ISSN: 1139-8736
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2.6 EL RITMO

Otro elemento característico del habla es el ritmo, íntimamente ligado con el tiempo. El ritmo ha sido estudiado como elemento del arte verbal, de la performancia (Kaiser 1961, en Álvarez y Domínguez, 1999). Hay un ritmo natural que está en la vida misma. Las funciones básicas de nuestra vida, la respiración y la circulación se realizan rítmicamente a través de funciones repetidas y alternantes. El ritmo vital está íntimamente ligado a la producción del lenguaje, el aparato fonador tiene una doble función: garantizarnos el oxígeno y la comunicación.

Además del ritmo natural hay un ritmo planificado en el lenguaje, creado por el hombre y por ende, artificial. Distinguimos del ritmo, elemento intrínseco del lenguaje, del metro, creado artificialmente por el verso. Los oradores griegos estuvieron cons-cientes de la importancia del ritmo para el lenguaje; Cicerón lo concibe como un medio lingüístico para conseguir un buen estilo. El ritmo realza tanto lo conceptual, como la feliz elección del léxico y la formación del texto. Así lo dice Cicerón, en El Orador. El ritmo realza las ideas y las palabras elegidas y hace la diferencia entre prosa y poesía:

      Hablar con un buen estilo oratorio, Bruto -tú lo sabes mejor que nadie- no es otra cosa que hablar con las mejores ideas y las palabras más escogidas. Y no hay ninguna idea que sea provechosa al orador si no está expuesta de una forma armoniosa y acabada; y no aparece el brillo de las palabras, si no están cuidadosamente colocadas; y una y otra cosa es realzada por el ritmo..." (Cicerón 1991:149; citado en Álvarez y Domínguez, 1999).

El ritmo está constituido básicamente por la repetición de un patrón y es esencial para la percepción de los acontecimientos que ocurren en el tiempo. Se da entonces como vimos en la vida humana, pero también en la música, y en el lenguaje. Ya para Aristóteles al hombre le es natural el imitar tanto la armonía como el ritmo y así el metro, principio artificial en la poesía forma parte del ritmo, que es un principio innato. El hombre lo ha desarrollado, teniendo como fruto un producto artificial, como es la poesía (Poética: 107). Se habla de que el ritmo tiene un origen neurológico, lo que explicaría su presencia en el lenguaje de los niños (Astesano, 1999:72). Otros han hablado de la existencia de un ritmo universal que los niños aprenden antes de adquirir la estructura rítmica de su lengua materna (Léon, 1998:114).

Según Gili Gaya (1993) cada lengua tiene tendencias rítmicas propias, que definen su fisonomía particular. La tendencia de la lengua castellana es de construir unidades de cinco a diez sílabas, y entre ellas, las más frecuentes serían las de siete a ocho. El francés tiene unidades más breves, el italiano se asemeja más al español en este sentido.

La percepción del ritmo como rápido y lento está relacionado con el ritmo cardíaco medio, entre 60 y 80 pulsaciones por minuto, o sea con nuestra naturaleza biológica; por lo que los sucesos de duración inferior a ese ritmo se consideran lentos, mientras que los de duración superior se consideran rápidos. Por eso puede decirse que el ritmo tiene una regularidad subjetiva, mientras que el metro, artificial, tiene una regularidad objetiva. El metro se define como una ocurrencia rítmica de regularidad cuantificable (Astesano, 1999:29).

La correspondencia entre metro y ritmo no es perfecta, porque hay distorsiones temporales con relación al metro que tienen una función comunicativa. Estas distorsiones en los patrones rítmicos surgen asimismo en la música, donde las notas cortas se acortan más y las largas pueden alargarse aún más. Así la oralidad, según la situación de comunicación, sufre también alteraciones rítmicas sistemáticas (Astesano, 1999). Por ejemplo, la formalidad de la situación de habla determinaría la medida y la tonalidad generales del mensaje. El estado emocional del locutor tiene relación con estas alternaciones, así como la necesidad expresiva de poner en relieve ciertos elementos informativos del mensaje.

Brown y Yule (1993) concluyen que lo nuevo en el flujo informativo viene dado mayormente por las necesidades comunicativas del hablante. Nishinuma & Diez, 1987, en Astesano (1999) proponen que los factores rítmicos pragmáticos, individuales, intra-individuales y resultan en estas variaciones sistemáticas. Las variaciones rítmicas locales contribuyen a la optimización de la comunicación.

Las diferencias en el ritmo tienen, evidentemente una función comunicativa, en el componente emotivo del lenguaje; esto se evidencia, por ejemplo en las narraciones de todos los días. El cambio de ritmo podría considerarse como una forma de evaluación en el discurso. Así, en Álvarez y Domínguez (1999) se vio cómo la narración de una mujer de clase baja está fuertemente marcada por diferencias métricas que comunican el suspenso de la historia (9):

(9)

yo me aburría
y me salgo a lavar con esos jabones
y entonces un señor e...
era recién casado
y se metió al baño y...
y se mató
con... con el orillo del baño
que tenía un orillo
se resbaló
y se cayó
y no salía
y no salía
y no salía,
y era recién casado
y no salía
y tumbaron la puerta
y era que se había muerto,
se murió

Vemos como se alternan patrones métricos largos y breves, según el número de sílabas. Entre los más largos tendríamos: y era recién casado, con el orillo del baño, y me salgo a lavar con esos jabones -y entre los más cortos: y no salía, y se mató, se murió.

De modo pues que, pausa, entonación y ritmo sirven para organizar el hilo discursivo y de este modo, contribuyen a hacer perceptible la estructura gramatical del hilo fónico. Generalmente se confunden estos elementos con otros, como las hesitaciones, que incluyen los falsos arranques, las pausas llenas y las repeticiones y se ponen todos en un mismo conjunto como caracterizadores de la oralidad; evidentemente que todos ellos pertenecen a la oralidad, pero hay entre ellos diferencias importantes.

Vemos que unos forman parte de la organización en el nivel sintagmático; son los instrumentos que tiene la oralidad para manifestarse, revelando su estructura más profunda. Otros, como los falsos arranques, forman parte de los instrumentos que tiene el habla para corregirse, es decir, para retroceder y recomenzar una cadena que, por alguna razón no llegó a feliz término. Podríamos suponer que éstas "reformulaciones" están en el nivel paradigmático. El hablante tiene a su disposición todas las posibilidades que le ofrece el sistema de su lengua para realizar su mensaje; a veces -y ésta es la excepción- se equivoca, duda, prefiere formular la idea de otra forma; entonces retoma la construcción de una manera diferente a la que había comenzado.

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