellos contribuyen a la creación del texto pero también a la creación del lenguaje mismo, eternamente, circularmente: lo arbitrario se convierte de nuevo en motivado para terminar diluyéndose otra vez en el signo. En este libro, retomaremos el sentido inicial de la poiesis como hacer, el hacer del texto. Por eso el lector echará de menos la distinción entre lo poético -como semi-simbólico- y lo textual.

No pretendemos asumir una posición en cuanto a las relaciones de Lingüística y Poética, pero nos detendremos en algunas teorías al respecto. La Poética lingüística entiende a la Poética como parte de la lengua normal; unos consideran a las estructuras poéticas como secundarias o parasitarias, compartiendo la idea de que la legua natural es un bloque o un sistema único; otros estudiosos, más radicales, creen que la poesía es la lengua materna del género humano y que el lenguaje poético no es un uso más, sino que es lengua misma, la realización del lenguaje en todas sus posibilidades.

Si algunos piden que la teoría lingüística estudie no sólamente de la función referencial de la lengua, sino que tome en cuenta las otras, especialmente la función emotiva; otros prefieren la investigación sobre todo de la función poética. Los más radicales sostienen que el lenguaje no poético no adolece de la función poética y que la más pura poesía tiene también las otras funciones. La función poética permite fijarse en el signo mismo, pero a la vez le devuelve al signo lingüístico su polifuncionalidad.

La investigación sobre el lenguaje poético ha ido evolu-cionando. A partir del estudio de la expresividad de los sonidos se descubre que no sólamente el material sonoro puede estructurarse, sino que también se estructura lo gramatical del lenguaje, Jakobson habla sobre el doble carácter de la lengua y la polaridad entre metáfora y metonimia. El hablante puede escoger uno en el para-digma de los elementos sustituíbles en un determinado contexto y ordenarlo en el sintagma, estableciendo relaciones de contigüidad y de similaridad con los otros elementos del paradigma. Jakobson (1973) establece que la función poética lleva el principio de la equivalencia del eje de la selección al eje de la combinación, siendo el eje de la selección el paradigmático y el de la combinación, el sintagmático. De hecho, parece incluso haber enfermedades que residen en el no poder establecer esas relaciones1 (Pietrosemoli, 1996).

En un principio se entiende que hay una competencia poética, entendida como la capacidad humana para producir estructuras poéticas y comprender su efecto. Sin embargo, se considera todavía a las estructuras poéticas como secundarias y parasitarias, porque se entiende que ellas provienen de la desviación de las normas lingüísticas. Se cree que la competencia poética no es ni general ni necesaria, sino que se deriva de la Lingüística, y es adquirida en forma secundaria, adicionalmente, y más tarde (Kloepfer, 1975).

Más tarde, Kloepfer (1975) afirma que la Poética no es un habla particular, sino una manifestación de la capacidad humana del lenguaje, su capacidad de crear semiosis y con ella conocimiento y creatividad; la capacidad semiósica humana es infinita, porque los signos creados por el hombre se relacionan con el mundo, con otros signos o con sus usuarios; en la Poética estaría la base para el aprendizaje tanto de la lengua materna, como de otras lenguas y de otros sistemas de signos.

Ahora bien, ¿son lo mismo la Poética y la Poesía, el uso poético? El uso poético del lenguaje está siempre presente, aún en las situaciones diarias de comunicación, porque lo poético depende de las expectativas que se tienen acerca del lenguaje y es poético todo aquello que se considera como tal. En ello juegan un papel tanto el hablante como el oyente, constructor, también, del texto. El problema parece estar en dónde se ubica lo poético, si en el texto o en el referente.

En lo que hemos dicho, hasta ahora, parecemos inclinarnos a pensar que lo poético está en el texto, pero hay otras opiniones. Según Prado (1993), la poeticidad no está ligada a la versificación y la manipulación porque dicha manipulación y dicha finalidad también puede encontrarse en otros textos. La poeticidad no está para este crítico, ligada al poema, ni siquiera al poema en prosa. Prado se resiste a la idea de que la poesía sea problema del texto porque para él es problema del referente, y la Poética de los poetas lo que hace es el develar el misterio inefable de la poesía (Prado, 1993: 135).

Prado se opone a que la Poesía sea indiferente respecto del objeto del enunciado, porque la lengua poética no puede ser considerada sin referencia, puesto que se abre a una interioridad del objeto que está al alcance del lenguaje de denominación. Para él, la función que tiene la Poesía es decir ese yo, en sus más íntimos secretos. La poeticidad es expresión y aprehensión del yo. En este trabajo veremos cómo, en el habla cotidiana, los textos confluyen en la belleza, porque si el significado de los mismos es el diario vivir, su sentido último es hacernos valorar estéticamente la vida. Prado distingue los procedimientos poéticos eficaces de los que habla Jakobson, como poeticidad instrumental, el conjunto de estrategias lingüísticas, así dice:

    Entendemos por función poética instrumental el conjunto de estrategias lingüísticas, de juegos de sonoridades y de ritmos, de juegos de estructuras gráficas que contribuyen al desplazamiento del lenguaje hacia el espacio de lo inefable, sea cual sea la categoría de éste: una realidad material de procedimientos técnicos, lingüísticos o paralingüís-ticos; los paralingüísticos ligados en especial al espacio de la música, como adyuvante principal del acceso de la palabra a lo inefable (Prado, 1993:141).

De esta manera concibe Prado la poeticidad como "el conjunto de operaciones lingüísticas - fónicas, prosódicas, sintácticas y semánticas -y paralingüísticas- musicales y gráficas organizadas estratégicamente en un texto con el fin de conseguir la creación de un espacio referencial nuevo o el desplazamiento de un espacio referencial ya existente (Prado, 1993: 145). La poeticidad final sólo puede ser de naturaleza lingüística, es decir, estrictamente semántica, estrictamente referencial.

Prado critica a Jakobson cuando afirma en Questions de Poétique que la poesía es un enunciado que tiende hacia la expresión dirigida por leyes inmanentes. Nosotros no compartimos su crítica. Si la poeticidad está en el mundo, en la referencia, ella nos llega sólamente a través del texto. El mundo solo no es poético: lo es visto por el hombre, a través del lenguaje. Función poética o función textual, hacedora de texturas y conformadora de textos, en todas las hablas de todos los días. Que la poeticidad esté en la manera de decir las cosas, o en su referencia, no sabemos. En todo caso eso que oímos son maneras de decir, modos de ser.

Este pretende ser un estudio del habla cotidiana. Con esta restricción queremos sólamente dejar de lado, para efectos de este libro, los usos literarios del lenguaje y con ello la lengua escrita, para así dedicarnos exclusivamente a la oralidad. Claro que nos valemos también de un artificio: lo que estudiamos, en realidad, es un conjunto de grabaciones de la variedad hablada en la ciudad de Mérida, Venezuela, transcritas y publicadas en Domíguez y Mora (1998), que fueron pensadas para su estudio desde el punto de vista de la Lingüística. Las grabaciones proceden de hablantes de diferente sexo, edad y grupo social, y cada una de ellas es una conversación sobre su historia personal, sus problemas, pero sin un tema específico que no sea la vida misma, los temas de la cotidianidad. Asimismo, traemos ejemplos del Corpus del Habla Rural, recogido bajo la dirección de Jacqueline Clarac, que reposa en el CIET, en la Universidad de Los Andes, del Corpus del Habla Culta de Caracas de Bentivoglio, 1979) y el Corpus Sociolingüístico de Caracas de Bentivoglio y Sedano (1977 y 1987). Hemos disfrutado y conocido los mundos de hablantes a veces tan diferentes a través de su forma de decir las cosas. A las autoras de estas excelentes colecciones destinadas a la investigación va mi profundo agradecimiento.

Es un lugar común decir que la investigación y la docencia son inseparables. En este caso es así y en la docencia y la investigación están las fuentes de este libro; surgió de mis seminarios de pre- y postgrado en la Universidad de Los Andes y de la necesidad de explicar los temas del programa con ejemplos que fueran cercanos a los alumnos. Así se explica tanto la estructura didáctica del libro como el hecho de que los ejemplos hayan surgido de mi investigación sobre el habla de la región andina. El contrato de enseñanza que hacemos profesores y alumnos favorece, generalmente más a los primeros. Agradezco a mis alumnos haberme enseñado lo divertido de la lingüística. Muy especialmente va mi agradecimiento, por haber leído y corregido este libro desde su esbozo, a mi colega, María Alejandra Blondet; y a Alicia Usubillaga por haberlo convertido en texto impreso.

Mi agradecimiento va asimismo al Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico de la Universidad de Los Andes, por haber financiado los proyectos H-470-97-06-B y H-485-97-06 A, conducentes a este libro. A los miembros de mi grupo de investigación, Carmen Luisa Domínguez y Enrique Obediente, la expresión de mi aprecio por su estímulo constante y su amistad.

Seguimos muy de cerca la teoría de Halliday sobre el lenguaje esbozada anteriormente; esto implica la organización del sistema lingüístico en tres metafunciones: i) la función ideativa o referencial, centrada en la visión que tiene el hablante del mundo, tanto el mundo exterior como el mundo de su propia conciencia y donde el hablante cumple la función de observador; ii) la función interpersonal, a través de la cual se expresan las relaciones entre los miembros de la comunidad y a donde el hablante cumple su papel de intruso; iii) la función textual, creadora de textos y texturas, una función del sistema lingüístico para el sistema lingüístico, con los mecanismos que aseguran la cohesión y la coherencia de aquellos.

La teoría de Halliday, abarcante pero de una simplicidad ejemplar, nos ha servido como investigadores y como docentes. Este libro surge de las necesidades de la docencia y del producto de la investigación, dos actividades que son en nuestro diario quehacer inseparables la una de la otra. Por ello también el libro está organizado según esta teoría del lenguaje y con una función didáctica. Los dos primeros capítulos están dedicados a la oralidad, el primero, a sus diferencias con la escritura, porque la tradición nos desvía a considerar la escritura como básica y primaria cuando en realidad es la oralidad lo básico y fundamental. El segundo, intenta describir la gramática de ese hilo fónico que es la oralidad, es decir su organización, tal como parecemos aprehenderla. El tercer capítulo entra a describir las funciones del lenguaje tal como se perciben en la cotidianidad y está dedicado a la función referencial y a la coherencia como su consecuencia fundamental. El cuarto capítulo se refiere a la función interpersonal y a dos de sus manifestaciones en el texto: la estructura informativa y la evaluación. La sección I del quinto capítulo estudia la función textual y la cohesión, junto con los mecanismos creadores de la textura, así como algunos aspectos de la variación que encontramos en nuestros textos merideños. La sección II del quinto capítulo, también dedicado a la función textual, se refiere tanto a la organización global como a la micro-organización de los textos.


Notas
1  Los afásicos de Broca no reconocen las relaciones de cohesión, mientras que los de Wernicke carecen de las relaciones de coherencia (cf. Pietrosemoli, 1996)

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