ISSN: 1139-8736
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3.1 LA SOCIEDAD COMO REFERENCIA

El hablar y el comprender se comparten diaria y dinámicamente. La coherencia, el dar sentido al texto, es un proceder que se construye entre los hablantes en forma conjunta y eminentemente social; tanto, que la sociedad parece determinar, inclusive, los mecanismos cognitivos que se ponen en acción para hacerlo. Así parece expresarlo estas palabras de Hjemslev:

"Parece, pues, que el primer deber del lingüista o, más generalmente, del semiotista, que quisiera emprender una descripción de la sustancia del contenido consistiría en describir lo que hemos llamado nivel de la apreciación colectiva, siguiendo el cuerpo de doctrina y de opinión adoptado en las tradiciones y usos de la sociedad considerada. Por otra parte, es evidente que para conseguir una descripción exhaustiva y adecuada del conjunto es preciso completarla mediante la descripción de otros niveles que presentan relaciones con el nivel inmediato. No hay que creer que éste es un nivel físico y nada más. Deberemos atender también, sin duda, a un estudio de las condiciones socio-biológicas y del mecanismo psicofisiológico que permiten a los hablantes de la comunidad lingüística en cuestión (gracias a disposiciones naturales y hábitos adquiridos, válidos para las experiencias sensoriales y otras) crear, reproducir, evocar y combinar en formas diversas los elementos de apreciación de que acabamos de hablar, y las unidades que pueden formarse de ellos" (Hjemslev 1972:70).

La coherencia implica, primeramente la buena formación del texto, más allá de su gramaticalidad. Según Villaça y Travaglia, la coherencia tiene que ver con la buena formación en términos de la interlocución comunicativa, que determina no sólamente la posibilidad de establecer el sentido del texto, sino también, con frecuencia, cuál sentido se establece (Villaça y Travaglia, 1993 :32). Para Sánchez (,1993), coherencia es la relación existente entre los hechos denotados por dos o más de los segmentos que constituyen un texto, por ejemplo entre las oraciones: Pedro es muy buen hijo. Siempre está pendiente de sus padres (Sánchez, 1993:62).

La coherencia se da en todos los niveles del lenguaje. Villaça Koch y Travaglia enfatizan que ella resulta de la acción conjunta de todos los niveles y de su influencia en el establecimiento del sentido del texto, una vez que la coherencia es básicamente un principio de interpretabilidad y comprehensión del texto (Villaça-Koch y Travaglia, 1993: 40).

Van Dijk da cuenta del fenómeno de la coherencia en términos de dos mecanismos: la estructura temática y las relaciones semánticas entre algunos de los elementos léxico-gramaticales que conforman la estructura oracional, que constituyen los llamados recursos cohesivos (van Dijk, citado por Sánchez, 1993: 62) Por esta razón, la coherencia va unida a la cohesión, o sea la ligazón, la relación, los nexos que se establecen entre los elementos que constituyen la superficie textual. Ambas están íntimamente ligadas y se ha dicho que su separación se hace sólamente para facilitar el análisis. Si bien la cohesión es fundamental para la formación del texto, no es suficiente para crear un texto coherente. Hay textos incoherentes que son aquellos en los que el receptor no consigue descubrir una continuidad de sentido, ya sea por la discrepancia entre los conocimientos activados o por la inadecuación entre esos conocimientos y su universo cognitivo.

Por todo lo anterior decimos que la coherencia no es una propiedad del texto mismo, sino que se refiere a los usuarios: el modo de existencia del texto depende del sentido que le den los sujetos. Dicho esto, se desprende inmediatamente que, desde el punto de vista ontológico, la coherencia es subjetiva. Quizás por esta razón hasta hace muy poco tiempo la coherencia se consideró una noción confusa, porque se buscaba dentro del texto1.

La coherencia es entonces la comprensión del texto, negociada interactivamente y dependiente del contexto; es por ello que la coherencia no está previamente determinada, sino que ella es relativa a la forma en que los usuarios de la lengua adscriben su comprensión de lo que oyen o de lo que leen. De acuerdo con esto, la coherencia no es una propiedad inherente al texto, como sí lo es la cohesión (cf. Bublitz ,1999).

Desde el punto de vista interpersonal, parece haber, para cada texto, una coherencia del hablante, del lector y del analista, que pueden ser o no iguales, porque es la gente la que es coherente cuando comprende los textos, ya sea produciéndolos, recibiéndolos o analizándolos (Bublitz, 1999:2). Sin embargo, no debemos perder de vista que si bien la comprensión es individual desde el punto de vista psicológico, se trata de una comprensión social en la medida en que el lenguaje es un hecho social. La coherencia no se da, en mi opinión, como una suma de las comprensiones sucesivas de los hablantes, sino como una comprensión general de un nosotros; esto no es contradictorio con el hecho de que la coherencia puede o no tener variaciones, como lo veremos al final de este capítulo.


Notas

1 Searle explica que cuando describo un objeto como un destornillador, por ejemplo, lo hago sólo porque la gente lo usa como tal; por lo tanto el que sea un destornillador es un rasgo epistémicamente objetivo de esa cosa, pero ese rasgo existe sólo en relación con los observadores y los usuarios, de modo que el rasgo es ontológicamente subjetivo (Searle, 1977:29).

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